«Si vamos a pensar en un tiempo de libertad, tal vez, hay que dejar de pensarlo todo tanto»
POR Nicolás Cerruti
Nos ubicamos en el Borda, estamos casi presos, nos preocupa nuestra libertad y la libertad del prójimo. ¿Cómo la obtendremos? ¿El conocimiento nos liberará? ¿Nos ayudará a comprender la difícil trama de los padeceres? Estamos en el Borda interpelando un texto de Lacan de 1945 (¿es esto loco o locamente actual?). En ese tiempo, el mundo estaba en guerra y todos sufrían de lo mismo, y cuando el sufrimiento aúna es tal vez ético preguntarse ¿qué pasa con el hombre?, ¿qué pasa con lo singular? Cuando hay una catástrofe –una inundación, una brutal represión, etc.– estamos más predispuestos a abandonar nuestros goces particulares y el lazo con los otros se transforma en inspiración. Para las psicosis no hay lazo, han dicho excesivamente algunos psicoanalistas, y Pichón-Rivière contestó poniendo en un patio del Borda una parrilla, unos suculentos chorizos y una abundante sapiencia mientras los internos se acercaban a degustar el banquete y charlar entre ellos. Estamos en el Borda recordando que para todo tratamiento hace falta tiempo.
En 1945 (a un mes de terminar la Segunda Guerra), Lacan escribe un texto con una lógica que podría servirnos para fundamentar un tratamiento psicoanalítico en tres tiempos. Allí habla de gente presa que se libera, porque quería imaginarlos libres (pensarlos y más también); habla sobre cómo nos constituimos en nuestra verdad (cómo esa verdad es casi un hallazgo en uno), y habla de lo que pasa con los otros (los fundamentales y los que no lo son) en la construcción de una subjetividad. Por ese entonces hablaba de persona, de sí mismo, del yo psicológico para contarnos que no hay sujeto previo, que el sujeto se construye en tiempos lógicos y que para eso se necesita de una experiencia y de un acto. Si hoy vamos a hablar de este texto, si vamos a decir algo luego de casi setenta años, si voy a decir algo de la actualidad de los pacientes con psicosis en el Borda, es por este acto.
La continuidad de los tiempos es una de las puntas del ovillo que desarrollo. Hay tres tiempos para poder entender la lógica de un tratamiento (instante de la mirada, tiempo de comprender, momento de concluir); pero, en verdad, lo importante está en el pasaje de uno al otro, en sus escansiones, en sus cortes, en el tránsito de una lógica a otra, que solo lo puede lograr, hacerlo posible un sujeto (por algo Lacan habla de tres tiempos de posibilidad). Me explico: el texto de Lacan es sobre un juego (que resuena como si fuese un experimento, y experimento consuena con experiencia). Este juego fue conocido por Lacan en 1935 gracias a André Weiss. La solución se la da un Jacques eufórico a un dormido André, a las tres de la mañana. Digo esto porque resolver este problema por una sola persona es ya todo un tema (una computadora siguiendo los datos del problema, del sofisma, no lo podría hacer, por ejemplo). Quisiera que lo intenten en sus casas. Quisiera que pongan su pellejo para resolverlo. Quisiera que vivan esa experiencia, si lo hacen, habrán vivido algo difícil de dialectizar (como es difícil decir algo de la experiencia de un análisis a alguien que no se analiza), de razonar, de pensar. Al haber vivido esa experiencia podrán confiar más en el inconsciente (de hecho, si se animan a resolver el problema y lo logran, tendrán dos años menos de análisis, mínimo). Porque la experiencia de un análisis es la experiencia del inconsciente y su verdad, como quería el hermano de Lacan, Marc Francois (monje benedictino, que pronunció su sermón sobre la verdad el día del fallecimiento de Jacques), es lo que hacemos con esa respuesta que nos viene del lugar de la palabra, del Otro.
