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12 abril, 2012

 

Por Sandra Sierra Nuñez

 

Por casi tres décadas la obra de la artista plástica Margarita Sierra, mejor conocida como Marena, muestra su origen Caribe con toda la intensidad de  trazos y colores, pero cuando el lienzo no le basta, sus instalaciones irrumpen en el espacio tratando de despertar las conciencias dormidas

 

Su trayectoria incluye exposiciones como “Caribe Soy”, en el Centro Multicultural Bellas Artes de St. Louis, Misouri, Estados Unidos en 2009; participaciones España en el Museo de Puig Cerdá, Catalunya en 2011, en el Parlamento de Canarias de Santa Cruz de Tenerife en 2007 y el 25° Mini Print Internacional de Cadaques en Barcelona 2005, entre otras.

En su haber artístico tiene más treinta muestras sumando colectivas  e individuales, en las que su obra ha sido reconocida y premiada, tanto en su querida Venezuela como en su natal Colombia.

Allí en 2001 el Museo Institucional Comfamiliar de Barranquilla presentó su exposición “Herencia”, donde plasma recuerdos de su infancia y juventud temprana en grandes telas con coloridas escenas del evento más significativo y tradicional de esa ciudad: el carnaval.

Más tarde elige al pez como ícono de su planteamiento artístico y en poco tiempo este símbolo emerge del lienzo convertido en metal, plástico y hasta en sus mismos huesos para quejarse de la contaminación que está acabando con su vida.

– ¿Cuándo se planteó ser artista?

Creo que «se nace artista»; uno no se lo «plantea», no lo «decide», se es artista desde el origen.

De pequeña, en el colegio, me quedaba en el salón de clases durante el recreo para dibujar las imágenes de anatomía del libro en el pizarrón, ampliadas con tizas de colores para que el resto de las alumnas las copiara, esto lo disfrutaba mucho.

Luego escribía poesías inspiradas en mis ilusiones de adolescente y las ilustraba de acuerdo al contenido, aún hoy conservo ese libro, es muy especial para mí.

Pero no fue sino muchos años mas tarde (de esto hace ya más de 26 años), que realmente tomé en serio esta facultad de re-crear lo que me llamara la atención o imaginaba.

Tuve la fortuna de contar con muy buenos maestros en talleres particulares de dibujo y pintura. De esa época son los bodegones, paisajes, estudio de la figura humana y retratos.

Más tarde ingreso a la Escuela de Artes Visuales Rafael Monasterios, de Maracay, Venezuela, donde profundizo en las mismas disciplinas, junto con escultura y grabado.

– ¿Tiene algún método para el proceso creativo?

No tengo horario de trabajo como tal.  En el proceso creativo no hay espacio ni tiempo, estamos continuamente inmersos en él y bien puedo desarrollar una idea en una madrugada como a cualquier hora del día. Lleno mi entorno de música clásica y trato de aislarme en mi mundo. Luego, no sé cuándo la música se disuelve, se silencia y sólo queda el ser, el creador, en comunión con el espíritu, dándole rienda suelta a ese mundo mágico que llevamos dentro, ¡momento sublime!

 

Musa familiar

Marena ha hilvanado su trayectoria artística con su “carrera hogareña”. Tiene cuarenta años casada con su compañero de proyectos y padre de sus tres hijos, dos mujeres y un varón; este grupo, más que familia, constituye su equipo de producción, aún en la distancia.

Se comunica con sus hijos por teléfono, internet y hasta en sueños si es preciso, para compartir sus planteamientos de arte y vida, que parecieran ser lo mismo en su persona.

Jardinería, escritura, piscicultura, fotografía y hasta ingeniería eléctrica son algunas de las actividades de los integrantes de la polifacética morada que la inspira y se nutre con sus obras.

“Por fortuna hemos hecho del hogar un taller colectivo donde también se desarrollan mi hijo como músico y mi esposo como arquitecto-, comenta-, Jose, (su esposo), me ayuda bastante, él entiende mis planteamientos, es una persona muy creativa e imaginativa. De repente yo pienso un material y él tiene más conocimientos para adaptarlo o cambiarlo de acuerdo a lo que se necesite en la obra”.

La pareja se conoció cuando empezaron juntos la carrera de arquitectura, que ella cambió luego de dos años por otra técnica corta cerca del hogar paterno.

