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15 noviembre, 2011

Ricardo Piglia: «Los mejores libros argentinos no se parecen a ninguno»

Conferencia del escritor Ricardo Piglia

Por Juan Carlos Die

En el marco de la exposición 200 años, 200 libros, recorridos por la cultura argentina, el escritor y docente Ricardo Piglia dio una conferencia vibrante sobre nuestra literatura, desde Sarmiento y Echeverría hasta Borges y Walsh. 

 

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El Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti es un espacio muy amplio, levantado en parte del inmenso predio de lo que fue la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro de detención clandestino más grande de la Argentina durante la dictadura militar —hay que aclarar cuál— iniciada en 1976.

El amplio salón presenta una escenografía curiosa: cientos de libros dentro de grandes esferas de plástico. Esta curiosa instalación forma parte, junto a las conferencias, de la exposición 200 años, 200 libros. Recorridos por la cultura argentina. Con el apoyo dela Biblioteca Nacional, esta actividad se lleva a cabo dentro del marco del Bicentenario del país.

Seguramente no fue tarea fácil elegir los 200 libros. Para ello fueron convocados intelectuales, artistas y escritores. Era inevitable que cada uno de ellos, entre los cuales se cuentan escritores como Andrés Rivera, Griselda Gambaro, Noé Jitrik y los recientemente fallecidos León Rozitchner y David Viñas, se inclinara por sus gustos y afinidades, lo que seguramente provocaría bifurcaciones y, por qué no, caminos opuestos entre los diez libros que debía elegir cada uno hasta llegar a los doscientos del conjunto. Por eso, acertadamente, se trazó un mapa ferroviario imaginario con estaciones, desvíos y el implícito desafío a cada visitante para trazar su propio recorrido.

Entre las esferas que albergan libros, un hombre camina solo y, curioso, detiene su paso. En el mapa imaginario, una estación lleva su nombre. El escritor Ricardo Piglia se acerca a la esfera que guarda una antigua edición de El Matadero, de Esteban Echeverría, luego sigue hasta otra donde se ve una de las tantas ediciones de El juguete rabioso, de Roberto Arlt y, a apenas unos metros, una codiciada edición de Los oficios terrestres, de Rodolfo Walsh. Por otras esferas sigue de largo; es comprensible…

Mientras la gente ingresa al salón de conferencias por el hall central, Eduardo Jozami, director del Centro Cultural, dice: «Nuestro recorrido por la cultura argentina —uno entre los muchos posibles— es también un modo de rendirle homenaje a Haroldo Conti, novelista del río, desaparecido y torturado, y a Rodolfo Walsh, gran cronista de nuestra época que fue visto sin vida en este predio».

Las gradas colmadas y la cálida presentación de Jozami dan lugar a la conferencia de Ricardo Piglia, uno de los 23 escritores convocados para la elección de los 200 libros. Su aparente timidez durante la presentación de Jozami pronto deja lugar a la disertación envolvente de un escritor que, no por nada lleva años de docencia en universidades de los Estados Unidos como Princeton, California y Harvard, además de haber pasado porla Universidadde Buenos Aires.

Para ligar el «recorrido ferroviario» de la literatura argentina, Piglia recuerda a su abuelo paterno Emilio Piglia, quien fue jefe de la estación Martín Fierro, en la provincia de Buenos Aires.

«¿Cuál es la clave de una selección? ¿Cómo se lee hoy la literatura argentina? Yo creo que la historia de la literatura siempre está en un proceso de transformación. Hoy existen los ramales de las páginas web que son un poco enigmáticos… Es muy importante discutir la cultura y sus procesos. En nuestra literatura del siglo XIX están Mansilla, Hernández y Sarmiento, que también eran políticos. Eso se notaba por la claridad y el uso del lenguaje. Domingo Faustino Sarmiento llegó a presidente porque escribía bien», sostiene Piglia, y agrega: «la idea del canon no me parece nada interesante. Hay muchas literaturas argentinas, y un modo de leerlas, más que de escribirlas. Existe una tradición como contexto de lectura».

