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26 septiembre, 2012

Ciudadana Ilustre de la ciudad de Buenos Aires y premio Nacional de Poesía, su alma de poeta trasciende las distinciones. La autora de Tener lo que se tiene cree que, en el lugar de la poesía, la razón y la pasión se funden en un abrazo.

Por Graciela Ullán

Desde el campo santafecino de sus orígenes y su largo discurrir por la geografía de América, a la estancia alternada de sus días presentes entre una isla del Delta y la ciudad de Buenos Aires, pareciera que los escritos de Diana Bellessi se arraigan al paisaje y al vínculo con la naturaleza, transformando vida y obra como caras de una misma moneda. Su pasión por la lectura de poemas surgió muy temprano y fue creciendo en versos propios hasta ser lo que es hoy: una de nuestras mayores poetas vivientes.

Las culturas ancestrales, los excluidos, las esperanzas, las libertades, las alegrías, los sueños cobran dimensión en sus poemas y reverberan en cada lector. Y cabría preguntarse: ¿qué es eso que se escucha por ahí, acerca de si estos tiempos vertiginosos están acabando con la poesía?

En Bellessi los presagios agoreros no encuentran asidero, las palabras que dan vida a sus textos poéticos se reactualizan y disparan sus múltiples sentidos, como cuando dice, en «He construido un jardín…»: «He construido un jardín como quien hace / los gestos correctos en el lugar errado. / Errado, no de error, sino de lugar otro, / como hablar con el reflejo del espejo / y no con quien se mira en él. / He construido un jardín para dialogar / allí, codo a codo en la belleza, con la / siempre / muda pero activa muerte trabajando el / corazón».

¿Cuándo se dio cuenta de que tenía un destino de poeta, Diana?

De muy chiquita, creo, y hacia los catorce años la sensación fue enfatizada por las lecturas de ciertos poetas que amo todavía, como (César) Vallejo o (Federico García) Lorca, y desde la traducción, (Arthur) Rimbaud o Guillaume Apollinaire, cuyos versos sabía de memoria y los repetía bajito en mis paseos por el campo.

¿Vivía en el campo?

Hasta los siete años, un campito que no era de mis padres ni de mis abuelos, sino que arrendaban esas tierras. Y partir de los siete en el pueblo, que no tenía más de dos mil habitantes, y estaba muy cercano al campo, en los barrios de «los negros del otro lado de la vía».

Si lee sus primeros poemas, ¿ve reflejada la misma poeta que es hoy?

Mis primeros poemas son remotos y ni siquiera los he atesorado. Cuando hace cuatro años tuve que construir el archivo para la publicación de mi poesía reunida, pude ver la diferencia y también la relación entre los libros escritos a lo largo de una vida; la puesta orgánica de una obra que se repite en su variación, con huellas que vuelven y obsesiones que son unas pocas creciendo en direcciones diferentes.

Dígame algunas de sus obsesiones, por favor.

El mundo como la patria grande, y el pago como la pequeña. En ambos, la atención sobre seres y cosas que no llaman la atención, pero que me asombran y emocionan hondamente.

Nació en Zavalla (Santa Fe), ¿qué imágenes le vienen a la mente cuando evoca el lugar?

De la infancia, evoco muchas imágenes maravillosas, y en la adolescencia, muchas de terror. Acaba de publicarse un pequeño libro que escribí, un memorial de la infancia y los comienzos de la adolescencia, que se llama Zavalla, con z, donde hablo largamente de ello. El paisaje de la llanura, los caballos, mis padres, el radioteatro de aquel entonces forman parte de las imágenes maravillosas; la diferencia de clases sociales y la pacatería de un pueblo pequeño forman parte de las de terror.

¿Busca la precisión en cada palabra?

Más que la precisión, creo que busco el accidente. El accidente en la frase es la lengua personal y perdida, la melodía extraña de donde el poema nace.

En sus escritos, ¿opta por una preponderancia de la razón o de la pasión?

Existe un lugar donde ambas, la razón y la pasión, se funden en un abrazo y es difícil distinguirlas. Ese, creo, es el lugar de la poesía.

