Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

14 diciembre, 2011

Marta Minujín: «Prefiero que me comparen con Lady Gaga y no con Maradona, que ya se aburguesó».

Por Marcos Brugiati

 

Entrevistamos a Marta Minujín, la ídola del pop art argentino. Muchos la ven frívola, superficial, millonaria, pero observarla de cerca, por dentro, y conocer el personaje no tan personaje demuestra lo contrario.

 

Marta Minujín, es única. Es extravagante, movediza, demente, brillante. Es una hippie del siglo XXI que promete no aburguesarse nunca. Le interesan los reventados, la gente común, la masa que participa en todos sus happenings. Sin nosotros, la obra de la Minujín no existe. Andy Warhol es el rey del arte pop neoyorquino y Marta, la reina pop de nuestro país y de Latinoamérica. Todas las clases, géneros, edades, ricos, pobres y desinformados la conocen, saben quién es y hacia dónde va. Es rubia, polémica, multifacética y cool. «Soy la mejor artista del mundo», dice y pasea por las calles del Universo con un estilo, personalidad y marca registrada que muy pocas pueden llevar. «Dalí me mandó a llamar porque era la única que patinaba en las calles neoyorquinas; también lo hizo porque era una genia». Sus lentes oscuros —que al principio fueron una excusa para no maquillarse— son su identikit desde hace más de 30 años. Con su mameluco blanco, su uniforme inquebrantable, crea todos los días junto a sus colaboradores en un taller donde el color y las buenas vibras parecen inundar el escenario. Odia la tristeza, la melancolía. Cuando pierde las llaves del auto, cuando se cae, o quiere llorar, se ríe, y sigue para adelante, siempre para adelante.

Nació en 1943 en el barrio de San Telmo, donde vivía con sus padres y su hermano. De niña,  ya sabía lo que quería ser de grande: una genia del arte pop criollo. ¿Lo consiguió? Sí. Estudió en tres escuelas de arte al mismo tiempo. Buceó en diferentes técnicas y estilos artísticos. Nunca le interesó la vida de adolecente, ni las fiestas, los novios, lo típico. Se encerraba en su cuarto a pintar y dibujar todo el día. «Conocí, estudié y aprendí mucho, aprovechando que mis padres ni siquiera me miraban», cuenta. A los 12 años hizo su primer autorretrato. A los 16 dio por terminados sus estudios y se casó en secreto con el economista Juan Carlos Gómez Sabaini. Están juntos desde hace más de 50 años y tienen dos hijos, uno de ellos el actual presidente de arteBA. A lo largo de su camino, como pintora, escultora y creadora de happenings recibió 18 becas. Una de ellas la llevó a París, donde concretó su primer happening en 1963, rotulado La Destrucción. Allí liberó pájaros, destruyó y quemó toda su obra. Lo mismo hizo en Nueva York, donde conoció a Andy Warhol: «A él le gustaba reunirse con fenómenos, y yo era uno de ellos». Después llegó El Batacazo, La Menesunda, El Partenón de libros, El Obelisco de pan dulce y otras puestas más actuales como La Torre de Babel en Plaza San Martín. Llegar a lo más alto de la fama, llegar a ser un referente del arte argentino, no fue tarea fácil. De todas formas, ella, no sintió los peligros, el desarraigo:  «A mí no me importaba nada, yo solo quería crear. En el exterior me miraban raro. Viví tres años sin baño, sin un centavo, sin comida. No me molestaba, porque ya estaba casada con el arte».

El teléfono de su casa suena sin parar. Nadie atiende. Marta no está. Trabaja 15 horas por día. El mensaje del contestador, grabado con su voz, da la bienvenida al nuevo año 2012, y finaliza con tres palabras que la propia Minujín grita con tono eufórico, y sin miedo al qué dirán: «Arte, Arte, Arte».

 [showtime]

 

Siempre confiaste en tu talento. Sabías que ibas a ser una genia. Cuando tenías 19, imprimiste un sinfín de folletos con la inscripción: «Marta Minujín, la artista más famosa del mundo»…

Soy la mejor artista del mundo. Soy una genia. Siempre lo supe, como lo sabían los grandes maestros del arte.

¿Qué significa el arte?

El arte, para mí, es pura energía. Es energía que fluye todo el tiempo.

¿Qué estilo te define?

Multudireccional. Mis obras son post-pop-conceptuales.

¿Por qué sos artista y no abogada o médica?

Porque yo nací para esto. Es lo único que puedo hacer. Estoy casada con el arte. Soy una persona pop.

¿Para quién creás?

Para todos los seres humanos vivos. Me gusta trasmitirle a la gente movimiento, participación, multiplicación.