Sobre el contexto en que «crece» la literatura argentina, Piglia dice: «Hay que pensar en la contingencia del momento. En aquel entonces circulaban y se robaban las cartas privadas de Juan Manuel de Rosas y de Sarmiento. En ese contexto crece la literatura argentina; la novela trabaja sobre la realidad ya narrada: el relato oral, las cartas y el relato popular. Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio Mansilla, redactada con gran fluidez y estilo en 1870, está escrita en forma de cartas a su amigo Santiago Arcos; está escrita entre nos. Mansilla tiene una actitud muy solidaria con los indios, que son nuestros palestinos», piensa acertadamente Piglia.

Sobre la literatura de esa época, habla de otro libro insoslayable del siglo XIX: Amalia, de José Mármol. «Es un libro que relata la vida cotidiana en la época de Rosas, un modelo de cómo se entiende al rosismo. Amalia es un texto fundador. Los rosistas no creen en Rosas; fingen creer, porque son corruptos. Yo relaciono la escritura de Amalia con Sobre Héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. Los dos son novelas góticas. El primero relata el fin del rosismo, el segundo el del peronismo». Otro libro clave para el escritor es El matadero, de Esteban Echeverría. «En este libro, los malos están bien logrados, son interesantes, no son estereotipos».

Con sus afirmaciones contundentes y su evidente apasionamiento, Piglia mantiene al auditorio en un puño, incluso cuando se le mezclan sus apuntes, a los que solo recurre como guía.

«Los mejores libros argentinos no se parecen a ninguno. El Facundo de Sarmiento, como Una excursión a los indios ranqueles, de Mansilla, están escritos con una forma que los mismos escritores construían. El escritor va encontrando esta forma mientras lo va escribiendo. Lo mismo pasa con los cuentos de Jorge Luis Borges o con Operación masacre, de Rodolfo Walsh, que son como aerolitos. Por la propia búsqueda encuentran su forma».

Otros escritores que Piglia cita son Eduardo Wilde, de finales del siglo XIX. «Es un muy buen escritor de textos fragmentarios. Wilde es el primero en utilizar un grabador marca Edison en 1889. Tenía una versión espiritista de la vida. Creo que fue la primera literatura fantástica argentina positivista, por su costado supersticioso», afirma. Dentro de la literatura fantástica destaca, además, dos libros: Las fuerzas extrañas, de Leopoldo Lugones y La invención de Morel, escrito en 1940 por Adolfo Bioy Casares. La mención del grabador Edison utilizado por Eduardo Wilde lleva a Piglia a plantear el tema de la tecnología y su influencia en la escritura. «No habría periodismo de investigación sin la invención del grabador», asegura. Cita como ejemplos tres libros: Los hijos de Sánchez y La Vida, del escritor mexicano Lejía Oscar y La noche de Tlatelolco, de la escritora nacida en París, pero mexicana por adopción, Elena Poniatowska.

Para relacionar estos libros con la literatura argentina, Piglia regresa a Borges: «¿Cómo se cuenta la vida de las clases populares?», se pregunta el escritor.  «Hombre de la esquina rosada es el primer libro argentino en el que el narrador habla en primera persona en lengua popular. La ficción ocupa el lugar de la realidad», explica, y agrega más ejemplos: «Los cuentos de Julio Cortázar; Tlon, Uqbar, Orbis Tertius, de Borges y La vida breve, del uruguayo Juan Carlos Onetti, con la invención de su ciudad Santa María, son grandes momentos de nuestra literatura fantástica».

Otro gran —y sorprendente— momento de la literatura argentina, para Piglia, es el que ocurre en 1928. «Ese año Miguel Hernández lee en la radio su teoría de la novela. Ese es un gran momento de la literatura argentina», asegura. También hace mención a la presencia de la literatura extranjera enla Argentinay cita al dramaturgo y novelista polaco Witold Gombrowicz, quien escribió su novela Transatlántico cuando vivía en Buenos Aires.

Pasada la hora y media de su exposición, tanto Piglia como su atento auditorio tienen ganas de seguir. A pesar de que se debe cumplir el horario, el escritor y docente se extiende un poco más y luego de calificar a la poesía como «la más alta expresión del lenguaje», lee por primera vez un nuevo texto suyo en el que está trabajando. Una feliz manera de culminar su conferencia desde la «Estación Piglia», por donde pasa un tren que recorre con pasión las vías férreas de la literatura argentina.

 

Exposición de los 200 libros fundamentales de la literatura, el pensamiento y la cultura argentina

Centro Cultural Haroldo Conti – Biblioteca Nacional

Avda. del Libertador 8151, Buenos Aires

Hasta el 20 de enero de 2012