¿Cómo surge un poema, se trata de una especie de iluminación o, por el contrario, lo piensa y elabora durante mucho tiempo?

Ambas cosas. Se lo piensa y se lo elabora sin saberlo conscientemente, y puede permanecer en esa zona, o puede ser el poema precisamente a través de esa especie de iluminación en la que nace.

¿Qué poetas lee con frecuencia?

Leo a los nuevos, a los que son más jóvenes que yo.

¿Y a quién relee?

Y releo a los que llamo mis clásicos personales, desde Garcilaso dela Vegay Dante (Alighieri), a (Hugo) Padeletti y (Olga) Orozco, sólo para nombrar a algunos. Y leo también muchos libros que no pertenecen al género poesía; ficción y ensayo, sobre todo.

¿Qué le diría a un joven que quiere ser poeta?

Un joven quiere ser poeta cuando ya está escribiendo poemas, así que los leería y le diría algo sobre ellos.

¿La isla del Delta donde pasa largos períodos es su lugar de inspiración?

Es el lugar donde quiero vivir. Afortunadamente, ahora paso seis meses en el Delta y otros seis en Buenos Aires; privilegios de la edad, ¿vio? El río Paraná sonó cercano a mis orejas desde la infancia, pero se volvió mi casa durante la última dictadura militar, en este collar de islas que conforma su delta. Y una habla de lo que ve, de lo que toca, oye, huele, ese es el trampolín desde el que se lanza el poema, por donde circula después todo lo que has leído y vivido, de una manera loca, de una manera extraña, como le pasa a cualquier ser humano, solo que algunos de ellos escriben poemas.

¿Qué significa el movimiento feminista en relación con su discurso literario? ¿Ha sido revolucionario en cuanto a aportes?

Lo fue, en la década del setenta.

¿Existe una poesía que puede ser considerada femenina en contraposición a otra masculina?

Existen poemas escritos por seres humanos siempre diferentes entre sí, algunos son varones, y otros, mujeres. Tenemos muchos más varones hasta el siglo XX, lo que indica la condición social y económica de las mujeres a lo largo de la historia, es decir, su posición subalterna. Algunas de las más grandes poetas, y escritoras en general, del siglo XX son mujeres, y eso indica su cambio en el estatus social. Si vamos a ver diferencias, debemos hacerlo en ese lugar. El resto es un tesoro del alma humana; Murasaki Shikibu y Juana Inés dela Cruzson apenas dos de las gemas preciosas que lo muestran.

Estudió Filosofía en la Universidad Nacional del Litoral, ¿se siente más poeta que filósofa?

Sólo me siento poeta, aunque la mayor parte del tiempo soy la señora que va al almacén con su perrita, o la joven vibrante que siempre tengo en mi cabeza como retrato de mí. Pero es allí, en la poesía, donde he jugado todos mis partidos, y la filosofía quedó como campo privilegiado, a veces, de la lectura.

¿Cómo fue la experiencia de coordinar talleres de escritura en las cárceles de Buenos Aires?

Edité Paloma de contrabando, un libro escrito por las presas y los presos de las cárceles de Buenos Aires y sus alrededores; ellos son los autores. La experiencia para mí fue intensa y honda, por tres años sólo pensé en lo que esta gente decía. Los que venían al taller eran auténticos rehenes sociales, muy talentosos e increíblemente sensibles. Bequé a algunos de ellos cuando salieron de la cárcel, y vinieron a revisar su escritura en mi casa.

¿Qué ideas tiene en proceso actual de escritura?

Aunque los poetas no escribimos con ideas o con programas, en este momento escribo algunas crónicas por encargo, y los temas me los alcanzan quienes me las encargan; también, algunos poemas que no hallan todavía su forma, o su accidente, no sé. Quizás mi atención no está aún muy centrada, pero tengo sed y nada viene a saciarla.

***

Su obra es vasta, aunque guarda una cohesión íntima. Leyendo algunos de sus poemas de libros diferentes, me vino a la mente la imagen de un relato anónimo acerca del pueblo originario guaraní, construyendo sus propias casas en la desmesura de la selva, donde unos eran especialistas en derribar árboles con hachas de piedra, otros cavaban los pozos y plantaban los horcones, a la vez que se empeñaban en su tarea los especialistas en tejer las palmas del techo, sobre todo la cumbrera, y también colaboraban los especialistas en mantener la hoguera para iluminar a los que trabajaban. Y así, uniendo fuerzas, levantaban casas resistentes a las inclemencias del tiempo.