Como artista, ¿te sentís cada vez más popular, más querida por todos los estratos?

Sí, porque toda la gente me conoce por la calle y me recuerda, y en distintas partes del mundo también lo hacen.

Tu imagen es tu mejor happening, ¿pensás que esto tapó un poco la obra?

Se dio así. Tengo una imagen mediática y escandalosa. Empecé a usar lentes negros para no maquillarme, y estos resultaron ser mi identikit.

Este personaje no tan personaje te llevó a ser la reina del pop criollo…

Sí, pero sin buscarlo. Se dio así. Es el destino.

En 2011 creaste una de tus últimas puestas participativas, La Torre de Babel, con 30 mil libros  en la Plaza San Martín de Buenos Aires. ¿Qué repercusiones te trajo como artista?

Fue maravilloso. Significó para mí la realización de un sueño largamente acariciado. Fue la confirmación de que los sueños se pueden hacer realidad, y de que puedo seguir haciendo obras de participación masiva, de que el milagro existe. Recuerdo que el público arrebató 1000 libros de todos los idiomas. Fue una gran alegría, todos se llevaron los libros firmados con sellos y nombres, todos desbordantes de energía y de excitación. El resto de los libros va a estar disponible en la Biblioteca de Babel, que también voy a armar yo, y que se va a construir este año en Av. Córdoba 1158, Buenos Aires.

¿Qué proyectos estás preparando para este nuevo año 2012?

Mucho, Mucho, Mucho. El primero será en la exposición de The Armory Show en New York,  donde voy a mostrar una nueva serie de tres fotografías inéditas del Pago de la deuda externa argentina a Andy Warhol con choclo, el oro latinoamericano. Es uno de los shows de arte más importantes del mundo, donde se presentan miles de galerías. Se llevará a cabo desde el 8 al 11 de marzo, en Pier 92 & 94. El 15 de marzo inauguro en Buenos Aires la exposición Cenizas, en la Galería 11 × 4.

¿Por qué se llama Cenizas, qué representa?

Viajé al sur, y allí junté cenizas del Volcán Puyehue. Las repartí en cuatro frascos y entregué tres de ellos a colegas artistas (Horacio Zabala, David Lamelas y Leandro Katz) que harán sus propias obras con las cenizas. Se expondrán las cuatro propuestas juntas en la galería.

Qué interesante. ¿Qué más, qué más?

El 3 de mayo se inaugurará una muestra antológica mía en el Museo Provincial Franklin Rawson de San Juan. Para la inauguración, planeo una performance ecológica: salpicar una zona del Valle de la Luna con polvos fertilizantes de colores. En el mismo mes, presentaré en arteBA una forma poliédrica multifacética creada con colores flúo, y en septiembre se inaugurará una gran muestra con mis obras en el Museo Caraffa de la Ciudad de Córdoba, con una performance incluida que aún no definí.

¿Cuándo se viene algo masivo, similar a las Rayuelas en la Avenida 9 de Julio?

Posiblemente durante las vacaciones de invierno inventaré algo masivo en la Avenida 9 de Julio, un laberinto gigante o algo así. Veré, no lo puedo confirmar aún.

También circularon algunos rumores de importantes proyectos para el 2013. ¿Qué podés confirmar?

Hay planes de realizar la Torre de Babel con libros de todo el mundo en París durante 2013, para conmemorar en esa ciudad el Día Internacional de los Derechos de Autor.

No parás nunca. Sos movediza, dinámica, y tenés miles de ideas en todo momento. ¿Cómo bajás la ansiedad?

Solo bajo la ansiedad trabajando, trabajando más de 15 horas por día. Me calma la acción, los desafíos, las utopías. De todas formas, mi cabeza no para, siempre estoy a mil, no dejo de tener ideas ni dejo de moverme.  Pienso que si paro, me muero. El trabajo me da salud.

Es literal entonces, que estás casada con el arte…

Sí.

Una pasada retrospectiva en el Malba exhibió tu estirpe de pinturas, happenings, bocetos, fotos; todos los trabajos (no destruidos) que abarca tu arte de los 60, 70 y 80. ¿Cómo es eso de recopilar toda una vida artística en un solo museo?

Como te he dicho alguna vez, toda mi obra puede caber solamente en el Louvre. Lo que exhibieron en el Malba fue solo un parte de mi existencia. Quedé muy contenta porque el ambiente, la curaduría, todo se veía maravilloso e internacional. Además pienso que el Malba es el sitio más moderno de la Argentina.

