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7 septiembre, 2012

Entrevista y consideraciones en torno a la obra de Martín Palottini.

Por Cora Papic

 

Con motivo de la reciente muestra Trinchera de honor, el artista Martín Palottini nos invita a reflexionar una vez más acerca del dibujo y su carácter fundacional.

Martín Palottini nació en Buenos Aires en 1981. A los doce años comenzó su formación artística enla Escuela de Bellas Artes «Manuel Belgrano» y allí transitó siete años de intensas horas de taller. Dentro de su vasta carrera, ha participado de exposiciones individuales y colectivas en nuestro país y en el exterior, muchas de ellas en Italia. En el 2011, recibió el primer premio Artista Menor de Treinta Años, en pintura, en el marco de la Bienal Pequeño Formato Quinta Trabucco. Como artista, ha madurado una mirada tan delicada y sensible como certera.

Si bien Palottini trabaja paralelamente la pintura y el dibujo, y en algunas series ha experimentado la combinación de ambas técnicas, nos detendremos en esta oportunidad en su labor como dibujante; nos interesa en especial por ser una disciplina fundacional, que requiere no solo de una aguda observación sino también de un intenso trabajo intelectual para alcanzar algún tipo de síntesis.

 

¿Qué significa para vos la disciplina del dibujo?

El dibujo, sobre todo el de línea, es la forma en que el arte se me presenta más potente y sensiblemente. La idea de intentar contar con pocos medios lo mayor posible, de valerse de las mínimas herramientas para alcanzar la mayor cantidad de recursos… Es el medio que creo más noble.

¿Por qué elegís dicha disciplina como medio de expresión?

Es en el dibujo donde más me place desarrollarme porque, aparte de lo que dije antes, también implica un desafío en términos plásticos. Digamos, aparte de natural, mínimo, básico, instintivo, uno debe tener una manera plástica de entenderlo, de abarcarlo. Me parece que no por ser aquello deja de ser esto, una disciplina en sí misma. En ese sentido me parece más compleja.

Palottini plantea una problemática que, en términos de la teoría del arte, se podría remontar al Renacimiento, período del cual tenemos acceso hoy a una inmensa producción gráfica de Leonardo Da Vinci (para tomar un artista que marcó una época) y podría constituir un punto de referencia inicial: la importancia dada en aquel entonces al dibujo en tanto herramienta de estudio. A través de los siglos, los artistas han utilizado el dibujo como lenguaje para estudiar mediante bocetos, y mucho tiempo después, modernidad mediante, ahondar en sus posibilidades plásticas en tanto medio de expresión autónomo; y, como dice Palottini, eso constituye un desafío en sí mismo.

En la reciente muestra Trinchera de honor, el artista presentó cuatro series que viene trabajando simultáneamente desde el año 2009. Una serie lleva el título de la muestra y se compone de obras de gran formato trabajadas en grafito, acrílico y papel aplicado sobre tela. Son retratos femeninos en los cuales experimenta con técnicas mixtas. En esta serie encontramos referencias a Egon Schiele, artista pilar de Palottini. «Si algo tengo bastante claro, son tres figuras que me acompañan desde el comienzo, desde que empecé a estudiar; ellos son Luis Alberto Spinetta, Carlos Alonso y Egon Schiele —revela Palottini—. Ahora mismo considero que cualquier expresión artística conmovedora, no sólo el dibujo, es capaz de llevarme al taller con ganas a trabajar. Para darte algunos otros nombres en los que pienso con regularidad: Käthe Kollwitz, Antonio López, Lucian Freud, Auguste Rodin, Giacomo Manzú, Antonio Mancini, Lehmbruck, los renacentistas, Velázquez, Caravaggio, Hans Holbein… Desde ya que me quedan un montón afuera, pero todos no se pueden poner. Estos, y sobre todo muchos artistas contemporáneos, por ejemplo Jenny Saville, Michael Borremans, Sophie Jodoin, son a los que recurro con regularidad».

 

En algunos de tus trabajos de la serie Trinchera de honor, reconocí referencias a la obra de Egon Schiele. Si es así, ¿en qué medida te inspira su obra?

Sí que Schiele es tal vez el más influyente dibujante posible. Pensar en línea es pensar en Egon Schiele, y ¡qué bueno! Resolver toda una composición solo desde una pose es virtuosismo, y no el técnico ni pretencioso sino uno natural, al servicio del buen arte. Aparte está la belleza de sus formas, y su línea, y la inmensa capacidad de crear lenguaje.

