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25 julio, 2012

 

Artistas emblemáticos como Tiziano, Rafael y Crivelli invaden el Museo de Arte Decorativo; 46 obras exhibidas y 600 años de historia por recorrer.

 

Por Lucía Gerván

 

Imágenes de ángeles, cristos y madonas sacralizan los cuatro salones del Museo en donde se alza una de las exposiciones internacionales más importantes – y sin precedentes – en nuestro país: Meraviglie Dalle Marche: 600 años de pintura italiana. A través de cuarenta y seis obras provenientes de varios museos y pinacotecas de La Marche, Italia, recorremos de forma sintética pero eficaz la iconografía religiosa italiana de casi seiscientos años de historia, desde el siglo XIV hasta el siglo XX.

Curada por Ángel Navarro, Meraviglie Dalle Marche inicia su recorrido con las mágicas tablas tardogóticas de Olivuccio da Ciccarello y Paolo Veneziano. Con una gran tendencia a la narratividad y la humanización de ciclos dedicados a vírgenes y santos, en estas obras podemos observar uno de los rasgos más relevantes de la pintura gótica italiana: la denominada Maniera Greca. Este esquema formal, compositivo y técnico dependía de los modelos bizantinos que seguían vigentes en Italia desde la antigüedad y se seguirían utilizando todo a lo largo del siglo XIII. Sin embargo, al mismo tiempo se inició una superación del estilo; Cimabue, Pietro Cavallini y Giotto fueron algunos de los responsables de introducir novedades ligadas especialmente a las investigaciones del concepto del espacio pictórico (tridimensionalidad), la luz y el modelado de las figuras mediante el uso de graduaciones de color. En Escenas de la vida de la Virgen (siglo XIV) de Paolo Veneziano podemos observar algunas de estas características, como la utilización de la tradición bizantina en el tratamiento de las figuras y en los colores empleados, al igual que las novedades del lenguaje introducido por Giotto en la construcción del espacio, en la individualización de algunos rostros, el volumen y la rotundidad de algunas figuras conseguidas mediante el modelado del color y los juegos de luces y sombras. Mediante estos recursos se lograba un mayor naturalismo; el ideal de perfección no era la belleza, sino la expresión de la idea religiosa con un mayor sentimiento.

No cabe duda que tanto Giotto como Cimabue y Veneziano anticiparon el Renacimiento en el siglo XIV. Sin embargo, este alcanza su máximo esplendor a finales del siglo XV, período conocido como Bajo Renacimiento o Quattrocento y la primera mitad del siglo XVI, conocido como Alto Renacimiento o Cinquecento. Durante el Quattrocento se despierta un renovado interés por la cultura de la antigüedad clásica. Toman como ideal el arte grecorromano, buscando la perfección en la belleza y en la imitación de la naturaleza. Artistas como Piero della Francesca, Paolo Ucello y Filippo Lippi comenzaron a realzar el realismo en sus trabajos, utilizando nuevas técnicas de luz y perspectiva a fin de representar más auténticamente el mundo y superar las innovaciones de sus predecesores. Pietro Alemanno, con su Santa María Magdalena, nos da un claro ejemplo de los cambios que estaban sucediendo. Gran admirador de Carlos Crivelli, Pietro resuelve la figura de la misma manera, con un tratamiento clásico en las formas, gran naturalidad en los gestos y un rico colorido. Se evidencia esa búsqueda de un mayor realismo en las obras y de nuevas formas de trabajar la perspectiva. Respecto a la pintura del Quattrocento, en el Cinquecento se produce un avance notable. Se sigue trabajando la temática religiosa, pero se tratan también otros temas. Artistas como Leonardo Da Vinci, Rafael y Tiziano, máximos exponentes del período, ya no se obsesionaban con la perspectiva lineal y geométrica, sino que procuraban una mayor naturalidad en sus obras. El rigor en la composición, con tendencia a adoptar formas piramidales, produce una mayor sensación de orden y equilibrio. Las figuras se relacionan entre sí a través de las miradas y las manos y se comienza a dar una mayor importancia al dibujo antes que al color. El uso de la luz incide de manera distinta, creando sombras que aportan mayor realidad y perspectiva, haciendo surgir también la neblina y el crepúsculo en los cuadros. En la Resurrección de Tiziano Vecellio podemos observar cómo todos estos elementos juegan entre sí; la composición en forma triangular, con un Cristo resucitado a la cabeza, glorioso e imponente frente a los soldados romanos y un atardecer de fondo que, con una gran empleo de colores cálidos y juegos luminosos, coronan el triunfo de lo divino sobre lo terrenal.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI (final del Cinquecento), predomina en Italia la pintura Manierista. Durante este período, ya no se intenta alcanzar una representación naturalista ni se busca transmitir un orden y equilibrio con las obras. Las obras de Parmigianino, Miguel Ángel o Giorgione, algunos de sus exponentes, consisten en imitar al arte con un gran refinamiento y no a la naturaleza. Se opta por una representación anteclásica, con figuras alargadas, monumentales y el empleo de una paleta con colores fríos, al igual que la luz. En la obras Virgen con el niño y santos (1538-1539) de Lorenzo Lotto y Virgen con el niño, los santos Simón, Tadeo y Donantes (1567) de Federico Barocci, podemos observar la gran monumentalidad de las figuras, una paleta más apagada y una luz fría que baña al cuadro. También, las figuras se encuentran en posiciones difíciles, lo que ayuda a exaltar la monumentalidad y refinamiento de la obra.