Treinta años de trabajo, de estilos, de metamorfosis…

Sí, todo un recorrido. Presentaron más de 200 proyectos: pinturas abstractas, surrealistas, informalistas, esculturas, registros fotográficos, fílmicos, obras que realicé cuando tenía 16 años. Y mi hipismo, que sigo teniendo, que adoro. Siempre voy a ser hippie.

¿Qué significaba ser hippie en aquellos tiempos?

Significaba abrir la conciencia. Significaba ser diferente. Significaba paz y nada de violencia. No veíamos las cosas malas del mundo. Cuando una autoridad nos pegaba con palos, nosotros les  dábamos una flor.  Nunca me voy a arrepentir de haber sido hippie, de haber vivido esa experiencia sesentosa. Me hizo muy feliz.

¿Cómo decidiste dejar la pintura tradicional, el surrealismo, para elaborar rayuelas, colchones, obeliscos y liberación de pollos?

Cuando decidí romper con lo tradicional, cuando decidí salir del plano, porque yo soy vanguardia. Pasé directamente a las paredes rotas, a la materia viva, a crear con cartones, laca lapiroxilina, a trabajar con mi propio colchón, con colchones que encontraba en la calle, y después con colchones confeccionados por cuenta propia. Creo que cuando incorporé el colchón, en el 62, fue realmente mi propia obra, una obra que no era influencia ni copia de nadie.

¿En qué momento sentiste que podrías llegar a ser una artista?

Siempre lo supe. Cuando tenía 10 años, confirmé que no podía ser otra cosa que una artista, que una genia. En ese momento estaba en la escuela pública (Pasco y Carlos Calvo) en quinto grado, ahí fue cuando me iluminé. Se lo dije a mis padres y lo aceptaron. A los 12 ya había hecho mi primer autorretrato y estudiaba Bellas Artes. Más tarde, empecé a ir a tres escuelas de arte juntas: a la tarde a la Manuel Belgrano, donde me recibí como maestra, a la noche a la Pueyrredón, y a la mañana a la Cárcova, como oyente.  Me levantaba muy temprano y no volvía hasta la noche. No me importaba la vida de adolescente. No iba a fiestas ni a cumpleaños, ni tenía novio. Me pasaba todo el tiempo encerrada dibujando, pintando. A mis 16 di por terminados mis estudios técnicos y artísticos en las diferentes escuelas. Siempre fui rebelde y nunca me importó el qué dirán. Conocí, estudié y aprendí mucho, aprovechando que mis padres ni siquiera me miraban.

¿Por qué tus padres no te miraban, tenían mala relación?

Nosotros vivíamos en Monserrat, con mis padres y mi hermano. Mis padres se ocupaban más de él que de mí, hacían un poco de diferencia. Cuando mi hermano se enfermó, lo cuidaron mucho en nuestra casa, estaban pendientes más de él. Yo aprovechaba que ni siquiera me miraban para estudiar y crear.

¿Cómo siguió tu camino artístico?

Todos los sábados y domingos me anotaba en concursos de arte y ganaba los premios. Con ese dinero vivía. Tenía 14 años. Mi primera exposición fue a los 16, en el Teatro Agón. Después vinieron las becas. Obtuve 18 becas internacionales. La primera fue en la década del 60, en París. Después vino la beca Guggenheim, la Rockefeller y muchas otras.

¿Y el  Di Tella?

Fue muy importante para mí, porque allí conseguí muchos fondos para seguir armando mis creaciones. El instituto estaba lleno de cultos que proponían hacer cosas por el arte, por la cultura. Eso fue importante.

La Destrucción fue tu primer happening, en 1963, donde quemaste, liberaste y destruiste mucha obra…

Así es. Fue maravilloso. Estábamos en París. El  happening consistía en la destrucción. Había mucho público, artistas y yo. Liberé 500 pájaros y 100 conejos. Mientras tanto, otros artistas destruían mi obra y las suyas con un hacha. Yo después les prendí fuego. Vinieron los bomberos y salimos todos corriendo. La idea no era destruir nuestros cuadros porque sí. En el proceso de destrozar hay creación. Además, me volvía a la Argentina y  no sabía qué hacer con las obras que quedaban en París, por eso las rompí. Lo mismo hice en Nueva York.

¿Volverías a hacerlo?

¿Por qué no? Uno puede destruir y hacer las cosas de nuevo. Podemos hacer varias veces lo mismo, pero siempre es distinto, y eso es lo que interesa. Cuando un artista tiene identidad, esencia, puede retroceder e ir para adelante, siempre.

¿Es posible en la actualidad seguir haciendo happenings, performances masivas?

Todo, todo, todo el tiempo.

