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10 noviembre, 2012

El Conurbano bonaerense ofrece hoy a sus ciudadanos y sus visitantes ocasionales una muy amplia variedad de propuestas artísticas, permanentes e itinerantes. Un recorrido cultural por el partido de La Matanza.

 

Por Barbara Roesler

 

Sobre aquellos que nacimos y vivimos en el Conurbano bonaerense suele pesar cierto estigma. Los que pasan el mayor tiempo entre los límites de la General Paz suelen definir esta zona por carencia («menos edificios», «menor poder adquisitivo», «menor instrucción») o por exceso («mayor inseguridad», «más cantidad de villas miseria», «lejos, muchos kilómetros»). Y, si a esto se le suma que viajar día a día a estudiar o a trabajar a la Capital, esto es interpretado como una travesía… Casi se completa la pintura: vivimos en el mismísmo far west.

Probablemente sin mala intención, hace poco la presidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo alusión al partido más poblado del Conurbano: La Matanza. En un encuentro que mantuvo con estudiantes de la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos, comparó las preguntas que le hicieron los alumnos, bastante pobres y poco profundas a su entender, con las que podrían haberle hecho en la casa de altos estudios de ese partido bonaerense. «Chicos, están en Harvard, dejen esos comentarios para La Matanza», dijo la mandataria. Lo que intentó ser una chicana para jóvenes de familias con un buen pasar terminó transformándose casi en un insulto para los que viven en esa tierra. Otra vez, el estigma.

Esta suerte de ecuación cultura vs. no cultura que –imagino, sin quererlo— instaló la Presidenta volvió su mirada al interior de La Matanza, a lo que este municipio lleva adelante en el área de Cultura y Educación. A la ya conocida universidad nacional se suman toda una serie de cursos y talleres, además de actividades especiales, cuerpos estables de música y un museo. Dibujo y pintura; piano; teclado; danzas árabes, folclóricas y tango; fileteado; pintura decorativa; maquillaje; grafología; alfarería y expresión corporal son algunos de los tantos talleres, que se mezclan con clases de cine, literatura e historia del arte; cursos de idiomas como inglés, francés, italiano y portugués e informática para adultos, introducción al Photoshop y creación de páginas web. Todo esto, diseminado en las distintas Casas de Cultura de la comuna, que aboga por la descentralización.

Entre los programas municipales, se encuentran la biblioteca móvil, que acerca la lectura a niños y adultos de los distintos barrios; el ciclo «Cultura Viva», conciertos de gala con entrada libre y gratuita que se realizan los primeros viernes de cada mes, entre abril y diciembre; «La Música de Todos», un programa de divulgación de las especies musicales y coreográficas de cada provincia en el contexto de su cultura, dirigido a los alumnos de 5º grado de escuelas estatales, y del que participan diez provincias (La Matanza representa a Buenos Aires); y «Vamos a la plaza», actividades recreativas que se realizan dos fines de semana por mes en los espacios verdes del municipio. En tanto, una vez al año, se lleva a cabola Feriadel Libro local y el Concierto a Cielo Abierto, que presentó espectáculos inspirados, por ejemplo, en Beethoven y en Juan de Dios Filiberto. Así de variada es la oferta.

«En líneas generales, lo que se hace acá es un trabajo en diferentes puntos del distrito, que busca promover y generar actividades culturales. Promover para ayudar a los mismos gestores culturales, que son artistas, pintores, músicos; y después la generación propia está basada en diferentes y programas culturales», explicó a El Gran Otro Alejandro Enrique, subsecretario de Cultura del Municipio de La Matanza.