Otra serie presentada en la muestra, El dibujo no es un animal doméstico, se compone de obras de pequeño formato en grafito y lápiz policromo. Se trata de retratos femeninos en los cuales Palottini pone en escena, apelando al humor y la ironía, el vínculo entre el hombre y el mundo animal en tanto relación de poder, planteando un correlato con la labor del artista, quien podría «dominar» o ser «dominado» por su arte. También plantea, en otras piezas de la misma serie, valiéndose de una sutil delicadeza en el trazo, la libertad encarnada en las alas de las aves, incluso la osadía que puede alcanzar como artista gracias a su oficio.

Otra de las series presentadas es Retratos sin manos. Aquí nos encontramos con obras de mediano formato en grafito sobre papel, compuestas por torsos o bustos femeninos en claroscuro, sin manos ni rostro, recortados por el espacio vacío. A través de estas obras, parece ponerse en juego un poco la búsqueda de lo plástico, la expresividad figurativa, sin anclarse en elementos tan comunicativos y elocuentes como pueden ser las manos y los rostros.

Por último, nos encontramos con la serie La paja del trigo, compuesta por retratos en pequeño formato, trabajados en grafito. Aquí nos detendremos un momento para plantear algunas problemáticas a propósito de la obra. Como decíamos, la serie se compone de retratos, en su totalidad femeninos, donde más evidentemente conviven arte y artificio: una de las propuestas que personalmente considero más fuertes en este artista. En sus composiciones, se destacan tres elementos formales de igual peso, que desglosaremos con el objetivo de acercarnos al lenguaje y la propuesta de Palottini: la línea, el claroscuro y el vacío.

El primer elemento se compone de una fina línea de grafito que perfila la figura y, al mismo tiempo, deja registro de los equívocos, los caminos que toma la mente encarnada en el lápiz. A través de la línea, representa al mismo personaje como desdoblado. El claroscuro, como segundo elemento, es ejecutado magistralmente y utilizado de manera casi exclusiva para componer los rostros y pequeños detalles de la anatomía femenina. Ambos elementos formales, línea y claroscuro, se combinan para constituir un juego dialéctico: presentan y contraponen esos dos universos a los que hacíamos referencia anteriormente. Palottini hipnotiza con sus rostros en claroscuro, con miradas profundas que se fijan en la mirada del espectador como interpelándolo; esos rostros sorprenden por su realismo sutil y eficaz, despegándose del plano e invadiendo el espacio del espectador. Al mismo tiempo que nos seduce con su quimera, el artista nos impone descubrir los mecanismos de la mente encarnados en la línea de grafito a manera de esqueleto.

Es así como, en las composiciones de La paja del trigo, conviven esos dos mundos en apariencia paralelos: la habilidad técnica para crear una aparente realidad y la despojada estructura de la sola línea que desnuda los caminos de la mente.

El vacío, tercer y último componente, viene a constituirse como elemento formal que aglutina los dos anteriores. Es interesante el peso que adquiere, tanto como elemento formal cuanto de contenido, porque de alguna manera nos remonta a la pintura china, donde el vacío tiene una función activa en tanto signo. Viene a ser un elemento que permite la unión plena en la composición.

En general, encuentro en tus obras el vacío como un elemento primordial que articula la composición, no sólo de manera formal, sino que también genera contenido. ¿Lo considerás así? ¿Qué importancia tiene para vos el vacío?

Estoy de acuerdo acerca de la influencia del vacío en la obra; en algunos trabajos, el recorrido está dado por el espacio, por el blanco de la hoja, y no por la línea o la forma generada de una manera más consciente por el lápiz. De cualquier manera, me parece que la obra siempre está parada sobre la tensión que genera ese diálogo: el del gesto dado deliberadamente, y el callado.

 

Al titular la muestra/serie Trinchera de honor, ¿estás haciendo referencia de alguna manera a la defensa del oficio de artista?

Acerca del título de la serie, un poco es una defensa (no sé mucho a qué peligro) del oficio en el dibujo. Es una idea romántica de imaginar también la función de la obra, aunque no real, literaria. En realidad, creo que me refiero a la idea de que a uno lo salva el dibujo, y no al revés. El lugar de uno no es el de defender al dibujo ni el destino de la obra, sino encontrar en el quehacer creativo un lugar seguro.

A través de estos acercamientos, aspiramos a alcanzar un atisbo de aquello que podría constituir la columna vertebral del lenguaje del artista, y felizmente descubrimos que Martín Palottini no solamente plantea su búsqueda plástica, sino que también perfila una declaración de principios a través de ella: la importancia del oficio creativo como vehículo y refugio.

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