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19 julio, 2012

 

Por Gilda Cristina Silvestre

 

Desde 1830 con Augusto Comte en su “Curso de filosofía positiva”, sirviendo  como cimiento y mutuo aval cómplice entre pensamiento filosófico y económico, luego de la primera y segunda revolución industrial (habiendo nacido en Inglaterra las mismas ) , se fueron sentando las bases del nuevo orden mundial sobre la legitimación de qué disciplina podría o no encuadrar dentro del concierto de las ciencias. Quienes se encontrasen dentro, estarían en el encuadre de lo legitimable, a través de la búsqueda de conocimiento mediante lo observable, medible y cuantificable; paradigma de la regla y la frecuencia, de la clasificación (discurso de la descripción y diferenciación).

Las ciencias médicas y la psiquiatría específicamente no escaparon a dicha búsqueda de reconocimiento otorgado por el régimen del mercado fascinador  (mímesis fascinadora de la perversión).

Freud en sus primeros momentos de construcción teórica, quizás en el siglo XIX pudo haberse visto compelido a la necesidad de un “cientificismo” en su modelo de una “psicología para neurólogos”, tomando modelos biologicistas neuronales para dar cuenta en su búsqueda hacia la comprensión de las patologías de las enfermedades mentales. Ahora bien, dentro de su autobiografía , podemos encontrar todo el recorrido teórico en su sed de conocimiento ( con lo que ello implica en la búsqueda del mismo, el atravesamiento de la misma pulsión de muerte que conceptualizó en 1920 en “Más allá del principio del placer”) , abandonando los mojones de la certeza tranquilizadora que ofrecían los escritos burgueses y “clausurados”[1], del paradigma positivista , con una frase célebre que oyó de uno de sus maestros Charcot , luego plasmada en su propia autobiografía: “La teoría será muy buena, pero eso no impide que las cosas sean como son”, cuando éste presentaba a sus pacientes (si bien dentro de un desfile circense naturalizado por las prácticas psiquiátricas de la época). Frase que al propio Freud lo iba a marcar hacia una búsqueda etiológica de los síntomas de los pacientes, pero una etiología que tendría que ver con un recorrido de escucha de los mismos y construcciones teóricas en base a ello, aunque dichos escritos no fueran legitimados por el paradigma imperante de la época, investigando sobre lo residual del mismo y escapando a la regla de la clasificación y la frecuencia.

Ahora bien, se puede alegar a favor de la psiquiatría, que en el trastorno mental, la naturaleza orgánica y biológica es el suelo  que lo posibilita, no es su disparador. La lógica que lo construye obedece al orden del discurso, dentro de una lengua viva, dentro de un contexto político, social, económico de cada acaecer histórico.

El pensamiento cientificista positivista del hombre de la modernidad dentro del cual se encuentra la psiquiatría como uno de los gendarmes en el campo de la salud mental, es un pensamiento que tiende a fundar leyes siguiendo los lineamientos de la física y la biología, pero escapando a los tiempos históricos. Por ende, podría pensarse en mi humilde parecer que: con una ahistorización  de los conceptos y una naturalización de los mismos, la psiquiatría se desresponsabiliza de su discurso, tomando a las patologías como dadas, preexistentes, y que la misma disciplina, sólo se encarga de descubrirlas  y, aunque parezca reiterativo, encuadrándose dentro de un paradigma creyente en la perfectibilidad del hombre – modelo de hombre homologado a una objetalización dentro del mercado, como un hombre máquina. En términos foucaultianos, encuadrado el mismo dentro de la “anátomo política” ( que tiene que ver con el control de los cuerpos desde tiempos de la antigüedad, a través de una postura determinada sirviente de la formación del ejército disciplinado para batallar, cuyo pinet de los mismos se mide en udes.métricas, alcanzando en la actualidad su control biológico orgánico hasta los máximos límites de mediciones neuronales nanométricas) y biopolítica ( control social de la población a través de la epidemiología ).

