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7 marzo, 2013

 

Mundos inventados por el rock progresivo de La Barca.  La banda de rock progresivo de rosario que con una vigencia de más de veinte años continúa creando mundos nuevos, a través de los matices que pueden aportar sin fórmulas convencionales.

 

Por: Raúl Astorga  (Rosario, Santa Fe, Argentina)

 

Erigirse como capital del rock progresivo en pleno siglo XXI tal vez suene pretencioso o, al menos, desubicado dentro de un contexto donde las grandes ciudades de nuestro país buscan sostenerse en una identidad que las distinga de las demás. Si Rosario no es la capital del rock progresivo, en la actualidad, se le parece bastante. En los últimos dos o tres años, fue visitada por músicos internacionales que encuadran perfectamente en ese género, y la respuesta del público ha sido altamente positiva, algo que también se ve reflejado en las casas de venta de c.ds. Desde los shows que han ofrecido, por ejemplo, Jon Anderson (ex vocalista de Yes), Yes (sin Jon Anderson), Rick Wakeman, Tony Levin, el Jethro Tull de Ian Anderson, Alan Parsons, por citar a históricos muy importantes que han ofrecido espectáculos con un sonido y un virtuosismo que para nada han sonado anacrónicos, sino todo lo contrario.

Dentro de este panorama, aparece en cada festival que se lo permite, en las redes sociales o en los videos de youtube, una banda que insiste en sus búsquedas musicales, y en los matices que ofrecen en cada presentación en vivo. Se trata de La Barca, cuyos integrantes provienen de formaciones como la legendaria Pablo el enterrador, California, Spirit, con un nombre que hace referencia indudable a la condición de ciudad portuaria que recibió a los inmigrantes que hicieron de Rosario la ciudad que es: cosmopolita, industrial y cultural.

La Barca es un grupo de músicos que trabajan como lo que es, volcando ideas en conjunto que recrean hasta el refinamiento y van puliendo, una y otra vez, en su propia sala de ensayos de la zona oeste de la ciudad. Las letras de los temas reflejan situaciones individuales y sociales, narrando historias que toman vuelo propio a medida que avanza la construcción de la música, de una música que no esconde una maravillosa influencia de grandes nombres del rock internacional como Pink Floyd, el propio Jethro, Alan Parsons, Yes y todo ese espectro que permitió a este sexteto formarse y crecer musicalmente sin dejar de lado la idea de elaborar una voz propia, un sonido personal y una puesta en escena que sorprende cada vez que suben a un escenario. José María Blanc, en voz, guitarra y teclados, Juan Carlos Louro en guitarras y voz, Rubén Rodríguez en bajo, Mario Ramos en guitarras acústicas, Jorge Urquilla en teclados y Ronald Boettner en batería, son los gestores de una propuesta que ha compartido espectáculos con clásicos de la escena de la música nacional como Alma y Vida, Miguel Cantilo, Vox Dei, por citar sólo a algunos de ellos.

Como ciudadanos, los músicos de La Barca que, lamentablemente, no viven de su música, sino del propio trabajo de cada uno, tienen una conciencia civil que les permite aceptar invitaciones de festivales solidarios que suelen organizarse en la zona de influencia a beneficio de causas que lo requieran, como el no tan lejano Músicos por Haití, a raíz del terremoto que afectó a ese país, realizado en las escalinatas de la Facultad de Medicina, que hoy cuentan con numerosos estudiantes del país centroamericano. No descartan la posibilidad de dedicarse de lleno a la música aún, como dicen ellos, estando grandes, si hay una propuesta para salir de giras y grabar discos, la aceptarían con ganas.

