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25 agosto, 2012

Entrevista a Ilda Rodríguez (2º parte)

 

 

Ilda, ¿qué pensás respecto del lugar que ocupa el psicoanálisis hoy en día en nuestra sociedad, a partir del boom de las nuevas terapias alternativas?

Por Alejandra Santoro

Qué interesante la pregunta. Conel psicoanálisis, en el punto que voy a destacar, ocurre algo similar con lo que se vaticina —desde siempre— sobre el tango y el teatro, porque siempre parecen estar por morir, por ejemplo, a partir de la idea del predominio de la televisión e Internet u otras novedades tecnológicas, ¿no? Con el psicoanálisis existe esta misma insistencia de discurso; sin embargo, creo que es el único lazo social que da una ocasión al sujeto de tener una experiencia de lenguaje —amor, deseo y goce articulados— y que, por ser seres de lenguaje, más que habitarlo, él nos habita. Este encuentro con la palabra, con el deseo, con el goce, con lo que es singular del sujeto, es una experiencia que únicamente la propicia el psicoanálisis.

Quiero decir que no se trata de que el analista sabe per se lo que te pasa, ni te adjudica un síntoma; menos, inventa un trastorno «a tu medida», a partir del cual lo distribuye «igualitariamente» para todos. Los laboratorios, en cambio, crean el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), por ejemplo, y entonces ofrecen medicamentos, y ciertos terapeutas ad hoc empiezan a encontrar que todas las personas sufren ese trastorno. En la infancia esto se torna dramático y iatrogénico, es decir, enferman, en este momento. Está el DSM, que establece una clasificación por la cual se guíala Organización Mundial dela Salud (OMS). La gran mayoría de las instituciones miembros de Convergencia firmamos un documento, hace dos meses, para hacer llegar a esta organización el planteo de que no sea esta la única clasificación que se utilice, porque tal diagnosticar previo, por ejemplo, está haciendo estragos en los niños.

Como lo que está ocurriendo en la actualidad con los nuevos estudios genéticos que establecen un modelo según el cual todos seríamos enfermos presintomáticos. Aun antes de que haya vida, ya seríamos potencialmente enfermos.

Exactamente. David Nasio, que es un psicoanalista argentino del cual yo he sido discípula, escribió hace muchos años en el diario Página/12 respecto del cáncer de esófago, y en la ocasión explicaba que no se trataba de que este tumor hubiera estado siempre, pero que en la Edad Media no se lo conocía. Todo lo contrario, el cáncer de esófago empezó a ser tal, cuando se creó el aparato para estudiar el interior de ese órgano. Notable, ¿no? Lo que quiero decir es que es un momento mundial de avance de estas técnicas ideológicas que producen la forclusión del sujeto, excluyéndolo, no haciendo lugar a su existencia hablante, y allí aparece un trastorno. Entonces, te diría que, para estas técnicas, se trata de un ente que se descompone en tal trastorno o tal otro. Por ejemplo, se intenta volver inexistentes la histeria y la neurosis obsesiva; ya que solo se consideran aisladamente los trastornos. ¿Pero qué sucede? Es muy interesante entender que la ciencia comporta el discurso histérico, ya que a la histeria no se la reconoce precisamente por estar tan presente en lo in-mundo. El discurso de la histeria reina, no reconociéndolo, justamente por esta cuestión envolvente.

 

¿Qué relación encontrás entre el arte y el psicoanálisis?

Precisamente, cuando Freud inventó el psicoanálisis, recurría y se valía de la literatura, del teatro, a través de las comedias y las tragedias —su invención del complejo de Edipo, por ejemplo—, de la pintura, de las ciencias del lenguaje. Freud y Lacan siempre dijeron que los artistas les llevaban la delantera a los psicoanalistas. Cabe decir que el psicoanálisis debe a la poesía, a la literatura, a la escultura; por ejemplo, Freud hace un análisis del «Moisés» de Miguel Ángel, en función del detalle, maravilloso. También, diremos con Lacan que recupera lo que le pertenece en esa importación-exportación fructífera. Ya ahí hay una primera relación madre, que es lo que el psicoanálisis importa del arte. Pero, por otro lado, es una relación abierta, en el sentido de que es otro modo de decir y de hacer realidad; entonces, más que interpretar el sentido cerrado, se trata de saber-hacer-ahí con la ficción, en tanto la verdad de esta, como nos enseña Piglia, tiene que ver con la estructura interna, que no es ni verdadera ni falsa. Entonces, una cuestión despertante es estar abiertos fundamentalmente, para aprender de los poetas cómo violentar el lenguaje, porque el trabajo del poeta es ir contra la lengua constituida.

 

Sobre todo, los poetas surrealistas, como Oliverio Girondo, que desestructuran lo instituido del lenguaje.

Exactamente, y no solamente con ellos, por cierto. Bueno, precisamente es trabajar contra el lenguaje, es decir apoyándose en él. En la praxis psicoanalítica, lo más propio es el trabajo con el lenguaje, en el sentido de que se trata de lo que el analizante dice, y eso, para el analista, es un hecho. El dicho es un hecho. Por lo tanto, la escucha no es con referencia a otra cosa, solamente a aquello que quiso decir con lo que dice; sino que eso que dijo no tiene más referente que el análisis de la palabra misma. El habla es un acto, de eso que se dice aparece eso resurgente, novedoso, que irrumpe: se trata de lo performativo… Por eso, diría, con mi maestro Roberto Harari, que el lenguaje es fundamento en el psicoanálisis.

[showtime]

 

Ilda Rodriguez. Psicoanalista, miembro analista (2010) y presidente de Mayéutica-Institución Psicoanalítica. Representante en la Comisión de Enlace General de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano. Integrante del Comité Editorial de LaPsus Calami. Revista de Psicoanálisis. Profesora asociada en Seminario 1, Facultad de Psicología de la Universidad de Morón.