Hasta el 10 de febrero de 2012, el Museo Picasso de Málaga tiene abierta la exposición El factor grotesco, con un recorrido histórico por las obras que han interrogado la realidad desde un punto de vista llevado al límite.
Por: Candela Vizcaíno (corresponsal España)
Aunque el término «grotesco» se acuñó en los albores del Renacimiento italiano, las obras de arte que pueden ser calificadas como tal existen desde muy antiguo. Relacionado con los símbolos, con los mitos, con lo imposible, con lo que está más allá, con los elementos o los seres, en apariencia, antagónicos, lo grotesco interroga la naturaleza humana y su relación con las cosas. Para ello se vale de combinaciones imposibles en las que lo mismo interviene la magia que los extremos clásicos.
Pero vayamos por partes. Tras la caída del Imperio Romano, la humanidad (en Europa, que no en América) retrocedió (en desarrollo cultural, urbanístico, científico y social) hasta caer en lo que se denomina Edad Media.
Gran parte del conocimiento acuñado por los clásicos (recogido, por ejemplo, en la Antigua Biblioteca de Alejandría) se perdió para siempre. El saber quedó recluido en los scriptoria de los monasterios y los conventos, mientras toda Europa se desangraba con guerras, pestes y hambrunas. El testimonio del pasado mítico y pagano que supuso Roma quedó literal y totalmente sepultado. Entonces se hacían obras que podían clasificarse (con nuestra percepción actual) como grotescas. Sin embargo, para el ciudadano de esos siglos, simplemente eran la representación de unos mitos simbólicos tenidos como reales. Es decir, a través de esas formas artísticas, se accedía a un plano de la existencia que está más allá de la cotidianidad tangible y aceptada.
Aunque los símbolos se mantuvieron en la época medieval, y parte de ese conocimiento grotesco se transformó en las llamadas historias maravillosas, en las que se mezclaban la más absoluta ficción con noticias escabrosas de la realidad, el grotesco, como tal, nace en el Renacimiento. Los eruditos italianos del siglo XIV y XV, en su ansía por conocer la realidad pagana de la antigua Roma, se embarcaron en rudimentarias excavaciones arqueológicas que sacaban a la luz la arquitectura, la pintura (pocos casos) y las esculturas antiguas.
Uno de esos descubrimientos fue la Domus Aurea de Nerón, una impresionante mansión imperial decorada con frescos de animales híbridos, de seres míticos y de fantásticas escenas. Dicha villa estaba estructurada a la manera de grutas, y de aquí el término.
Mirando la realidad a través del grotesco
Lo grotesco tomó carta de naturaleza para indicar algo que estaba más allá de la realidad, pero con suficiente capacidad, incluso, para encontrar los recovecos ocultos de la existencia. De aquí al espíritu crítico hay un solo paso. Por eso, tal como puso de manifiesto Mijaíl Bajtín, el grotesco se relaciona con el espíritu del carnaval.
Si el humilde se reviste de señor y el plebeyo de cardenal, es para poner de relieve sus defectos y sus vicios mediante una versión distorsionada de la realidad. La máscara, el disfraz, la combinación de elementos antagónicos inciden en esta peculiar visión del orden social y las leyes imperantes.
Hasta la aparición del psicoanálisis freudiano, eran pocos los autores y artistas que utilizaban el grotesco para levantar sus obras. La Ilustración y, sobre todo, el realismo, imponían otras formas creativas. Pero, tras la publicación de La interpretación de los sueños, el mundo del subconsciente se abre paso en el arte. Lo onírico, lo mágico, lo fantástico y lo imposible cobran carta de naturaleza. Esa realidad inconsciente y grotesca es una forma más (la única, a veces) de interrogar al hombre sobre su propia naturaleza y su relación con las cosas.
De Brueghel a las vanguardias artísticas
Se considera al pintor holandés del siglo XVI Pieter Brueghel el precursor, junto con El Bosco, del grotesco contemporáneo, el que se inicia con las vanguardias y se afianza, especialmente, con el surrealismo. Tanto la obra abigarrada y exagerada del artista flamenco como las experimentaciones de principios del siglo XX pueden catalogarse como grotescas.
Autores como Francis Bacon, con sus figuras retorcidas sobre sí mismas, que gritan, se deshacen o se escurren por las alcantarillas como los juegos de los dadaístas, responde también al calificativo. El grotesco se postula como la mejor herramienta para poner de manifiesto las contradicciones, los vicios y las debilidades del ser humano.
Pues bien, tras esta larga parrafada, con este espíritu, y tomando autores modernos y clásicos, el Museo Picasso de Málaga abre esta interesante exposición que estará abierta al público hasta el 10 de febrero. Obras del dibujante decimonónico Boilly conviven con esculturas, pinturas e instalaciones de autores de la talla de Picasso, Otto Dix, Louis Bourgeois, Leonardo, Saura o Man Ray. El séptimo arte también tiene su espacio, con menciones a distintas películas, como la versión de cine mudo de El jorobado de Nuestra Señora de París de Worsley. Talleres, conferencias y actividades para jóvenes, como es habitual en la institución, conviven con la muestra.
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