Con la llegada del nuevo siglo, se inicia en Italia un nuevo período: el Barroco, que se desarrolla desde 1630 hasta 1680. La pintura del arte barroco se convirtió en el instrumento principal de la Iglesia Católicapara combatir la Contrarreforma Protestantey renovar así la fe en su iglesia y sus seguidores. El arte ahora debía atraer y conmover, no a través de la armonía, como en el Renacimiento, sino a través de emociones fuertes. No se emplea el equilibrio renacentista o el refinamiento manierista, sino una iconografía teatral, apelando a dos recursos: el naturalismo y el clasicismo. En el naturalismo, el mayor exponente fue Caravaggio, que utilizaba fuertes contrastes de luces y sombras para generar imágenes tétricas y resaltar así principalmente la figura humana, los gestos y las actitudes, dejando de lado fondos y paisajes. La belleza era, para ellos, lo real. Uno de los pintores presentes en esta exposición que cultivó el Caravaggismo fue Gentileschi. En su obra Virgen del Rosario (primera mitad del siglo XVII) se puede observar claramente el fuerte contraste de luces y sombras, la supresión del fondo y la gran expresión y emotividad de la figura, en busca de la tan ansiada naturalidad. Con respecto al clasicismo, los temas que se plasman están inspirados en seres mitológicos y alegorías. Rechazan las figuras del Manierismo, pero también la crudeza del Caravaggismo. Deciden optar por una belleza ideal: el colorido y las luces son más suaves y la representación del paisaje no se suprime. La Santa Palacia (1658) de Guercino y La Virgen con el niño y santos (1672) son claros ejemplos presentes en esta exposición.

Finalizando el recorrido, nos adentramos a los siglos XVIII y XIX, que dan comienzo al período conocido como Neoclásico. El Neoclasicismo representa la segunda oleada recuperadora de la antigüedad grecorromana, influenciado por el descubrimiento de las ruinas de Pompeya y Herculino, el surgimiento de las academias y el cansancio de las formas decorativas del Rococó y del Barroco. Otro factor fundamental fue la caída del Antiguo Régimen: la Revolución Francesade 1789 rompe con todo lo establecido en Europa hasta ese momento y provoca caos y desorden, tanto a nivel político como social. Esto produce una «crisis estética» que lleva a artistas y pensadores a buscar un nuevo estilo, más simple, clásico, que pueda traer orden y restablecer la armonía que se había perdido. Van a encontrar esto en el dibujo. El ideal del artista neoclásico es ahora el dibujo inspirado en la escultura, el cual se conoció como dibujo de academia. Su objetivo principal era regresar a lo que percibían como «pureza» de las artes grecorromanas, ya que veían aquella época una época de esplendor y de virtudes éticas que era necesario reponer. Predomina el dibujo por sobre el color, reforzado por la luz fría y clara que baña las escenas —especialmente a los personajes centrales— y deja en tinieblas al resto del cuadro. Se cultiva el cuadro de historia, que reproduce hechos de la Revolución Francesay exalta los mitos griegos y romanos (que identificaron con los valores de la revolución). Un ejemplo que podemos nombrar es la obra Eteocles y Polinices (1821-1824) de Francesco Podesti. Inspirada en la tragedia de Vittorio Altieri, en esta obra podemos observar la gran importancia que se le da al dibujo y a las líneas. La paleta es reducida, de colores fríos y apagados. Las pinceladas son perfectas, sin dejar rastros; la luz que utiliza acompaña a la paleta y se centra principalmente en los personajes, dejando todo el resto en penumbras.

Meraviglie Dalle Marche es, sin dudas, una travesía mágica que de la mano de algunos de sus protagonistas nos permite transitar por una experiencia estética especial, vibrante. Por unos minutos, nos trasladamos a Italia y no podemos hacer más que emocionarnos al ver semejante perfección, tan bien conservada por casi seiscientos años. Es, como dice el director del Museo de Arte Decorativo, Alberto Bellucci: «un hito capaz de ampliar el conocimiento, complacer los sentidos, elevar el espíritu y provocar el asombro».

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Meraviglie dalle Marche. 600 años de pintura italiana

7 de julio al 30 de noviembre de 2012

Museo Nacional de Arte Decorativo
Av.del Libertador 1902

Horario especial vacaciones de invierno, 17 al 27 de julio, martes a domingos de12 a 18.45

Horario normal, martes a domingos de14 a19. Lunes cerrado

Entrada $ 30. Estudiantes con acreditación y Jubilados con carnet/recibo $ 10

Menores de 12 años gratis

Martes entrada libre