Su último trabajo, de producción independiente, «Eclosión», posee una calidad que puede ser emparentada con la de los grandes grupos de rock de cualquier lugar del mundo. El c.d. cuenta con un arte de tapa muy interesante y un cuadernillo con fotos de actuaciones, las letras de todos los temas y en algún caso se narra la génesis de la canción, como, por ejemplo, en lo que respecta a Terezin, la historia de Friedl Dicker-Brandeis, profesora de arte prisionera de un campo de concentración del norte de la República Checa. Friedl tuvo como alumnos a quince mil niños que estaban encerrados en ese campo, con el fin de transmitirles algo de alegría y belleza a sus vidas desprovistas, por supuesto, de glamour. Antes de ser trasladada, Friedl escondió unos cuatro mil dibujos que fueron descubiertos diez años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Otro de los temas destacados es Agua que habla acerca de una hipotética futura guerra que se daría por estos lados del hemisferio sur, similar a las guerras por el petróleo que se dan en la actualidad. Debemos cambiar el mundo se hace eco de las desigualdades que rigen a las sociedades de nuestro planeta. Desde el cielo es una canción dedicada a Jorge «turco» Antún, fundador de Pablo el enterrador, mítica banda rosarina cuya voz es de José María Blanc y por la que pasaron dos conocidos del rock argentino, Lalo de los Santos y Rubén Goldin. «Eclosión» fue presentado en junio del 2011, en el teatro La Comedia de Rosario, con una sala repleta totalmente y una ovación final que emocionó a los músicos y al público. En ese espectáculo, tocaron los temas del c.d. y hubo un segmento que bien podría haberse titulado «Una que sepamos todos», que consiguió movilizar al público con canciones clásicas de nuestro rock, donde ni Pappo Napolitano, ni Luis Alberto Spinetta, ni Seru Giran, por ejemplo, estuvieron ausentes. Es que los espectáculos de La Barca son así: música propia y música de todos.

También, unos días después de la presentación de «Eclosión», el teatro El Círculo fue testigo de una gran noche de La Barca, cuando formó parte del espectáculo llamado «Leyendas del Rock Nacional», junto a Pedro y Pablo, Alma y Vida, Vox Dei. La sala llena ovacionó su presencia demostrando una vez más que en la ciudad hay público para este tipo de música.

La sala Lavardén ya había sido un acogedor sitio para la música de La Barca, durante los sucesivos «Progre-rock» desarrollados durante algunos años con participación de distintas bandas nacionales e internacionales.

La Barca tuvo su estampa en la pantalla grande, en un cine mítico de Rosario, El Cairo, durante el Festival Transterritorial de Cine Under, el 7 de octubre de 2012, cuando se proyectó el documental «La Barca Rocksario», que lleva la firma del periodista y actor rosarino Ernesto Gallo y de quien escribe esta nota. En ese trabajo cuentan su historia, cómo surgieron, cómo insisten con una música que representa su esencia aunque las modas indiquen otra cosa, y cómo se relacionan con otras bandas de jóvenes que recién están surgiendo. Además, hay unas tomas donde interpretan temas en crudo, sin mezcla, pero con la emoción que transmite una sesión en vivo en su sala de ensayo.

La Barca continúa navegando los cálidos y, a veces, inquietos mares de la música progresiva. Sus músicos están trabajando en la creación de un nuevo c.d. conceptual, donde hechos de nuestra historia contemporánea son repasados con la mirada particular de esta banda, en busca de dar un nuevo aporte a un panorama que por vertiginoso olvida ciertos hechos que debieran afirmarse en nuestra memoria, para evitar que oscuros errores vuelvan a repetirse. Con una estética moderna, un sonido que las nuevas tecnologías permiten mantenerlo vigente, continúan por el sendero que ellos conocen muy bien, el del trabajo en equipo, el de la satisfacción de saber que hay buenas cosas y enormes resultados cuando todos aportan. Y entonces no importa demasiado si Rosario es capital del rock progresivo, cómo tampoco debiera importar demasiado qué es exactamente el rock progresivo, cuando lo que realmente debiera importar es qué es la buena música, cuál es la emoción que transmite y hasta dónde pueden llegar los desafíos creativos. Porque aún cuando todo el espectro del rock progresivo admita elementos del pop, del rock and roll, del jazz y de la música sinfónica, lo más importante es ese cuerpo derivado de una fusión que en un todo se transforma en arte, esa palabra sinónimo de creación, y cuya función fundamental es la de transmitir energía y emociones.

 

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