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14 diciembre, 2011

Duilio Pierri: «En la Argentina estamos en una época de gran libertad que no sabemos apreciar»

Por: Victoria Márquez

Entrevistamos al artista en el contexto de su muestra más reciente y aprovechamos para hablar sobre su trayectoria, sus últimos trabajos y sus proyectos a futuro.

 

Dentro del contexto de su carrera, ¿qué relaciones podría establecer entre esta muestra y el resto de su trayectoria?

La muestra Ulmen, el Imperio de las Pampas, que estoy haciendo ahora en el Centro Cultural Recoleta parte de una intención denunciar el genocidio en el sur de nuestro país en la denominada «Conquista del Desierto».

Decidí tomar ese tema y quería estar bien documentado. Leí mucho, tardé en empezar a pintar y eso me vino bien, porque decidí hacer una especie de síntesis de varios períodos en los que está dividida mi trayectoria. Al principio está mi período de Nueva York que es de los ochenta, otro donde tomo temas literarios como el mito de Narciso, El Matadero de Esteban Echeverría y poemas de Miguel Ángel y Stevenson entre otros, ahora decidí hacer una recopilación y usar todos mis recursos.

 

¿Cuando empezó a pintar?

Es una pregunta muy complicada porque tengo recuerdos de muy chico, en casa mi mamá era pintora y mi papá era pintor. Padre e hijo estamos en el Museo Nacional de Bellas Artes, es el único caso. Mi mamá hizo menos carrera por voluntad propia, estaba más ligada al mundo literario. Mi abuelo era astrólogo, pintor, escribía, desarrollaba una acción política anarquista, mi bisabuelo también.

Mi abuelo es una influencia en esta muestra, porque vivió de chico en una carpa en el sur. Mi bisabuelo trabajaba en el ferrocarril,  mi abuelo era autodidacta y de alguna forma me transmitió ese mundo de la pampa. Era acuarelista, pintaba paisajes, bosques, que yo también pinté y de esas influencias me fui dando cuenta después.

Sí tengo una fecha en la que decidí dedicarme profesionalmente a la pintura, pero como ya mi papá, mi mamá, mi tío y todo su entorno eran o pintores o escritores o críticos, siempre estuve dentro del ambiente.

 

El formar parte de una familia de pintores, ¿le agregó algún tipo de presión u obligación para dedicarse a la pintura o era algo natural?

Tardé en decidirme, hubo un momento a los 16 años en que decidí dedicarme a pintar y ahí sí pensé que si no hacía algo distinto a mi familia, no seguía.

Tengo recuerdos de chico. Vivíamos en un departamento, recuerdo claramente que había un pasillo y mi papá pintaba en un cuarto a la izquierda y hacía cuadros más abstractos que yo a veces calificaba como «mamarrachos» y del otro estaba mi mamá —que, a su vez, fue algo así como una precursora del posmodernismo, creo yo— con una obra más realista, pero del estilo mágico, un realismo quattrocentista, que pintaba flores, retratos, paisajes de Venecia, donde que se podía ver el tema, el asunto que quería pintar. Recuerdo eso como mi primera duda estética. A veces me gustaba lo de mi papá y otras veces lo de mi mamá.

Recuerdo, incluso creo que tengo el cuadrito, que en un cartón mi papá pintaba unos cuadros —que para mí eran enormes—  y en un momento tomé un cartón y unos óleos y pinté intentando hacerle una burla a mi padre, como diciéndole que eso era algo que yo también podía hacer.

En nuestra casa tenía acceso al taller, a los óleos y a las telas, entonces pintaba. Cada tanto había reuniones, especialmente de escritores. En una de esas reuniones miraron mis cuadros y vi que a ellos les gustaba, por eso de ahí en adelante cuando había reuniones yo producía y regalaba los cuadros.

Después paso toda una época en la que empecé el secundario y estaba entre ingeniería o cirugía, me habían operado de apendicitis y estaba entusiasmado con el cirujano que me operó, porque la cirugía tiene algo de esa relación en la que el maestro enseña a su discípulo.

Cuando estaba en tercer año del secundario, empecé a decidir no seguir. Era buen alumno, especialmente en historia y ese tipo de materias, pero entré en un estado de rebeldía y quise dedicarme a la pintura. En un punto, sopesé los antecedentes familiares y vi que ser hijo de pintores me abría puertas. Ya conocía a los galeristas y a los directores de los museos, digamos, estaba inserto en el mundo del arte. Por otro lado, también pensé que iba a cargar con la cruz de que mi padre fuera un pintor conocido. Por eso, ese pequeño inconveniente estaba presente al principio; pero creo que ellos también estaban atrás empujando y me ayudaban. Yo lo viví como una ventaja, entré a Bellas Artes y ya sabía, estaba adelantado.

