Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

28 noviembre, 2018

Chajá de Luis Cano: testigo mudo

Chajá de Luis Cano: testigo mudo
Por María Azul Bianchi


«El huevo, el nido, la casa, el universo. Casi podría decirse que había tomado su forma lo mismo que el caracol toma la forma de su concha. Era su morada, su agujero, su envoltura (…)»
Victor Hugo. Nuestra señora de París. 1831

 

Chajá continúa el legado poético del director y dramaturgo Luis Cano quién comenzó a indagar en la arena escénica en la década de los `90 en adelante junto con una nueva generación de creadores buscando un lenguaje artístico situado en lo inmediato.

Desde esta perspectiva los personajes recuerdan o habitan la palabra de otro preguntándose sobre sí mismos; siendo la obra un intermedio, un entretiempo en el cual dichos seres imaginarios deliberan acerca de su entorno, sus relaciones filiales, el amor en el pasaje del tiempo. Pasaje, porque el amor pareciera convertirse en un portal de entrada a lo desconocido, a lo temido, a lo no nombrado, a lo oculto, El misterio sobrevuela la obra creando clímax intensos entre «Claudia» (Laura López Moyano) y «Alejandro» (Marcelo Minnino) en un vínculo placentero, pero por momentos apremiante.

El amor, la entrega; la dificultad de amar sin condicionamientos segregando el pasado; o, por lo menos, intentar separar el pasado de lo inmediato. «Alejandro» y «Claudia» dos jóvenes de campo, viviendo en la ruralidad, desprovistos de tecnología, en contacto permanente con lo natural; se distancian pese a la cercanía inminente entre ambos, hay murallas invisibles, motivos irresueltos, marcas de otros significativos. La figura paterna, la ceguera, cortan el lazo afectivo separando el afecto, por un lado, reprimido, y la palabra por el otro, enunciada, fuera de contexto, o en contexto, pero distanciado; quedando la palabra sin receptor siendo el emisor carente de herramientas para expresarse y comunicar lo que siente. El amor interrumpido, fallido, desconectado de la realidad, de lo circunstancial, embotado en el tiempo, repleto de preocupaciones y dudas.

 

Chajá, un pájaro; un signo emblemático en la obra, posee diversos significados a lo largo del relato. Pájaro pampeano, signo de la masculinidad, del deber ser; la libertad, el vuelo reducido, apagado. Los personajes sobrevuelan su realidad, pero no llegan a conocerla o a asumir sus consecuencias, se retiran antes de empezar, se distraen hasta llegar a retraerse. En ellos convive una fuerza opuesta a sus deseos y aspiraciones, sólo «Laura» intentará irse del nido al viajar a la cuidad buscando aire fresco, queriendo cumplir sus expectativas haciendo caso omiso al destino trágico.

«El huevo, el nido, la casa, el universo. Casi podría decirse que había tomado su forma lo mismo que el caracol toma la forma de su concha. Era su morada, su agujero, su envoltura (…)». Los personajes se refugian en sus propios escondites, en sus comodidades que les resultan conocidas, en la cotidianidad aplacadora, en el movimiento que se repliega sobre sí mismo, en su ser primigenio. Un nido de pájaros, un lugar seguro, cómodo, calentito, una casa hecha de paja y adobe, de materiales naturales, pero construida con el fin de sobrevivir, asimismo, en la obra representa el refugio y el apego emocional de los personajes entre sí, y con su entorno cotidiano.

El drama de la incomunicación, el miedo al fracaso en el amor. Son temáticas que atraviesan la obra enriqueciendo el repertorio. «Te voy a extrañar, me voy a capital. A mi mundo verdadero. Te abrazo con el alma. Chau», dice Laura, escribiendo en el aire una carta que jamás será leída ni comprendida; el único testigo, el espectador; la obra está focalizada desde el punto de vista del espectador que es quién completa el sentido, testigo mudo redoblando la apuesta de lo que sucede en la teatralidad, en el juego escénico.

