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23 agosto, 2012

 

No Avestruz y El camarín de las musas son dos espacios teatrales que cumplen una década de vida. Apostaron fuerte, forjaron una identidad en pleno estallido socioeconómico y hoy, diez años después, repasan sus inicios, su trayectoria y prometen festejos.

 

Por Martín Jali

 

Entre diciembre de 2001 —referencia conceptual de una de las mayores crisis socioeconómicas que afrontó nuestro país— y agosto de 2012 se abre un arco histórico que atraviesa la debacle política y social argentina, su lenta recuperación, el ascenso y consolidación de un nuevo gobierno nacional y popular y el afianzamiento, más tarde, de una nueva dinámica productiva. El campo cultural, más específicamente los espacios teatrales y multiculturales de la ciudad de Buenos Aires han transitado estas transformaciones en carne propia.

En los años 90, el programa neoliberal instauró un proceso orientado a la flexibilización laboral, la privatización de los servicios públicos y la concentración de actividades tanto financieras como bancarias, provocando el aumento de la pobreza, la desocupación masiva y la profundización de las desigualdades sociales. Diciembre de 2001 —entendido, una vez más, como referencia conceptual— es el resultado de la implementación de este tipo de políticas. Marcela A. País Andrade, del Instituto de Ciencias Antropológicas dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, realiza una relectura del rol de las clases medias —históricamente, una clase que encontró en los espacios culturales un abrigo identitario— en los tiempos de crisis: «En esta trama (la clase media) no solo se conformó como clase social protagonista de los hechos, sino que cristalizó la construcción previa (a esta crisis económica) de espacios de estrategia y/o de resistencia cultural que el sector empobrecido de la clase media venía construyendo y que no estaban siendo visto o tenidos en cuenta».

Ahora bien, en un momento de crisis sin precedentes, dos espacios teatrales no se amilanaron en absoluto: hace exactamente diez años abrían sus puertas El camarín de las musas —hoy un espacio de referencia dentro del circuito teatral porteño— y No Avestruz. En esta ocasión, El Gran Otro conversó con Emilio Gutiérrez, encargado de la programación teatral de El Camarín de las Musas y con Alejo, fundador de No Avestruz, en relación a sus inicios, su trayectoria y cómo es llevar adelante un espacio teatral.

 

El camarín de las musas

 

El camarín de las musas es un espacio multicultural ubicado en el barrio de Almagro que cuenta con 4 salas teatrales con capacidades que van desde las40 alas 90 butacas, donde además se dictan talleres de teatro y danza. El espacio también cuenta con una galería, un espacio de arte que se renueva cada veinte días y un restaurante, parte indisoluble del concepto del Camarín: restaurante y teatro se retroalimentan mutuamente.

Como nos cuenta Emilio Gutiérrez, uno de los encargados de la programación del teatro, El camarín abrió sus puertas entre patacones, lecops y corralitos económicos, en el momento menos pensando, en un contexto sumamente adverso y difícil: «La dificultad y la crisis financiera terminó fortaleciendo nuestra propuesta. Es en momentos así cuando vale la pena apostar por un lugar teatral».

Consultado en relación al balance que hace después de diez años de trayectoria, Emilio responde:

Después de una década, realmente estoy muy contento. No fue sencillo comenzar con este proyecto sobre el final del 2001, entre cacerolazos y patacones. En este momento, me gustaría tener más holgura económica para tener más capacidad técnica en la sala. Esdecir, tratar que los artistas que llegan al Camarín no estén tan limitados técnicamente. Por otro lado, recuperamos una sala donde antes hacíamos cine: la desarmamos y ahora volvimos a hacer teatro. Es la gran novedad de este año. La sala más grande nuestra es un galpón en altura con una capacidad para 90 personas, donde ahora estamos haciendo una obra de Santiago Loza, Pudor en animales de invierno, una obra que tiene una escenografía monumental. Es una obra que recién ahora la pudimos recibir porque aumentamos nuestra capacidad. Es decir que cada año nos renovamos, ampliamos, no nos quedamos quietos. Ese es el secreto del Camarín.

