Una necrológica postergada.
Recordamos al escritor italiano Antonio Tabucchi, autor de Sostiene Pereira y de La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, entre otras obras, con una reflexión sobre su escritura.
Por: Ludmila Barbero
La pregunta que me lleva a escribir sobre él hoy tiene que ver con el lugar que Tabucchi le concedió al recuerdo, a la nostalgia por los ausentes y las ausencias, a la saudade, en su literatura.
Por empezar, pensemos en aquel personaje entrañable que es Pereira, el periodista de un diario católico de Lisboa que se dedica a traducir autores franceses para el suplemento de cultura, desde la inocente, es decir salvaje, premisa de que la literatura puede ser apolítica. Este señor, poco a poco, irá descubriendo la necesidad de revelar los horrores cotidianamente silenciados durante la dictadura de Salazar, gracias a la aparición de Monteiro Rossi, un joven a quien asigna la función de escribir necrológicas anticipadas, esto es, elogios fúnebres para «los grandes escritores que pueden morir de un momento a otro» (Sostiene Pereira, pág. 53).
Resulta sugerente el modo en que el pedido de Pereira de hacer de la literatura un lugar para recordar el pasado es respondido por su ayudante, quien invierte el sentido de la propuesta para llamar la atención sobre el presente, sobre la situación de una Europa que se halla al borde dela Segunda Guerra Mundial, tomando como objeto de sus homenajes a escritores comprometidos políticamente o controvertidos en su accionar público. Sus elecciones van de Federico García Lorca a Maiacovski, pasando por Gabriele D’Annunzio y Marinetti. Más allá de las ostensibles disparidades entre los personajes, todos ellos le permiten a Rossi interpelar a sus lectores acerca del advenimiento del fascismo y la necesidad de luchar por los valores republicanos.
De un modo incuestionable, la labor literaria y periodística de Tabucchi da cuenta de un compromiso con el presente, con su tiempo. Por ello es necesario incluirlo, como Pereira incluyó a su colaborador Monteiro Rossi, víctima de la represión salazarista, en sus necrológicas. Queremos imaginar una necrológica postergada que nos permita revivirlo, considerando que para Tabucchi la muerte ocupaba un lugar ambiguo.
En cuanto a la ambigüedad que señalamos, es interesante pensar en lo que ocurre en Requiem, donde el escritor trae a la vida una serie de fantasmas, pero no se queda con ellos en el cementerio, sino que los lleva a disfrutar de los placeres de la vida: la gastronomía, la charla, la música, el buen vino. Dialoga con Pessoa para cuestionarlo, lo revisita, de la misma manera en que aquel revisitaba Lisboa, e incluso se pasea junto a él (a su fantasma) por una ciudad plagada de los espectros de recorridos pasados y ajenos. También en El juego del revés la geografía de esta ciudad tiene sobreinscriptos los deambulares de los diferentes heterónimos. Cito brevemente: «Nos sumergíamos en la confusión de Rua da Prata, cruzábamos Rua da Conceição y bajábamos hasta el Terreiro do Paço, blanco y melancólico, donde zarpan los primeros barcos llenos hasta los topes de trabajadores residentes en la otra orilla del Tajo. Esta ya es una zona de Álvaro de Campos, decía María do Carmo, en pocas calles hemos pasado de un heterónimo a otro» (pág. 11).
Tabucchi rememora esta geografía y la pone a funcionar dentro de la organización de sus escritos. De esta manera, cuando caminamos por Lisboa, o cuando la visitamos imaginariamente, no sólo está poblada de espectros pessoanos, sino también de los que la literatura de Tabucchi nos lleva a invocar.
Además, cabe destacar que no solamente los personajes y los escenarios de este escritor se conectan con fantasmas. Para él la literatura es, en sí misma, una suerte de labor mediúmnica. Recordemos, en este sentido, el epílogo de Sostiene Pereira, en el que explica cómo surgió el protagonista de la novela: «Aquella tarde de septiembre comprendí vagamente que un ánima que erraba en el espacio del éter me necesitaba para relatarse, para describir una elección, un tormento, una vida» (pág. 181).
A partir de una imaginería que rinde homenaje al modo en que Pessoa explicaba la aparición de sus heterónimos, Tabucchi nos explica que su labor consiste en parte en acoger con cariño a un «espíritu», en darle entidad discursiva a una idea que en su volatilidad no es otra cosa que una suerte de fantasma.
Asimismo, Tabucchi nos enseña que la literatura da lugar a una sublimación, a una elaboración compensatoria respecto de la muerte, y nos hace pensar si escribir no es, después de todo, una forma de nostalgia. Podemos decir que él pudo encontrar un lugar para aquellos que son (como señala Borges en «Remordimiento por cualquier muerte») «ubicuamente ajenos», para quienes han sido despojados de todo.
Si hay una afinidad electiva entre Lisboa y la nostalgia, el lugar al que deberíamos conducirnos para constatarla es la Rua da Saudade, una calle real en la que Tabucchi estableció sugerentemente el domicilio de Pereira. En esta Rua, cercana al Castelo São Jorge, en la intersección con el Largo dos Lóios, entre dos grandes ventanas, hay un azulejo que ilustra a un pescador. La figura tiene ropajes ligeros y una mirada imprecisa que flota sobre el mar y sus soledades. Tal vez, de un modo similar a lo que ocurría en El juego del revés, el anverso que el protagonista de la historia comparaba con la muerte se encuentre en ese mar de la saudade, que es el punto de fuga en el que se unen las líneas de perspectiva dela pieza. Tal vez allí, en aquel revés, mora también nuestro escritor, en la nostalgia que sentimos por su ausencia, que es nostalgia de las nostalgias que él sabía evocar.
La necrológica postergada, del puño de Monteiro Rossi, podría rezar como sigue:
«El 25 de marzo del corriente año murió el escritor italiano Antonio Tabucchi, en la ciudad de Lisboa, a la que lo unían fuertemente sus afectos. Había demostrado con su labor literaria y periodística que la literatura y la política no solo no se hallan reñidas, sino que son indisociables. Cabe mencionar a este respecto sus invectivas contra Silvio Berlusconi desde el diario La Reppublica, y sus comentarios cáusticos sobre la necesidad de que cada Estado cuente con un monumento a la vergüenza junto a las estatuas de sus héroes. Pobló sus escritos de fantasmas y de sueños en cuya cálida compañía supo afirmar la vida».
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Referencias
Tabucchi, Antonio (1999), Sostiene Pereira, Barcelona, Anagrama.
Tabucchi, Antonio (2001), El juego del revés, Barcelona, Anagrama.
Borges, Jorge Luis (1989), Obras completas, Tomo I, Buenos Aires, Emecé.