Al principio, cuando viviste en París, en Nueva York, presentabas (como ahora) una personalidad y vestimenta poco común, ¿Cómo veían eso los otros?

Sí. Me vestía toda de negro. Tenía 19 años. Viajé a Francia y mi marido se quedó en Buenos Aires. Muchos parisinos, neoyorquinos (en Nueva York era hippie) no podían creer como vivía y como era. Al principio, no fue todo color de rosas.

¿Por qué?

Viví sin baño ni calefacción por tres años. No tenía un centavo, arrastraba bidones de querosén y no tenía apoyo alguno. Yo fui para crear y eso hice. No me importaba nada. Cuando no tuve para comer, ni dinero, me volví.

Y siempre de buen humor…

Detesto la melancolía, la tristeza. Siempre me rio de mí misma. Puedo tropezarme, perder las cosas, olvidarme algunas fechas o confundirme las personas, pero siempre me lo tomo con buen humor.

¿Qué significó Andy Warhol en tu vida?

Un colega inolvidable, un par, un amigo y un compañero en el mundo del arte neoyorquino. Siempre digo que fue mi identikit en Nueva York.

¿Cómo se conocieron?

Lo conocí en febrero de 1966 en una exposición que hice en la Galería Bianchini (de Leo Castelli) en Nueva York, donde expuse mi muestra El Batacazo. Andy fue invitado a la exhibición y ahí nos vimos en persona. Él ya me conocía por haber destruido mi obra en París, cuando tiré los pollos por un helicóptero, por mis trabajos singulares que hacía con Fluxus. Cuando nos vimos por primera vez, muy rápido nos convertimos en amigos íntimos. A él le gustaba reunirse con fenómenos, y yo era uno de ellos. Recuerdo que me dijo en inglés: «Hola Marta, yo soy Andy Warhol». Él tenía 38 años. Yo, 24.

¿Dónde se juntaban?

Cenábamos casi todas las noches en Max’s Kansas City. Íbamos a fiestas y al hotel de Salvador Dalí. En ese momento, Salvador solo invitaba a gente famosa, y yo ya lo era porque era la única que patinaba en las calles neoyorquinas, y además era la reina del pop latino, por eso me mandó a llamar. Recuerdo que Dalí se llevaba muy bien con Warhol y odiaba a Picasso. Cuando Picasso murió, hizo una fiesta para celebrar su muerte. Nos divertíamos mucho con mucha gente loca, travestis, hippies. Andy era muy generoso, le pagaba la cena a todo el mundo sin que supieran que era él. Siempre estaba rodeado de gente. De hecho, cuando iba a algunas inauguraciones lo acompañaban un grupo de cineastas, porque en ese momento estaba interesado en el cine.

¿Era algo tímido?

Puede ser. Conmigo hablaba horas y horas de arte, de la vida. Cuando había mucha gente quizá se manejaba con cierta timidez, pero  creo que no se daba cuenta. Estaba rodeado de personas underground, sin dinero, ricas y poderosas.

¿Ya era un fenómeno del pop art? 

En esos tiempos no era muy famoso, sí reconocido por algunos colegas que admiraban su trabajo. Más tarde, cuando se hizo famoso, no hablaba mucho con las personas.

¿Su obra influenció en tus trabajos artísticos?

De ninguna manera.

¿Cuándo fue la última vez que se vieron?

En 1985, cuando hice la obra de los Choclos, cuando decidí pagar la deuda externa argentina con maíz.

¿Cómo fue eso?

Pensé en el maíz porque durante las guerras mundiales, cuando Europa tenía hambre, Argentina le dio de comer a todos; y como a los norteamericanos les gusta mucho el maíz, pensé pagar la deuda con ello. Le fui a contar mi idea a Andy, y él acepto hacerlo conmigo. Compré mil choclos y los pinté de naranja para que simularan ser oro latinoamericano. Fui a la Fábrica (en la calle 32) donde me esperaba Andy, e hice una montaña gigante de choclos. Pusimos dos sillas y sacamos 12 fotos. Yo agarraba un choclo y se lo daba en mano, luego hacia lo mismo  con otro, y así sucesivamente. De esta forma, quedaba paga la deuda.

¿Esta performance, como otras, denota  una denuncia implícita para con el mundo político?

No, para nada. Como bien dijiste, es una performance, y como tal, es conceptual, es arte, es mística, y no una intervención para con el mundo político. Va más allá de eso.

¿Qué sentiste cuando Andy murió?

Me enteré por los periódicos. Fue terrible para mí. Sentí que Nueva York no sería lo mismo sin Andy. Hoy, veo  la ciudad aburrida sin él, no tengo  con quién hablar ni nadie que me lleve a las fiestas. Él era el más cool. Era una estrella pop. Sentí mucho vacío cuando murió.

