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6 abril, 2013

( Segunda parte )

 

Asociado a la «Belle Époque», el art nouveau, o modernismo, surgió en Europa y Estados Unidos a finales del siglo XIX y se prolongó hasta comienzos del siglo XX.

 

Por: Lucía Gerván

 
El edificio Chacabuco 78 es una de las obras maestras del arquitecto Julián García Núñez, máximo exponente del modernismo catalán en la Argentina. Se trata de un edificio de oficinas con locales comerciales en la planta baja, terminado hacia 1911. Fue elogiado por presentar innovaciones y un aprovechamiento singular de los espacios comunes y la luz natural: el interior de la construcción ha sido catalogado como una de las primeras experiencias de desmaterialización de la caja arquitectónica, ya que logra que todos los pisos compartan el espacio central a través de galerías, utilizando un techo a dos aguas de vidrio que permite el acceso de luz solar y ladrillos de vidrio para revestir los pisos de la galería. En cuanto a la ornamentación, se trata de una fusión de corrientes del modernismo de comienzos del siglo XX, dado que a elementos característicos del modernismo catalán, como las bandas laterales que adornan las torretas de la fachada, se agregan los motivos geométricos de las barandas y rejas, más típicos de la Sezession vienesa.

Cerca de este edificio, en Chacabuco al 800, se encuentra otro exponente del modernismo en nuestro país. Se trata del Casal de Catalunya, un centro cultural de la comunidad catalana en Buenos Aires, creado el 12 de junio de 1886 (el casal más antiguo del mundo, fuera de Cataluña). El edificio se destaca por su estilo modernista y muy ornamentado, que contrasta con las abundantes casas de más sobrio estilo italianizante de comienzos de siglo XX, en los terrenos cercanos.
Otro de los edificios representativos del modernismo catalán en Buenos Aires es la Casa de los Lirios. Se encuentra en avenida Rivadavia 2027 y 2031, en el barrio de Balvanera, y fue construido entre 1903 y 1905 para Miguel Capurro. Es un edificio de viviendas, con planta baja y tres pisos altos. En este caso, la gran protagonista del edificio es la fachada. La botánica es la temática explotada, y por la ornamentación, que insinúa tallos y flores de lirio, la casa recibió el nombre. En la cornisa, el volumen central está coronado por un gran rostro de un anciano (algunos lo asocian con el dios griego Poseidón), realizado en yeso, con sus cabellos extendidos, ocupando todo el remate. La puerta de acceso está realizada en hierro, al igual que las rejas de los balcones, y presenta un patrón similar al de los cabellos que decoran la cornisa. Por último, las ventanas y los balcones están ornamentados con troncos, tallos y flores, mostrando

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la capacidad de manejo de los materiales que se había alcanzado en la época, para expresar formas fluidas y vivas.

El Mirador Massue, que se encuentra en la esquina de las calles Talcahuano y Tucumán, frente a la plaza Lavalle, es otro ejemplo. El arquitecto original fue Alfred Massue, quien, hacia el 1900, adhirió a la nueva rama modernista. Este cambio en su estilo se ve presente ya en el edificio que diseñó en 1903 para Costaguta, considerando la ornamentación del balcón del primer piso y el remate de la torre, en donde abundan los rostros femeninos característicos de esta arquitectura. El palacio Costaguta se hizo conocido rápidamente por su llamativa decoración y su estilizada torre mirador. En realidad, no se trataba de un solo edificio, sino que estaba formado legalmente por dos bloques de arquitectura idéntica, aunque con accesos independientes: uno estaba sobre la esquina de Talcahuano e incluía la torre mirador, y el otro continuaba por la calle Tucumán hacia la esquina con Uruguay. En 1989, el bloque de la esquina fue adquirido en remate judicial por la firma UNIBON SA, que anunció planes para demolerlo y construir allí un edificio de oficinas de neto estilo contemporáneo, que se puede observar en la actualidad.
Algunos otros ejemplos que podemos nombrar son: el palacio San Miguel, la fachada del edificio Unione Operai Italiani, la Casa de los Pavos Reales, el palacio Barolo y el edificio Nicolás Mihanovich. Por último, cabe destacar la bóveda de Rufina Cambaceres, en el cementerio de la Recoleta, como una de las más representativas construcciones de estilo art nouveau en nuestro país; es de un conmovedor y a la vez inquietante lirismo. Una especie de gran lirio marmóreo, de perdurable blancura, envuelve la construcción. La imagen de una mujer de pie, en actitud de entreabrir la puerta de la bóveda, como alusión a quien pudo, quizás, alentar con vida antes de ser llevada a la mansión póstuma, otorga a la bóveda una extraña y estremecedora belleza.

Objetos y artes menores

Uno de los fenómenos más característicos que surge durante el modernismo fue el gran desarrollo que adquirieron los bellos oficios (incluyendo la joyería), hecho que responde al intento de William Morris de incorporar el arte a la vida cotidiana, acercándolo a la vida y la naturaleza. Fue una búsqueda de la originalidad entendida como retorno a los orígenes e imbuida de una gran sensualidad. Por eso gustaban mucho el nácar, el ópalo, lo traslúcido, el tornasol, los colores en disonancia, los verdes y los violetas, y las figuras de hadas, ninfas y mujeres desnudas.
Esta búsqueda de soluciones refinadas y originales incide notablemente en la cristalería, que se convirtió en uno de los exponentes más bellos y característicos del art nouveau. Louis C. Tiffany, Lalique, Val-Saint Lambert, Emille Gallé, Rousseau, entre otros, inventan jarrones, vasos, lámparas, cristaleras y joyeros con diseños particulares, utilizando nuevas técnicas y combinaciones como el vidrio y el hierro/plomo, llegando a soluciones metamórficas, polícromas, inspiradas en lo natural y con una gran elegancia gracias a los motivos florales, fitomorfos y del reino animal.

Buenos Aires, gracias a las inmigraciones y las importaciones europeas, recibió todo este aluvión de objetos modernos y nuevas tendencias. Como ejemplo, vamos a nombrar el edificio cuyos vitrales son los más representativos: la confitería Las Violetas. Fue inaugurada el 21 de septiembre de 1884 y posteriormente remodelada en la década de 1920. El majestuoso edificio cuenta con enormes columnas, vidrieras y puertas de vidrios curvos, mampostería, grandes vitrales restaurados y pisos de mármol italiano, haciendo referencia a la Belle Époque. Respecto de los vitrales, los materiales provenían de Francia, pero la planificación y el armado se hicieron en Buenos Aires, en base a bocetos y cartones franceses. Estos eran luego instalados localmente por vitralistas emigrados de Europa. Los vitrales de vidrios repartidos, pintados en caliente y emplomados solo se realizaron en Europa y, en el caso de Argentina, por vitralistas provenientes de Europa. En el mostrador de esta confitería, podemos observar no solamente imponentes vitrales art nouveau, sino también una lámpara Tiffany, lo cual simboliza la presencia de los objetos modernos en nuestro país.

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