Los subtextos emergen de los parlamentos de los personajes, pero también de la puesta, en la escenografía curvilínea desmantelando el espacio rural en un sinfín, en una rueda giratoria que hace las veces de pasaje y otras de destino inacabado. El espacio escenográfico es una extensión del cuerpo de los actores, de sus sentimientos, de sus historias inconexas, del rollo emocional. El material con el que está realizada la escenografía y los tonos utilizados marcan el tiempo terrenal, pero también la imposibilidad, la terquedad y el desasosiego en la neutralidad de sus líneas, en la composición pictórica performática.

La iluminación coherente con el resto de los elementos escénicos, así como el vestuario de ambos personajes, en cuanto a la simplicidad en el modo de ser de los mismos, y la complejidad en la enunciación de las palabras. El diseño de luces delimita el tiempo de internalización de los personajes de aquello que les sucede, les sucedió o les sucederá; alude a los espacios fuera en escena, los espacios inmateriales, soñados e imaginados.

Emociones complejas, cuasi soliloquios, monólogos, diálogos. Una obra de texto que sorprende por su riqueza narrativa, por la definición de los actores a la hora de interpretar los personajes en su rol, en el desplazamiento en el espacio, en la utilización y transformación del espacio escénico. La manera de convocar y conmover con un gesto simple. Las corporalidades remiten a seres extraordinarios, cercanos, cotidianos, pero al mismo tiempo extraños, distantes entre sí y para con nosotros, los espectadores.

El realismo de Luis Cano (director, dramaturgo) recrea un universo propio hasta el presente inexistente hasta que nos sentamos en la butaca a esperar que algo nos sorprenda. Un realismo que aboca a la memoria, al recuerdo de cada uno de los personajes, los enfrenta a trascender lo aparente, a desafiarse a sí mismos y a crecer. Un registro particular de lo social como un discurso disruptivo, incompleto, cuestionado y cuestionador de nuestros propios saberes sobre el mundo. La construcción de una consciencia despierta que se anima a preguntarse por sí misma, a replantear de qué estamos hechos y para qué vivimos.

Así, el lenguaje cumple una función productiva creando universo de sentido, ampliando las posibilidades utilitarias del mismo al encarnar en cada palabra un enunciado metafórico que cambiará el sentido figurativo, literal al ser puesto en escena.

Cada palabra emite un sonido, una caricia al espectador interpelado en función. ¿De dónde provienen las voces que escuchamos?, ¿a quién le pertenecen? ¿Quizás los personajes encarnen un discurso ordenador?; o por el contrario deconstructivo de la realidad?

 

Ficha técnico artística
Dramaturgia:Luis Cano 
Actúan: Laura López MoyanoMarcelo Mininno
Vestuario: Laura Poletti
Diseño de escenografía: Laura Poletti
Diseño de luces: Ricardo Sica
Diseño sonoro: Luis Cano
Tratamiento sonoro: Alejandro Dramis, 
Realización de escenografia: Laura Poletti
Realización de vestuario: Cintia Ledesma
Edición de sonido: Melisa ArcuriTian BrassLuis Cano
Video: Julio Junge
Banda de sonido: Tian BrassLuis Cano
Operación técnica: Lisa Iris BenevetMaia Postolski
Fotografía: Pablo Morgavi
Asesoramiento Corporal: Marina Otero
Asistencia de dirección: Melisa Arcuri
Asistencia De Escenas: Maia Postolski
Community Manager: CorreyDile Prensa
Producción ejecutiva: Melisa ArcuriLarisa Rivarola Szabason
Grafica: Laura Rovito
Dirección De Voces: Tian Brass
Dirección general: Luis Cano

EL PORTON DE SANCHEZ
Sánchez de Bustamante 1034 (mapa)
Capital Federal – Buenos Aires – Argentina
Reservas: 4863-2848
Web: http://www.elportondesanchez.com.ar/
Entrada: $ 250,00 – Miércoles – 21:30 hs – Hasta el 12/12/2018