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El surrealismo contemporáneo de Jorge Diciervo

Por Margarita Gómez Carrasco

Ce n´est pas la colle qui fait le collage

Max Ernst

Podría comenzar hablando de la obra de Jorge Diciervo asignándole calificativos como sutileza, equilibrio, plasticidad lúdica, armonía. Sin embargo, voy a empezar con una de sus frases de la charla que tuvimos: «No estoy enganchado a ningún ismo, soy surrealista y me inclino por lo misterioso». Estas palabras, que podrían tomarse como una presentación que el artista hace de sí mismo, suenan paradójicas si se tiene en cuenta que el surrealismo, cuando surge, se instala como el nuevo ismo por la reivindicación del subconsciente, de la asunción de la doctrina freudiana y de la apuesta por el automatismo. No obstante, no hay incompatibilidad, porque en esa vanguardia Diciervo logra identificar su ser y también desde allí adquiere la libertad necesaria para no quedarse enganchado.

En el transcurso de la charla, pongo el acento en la fuerte presencia del agujero en casi todas sus pinturas y esculturas, y Diciervo afirma que está tratando de escapar de intervenir agujeros negros. Otra vez, me deja pensando. ¿Acaso los agujeros negros que habitan en el universo son aquellos que fagocitan hasta los fotones, conduciendo a la entropía, la muerte misma? Entonces, es comprensible que se quiera escapar de lo desconocido, lo que no tiene inscripción en el inconsciente.

Cuando le pido que me cuente acerca de su proceso creativo, me revela su metodología: «Hay un disparador, que no sé dónde está. Si se me ocurre algo, trato de llegar a eso, busco el material, el bastidor, la tela; después, hago un boceto, que, casualmente, lo del boceto lo estoy dejando, porque si vos hacés un dibujo en un papelito y lo descubrís dos meses después, sos otra persona, es otro momento tuyo y otro el material».

Haciendo alusión a los nombre de las obras que actualmente se exhiben en el Palacio Duhau, quiero indagar acerca de la nominación, pero Diciervo afirma que no le gusta ponerle nombre a las obras y con mucho sentido de humor se refiere a una anécdota que le ocurrió en una exposición de dibujos surrealistas que realizó en Chile: «Vino una señora que recorría todos los dibujos y anotaba. Pasa como una hora, sigue anotando, luego viene hacia mí y me dice: “Me encanta los nombres que le pusiste a los dibujos”. ¡No sé si vio los dibujos o solo los nombres!».

La decisión de ser artista para Jorge Diciervo significó aceptar el riesgo personal y entregarse completamente a una actividad singular en la que tuvo como principales referentes a Mark Ernst, Marcel, Joan Miró y al genial Pablo Picasso.

Aporta más datos sobre cómo fue el pasaje de la pintura a la escultura. Nos cuenta que en 1983 se presentó al premio que daba la embajada italiana y lo gana; entonces, tuvo que pasar nueve meses en Italia con todo lo que implica mudarse con familia e hijos: «Era el momento de decidir si me quedo o me voy, sacar a los chicos del colegio y vivir en Italia. Cuando volví empecé, a pintar paredes romanas, luego, estuve seleccionado. Fue inmediato el paso, no tuve tiempo para preguntarme qué tengo que pintar. El paso fue del dibujo a la pintura y nunca más hice una muestra de dibujo, después, empecé a sacar las tres dimensiones. Para hacer esculturas, primero, empiezo a gestar algo en mi cabeza, pero me doy cuenta que esa idea no puedo realizarla porque no soy tornero mecánico, entonces, busco uno y le voy pidiendo hacer esto o aquello, siempre con mi supervisación».

Respecto a su formación, dice que no fue a la Escuela de Bellas Artes, que más bien es autodidacta y que aprendió de algunos maestros. Reconoce que en algunas pinturas tiene influencia de Roberto Aizemberg, con quien hablaba asiduamente. Añade que aún sigue visitando museos para redescubrir a los grandes: «Cuando me voy a ver una obra afuera, te detenés en cada cosita. Hay un collage de Picasso que me vuelve loco cada vez que lo veo, porque siempre le encuentro alguna cosita nueva, me detengo en el alfiler que Picasso puso así y puede llegar a ser algo mágico, me detengo a ver eso que en otro momento no veía».

Recuerda que sus inicios fueron por 1974, cuando se dio cuenta de que sus dibujos se vendían, oportunidad que no dejó pasar; entonces, decidió abandonar su trabajo de dibujante técnico.

Actualmente, saca series de cinco o seis cuadros, después, busca otra cosa, porque quiere reinventarse y enfatiza que «la cocina del artista es azarosa».

Algunas de sus pinturas están intervenidas con pedazos de lona que dejan ver remiendos, otras veces, agujeros, símil a una epidermis gruesa y desgastada por el tiempo.

Sus pinturas son abstractas, tienen grandes dimensiones, en ellas lucen figuras geométricas. Utiliza una variada paleta, a veces, con tonos ocres, otras, azulados. Los colores oscuros de fondo le confirieren a la obra una atmosfera misteriosa.

Las esculturas son fálicas, curvas y con agujeros. Llaman poderosamente la atención los trozos de madera pintados. Curiosamente, le pregunto dónde y cómo encuentra esos objetos que después serán convertidos en obra de arte, y la respuesta no se hace esperar: «A veces, veo algo cuando voy por la calle. Recuerdo que cuando tenía un taller en San Telmo encontré una madera y otras cosas tiradas y las agarre. Luego, miro la madera, la doy vuelta, me mira y en un momento empiezo a crear. ¿Cuándo terminarla? No sé, la misma obra me dice que ya terminé, como decía Picasso: “No se termina una obra, porque es como matarla”. Tengo más contemplación que elaboración. No son diez minutos, son cuatro o cinco días, hasta que llega un momento donde no quiero pintar más».

Una etapa muy importante en su trayectoria artística es la de los collages. Se atreve y toma el guante que arroja Marx Ernest con su poética surrealista. De esa forma, casi por azar, Diciervo encuentra grabados impresos en dos tomos de La Ilustración Artística, de los años 1893-94. Los descubre en una librería vieja cerca de la quinta presidencial. Siente, en esos momentos, que los grabados lo estaban esperando, aunque también confiesa que le costó mucho mutilar los originales. Sin embargo, sus fantasías lo impelan a intervenirlos y recrear con ellos una enigmática serie de la cual solo tomaré dos imágenes para finalizar: «Mi familia» y «Dialogo inútil». Estas composiciones recuerdan a Magritte, en el planteo de que al otro nunca terminamos de conocerlo, y, como diría el maestro Lacan, collage surrealista para referirse al montaje de la pulsión.

La muestra de Jorge Diciervo

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se exhibe hasta el 19 de marzo en el Paseo de las Artes Palacio Dahau, Av. Alvear 1661, C. A. B. A..

GALERIA AL FINALIZAR NOTA1