Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

15 julio, 2016

Hoy es casi un mandato de bien moral no sumarle más objetos al mundo, no complicarlo con el infinito montículo de basura, tan en las antípodas del montículo original, aquel que describían nuestras arcaicas culturas como el lugar de la resurrección, de la vuelta a la vida.

Por: Valeria Semilla

Sabemos que las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos no habitan hieráticas y solitarias en la inmensidad de un desierto vacío y silencioso. Solo el registro fotográfico de libro de historia puede darse el lujo de retratarlas aún atemporales, de espaldas a a una urbe que lastimosamente muestra, entre los vericuetos censurados al programático e higiénico tránsito turístico, lo poco que hace el mito de la ciencia del oikos (dícese de la ecología) por reciclar el desperdicio en aumento.

Solemnidad y majestuosidad eran los requerimientos del hogar que recibiría el cuerpo del muerto para volverlo a la vida, en un tiempo y un espacio sagrados. Estas coordenadas albergaron aquel otro concepto mayestático: el arte, forjado allá por el siglo XVI, que la fuente duchampiana terminaría por derribar. La idea de concebir la obra como un producto acabado e irreversible como un icono  objeto estático— dejaría de tener relevancia. La ironía, el juego y la risa son los ingredientes para salirse de la norma. Trashion es la unión de dos palabras: trash (basura) + fashion (moda), término que suele estar asociado con la idea de sensibilizar y generar acciones para la educación medioambiental. El agregado de arte, ya en su máxima expresión ganada, seduce por ser la reunión del guiño paradojal de lo alto (arte), lo bajo (basura) y lo superficial –por su obsolescencia planificada– (moda).

Para las artistas visuales Mirtha Bermegui y Analía Zalazar, creadoras de Maison Trash, Art-trashion, la recuperación del desecho (telas), de fragmentos de memorias ajenas o propias, anónimas o afectivas (retazos de enaguas, piedritas de anillos o aros de madres y abuelas), va más allá de la idea de reciclar (acción que podría seguir replicando el mismo curso del consumo neoliberal)  y es acá cuando oikos y maison nos devuelven ese calor de hogar.

Es un reencantamiento, con la puntada hecha a mano, de ese pauperizado espíritu social, magro por carencia de seguridad en sí mismo, falto de un goce desnudo y auténtico, de disfrute, fantasía y soltura lúdica de niño. Habitar (temenos) sus prendas permitirá sumergirnos en la recuperación de una esfera aurática, a partir del collage como metáfora de la diferencia, donde el resultado claramente no será aditivo sino unitivo.

¿Cómo surgió Maison Trash y cuál es su posición frente al exceso de basura?

Mirtha: El proyecto fue surgiendo durante el 2005 de una manera accidental y nos fue ganando en su concepto, en su idea, hasta que comprendimos que lo que estábamos haciendo era rescatar unos residuos, revalorizarlos, resignificarlos. De alguna manera, la materia prima de Maison Trash estuvo siempre en nuestras vidas, los retazos están en la vida de Analía y en mi vida desde siempre. La falta de recursos nos hizo abrir el juego y empezamos a hacer acumulación de retazos que nos proveían nuestras madres. Como hacemos objetos que son de uso, para vestir, lo que estamos devolviendo a la sociedad, a la gente, es un hecho artístico, una pieza única con la que cada persona encuentre su integridad en esta belleza particular y extraña.

Lo que siempre percibimos es que el proyecto genera felicidad, genera juego y todo lo que nos sucede a nosotras se transmite, se traslada. Si hablamos de lo social, en cuanto a reciclar y aporte al medio ambiente, a través de su cuidado consciente, no es desde ahí desde donde partimos. Una característica del proyecto es que se lo puede mirar desde distintas facetas, tiene diversas cualidades; esa es una, pero no estamos paradas específicamente ahí, si así fuera cada una de nosotras debería tener mayor coherencia en nuestra vida cotidiana. Analía, que vive en Los Ángeles desde el 2007, ha adquirido una mayor conciencia.

Analía: Nuestra idea inicial fue hacer algo juntas para vender, ni siquiera pensamos en el arte, luego ese hacer creció tanto que nos superó. En realidad, el uso de tela provino de nuestras madres, ya que ambas son modistas. Al principio, durante el primer mes, hacíamos cosas más tradicionales, luego nos invitaron a hacer unas jornadas en el restaurante Tono Rojo, donde hacían exposiciones de arte, y ahí estuvimos un mes produciendo. Mirtha en ese momento trabajaba con siliconas, hacía prendedores, y yo estaba más relacionada con las telas. Y fue en ese hacer como surgió Maison Trash. Pero no surgió desde una propuesta ecologista.

M: En ese mes nos fuimos conociendo y comenzó nuestra reunión en paralelo a la reunión de los retazos. Maison Trash es artesanal, cosemos todo a mano (está mi mano, la de Analía, la de mi madre, de 90 años, dedicada toda su vida a la alta costura) y no usamos tijeras. Maison Trash vibra, desde la emoción, desde el dolor, desde el sufrimiento, es la vida; nació desde ese lugar, desde un planteo de vida. Si nosotras le podemos generar al otro que a través de lo puesto se conecte con la obra y consigo mismo, esta es la devolución social de la que hablamos.

¿Se refieren a objeto de arte, cosa o ropa?

M: Las dos somos artistas visuales, no somos diseñadoras. Empezamos haciendo objetos para vestir, cosas, nos costaba decir estoy haciendo una pollera, estoy haciendo un vestido, una chalina, porque eso sentíamos que nos llevaba a un territorio que tiene que ver con el diseño y con la moda y que nosotras no estábamos ahí. Maison Trash es la obra única de nuestra producción y eso es un logro muy interesante como colectivo de artistas, una obra que no responda a la estética de cada una sino que sea una sola.

Yo siento que estoy haciendo objetos de arte. La composición de lo que hacemos es pictórica, son piezas abstractas con las que intentamos, por todos los medios, atraer a la gente, que le guste y se sienta cómoda poniéndosela.

¿Cuáles son las fronteras entre el mundo del arte y el de la moda con el que ustedes juegan?

M: El afuera genera varias discusiones (coser a máquina, seriar el producto, utilizar moldería) entre nosotras y el medio, el proceso es así. Maison Trash surgió como una burla y una ironía al sistema de la moda, al imaginario de que todo viene de París, y nosotras, acá sin un mango, fantaseando con la idea de tener un local.

A: A mí hay algo que me está rondando en la cabeza desde hace unos días y es transformar la pobreza, nosotras jugamos con qué es lo que hacemos con esto de la falta de recursos. Desde esa dificultad surgió la idea de hacer una boutique nómade creada con telas del mismo modo que creamos las piezas. Y pusimos Buenos Aires-Los Ángeles como si fuera una gran casa de moda que puede estar en cualquier lugar del mundo.

M: Nuestra manera de mostrarnos, además de la instalación de la tienda nómade, ha sido a través de la performance en diferentes espacios como la galería Matilde Bensignor, la feria Periférica en el Centro Cultural Borges, la galería Appetite, entre otros.

A: La pauta es la libertad y la combinación azarosa, o pensada, hay una entrega grande, todo convive; en lo social estamos divididos por color, raza, clase, pero somos todos seres humanos, no hay frontera, no hay prejuicio ni preconcepto, y eso es lo que intentamos mostrar. La escritura quirográfica de la puntada que reúne retazos, que se detiene arremolinada en una zona de emociones encontradas, que se hace larga ocortita, susurrante o altamente audible, es la huella infraleve que dejará en aquel cuerpo a quien cobije, algo de la temperatura de aquellos dedos cargados de sentido.