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7 agosto, 2012

La arquitectura religiosa de la ciudad de Buenos Aires tuvo un breve período de máxima producción en la década 1930-1940. De treinta y seis parroquias que existían en la ciudad en 1914, se registraron ciento tres en el año 1936, el avance constructivo más importante de la historia de la arquitectura religiosa de nuestra ciudad. El estilo arquitectónico elegido en ese momento para dar carácter a esos edificios religiosos fue el neorrománico.

Por Cristina Edith Montalbano

El término neorrománico significa «nuevo románico» y hace referencia a la reinterpretación de la arquitectura románica que se dio a finales del siglo XIX, en el llamado «período historicista», el cual se caracterizó por revivir los estilos de la arquitectura pasada.

Para poder establecer una correspondencia con nuestras iglesias de principios de siglo XX, tenemos que conocer cómo era la arquitectura románica, que se desarrolló entre los siglos X y XIII, en la Europa medieval. Para ello, haremos mención a las características propias del románico, en comparación con un ejemplo local, de arquitectura neorrománica: la iglesia Cristo Rey, en Villa Pueyrredón, ciudad de Buenos Aires, diseñada por el arquitecto Carlos Massa y construida entre los años 1931 y 1938 (imágenes 1 y 2).

En el Medioevo europeo, surgen los monasterios como centros feudales. Edificios religiosos donde la arquitectura románica tuvo su mayor esplendor, tanto en abadías como en iglesias. Estos edificios, originalmente, se asentaban en las tierras más altas del lugar. La iglesia, en particular, era orientada de acuerdo con la trayectoria del sol: el testero hacia el Este (aludiendo a la salvación de las almas), y los pies (la entrada) hacia el Oeste, evocando el día del Juicio Final.

Aquí en Buenos Aires, el parcelamiento urbano de principios del siglo XX obligaba a una implantación y una orientación del templo de acuerdo con los límites del lote, que poco tenía que ver con el concepto románico.

La iglesia románica tenía el significado de «templo de Dios en la Tierra»; así fue como la planta del edificio evolucionó hacia la forma de cruz latina, en representación del cuerpo de Cristo. Podía tener una, tres o cinco naves, más ancha la central, que culminaba en un ábside semicircular. En iglesias de peregrinación, las naves laterales continúan hasta rodear el altar, formando el deambulatorio (girola), que podía llegar a tener absidiolos en forma radial, a modo de capillas.

En Cristo Rey, observamos dos naves laterales de menor tamaño que la central, que concluye, sí, en un ábside único de forma semicircular. La forma de cruz latina solo se consigue utilizando recursos espaciales, ya que las dimensiones del templo (limitadas por las medianeras) no permiten que los brazos de la cruz tengan un desarrollo proporcionado.

El volumen exterior del edificio románico era geométrico y escalonado, formando una arquitectura gregaria, es decir que cada volumen tenía una independencia formal. Por el contrario, aquí los volúmenes se unifican con la continuidad de las cubiertas (techos) y el tratamiento uniforme dado al exterior del edificio.

La perdurabilidad de la construcción era la cualidad que sostenía el carácter «eterno» de la religión cristiana; por eso se utilizaban materiales duraderos, como la piedra. Como había una necesidad real de protección y seguridad ante las invasiones, la «Casa de Dios» debía ser una fortaleza, de gruesos muros y ventanas pequeñas (imagen 3).

Por razones de economía y disponibilidad de materiales, en lugar de piedra aquí se utilizó el ladrillo común de barro cocido y revoque como terminación, sobre el que se realizaba un tramado de líneas rehundidas, semejando los sillares de piedra románicos. En esta época también existía la necesidad de protección, aunque los factores eran de naturaleza política e ideológica (había que estar a la defensiva y resistir a una sociedad de masas en creciente proceso de secularización).

Los elementos característicos de la arquitectura románica están basados en la arquitectura romana (de allí su nombre). Claro que estos elementos no van a guardar las proporciones clásicas; es así como encontraremos gruesas columnas y pilares poco estilizados, con capiteles que ya no conservan los órdenes clásicos, sino que aparecen tallados con imágenes que relataban la doctrina religiosa a fieles analfabetos de la época medieval (imagen 4).