A los 16, diste por terminado tu aprendizaje, expusiste por primera vez y te casaste en secreto…

Sí. Me enamoré del economista Juan Carlos Gómez Sabaini. Nos casamos en secreto. Con Juan estamos juntos hace más de 50 años. Tenemos dos hijos, Gala (38) que es Licenciada en Relaciones Internaciones y Facundo (52), actual presidente de arteBA. Ellos nacieron con El Obelisco de pan dulce y con La Menesunda. Siempre quise ser artista, pero no quería dejar de ser una mujer con hijos, marido, nietos.

¿Cómo es Marta cuando es madre y esposa? 

Habría que preguntarles a mi marido y a mis hijos. Mi esposo siempre supo que estoy casada con el arte. Laboralmente, siempre estuvimos separados. Él tiene sus cosas y yo las mías. Igual con los amigos. Cuando mis hijos eran chicos, los llevaba al colegio. Nunca cociné, siempre llamaba al delivery. Siempre tuve la suerte de separar la casa del trabajo. Soy multifacética. Soy muchas. Soy una cuando estoy con la prensa, otra con mis amigos, otra con mi familia, otra conmigo misma. Soy muchas Martas. Por eso, en mis viejas esculturas, hice caras cortadas con muchas facetas.

¿Cuándo descansas de la vorágine, en tus viajes al exterior? ¿Allí te sacás los lentes negros?

Cuando viajo al exterior por trabajo no descanso. Mi verdadero descanso está en el sur, en una casa que heredé de mis padres. Ahí paso el tiempo con mis nietos, hijos, con toda mi familia. Salgo a caminar y ando a caballo. Esto no significa que mi mente no siga creando, de eso no descanso nunca. Con respecto a los anteojos negros, nunca me van a ver sin ellos. Las gafas son mi identidad, mi look desde hace más de 30 años.

¿Mirás programas de televisión, cine, noticieros?

Miro televisión a la noche; veo películas y noticieros internacionales.

¿Qué pensás que debería cambiar?

Hay que cambiar todo. Tendría que haber más programas de música, de cultura, tener más pensamiento cultural, estimular la ciencia, la literatura, los estudios. Siempre digo que debería haber censura para el bajo nivel.

¿Qué opinás del fenómeno Tinelli?

No me interesa.

¿Cómo analizás el gobierno actual? 

Lo único que voy a decir es que me gusta que nuestra presidente sea mujer.

Sin embargo, tiempo atrás, afirmaste en muchas entrevistas que no hay sentido de Patria y que el pasado Bicentenario fue pobre…

Sí, es que no veía ningún festejo. Fueron 200 años, y no se hizo nada para que quedaran en la historia, algo que marcara un hito. Yo había propuesto hacer la Estatua de la Libertad, o una mujer gigante donde la gente se pudiera subir en ella y ver todo Buenos Aires desde arriba, hacer algo que nos represente, que quede para siempre, pero no se hizo.

¿Cómo es eso de que muchos artistas y famosos están muertos en vida, qué significa?

Son los que se volvieron burgueses, o los que hacen un arte malo. Yo no soy burguesa, imaginate que no se me acerca esa clase de gente, se me acerca la gente de la calle, los reventados. Yo odio la burguesía, y aunque en mi familia un poco lo son, prefiero mirar a un costado. Por eso siempre digo que prefiero que me comparen con Lady Gaga y no con Diego Armando Maradona, que ya se aburguesó.

En tu taller, donde trabajás todos los días junto a tus colaboradores, hay mucha obra, color, estilo y pigmentos chorreados que envuelven todo el escenario…

Sí. Mi taller se parece más a Disney World que a otra cosa. No hay tristeza ni depresión. Así me gusta trabajar.

¿Qué consejos  darías a los estudiantes de arte?

Que se miren, que miren en su interior, que vivan, que aprovechen su don, que no miren TV ni nada que confunda su búsqueda como artistas.

¿Cuál es tu sueño?

Poder realizar una obra de arte de participación masiva cada año en distintas partes del mundo. Me imagino la Pelota de fútbol de dulce de leche, la Torre de Pisa con botellas de agua mineral, la Torre Eiffel con pan baguette, el Pan de Azúcar con feijão, la Estatua de la Libertad con hamburguesas.

¿A qué artistas admirás?

A Leonardo Da Vinci, a Miguel Ángel, a Picasso, a Dalí y a Marta Minujín.

 

Sitio web: www.martaminujin.com
Fotos: Gentileza Marta Minujín