Es de destacar el feedback que las autoridades del área establecieron con los artistas locales. En ello cumplen un rol activo las Casas de Cultura presentes en todas las localidades. «Hace un mes y medio se inauguró el Centro Cultural “Gregorio de Laferrere”, que es una Casa de Cultura amplísima, de tres plantas. Es fundamental para la zona porque se realizan actividades desde la comunidad y hacia la comunidad. Hacia la comunidad son talleres, cursos; y desde la comunidad es la participación de artistas locales que la utilizan para exposiciones, obras de teatro, para representaciones artísticas», señala Enrique. «Estamos trabajando mucho con los artistas locales. Esa es una de las directivas que nos bajó el intendente (Fernando) Espinoza: que aprovechemos las Casas de Cultura para fomentar el arte», agrega.

La Feria del Libro local, una de las cinco más importantes del país —tanto por la cantidad de público que participa como por la variedad de actividades que se ofrecen a la comunidad—, es otro de los atractivos culturales anuales de ese partido. Concluida su última edición el pasado 30 de septiembre, además de contar con la participación de escritores matanceros ya consagrados, como Juan Diego Incardona y Leonardo Oyola, este año se presentaron en sociedad muchos artistas de la zona.

«Promovemos la actividad de historiadores, investigadores, escritores, poetas… Esta última edición tuvo un perfil muy enfocado en promover a los autores locales, porque notamos que, si bienla Feriadel Libro sirve para realizar diferentes actividades culturales, fundamentalmente favorece que el vecino tome contacto con sus propios autores, aquellos que escriben sobre su lugar. Este es un dato importantísimo para nosotros porque lo que estamos generando es un apoyo muy fuerte hacia las letras locales. Es una política netamente de promoción, es una política de Estado que está implementando el intendente Espinoza desde hace muchos años y que ahora se está profundizando», comenta Enrique.

Bajo la órbita dela Secretaríade Cultura y Educación, se encuentran además el Coro Estatal de Niños yla BandaMunicipal, así como también el Museo Histórico Municipal. Este último funciona en el casco dela EstanciaElPino o San Martín, otrora propiedad de Juan Manuel de Rosas.

«El Museo Histórico “Juan Manuel de Rosas” está ubicado en el kilómetro 40,200 dela Ruta3, en la localidad de Virrey del Pino —señala Enrique—. Era la casa de descanso del Restaurador. Después de [la Batalla de] Caseros, quedó en manos de los Ezcurra, que adquirieron la propiedad, y en el año 1974 la Municipalidad de La Matanzala compró, y la declararon Monumento Histórico Nacional. A partir de ahí pasó a estar en manos del Estado municipal, pero no fue mantenida correctamente. Recién en el año 2001 el intendente [Alberto] Balestrini inició una política muy activa, y se empezó a restaurar y a recomponer la estancia, que estaba muy derruida. Hoy se ha transformado en un muy lindo museo, donde hay un montón de objetos históricos, pertenecientes a la misma estancia. Se ha establecido un circuito turístico, y también existe un sector de Paleontología que cuenta con diferentes osamentas encontradas en la zona, que correspondieron a animales prehistóricos».

La construcción donde se asienta hoy el museo de La Matanzadata de fines del siglo XVIII, y fue levantada como parte del avance de la frontera durante los primeros años del Virreinato del Río de la Plata.Uno de los símbolos de «civilización» de la época, que desdibujó su significado cuando el Restaurador, propietario del terreno a partir de 1820, firmó entre sus paredes un tratado de paz con Cafulcurá, hermano del cacique ranquel Namuncurá, en 1836. En esta casona vivió también por varios años Mariano Rosas o Panguithruz Guor (hijo del cacique ranquel Painé), ahijado de Rosas y gran cacique él mismo, interlocutor de Lucio V. Mansilla en su libro Una excursión a los indios ranqueles.

La historia de este museo no puede más que resultarme curiosa: los orígenes de La Matanza encierran parte de los argumentos del estigma del Conurbano, pero resignificados, en positivo. La fusión civilización-barbarie, impensada en términos sarmientinos, se transformó en la base de una sociedad que se enorgullece de su pasado y lo pone en la vidriera, de cara al futuro.

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