En la iglesia porteña, podemos encontrar columnas con aquellas características pero, a diferencia del templo románico, los relieves y las esculturas pierden el carácter narrativo y educativo que antes poseían. Su valor se reemplaza por el de mera ornamentación, con motivos vegetales y volutas.

El arco de medio punto, la bóveda de cañón y la de arista utilizadas para cubrir las naves, y las cúpulas semiesféricas que cubrían los ábsides del altar y las capillas, fueron empleadas tanto en la arquitectura románica como en la neorrománica, con la diferencia de que, en esta última, los materiales y las técnicas constructivas empleados son distintos; pensemos que, en las primeras décadas del siglo XX, ya existía el hormigón armado y se empezaba a utilizar en Argentina.

En los edificios románicos, hallamos, a modo de decoración sobre los gruesos muros de piedra, pilastras y semicolumnas (mitades de pilares y de columnas), arquillos ciegos (arcos rehundidos) y canecillos (detalle decorativo que simula ser la terminación de las vigas que sostienen la techumbre). Los contrafuertes, que se encontraban en la parte exterior de los muros, eran refuerzos que se disponían en forma perpendicular a estos, para contrarrestar el peso que ejercían las cubiertas.

Si prestamos atención, encontraremos una versión moderna de estos elementos en nuestro ejemplo. El neorrománico bonaerense era ecléctico, es decir que estaba mezclado con otros estilos; así veremos, por ejemplo, pilastras y arquillos ciegos, subrayados por cornisas, o inclusiones decorativas pertenecientes a distintos estilos arquitectónicos. Y, en cuanto a los contrafuertes, innecesarios constructivamente en esta época, aparecen tímidamente en la fachada, como elementos decorativos.

Otro tema importante de la arquitectura románica esla portada. La puerta central solía tener forma abocinada (rehundimiento progresivo del arco que la conforma, debido al grosor de los muros). Estos arcos progresivos se denominaban arquivoltas, y descansaban sobre las jambas (paramentos laterales). La parte superior, el tímpano, se realizaba en piedra tallada; generalmente relataba la escena del Juicio Final. Como ayuda para apuntalar el dintel de la puerta, en algunos casos, se empleaba un pilar central llamado parteluz.

En nuestro ejemplo, el espesor de las paredes no es suficiente para realizar una abertura abocinada; por lo tanto, en su portada se recurre a remplazar las arquivoltas por un arco de medio punto rehundido en el muro. Este arco contiene al tímpano, que está realizado en cemento moldeado, presentando el «crismón coronado», símbolo de Cristo Rey. Y, como ya la técnica lo permitía, no era necesario contar con parteluz (imagen 5).

En la iglesia románica, la parte superior de la fachada contenía un rosetón, formado por una abertura en forma circular con tracería radial, que simbolizaba a Cristo como rayos de sol. La torre funcionaba como campanario y mirador (para vigilar y anticiparse en caso de una invasión), y podía estar presente, en la fachada, acompañar al crucero, o incluso separada del templo. Claramente podemos distinguir el rosetón presente en la fachada de Cristo Rey; y también se eleva la torre campanario, que incluye relojes, referentes de una sociedad moderna que cuenta con la necesidad de controlar el paso del tiempo (imagen 6).

Varios fueron los motivos que influyeron en la elección del estilo neorrománico para caracterizar muchas de las iglesias porteñas de los años ’30. Factores históricos y políticos de nuestra nación; el aspecto monumental, que simbolizaba la fortaleza de la institución eclesiástica (necesaria en ese momento); y también factores económicos: dada la austeridad del estilo y la evolución tecnológica, resultaba una construcción mucho más fácil y económica de realizar, ideal para una sociedad que trataba de sobreponerse a la crisis económica mundial.

Si tienen la oportunidad de pasar por alguna de estas iglesias, tómense un tiempo para contemplarlas, y pensar que estos edificios son herederos y testigos de una larga historia.

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