Otro de los secretos, sin dudas, es la versatilidad del espacio y un panorama escénico muy heterogéneo donde conviven desde puestas alternativas y óperas primas hasta obras dirigidas por Julio Chávez, por poner un ejemplo. Lo mismo ocurre con el público asiduo a la sala: convive en ella público under y conservador que genera, una vez más, un cruce positivo y enriquecedor.

No Avestruz 

 

Ubicado en Palermo, No Avestruz solía ser un largo pasillo que decantaba en una sala teatral. Ahora, a su espacio multidisciplinario que abarca la danza, la música, el teatro y el cine, ha sumado una galería y un espacio gastronómico. No Avestruz es un teatro alternativo, un living de conciertos y un espacio de cultura independiente, plural y autogestionado. En este sentido, charlamos con Alejo, uno de los encargados:

¿Cuál es la búsqueda estética de No Avestruz?

La búsqueda de No Avestruz, más allá del género elegido, pasa por un criterio, un criterio que, después de diez años, se ha ido consolidando. Se trata de formar una identidad y concebir si las propuestas artísticas son apropiadas para este lugar. Toda lectura en relación a la calidad es subjetiva, en este punto, prefiero pensar que es lo mejor para No Avestruz y para el público. Nosotros tenemos, por nuestro sistema de trabajo, una gran atención puesta en la contemplación: se arma un silencio y una tensión que es particular. No hay nada más importante que el hecho artístico. Nosotros laburamos para eso.

Alejo, ¿Cómo fue inaugurar No Avestruz en plena crisis del 2001?

No Avestruz  abrió el 17 de diciembre del 2001: plena crisis social, económica, política. Se venía todo abajo. Una verdadera locura. En ese momento pensar en un espacio de cultura era asumir un riesgo y bastante grande. No Avestruz tiene que ver con eso, con no esconder la cabeza, con asumir el riesgo, con mandarse. No estás abriendo, en última instancia, una franquicia de Mc Donalds. Nuestra propuesta, igualmente, no podría haberse llevado adelante sin políticas públicas de apoyo a la cultura.

¿Cómo llevás adelante el criterio de selección para conjugar, si se quiere, la calidad de las distintas propuestas y un criterio financiero que te permita sostener económicamente No Avestruz?

En este sentido, hay un montón de factores: cuestiones que son más técnicas, en cuanto a la demanda de espacios y requerimientos técnicos, de escenografía y demás. Otros criterios que son de índole comercial, por ejemplo, si tienen producción o si no tienen, si van a hacer prensa, si no lo van a hacer, con quien, quienes participan en el proyecto, cómo está pensado. Por supuesto, hay otra para que es mas sensitiva: sentarte a ver, percibir la propuesta, la persona que la lleva adelante, ver desde donde se planta en relación a lo que hace y cómo podemos llegar a congeniar nosotros. Para nosotros, lo que hacemos es algo muy importante y necesitamos entendernos para empujar todos para el mismo lado. Por otro lado, hay algo muy importante. A partir de entender la dificultad de gestionar proyectos de este tipo, que su raíz no son comerciales y en primera instancia se apunta a eso. Es decir: se apunta a lo comercial desde un criterio de sustentabilidad. Sustentabilidad entendida para que el lugar permanezca en el tiempo y se desarrolle. Nunca, desde ya, el criterio comercial vacío de ofrecer lo que más guita me va a dejar. Entendiendo que si uno ofrece calidad, más allá de la subjetividad de cada uno, el proyecto va a tener una identidad personal y, entonces, se va a sostener en el tiempo.

Entonces, mirando hacia delante: holgura económica, en el caso de Emilio Gutiérrez, para aumentar la capacidad técnica de la sala y mejorar la producción y el estado de un espacio ya de por si encantador. En el caso de Alejo, la entrevista descubre uno de los secretos para la permanencia de una propuesta de estas características: concebir rasgos de identidad, desde lo artístico, sin dejar de lado la sustentabilidad económica.

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