Diana Bellessi se me representa como una alegoría de muchos especialistas a la vez: pone los cimientos y va construyendo un universo de palabras en forma artesanal, como si fuera una hábil arquitecta guaraní, aunque en medio de la desmesura del lenguaje.

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Perfil

Diana Bellessi nació en 1946, en Zavalla, provincia de Santa Fe (Argentina). Estudió Filosofía en la Universidad Nacionaldel Litoral, y entre 1969 y 1975 recorrió el continente americano. Durante dos años coordinó talleres de escritura en cárceles de Buenos Aires, experiencia encarnada en Paloma de contrabando (Torres Agüero, Buenos Aires, 1988).

Ha publicado: Destino y propagaciones (Casa de la Cultura de Guayaquil, Ecuador, 1970); Crucero ecuatorial (Sirirí, Buenos Aires, 1981); Tributo del mudo (Sirirí, Buenos Aires, 1982) —los últimos dos libros mencionados han sido reeditados en un solo volumen por Libros de Tierra Firme en 1994—; Contéstame, baila mi danza (selección y traducción de poetas norteamericanas contemporáneas, Ultimo Reino, Buenos Aires, 1984 —reeditado en versión ampliada por la editorial Angria, Caracas, en 1995, bajo el nombre de Diez poetas norteamericanas—); Danzante de doble máscara (Ultimo Reino, Buenos Aires, 1985); Eroica (Libros de Tierra Firme/Último Reino, Buenos Aires, 1988); Buena travesía, buena ventura, pequeña Uli (Nusud, Buenos Aires, 1991); Días de seda (selección y traducción de poemas de Ursula K. Le Guin, Nusud, Buenos Aires, 1991); El jardín (Bajo la Luna Nueva, Rosario-Buenos Aires, 1993, reeditado en l994); Colibrí, ¡lanza relámpagos! (poemas escogidos, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1996); Lo propio y lo ajeno (libro de reflexiones, Feminaria, Buenos Aires, 1996; reedición aumentada, Lom, Santiago de Chile, 2006); The Twins, the Dream (libro a dos voces con Ursula K. Le Guin, Arte Público Press, University of Houston, Houston, 1996); Sur (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1998); Gemelas del sueño (con U. K.Le Guin, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 1998); Leyenda (poemas escogidos, Nuevas Ediciones de Bolsillo, Barcelona, 2002); Antología poética (Fondo Nacional de las Artes, Buenos Aires, 2002); Mate cocido (Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires 2002); Desnuda y aguda la dulzura de la vida (selección y traducción de la obra de Sophía de Mello Breyner, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2002); La edad dorada (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2003); La rebelión del instante (Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2005); Persecución del sueño (poemas escogidos, Lom, Santiago de Chile, 2006); La penumbra que mira el oro (poemas escogidos, Limón, Buenos Aires, 2006); La voz en bandolera (poemas escogidos, Visor, Madrid, 2008); Tener lo que se tiene (poesía reunida, Adriana Hidalgo, Buenos Aires, 2009); Variaciones de la luz (Visor, Madrid, 2011); La pequeña voz del mundo (Taurus, Buenos Aires, 2011); Zavalla, con z (Editorial Municipal de Rosario, e(m)r, Rosario, 2011).

En 1993 le fue otorgada la beca Guggenheim en poesía; en 1996, la beca «Trayectoria en las artes», de la Fundación Antorchas; en 2004, el «Diploma al mérito», del Premio Konex; en 2007, el premio «Trayectoria en poesía», del Fondo Nacional de las Artes; en 2010, el premio Fundación El Libro «Mejor Libro Año 2009»; en 2010, el XXXII Premio Internacional de Poesía «Ciudad de Melilla», España. Fue declarada ciudadana ilustre de la ciudad de Buenos Aires en 2010. En 2011, recibió el premio Nacional de Poesía.