Hay tres tiempos, dije, pero mentí, hay cinco (tiempo de meditación y tiempo de retraso, también); pero la peor mentira es que no importa el tiempo como noción cronológica sino como su función lógica. En el Borda no trabajamos con el tiempo del reloj, nuestras sesiones podrían ser vistas como sesiones de tiempo variable (somos unos adelantados), similares a esas sesiones que tanto le criticaron a Lacan. «¿Por qué tan breves?», le preguntaron, y él contestó: «Porque las quiero más densas». El tiempo de tratamiento en el Borda es ese tiempo de la densidad que no corre con el reloj. El tiempo de la sesiones lo ponen la más de las veces los propios pacientes, porque es el tiempo de las marcas, de los afectos, de la vida, y, lo siento, el tiempo de la vida no comienza con una fecha en el calendario, sino con un acontecimiento.
La interrogación que sujetó a Lacan durante largo tiempo fue cómo hacer un tratamiento posible en la psicosis. No está de más decir que este texto podría ser considerado una respuesta. Lacan veía con buenos ojos a los ingleses que habían implementado el utilitarismo en sus filas, haciendo eficientes a personas que se las dejarían por fuera como incapaces. Lacan fue un gran interesado en no hacer de la psicosis un déficit. Entonces, cuando el mundo se había vuelto loco, él se preguntaba ¿cómo entender la locura del hombre que ha dado el fascismo?, ¿cómo entender su pasaje hacia las sociedades democráticas? Repensando dos conceptos fundamentales: la libertad y la verdad… y el acto (tres conceptos, entonces).
Si Freud, con su Psicología de las masas y análisis del yo, había dado una herramienta para entender el fascismo, Lacan se propone, haciendo uso de un juego, dar cuenta de la constitución de la subjetividad en la masa, o, cómo nos constituimos en una sociedad. Nos apartamos fuertemente de cuestiones diagnósticas, pues, es el hombre oprimido el que da el tono y el hombre que debería conseguir su libertad. La libertad era unos de los temas del momento, no solo por la guerra. Ya Sartre venía dando muestras de pensarla en la producción de novelas y de su obra El ser y la nada. Lacan no va a estar de acuerdo con Sartre, pero no deja de pensar en el otro, por eso, si la identificación al líder, la identificación vertical es la que se declina, como caída de los ideales, de la imago paterna, ¿qué pasa con la identificación horizontal entre los yoes? No es ingenuo Lacan si vemos que algo de todo esto ya venía manyado junto a su íntimo Bataille, quien, junto con otros, redactó la revista Acéphale (1936-1939) («sin cabeza»). De nuevo, entonces, ¿qué pasa con el lazo?, ¿qué pasa con el hombre que se constituye en sociedad?, ¿qué pasa con los hombres que permanecen en una institución tan social como lo es un manicomio?
Estamos en el Borda, entonces, todavía no nos fuimos, aún no lo demolieron, intentamos la lectura de un texto que define un nuevo sofisma. Pero ¿qué es un sofisma? Si no quiero apabullarlos sencillamente puedo acercarles esta definición: argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso. ¿Y qué es lo falso en todo esto? Lo falso, lo profundamente falso no es solo que el tiempo cronológico no es el tiempo de un análisis ni da su medida, sino que la lógica que sostiene un tratamiento no es la de la razón. No es el pensamiento ni el entendimiento lo que nos dará la evidencia de una verdad subjetiva. El saber no nos liberará, a menos que sea un saber práctico, un saber del hacer, un acto.
Ser o no ser, esa era la cuestión. Pero hay de la locura del hombre de creerse ser. Hacer o no hacer, ese es el tema. Pasaremos de centrarnos en la duda cartesiana para conseguir existir (creer saber sobre uno), a la certidumbre anticipada. Pero ¿por qué «anticipada»? El meollo del asunto, aquí lo obtuvimos.
Miren qué particular lo que este texto nos propone. Primero, otra noción de tiempo (del cronológico al lógico), luego, otra noción de lógica (la que se funda en un sofisma), y ahora esto, para resolver el problema, para dar cauce a la verdad subjetiva debemos dejar atrás esto y apreciar la tensión que nos hace precipitarnos en el acto. La tensión no es otra que la del afecto, la de la libido, la de la angustia. Cuando estemos a punto caramelo para encontrar nuestra verdad subjetiva no lo resolverá el razonamiento, sino el afecto. La anticipación es la de realizar el acto, dejando de lado al Otro (como todo acto lo requiere) y al otro, pero poniendo el cuerpo. Tiempo de las marcas, tiempo de la vida, tiempo del acontecimiento, dije, tiempo de la constitución del acto.