 

Denuncia contundente

Famosa por sus abundantes jardines, la ciudad de Maracay también posee una tradición de tauromaquia de más de un siglo y una imponente Plaza de toros, la Maestranza Cesar Girón.

Pero tampoco escapa al enfrentamiento de dos corrientes mundiales: la quiere preservar éste arte y la que defiende la vida de los toros.

Marena participó en una exposición alusiva a la tauromaquia con Oh… le?, lienzo de 1,45 metros de ancho por 1,30 metros de alto, en el que la mancha del toro, hecho un ovillo de dolor a un lado y abajo, en el suelo negro, sólo es rodeado por el ambiente cruelmente rojo de su agonía de muerte.

Como ella, la mayoría de los artistas participantes en la muestra protestó.

– La protesta está presente en su obra desde hace tiempo, ¿contra qué se rebela?

Contra las conciencias dormidas. Quiero despertar a quien vea mis piezas para que vea sus propias responsabilidades.

Me incomodan las injusticias, las hambrunas en el mundo y la indiferencia del ciudadano común, obvio que aquí también entran las injusticias políticas y sociales, y la distribución desigual de la riqueza del suelo, pero yo apunto hacia la forma en cómo lo tratamos.

Por ejemplo, en mi obra Vestigios, muestro sólo el hueso, lo que queda del animal. Quiero tocar la fibra del ser humano de ciudad, que usa indiscriminadamente el plástico y lo arroja a los mares o ríos sin considerar que esa bolsita mata y por eso algunas de estas especies se están extinguiendo.

– ¿Y siente que llega al hueso del asunto?

Pienso que sí. Este trabajo fue expuesto por primera vez en 2010, en el 35° Salón Nacional de Arte Aragua de Maracay.

Ahí tuve la oportunidad de realizar un taller con niños para concientizarlos sobre el problema. Desde entonces ha sido una experiencia muy gratificante ver como esos pequeños y los adultos que aprecian la obra asumen que la responsabilidad y buscamos soluciones entre todos.

Cuando yo hago este tipo de montaje solo pido que esto no debiera pasar, (la muerte de seres inocentes).  Es un intento de evitar el deterioro del ecosistema.

– ¿Por qué el pez?

Porque ¡él me eligió! Si, las cosas llegan a nuestra vida por algo y cuando debe ser.

Mi encuentro con el pez fue fortuito, estaba pintando un gran lienzo y desde las primeras manchas, muy gestuales, fueron surgiendo. Recuerdo que me retiré un poco para apreciar mejor la tela y lo vi, fue algo sorpresivo.

Desde entonces, y de eso hace alrededor de diez años, el pez es un referente en mi trabajo plástico. Lo he abordado desde diferentes enfoques: social, religioso, ecológico, bien sea en la pintura, dibujo, grabado, pero con mayor énfasis en la instalación.

– ¿Cómo pasó del lienzo a los volúmenes?

Cuando empecé a involucrar los metales como el aluminio en los cuadros, eso fue hace como 7 u 8 años, también intercalando materiales no convencionales en las telas como arenas, plásticos, mallas metálicas y otros.

Para mí, la expresión artística es algo similar a un engranaje mecánico, en el cual una idea, una obra te lleva a otra, y así sucesivamente. En determinado momento he sentido que a veces el lienzo no basta y es cuando voy por el espacio.

La instalación me ha permitido ampliar el margen en la denuncia; al involucrar al espectador con la obra, pretendo que se cuestione y que ello genere una reflexión.

 

[showtime]

Foto 1: Obra Vestigios, fotografía de Pedro Rey

Más de 60 bolsas plásticas pequeñas y transparentes con huesos secos de pescado en su interior, penden de hilos invisibles a más de metro y medio de altura, ocupando un área de 2 metros cuadrados. Todas luchan contra la gravedad sobre una caja de arena de playa que apenas se levanta unos 10 centímetros del suelo.

Pero no es tanto la fuerza de la gravedad lo que atrae al público a concentrarse largo rato alrededor del voluminoso espectáculo, es la gravedad misma del título y su crudeza: Vestigios.

Foto 2: Oh…le? , fotografía de Jose J. Sierra B.

Foto 3: Retrato de Marena, fotografía de Pedro Rey