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La que fuera capital del Imperio Inca, se levanta en la ladera central de la cordillera de los Andes, donde cultura, arquitectura y paisaje se funden formando una ciudad que sorprende a cada paso con su historia viva.

Por Tatiana Souza Korolkov

Al llegar a Quito, capital del Ecuador, en la provincia de Pichincha, el visitante no imagina sensiblemente que va encontrarse con un pueblo que conmueve por su multiculturalismo, por la diversidad de su gente y por una ciudad de barrios modernos con un Centro Histórico —el más grande y menos intervenido de Sudamérica— cuya enorme concentración de edificios históricos e iglesias la refieren como el «claustro de América».

El Centro Histórico de Quito está considerado el Primer Patrimonio Cultural de la Humanidad, fundacional y testigo, casi 500 años después de la evolución de una nación que ha sabido mantener su legado arquitectónico de más de 130 edificios e iglesias, con criterios de restauración que han tenido como consigna que las obras de arte de la arquitectura y de la escuela quiteña se conserven con el menor intervencionismo posible, para no modificar su esencia original.

Y esto se logra de manera extraordinaria; se mantiene el trazado en forma de damero, y sus bellas plazas, que pueden observarse claramente desde los varios miradores que la ciudad tiene. Mirarla desde lo alto es sentirla

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y entenderla en toda su dimensión, tanto de día como de noche.

Así es como Quito, desde el mirador del Panecillo, resulta una experiencia que termina de enamorar al visitante de una ciudad colorida, vital, con mezcla de estilos arquitectónicos, y con personas de todo el mundo caminando sus rincones, junto a los tantos pueblos originarios y comunidades indígenas que trabajan y comercian allí sus artesanías y manualidades.

Lo encantador y mágico de esta capital latina es que se encuentra entre montañas y volcanes andinos, a 1.820 metros de altura sobre el nivel del mar, por donde se extienden sus barrios, sus casas, sus calles a lo alto y a lo ancho de las laderas, que no se pueden dejar de mirar por esa geografía de desniveles que permite que se conjuguen tan perfectamente las fachadas, los portales, las cúpulas de las iglesias. Un matrimonio perfecto entre arquitectura y paisajismo.

Ecuador tiene pueblos indígenas originarios que oscilan entre un 25 y un 40 por ciento de su población, dependiendo de las provincias y las localidades donde habitan: costa, interandina, sierra y amazonía. Están agrupados en confederaciones, y existen 14 nacionalidades indígenas que tienen un reconocimiento oficial de sus derechos colectivos en la constitución del país, y participan activamente de la economía, del turismo, de la política, manteniendo sus tierras y lenguas.

Multicultural y multiétnica: así es Quito, con su pueblo en las calles vendiendo sus textiles, en los mercados e integrados al resto de la población blanca, mestiza o de afroecuatorianos.

Su Centro Histórico no es un museo que se va a visitar y que se observa distante, algo alejado del resto de la pujante ciudad; está lleno de movimiento, de colores, de olores, de música. Es el Centro Histórico más popular y vital de América Latina. En el corazón del trazado, se encuentra la Plaza de la Independencia, con el Palacio de Gobierno, llamado de Carondelet, con un portal elevado sobre un muro de antiguas piedras incas. La Catedral, el edificio del Municipio de Quito, el Palacio Arzobispal y, en un kilómetro de terreno, 23 iglesias.

Lo distinto para el visitante es la posibilidad de realizar visitas guiadas al interior de distintos salones y patios del Palacio Presidencial, donde el recientemente electo presidente, por segunda vez, Rafael Correa, exhibe los regalos que los mandatarios del mundo le realizan; no se los queda para sí mismo, sino que forman parte del dominio del palacio. Sorprende ver relojes, tallas, piedras preciosas, jarrones de oro, etc., en vitrinas que los turistas de todo el mundo fotografían sin pudor. Sacarse fotos desde el balcón principal resulta casi una travesura avalada oficialmente.

Caminando una cuadra hacia el sur, sorprende la iglesia de la Compañía de Jesús, uno de los más bellos exponentes del barroco americano, con su fachada en piedra labrada y todo su interior bañado en oro. El papa Juan Pablo II ofició misa en ese altar dorado, cuando visitó el Ecuador en 1985.

Cerca de allí, la plaza más grande, la de San Francisco, y un conjunto colonial de características monumentales: tres iglesias, seis conventos, un museo, dos colegios y una escuela en su interior, desde donde salieron las mejores esculturas y tallas de la famosa escuela quiteña. La tercera plaza es la de Santo Domingo, llamada «Plaza de los Encuentros», con la iglesia y el convento, que deslumbra en su interior por sus retablos barrocos en rojo y oro.

Todo Quito sabe a vida latente, a historia presente, a una ciudad que respira modernidad con altas y modernas edificaciones, estableciendo permanentes contrastes entre pasado y presente, con un pueblo orgulloso de sí mismo que sabe que tiene una de las capitales más encantadoras, para mirar desde arriba y perderse en cerros y montañas llenos de los colores y sabores de la tierra madre; que, además, y al decir de esta cronista, es una ciudad tan fotogénica por la riqueza que da la mezcla milenaria de culturas y estilos.

No se puede uno ir de la ciudad de Quito sin alejarse 47 kilómetros, a la llamada «Ciudad de la Mitad del Mundo», a la latitud 0.0.0, donde se encuentra la línea del ecuador, que divide los hemisferios Norte y Sur, el paralelo

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0. Si bien hay científicos que discuten la exactitud de esta ubicación, ya es historia que aquí uno se encuentra en la mitad del planeta, una experiencia divertida y única.

Un pueblo de reminiscencias coloniales tiene el Monumento a la Mitad del Mundo, que es un coloso de hormigón de 30 metros de altura, un planetario, un museo etnográfico y variadas atracciones. Pero la experiencia que fascina es pararse con un pie a cada lado de la línea amarilla que divide los dos hemisferios, ubicándose en la mitad del planeta, y recibir esa energía infinita que allí se siente.

Cerca de Quito, también se encuentran los famosos mercados andinos de Otavalo, llenos de colores, fiestas populares y gigantes volcanes, que merecen un capítulo aparte.

Todo el Ecuador es megadiverso y está empezando a ser reconocido cada vez más como destino turístico mundial y dador de variadas experiencias culturales y naturales: las provincias de la Amazonía; Galápagos; el puerto de Guayaquil; la provincia de Imbabura y sus cantones; Cuenca, la ciudad de los poetas.

En Ecuador, todo sabe a una combinación entre paisajes y edificaciones coloniales, a multiplicidad de ecosistemas, a cumbres perpetuas y a pueblos diversos.

Quito, su capital, cosmopolita y tradicional, de arquitectura fabulosa y de tintes que abarcan todo el marco cromático, resulta un viaje ideal para descubrir una ciudad que encanta y magnetiza.