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20 diciembre, 2012

Desde el surgimiento de las vanguardias artísticas, la relación del teatro con la realidad ha sufrido cierta devaluación. El Proyecto Biodrama se propone como un rescate de esa relación.

Por: Carolina Reznik

La relación que el arte mantiene con la vida siempre ha sido una cuestión problemática. De hecho, podemos definir la historia del arte, y caracterizar cada uno de sus períodos, de acuerdo con la actitud dominante al respecto. Es decir, en cada forma —o en cada cambio o ruptura—, subyace siempre una declaración acerca de qué relación debe mantener el arte con la realidad.

Si observamos de manera general su historia, podemos caracterizarla en un movimiento que tiende a separar el arte de la vida. Pero esta separación no implica que el arte no tenga ninguna conexión con ella, sino que es independiente, una disciplina con derecho propio que se postula como creadora de objetos autónomos. Esta autonomía del arte, promovida principalmente por las vanguardias históricas, lucha contra la dependencia del referente, es decir, la anterior concepción, de que el arte debía reproducir lo más fielmente posible la realidad. Entonces, desde principios del siglo XX, se instaura una libertad que permite crear de otro modo, no necesariamente copiando a la realidad. Pero, por supuesto, nada impide que ella esté integrada a la obra, de alguna manera.

Esto es válido para todas las disciplinas artísticas pero, según la especificidad de cada una, la cuestión adquiere características determinadas. En el caso del teatro, un claro ejemplo de la autonomía del arte es la poética del absurdo. Ionesco y Beckett, por ejemplo, se oponen al teatro realista y naturalista, según el cual lo que sucede en escena es una continuación de la realidad en la que el espectador está inmerso. Los dramaturgos de vanguardia proponen un teatro que posee un verosímil propio, un universo cerrado y con coherencia interna. Esto no significa que la escena no tiene relación con la vida, sino que dicha relación no es de simple copia.

Si seguimos la periodización tradicional del teatro, la vanguardia corresponde a la modernidad. Esta última se caracteriza por una ruptura y un rechazo de lo anterior. La posmodernidad, por el contrario, rompe la dicotomía pasado-presente, y en la obra se integran elementos correspondientes al teatro anterior con innovaciones. Es decir, en la posmodernidad todo vale, y encontramos convivencia de poéticas realistas y modernas: la mezcla posmoderna. Ahora bien, desde la declaración de la autonomía del arte, cada poética puede manejar la relación con la realidad según su conveniencia, y el principio rector es su verosimilitud interna.

Entonces, en la actualidad, el campo teatral se caracteriza por la libertad total. Pero es cierto que, desde las vanguardias artísticas, la relación del teatro con la realidad (y del arte en general) ha sufrido cierta devaluación. El Proyecto Biodrama, promovido por Vivi Tellas y el Teatro Sarmiento, se propone como un rescate de esta relación. Pero la cuestión no es tan simple.

En el año 2002, Vivi Tellas, directora teatral y curadora, fue convocada para hacerse cargo del Teatro Sarmiento. Desde entonces, y hasta el 2009, genera el Proyecto Biodrama y convoca a quince directores teatrales para que creen en base a una premisa: la obra tiene que tener relación —cualquiera— con la biografía de una persona. No importa si el personaje en cuestión es público o anónimo; la única condición es que esté vivo. De esta manera, el Teatro Sarmiento se convierte en uno de los primeros centros de experimentación teatral en Buenos Aires con presupuesto público. Participaron del proyecto: Ciro Zorzoli, Analía Couceyro, Javier Daulte, Luciano Suardi, Daniel Veronese, José María Muscari, Beatriz Cattani, Mariano Pensotti, Stefan Kaegi, María Obersztern, Edgardo Cozarinsky, Mariana Chaud, Gustavo Tarrio, Santiago Gobernori, Lola Arias y la propia Tellas. Las obras creadas son, entre otras: Barrocos retratos de un papa (Couceyro, 2002), Temperley, sobre la vida de T. C. (Suardi, 2002), La forma que se despliega (Veronese, 2003) y Nunca estuviste tan adorable (Daulte, 2004).

Ahora bien, la propuesta es clara pero no simple, e involucra —además— cuestiones que exceden lo estrictamente teatral. Vamos por partes. Vivi Tellas está proponiendo un estímulo explícito para la creación: la relación con la vida de una persona viva. Pero esta relación puede ser de cualquier tipo, no es necesario que se represente su vida. Es posible que la pieza se genere a partir de un mínimo detalle de la biografía. Y se deja libre la cuestión referida a la poética utilizada. Entonces, dentro del proyecto, encontramos obras que responden a una poética realista, utilización de recursos expresionistas, monólogos que rompen la cuarta pared, etc. Es decir, no hay una normativa formal. Además, es posible que la relación con la biografía no esté explicitada en la pieza, y los espectadores nos enteremos de ella por el programa de mano o a partir de declaraciones de sus participantes.

Según palabras de la propia Vivi Tellas, el proyecto surgió cuando ella sintió que la ficción se había acabado, por lo menos en el teatro. Luego de llevar a escena La casa de Bernarda Alba, en el Teatro San Martín, tuvo la necesidad de volver a la «vida real». Este planteo es característico de la posmodernidad y de un campo teatral en el cual no solo vale todo, sino que, también, ya se ha hecho todo. Por supuesto, esta premisa no es literal, es la sensación del artista actual que tiene detrás de sí una historia del arte de más de 2.000 años. Entonces, se buscan nuevas historias y nuevos estímulos. Y esta es justamente la propuesta del biodrama: un nuevo estímulo para la creación que, además, habilita un campo de experimentación.

Hay que hacer notar otra característica interesante. Vivi Tellas es, además de directora teatral, curadora. En su propuesta, el criterio de curaduría juega un rol importante, pero funciona de manera invertida. Un curador reúne obras en base a un criterio unificador, las organiza según un concepto. Este puede ser de cualquier índole, pero las obras que organiza son piezas ya existentes, y el criterio se les «impone» desde afuera. En el caso del Proyecto Biodrama, son las obras las que se adaptan a la pauta y son creadas en base a ella. El criterio las atraviesa desde el interior. Nuevamente todo nos conduce al «estímulo creativo».

Por último, dijimos que la propuesta excede lo propiamente teatral en el sentido artístico. Recordemos que el Teatro Sarmiento forma parte del Complejo Teatral Buenos Aires. Con el Proyecto Biodrama, se marcó la tendencia de este teatro. Pero ella no funciona solo respecto del Complejo sino, también, dentro del campo teatral porteño. Implicó una toma de posición sobre el estado de dicho campo, y su productividad continúa hoy en día y fuera de los límites del Complejo. Además, el hecho de que el proyecto haya sido generado y avalado desde el teatro oficial no es un dato menor. Rescata este tipo de teatro y lo sacude de su imagen conservadora.

El Proyecto Biodrama vuelve a unir el teatro con la vida. Se propone como fuente interminable de historias, y el hecho de que las biografías-estímulo puedan ser de gente desconocida pone de relieve y proclama, una vez más, la autonomía del teatro. Este puede transformar una vida anónima en una historia interesante. Mediante sus procedimientos específicos, convierte hechos aparentemente insignificantes en un universo atractivo y digno de ser llevado a escena.

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