El tema de la influencia de mi padre se solucionó cuando empecé a viajar. Primero viajé por Latinoamérica, después me fui a Europa, a Francia, por una beca y ahí vi que ese no era ese el lugar donde tenía que actuar, y decidí que lo mío estaba en los Estados Unidos. Volví en un período difícil, en el 75, ya sabía como era la situación y decidí encerrarme a pintar y producir. Ahí empieza mi serie de los antropomorfos en interiores. Estuve produciendo durante tres, cuatro años y después viajé a los Estados Unidos. Cuando en Estados Unidos me va bien, se rompe el vínculo con la pintura de mi familia, porque nadie los conocía a ellos ahí. Así fue como empecé a pintar. Es decir, siempre pinté, pero a los 16 años decidí dejar la formación del secundario y entrar en Bellas Artes, donde terminé tercer año ya libre y me dediqué a pintar formativamente, a copiar a los maestros, siempre con la pauta de diferenciarme.

Siempre encuentro igualmente cosas de mi familia en mi pintura y además al ver que mis cuadros les gustaban a sus amigos, que eran personas importantes dentro del mundo del arte, me empecé a entusiasmar.

 

¿Y en Nueva York ya tenía contactos o fue conociendo gente? ¿Cómo se dio ese proceso?

Yo ahí no conocía a nadie. En marzo del 80 me fui a los Estados Unidos no ya con la idea de estudiar, sino de intentar empezar a mostrar. Fui sin cuadros y sin contactos. Hablaba un inglés «más o menos», en fin, me comunicaba. Di los primeros pasos con mis reservas que, por suerte, eran para dos años. Se fueron dando contactos y conocí gente, además me reencontré con gente que conocí en Europa, pintores españoles que vivían la mitad del año en los Estados Unidos y la otra mitad allá.

Se dio una circunstancia particular, además, que fue el hecho de que el mercado internacional estaba saliendo del conceptualismo y llega lo que se llama «la vuelta a la pintura», que es lo que yo hacía, vinieron los alemanes y los italianos transvanguardistas, y eso coincidía un poco con lo que yo estaba produciendo. Por eso no me resultó difícil, aparte yo traté de no circunscribirme al ghetto latino ni argentino, sino que traté de conocer esa cultura, tuve muestras internacionales.

 

¿Conoció allí gente que haya dejado una influencia en su obra?  Si fue así,  ¿en qué sentido cree que se dio?

No estoy seguro, creo que la fuente principal de influencia siempre fue mi familia. Yo no iba a influenciarme, sino que iba a compartir información. Creo que eso, a su vez, me sirvió, porque yo no iba a estudiar ahí, no admiraba a nadie en particular, me interesó, sí, estar en el centro de un imperio, la situación política, pero no tenía una actitud de querer conocer a alguien en particular. De todos modos, me interesaban Lichtenstein, De Kooning, que estaban vivos en esa época, e iba a ver las muestras pero no tenía una situación de súbdito, «colonizado» que va a observar el centro.

No tenia una situación de «llego a la capital y entonces…», simplemente me pareció un lugar donde podía difundir una imagen. Me sirvió mucho enterarme de los manejos políticos en el arte, cómo se manejaba el mercado, la cuestión del profesionalismo, la facilidad para producir. Descubrí el mundo capitalista, porque la Argentina en ese momento no era un país capitalista, había un gobierno militar, de hecho no había libertad, no digo que allá hubiera plena libertad, pero la Argentina de la que yo me fui no era el mismo país que conocemos ahora. En síntesis, me interesó conocer otra cultura, como cuando viajé por Latinoamérica, me interesó explorar.

 

En cuanto a los vínculos de su obra con la política, ¿qué podría decir? ¿Hay alguna obra donde pueda verse una relación con acontecimientos históricos?

Estuve leyendo mucho sobre Lehman-Nietzsche, que trabajaba como antropólogo y  era el curador que organizaba la colección de esqueletos en el museo de Ciencias Naturales, contratado por el Perito Moreno, que ahora que leí mucho vi que era como nuestro Mengele. Cuando ganaron los nazis en Alemania en el 33, Lehman-Nietzsche, que era alemán, volvió a la Argentina. Él era quien se encargaba de organizar la colección de los cuerpos de las victimas del genocidio en el Sur. Tengo fotos, se ven los esqueletos colgados, en otros museos se lo ha hecho pero en general son huesos recuperados en excavaciones arqueológicas, de 30.000 años de antigüedad…

Me di cuenta de que esta era la gente que habitaba en el Sur, muerta por el genocidio,  exhibida como trofeo. En un año que no recuerdo exactamente, se exigió que se los sacara, pero igualmente siguieron siendo parte del patrimonio del museo hasta el día de hoy, es el museo que tiene la mayor cantidad de esqueletos humanos del mundo, todos de la misma época. El Perito Moreno era una persona que colaboró activamente con el genocidio de Roca. De hecho, coleccionaba cráneos de caciques, los compraba, compró el cráneo de Calfucurá a Cevallos. Eso está en las cartas del Perito que leí. Incluso fue el que demarcó la frontera entre Chile y Argentina para defender los intereses de los ingleses, el hecho de que Chile y Argentina sean países separados es un interés inglés, no americano.

