Por Tatiana Souza

A tres horas de viaje de Bogotá, enclavada en el paisaje montañoso de la
cordillera oriental de los Andes, aparece esta encantadora villa colonial, llena de magia y misterio, de casas bajas, tapias y calles empedradas, que se ha convertido en destino turístico y cultural para viajeros de todo el mundo.

Para llegar a Tunja basta con salir de Bogotá, rumbo al norte, y recorrer 140 km de un paisaje montañoso, de caminos sinuosos en altas cumbres que lentifican la marcha y que sorprenden por la belleza plena de la cordillera oriental de los Andes. Desde Tunja hasta Villa de Leyva hay otros 39 km, y así se llega al corazón de la provincia de Boyacá, el circuito Alto Ricaurte, conocido como la ruta de

los dinosaurios, que está conformada por siete municipios de fascinantes y misteriosos pueblos, entre los cuales, Villa de Leyva, con una población de 12.000 habitantes, es el más reconocido.

Todo sabe a historia en este mágico lugar fundado en 1572 y que, pese al paso del tiempo, se mantiene intacto, como si el reloj se hubiese detenido para dejar testimonio de los escenarios que nos precedieron y que son parte de la cultura fundacional del mundo hispano.

Villa de Leyva tiene un trazado arquitectónico típico de los siglos XVI y XVII, con una enorme plaza mayor, conformada por 94 manzanas de blancas fachadas, techos de teja, tapias de barro con floridas buganvillas de todos los colores, balcones con detalles de ornamentación y calles adoquinadas que evocan un estilo romántico, con lo que se convierte en un sitio de película.

La plaza mayor es la más grande del país y de América Latina gracias a sus 14.000 m2, y a su alrededor, se pueden ver los arcos de la Alcaldía Municipal, la iglesia y el museo, todas construcciones de ladrillo y rafas, techos de tradición hispánica con el típico tejado a dos aguas con vigas y tirantes de estilo mudéjar.

A este pasado colonial se le suman bares, restaurantes, almacenes, hoteles, hosterías, quintas, monasterios y tiendas con las mejores artesanías de textiles y cerámica. Aunque se percibe el bullicio moderno de turistas que llegan de toda Colombia y de Europa, igualmente, se puede contemplar la belleza de la gran plaza y el paisaje circundante de esta villa, que es un tesoro de la cultura.

En el territorio del alto valle de Saquencipá, donde se encuentra Villa de Leyva, antiguamente se estableció el pueblo indígena llamado muisca, del cual quedan importantes restos arqueológicos en las afueras del pueblo. A los habituales visitas turísticas, vale la pena agregar un

recorrido por esta ancestral cultura, que ha dejado rastros como pinturas rupestres, ruinas de viejos asentamientos y otros vestigios.

En esta región, hace más de 140 millones de años, existió un mar epicontinental que comunicaba el Caribe con el océano Pacífico, que dejó como legado un parque arqueológico con restos fósiles de la era de los dinosaurios.

A tan solo 2 km del centro de la villa, el paisaje cambia y nada se parece a la ciudad colonial. Pozos Azules es el nombre de este valle entre montañas con cinco lagos artificiales, de un color azul profundo gracias a la acción de las sales y los minerales, y al cual se puede acceder caminando, en bicicleta o a caballo. Es un paseo por un parque de zona desértica pero de un verde y un azul que encantan.

A lo largo del año, se realizan varios festivales culturales, musicales y gastronómicos, que convocan a jóvenes y adultos. Cada vez son más las personas de

otras regiones de Colombia y del mundo que deciden instalarse en este paraíso, un pueblo colonial que fascina, a 2500 m sobre el nivel del mar, con una temperatura promedio de 18 °C, surcado por tres ríos en una extensa y variada geografía junto a otros pequeños y encantadores pueblos cercanos del valle del Ricaurte, como Ráquira, Sutamarchán, Tinjacá.

La inversión en desarrollo turístico que viene realizando el Gobierno de Colombia pronosticó un crecimiento del

4,5 % anual en la demanda de viajes entre 2006 y 2015, y esto se debe al boom económico de la actividad turística en las distintas regiones del país, con lo que se ha posicionado Colombia como uno de los destinos más recomendados de Latinoamérica.

¿Qué más se puede hacer en Villa de Leyva?

Para esta corresponsal de El Gran Otro la respuesta es simple: volver, volver y volver. Da gusto caminar por las callecitas empedradas, disfrutar de su arquitectura colonial y de sus floridos muros, y también sentarse a tomar un trago en la gran plaza mayor y luego perderse por los caminos de montaña. Para los que pueden hacerlo, la respuesta es contundente: siempre se trata de encontrar nuestro lugar en el mundo.