Foucault en su libro “La vida de los hombres infames” hace una clasificación no desdeñable en absoluto (como dicho autor nos tiene acostumbrados) acerca de la diferenciación conceptual entre psiquiatría, despsiquiatrización y antipsiquiatría. Con respecto al primer concepto, ya habiendo surgido desde la modernidad, luego de afirmarse la biopolítica en los Estados modernos, la psiquiatría formaría parte de una de las tantas instituciones de encierro, guardando puertas adentro a aquellos sujetos que no se encuadrasen dentro de la norma y quienes tampoco podrían ser productivos  y útiles a fines del mercado. Al menos ésta psiquiatría, con sus asilos psiquiátricos, se mostraba sin velo alguno. El autor también introduce los otros dos conceptos que al nombrarlos no debe ser pasado por alto la peligrosidad en la que se incurriría de ser tomados como sinónimos y que marcan una tajante diferencia entre los mismos. La despsiquiatrización  no es más que una pasteurización del hospital psiquiátrico, que consiste en una manera peculiar de extraer desde lo físico a los enfermos mentales fuera de las instituciones de encierro, pero quedando los mismos, mediante el aval de los grandes grupos empresariales, compuesto por los grandes laboratorios mundiales,  atrapados y controlados psíquicamente, mediante un taponamiento químico administrado a los mismos y por ende, quedando la emergencia del sujeto acallada. Las diferentes corrientes psicológicas pueden ser funcionales a ello, y parte del psicoanálisis también, mira para otro lado, asumiendo en forma conformista la utilización y por ende, la legitimación de los manuales psicodiagnósticos clasificatorios de las enfermedades mentales en forma normativa.

 

“sólo te pido una cosa, decir realmente todo lo que te pasa por la cabeza”. La regla de la libertad discursiva ( no podrás envanecerte más de engañar a tu médico, ya que no tendrás que responder a preguntas formuladas previamente, dirás lo que quieras, sin que tan siquiera tengas que preguntarme lo que yo pienso de ello, y si quieres engañarme transgrediendo ésta regla yo no seré el engañado, sino que lo serás tú mismo, ya que habrás perturbado la producción de la verdad y habrás acrecentado con algunas sesiones el dinero que me debes”[2]

 

Ahora bien, con respecto a la antipsiquiatría, ella se encuentra en las antípododas de los conceptos anteriores, ya que la misma se trata de transferir al sujeto el poder de producir su locura con toda su verdad, también nos remite al concepto de Maud Mannoní de “institución estallada” (que se encuentra llevado a cabo en su trabajo llevado en Francia en Bonneuil entre 1969 y 1975, funcionando éste como un hospital de día). Dicho concepto tiene que ver con el lugar donde se produce una fisura, una hiancia, que hace posible la emergencia del sujeto (acá si tomado el significante sujeto en términos psicoanalíticos y no en su acepción clásica), emergencia y legitimación de subjetividad, dentro de la institución total, donde el sujeto puede apropiarse de su síntoma, dejando un espacio para el propio despliegue del mismo.

Antipsiquiatría y desmedicalización de la locura, al menos problematizar la relación de poder con la participación del enfermo.

 

     “¿Es posible que la producción de verdad de la locura pueda tener lugar en situaciones que no sean las de una relación de conocimiento? Se dirá que ésta es una cuestión utópica, pero de hecho se plantea todos los días en relación con el papel del médico- sujeto estatutario de conocimiento- en los proyectos de despsiquiatrización”[3]

 

“Cuando se tiene un niño así, hay que vacunarle, dice la gente. Y yo le dije a una mujer: no tema, no es contagioso”.

Maud Mannoni.

 

No es contagioso, pero la “vacuna” pertinente ayuda a la doble funcionalidad de la misma para con el mercado: a los grandes laboratorios mundiales y a mantener coaccionada a una potencial población que apenas  insinúe un juicio crítico respecto al régimen hegemónico dominante mundial. … pronto la rebelión en los adolescentes será legitimada como patología dentro de los “serios” manuales de psicodiagnóstico.

Bueno, ya don Aldo Huxley nos había propuesto una pastillita de soma en su libro de ciencia ficción “En un mundo feliz”….ciencia ficción?…

Al menos estemos “dichosos”  que todavía no se haya legitimado lo que acontece en el “diario de la guerra del cerdo”[4]   en donde se asesinaba a los mayores de sesenta años de edad.

 

 

[showtime]

 

Bibliografía consultada

 

-Galende, Emiliano. “Psicofármacos y salud mental”.

-Foucault, Michel. “La vida de los hombres infames”. ed. Altamira. Bs As, Argentina

-Mannoní, Maud,  “Un lugar para vivir” Ed.

-Raquel Capurro. Ensayo. “ Psicopatologizar o psicoanalizar” en “Ñácate”.  Revista de Psicoanálisis Nº1. Montevideo -2008-



[1] Concepto acuñado por Cornelius Castoriadis.

[2] Michel Foucault: “La vida de los hombres infames”. Cap IV , pág 56. Ed Altamira. Bs As- Argentina_-1993.

[3] Op cit., Foucault, pág 59

[4] Novela escrita por Adolfo Bioy Casares