Durante un tiempo, el museo negó la existencia de las fotos donde se veían los cadáveres, pero un empleado del museo las escaneó y las publicó. Es una denuncia de la barbarie llevada a cabo por un gobierno que yo no reconozco como democrático, y cuyo gran prestigio era el de haber aniquilado a gente aliada a la Argentina, que eran argentinos y que en forma patriótica se negaron a aceptar el apoyo chileno.

 

Hay una obra suya que me llamó la atención especialmente, llamada Parque Indoamericano, que es diferente del resto de las obras. ¿Qué técnica utilizó, de qué ideas partió?

Para los distintos cuadros utilicé diferentes conceptos. Primero empecé con las batallas, después me cansé y me basé en la mitología mapuche, y además quería hacer un cuadro de action painting trash, que a su vez que fuera un homenaje a la Cueva de las Manos, y que es este que mencionás. El bastidor es tosco, lo armé mal, es de los que uso en el taller y después cambio para las muestras. Pero me gustó como quedaba, parecía un acampe, una tela de toldería. Justo cuando me decido a hacer algo sobre una toldería, pongo la televisión y empezó a aparecer gente que armaba carpas en el Parque Indoamericano. Me dije «este es el nombre de la obra».

 

¿Cree que a través del arte se pueden enseñar verdades históricas?

Toda la historia está reflejada en los cuadros, en el arte. Creo que en la Argentina estamos en una época de gran libertad que no sabemos apreciar. Siempre estamos mirando hacia otro lado. Pienso que la libertad está en América, la idea de la igualdad, algo que tenemos que rescatar como positivo. Nosotros tenemos que valorar que aquí tuvimos la resistencia indígena por el tiempo más largo después de la llegada de los españoles, y destacar que los indígenas no eran unos trogloditas, sino que creían en la propiedad comunitaria, la igualdad, el compartir, el respeto por la naturaleza. Cuando nos reconciliemos con nuestra historia vamos a estar mejor. Es como una persona que no sabe quién es. En Brasil y en Perú saben quiénes son, pero acá en Buenos Aires no lo sabemos. Me parece que la misión del artista es la verdad, que las fuerzas del espíritu triunfen sobre la codicia. El mensaje de esta muestra es que somos un país de vanguardia, hemos luchado, fuimos derrotados pero podemos rehacernos, podemos revertir la situación y acabar con el pensamiento unilateral.

 

Volviendo a la materialidad de la pintura, ¿me podría contar algo sobre su técnica? ¿Tiene algún tipo de disciplina o rutina?

No, ninguna. Mi disciplina es la obsesión. Me obsesiono con un tema y pinto muchas horas. Me dedico al 100%. Esta vez me atrasé porque leí mucho, pero en un momento encontré lo que iba a decir. Empecé en 2009 con un mural en la Patagonia. Después seguí con otros cuadros que me sirvieron para encontrar el estilo definitivo que iba a usar, pero soy caótico, igualmente.

 

Su método para elaborar un cuadro, ¿cómo es?, ¿tiene una idea previa de lo que va a pintar o se deja llevar?

Creo que la pintura es un lenguaje de la humanidad anterior a la literatura. Se maneja en «visiones», como la poesía. Es un elemento que siempre ha estado en el hombre.

En el mundo de la pintura el tiempo no existe, no hay muertos ni vivos, hay algo mágico, del orden del misterio. Es algo que no podemos saber para poder seguir viviendo, pero está. Trato de conectarme con alguien, con músicos, con los caciques que pinto, por ejemplo. Quiero que mi arte comunique espiritualidad, la idea de que todos somos hermanos.

 

¿Y en cuanto a sus proyectos a futuro? ¿En qué se encuentra trabajando actualmente?

Estuve pensando bastante en el tema de los monumentos. Ahora está la propuesta de sacar el monumento de Roca. Yo creo que no hay que sacarlo y aceptar la realidad. Que no sea como cuando demolieron la casa de Rosas, o la de Perón, o cuando secuestraron el cuerpo de Evita. Me parece que la existencia de Roca es una realidad que no hay que negar, pienso que lo que sí hay que cambiar es su status de héroe, porque, en mi opinión no lo fue, quizás fue solo alguien que sirvió a los intereses de la Corona británica, se necesita resituarlo en la historia. Yo propongo pensar en los aborígenes como un pueblo que defendió nuestro Sur y se sacrificó por nosotros, por una idea. Entonces quiero emplazar los monumentos que faltan. En la Casa Rosada pusieron entre los héroes latinoamericanos a Tupac Amaru y otro héroe indígena de Bolivia, pero no pusieron a Juan Calfucurá, que era aliado de San Martín. Fue un libertador de América en el mismo grado que Güemes, pero nosotros dijimos «no somos indios» y lo ignoramos. Eso no está bien. Hay que asumir adónde estamos y quiénes somos. Por eso, mi proyecto es gestionar ante las autoridades la ejecución de estos monumentos, y seguir pintando, por supuesto.

 

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