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8 abril, 2013

Las protagonistas de los films y las novelas de esta autora tienen una conciencia amorosa desesperanzada que parece reproducir el axioma lacaniano: «No hay relación sexual». Pese a ello, son personajes que buscan incesante y riesgosamente el encuentro como vía de conocimiento, vitalidad y afirmación del género.

Por: Nöel Roffé

Catherine Breillat nació en Bressuire, Francia, el 13 de julio de 1948. Es directora y guionista de cine, escritora, y participó como actriz en algunos films de directores renombrados. Sus películas son, en ocasiones, el soporte fílmico de sus novelas.
Entre las influencias estéticas e imaginarias que resuenan en la obra de Breillat, se pueden citar el neorrealismo cinematográfico italiano, autores como Bertolucci, Bresson, Oshima, Sade, Apollinaire, Klossowski, Bataille.
Sus películas han sido tildadas, en diferentes partes del mundo, como pornográficas, transgresoras, indigeribles, geniales o insoportables. Referente del pornoarte y de un cine extremo, la mayoría de las escenas de sexo de sus films no son simuladas.
Las largas tomas, el manejo esmerado del color, lo pictórico de sus cuadros, como retratos cargados de una poesía desafiante, entre bella y dañina, y la narratividad obnubilada por confrontar e impactar, con desenlaces degradados, bruscos e inverosímiles, condensan una mezcla de creatividad y pretensión, eco de una militancia de género sostenida por Breillat a lo largo del tiempo.
En general, son mujeres las protagonistas de sus films. No son nínfulas radiantes, provocadoras e inconscientes, sino pequeñoburguesas impetuosas, insatisfechas; mujeres de diferentes edades, provistas de belleza y sensibilidad tortuosa, pendulando entre la omnipresencia de la «machización» como un velo áspero que extenúa y organiza los lugares para ser mujer, y algo que resiste como rasgo propio —el vuelco pulsional, que se revela ligado a una frustrante elocuencia, fruto de un discurso de la femineidad—, manifiesto en el desquite, el goce y la ambigüedad de lo sexual, a veces rozando lo mortífero. Voluptuosidad urgente por abrirse paso como un desvarío y hacerse un lugar, con la violencia o la crudeza del sexo como alivio paradójico a la asfixia emocional.
Asistimos en sus películas a situaciones disruptivas, el celo sin erotismo y el placer astringente, un éxtasis propio de la intelectualización de la carne, como un triunfo íntimo no codificado en el binomio femenino/masculino, soslayado por la mirada de algún hombre incauto, que acude al romance desconociendo la privada diferencia en las cuestiones del Otro sexo.
Lo que nos queda claro es que, para Breillat, hay algo dramático y malentendido en la sexualidad entre los géneros, el amor como una partida en la que alguno siempre pierde o se pierde.
Señalando ambiciosamente al hombre su fálica ignorancia y vivenciando a la mujer como aprehensión de sí misma, Breillat lo que nos muestra, casi caricaturalmente, es lo que falta concebir de la sexuación femenina: la existencia del Otro goce, la mujer del lado del ser más que del tener: «Yo tomo la sexualidad como sujeto y no como objeto», nos dice Catherine Breillat.
El comercio sexual se presenta como algo vivo y muerto a la vez, espacio en el que se escinde lo cotidiano, como si el roce entre los cuerpos fuera de la dimensión del sueño.
Pero ella también nos sumerge en escenas de largos parlamentos reflexivos donde se manejan cuasi certezas filosófico-amorosas con una pretensión sociocientífica en cuanto a lo que hace o deja de hacer cada uno de los sexos. De estas se desprende un ensañamiento artístico por mostrar la rusticidad de lo masculino y sus pormenores abyectos en el trato con las mujeres.
Ella habla especialmente de la sexualidad femenina, más allá de su designación sociocultural: «No hay psicología masculina en mi cine, solo hay resentimientos y deseos de mujeres. Un hombre no debería tratar de reconocerse a sí mismo en mis personajes masculinos. Por otro lado, él podrá encontrar una mejor comprensión de las mujeres. Un conocimiento de lo otro es la meta más alta».
El protagonismo del goce femenino —y no la transacción fálica por la cual una mujer anticipa la respuesta de la femineidad identificada al deseo viril, dentro de la lógica patriarcal y asumiendo de ese modo un goce privativo—, alzado en aquel más allá escurridizo, que delinea fugazmente el secreto de la femineidad y la particularidad de su modo de goce sexual del otro lado de la frontera, desorienta en el sentido tradicional en el cual la mujer se constituye como sí misma, por medio del sostén de la mirada masculina, aquí cuestionada. Mirada que la nombra, recorta, estetiza, determina e incorpora en el sistema de objeto-mercancía, moldeando además la momificación de su rol, que identifica el posicionamiento subjetivo femenino según la horma macho en la cual queda no-toda-ella-siendo.
La imprevisibilidad es otra de las características del cine de Breillat, presentada casi como un rasgo más de la feminización del destino. Los finales de sus películas suelen ser bruscos, trágicos, en un crescendo que culmina sin respuestas concluyentes, a modo de fatalidad o corte.
Breillat hace una apuesta sexual en busca de una reivindicación existencial de lo femenino, fruto, entre otras cosas, del resentimiento hacia el hombre, las frustraciones y la ausencia de un lugar propio en el deseo del otro.
La autora no cuestiona los deseos de sus personajes ni sus actos; es como si hablara de ella misma con docta vehemencia: sus personajes le quedan cerca. Prefiere dotarlos de disposiciones y personalidades que no terminan de develarse ni preverse acabadamente, asumiendo rostro en la hiperrealidad genital de escenas directas y el despliegue concreto de lo lúbrico como vías de acceso, o líneas de fuga, de lo singular.
La autora francesa es una artesana de la complejidad, del intelecto por sobre todo, con una poética cínica de huella lacaniana, que utiliza para transmitir los intrincados fantaseos y devaneos sensuales de las mujeres que ocupan sus films. Muchas de sus películas transcurren con el agregado de una voz en off, a veces la de la propia Breillat, que relata la lógica amorosa desde la perspectiva femenina de manera lastimosamente insensible. También son habituales los diálogos perturbadores en los cuales se puede hablar casi de una reeducación sexual por parte de las mujeres a los hombres y una dialéctica despiadada entre los géneros.
Las protagonistas femeninas de los films y las novelas de esta autora poseen una conciencia amorosa desesperanzada que reproduce el famoso axioma lacaniano que dicta: «No hay relación sexual». Pese a ello, son personajes femeninos que buscan incesante y riesgosamente el encuentro como vía de conocimiento, vitalidad y afirmación de género.
Una resistencia material del amor, la necesidad de romper lo cristalizado de las relaciones, la tensión de un nihilismo negativo y la sensación de futilidad general son características recurrentes de los personajes centrales de Breillat, quien persiste en reforzar una desobediencia, a veces compulsiva o sadomasoquista, que revive una pérdida intangible y la licencia de lo mundano como intento efímero de alojamiento en el otro.

[showtime]

Filmografía de Catherine Breillat en Internet Movie Database.