El texto, entonces, está para cualquiera que quiera ir a leerlo. Su largo título (El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma) no los mareará menos que su desarrollo. Pero es un texto que hay que hacerlo hablar hoy, porque la verdad habla (en su ficción). Tres tiempos se proponen («cinco», dije) para llegar al último, a la conclusión, al acto, a la liberación. ¿Por qué? Porque hay que pasar de lo evidente a lo comprensible, de comenzar a preguntarnos qué tenemos que ver con eso que nos pasa, como una pregunta rayo (que cae y nos parte, o escinde si quieren), a intentar objetivar ese intuición, a desarrollar nuestros pensamientos, nuestra historia y explicaciones, hasta agotarnos de nuestra falsedad y producir una conclusión que no estará plenamente inscripta en todos nuestros pensamientos. Concluiremos y mediante este acto algo habrá pasado. Ojo, no crean que no queramos volver a razonar, a entender después del acto, por algo disponemos del superyó. Pero eso que vivimos será un cambio, ¿y dónde se notará más? En que ya no podremos augurar alguna garantía. No hay garantías luego del acto, ¡qué problemón para estos tiempos que corren!
Un acto es sin Otro y sin otros, porque la verdad del sofisma, por más que se alcance con los otros, se realiza en su conclusión solitariamente. Solo se accede a la verdad. Eso es lo que predispone a pensar el texto de Lacan, pero, claro, él también quería que algo de ese proceso se reintrodujese, y se die-ra cuenta de ello. Había que fundamentarlo. Ese sesgo, ese impulso nos llevará tal vez a reconocer el germen de una necesidad lacaniana: que haya fin. Si con Freud un análisis era terminable e interminable, con Lacan (no siempre) debería haber una terminación, y la posibilidad de decir adiós (de explicar qué ocurrió también).
¿Un tratamiento se termina? ¿Un análisis se termina? Hay aquí una pregunta de actualidad. ¿Dejaré este texto aquí? ¿Cuándo se terminan sus lecturas posibles?
¿Es tiempo de libertad porque es tiempo de acto? Es tiempo de libertad porque es tiempo de construcción, tal vez, la construcción de un problema. ¿Cómo liberar a los pacientes que se encuentran socialmente encadenados a un sistema de salud que se quiere más sistema que salud? Hay tiempo. ¿Hay tiempo? Mirado desde la eternidad eso es
irrisorio. Pero ¿acaso el hombre no se observa siempre desde la eternidad?
Hace falta un acto que realice esa conclusión anticipada de algo que el razonamiento nos hace un barullo. Tal vez, no estemos de acuerdo, lector, en muchos puntos de lo que se fue pensando y proponiendo, pero por eso Rosa Luxemburgo tenía razón: «Libertad es siempre la libertad del que piensa distinto». Y si el que piensa es un paciente con psicosis, quizás, ese pensamiento no tenga los criterios que nos hace un mundo más tierno. Es el pensamiento un gran parásito del hombre, porque no se piensa sin imágenes, y esas imágenes no carecen de palabras. Es el pensamiento uno de los tiempos en la historia que nos contamos, pero no es quien nos dará la libertad. Si vamos a pensar en un tiempo de libertad, tal vez, hay que dejar de pensarlo todo tanto.
Nicolás Cerruti es psicólogo (UBA). Psicoanalista. Supervisor y Formador en el Hospital “José T. Borda”. Coordinador de la sección Literatura de elSigma.com. Director de las colecciones Novela Viva, Literatura ∞ Psicoanálisis, Música y psicoanálisis en Letra Viva. Editor. Ha escrito ¡Cuidado con la música! (Letra Viva, 2014), Hablemos de angustias. Ensayo psicoanalítico (Letra Viva, 2013), el libro de cuentos Disculpe las molestias ocasionadas (2009), y es coautor, junto a Florencia Fracas, del libro Literatura ∞ Psicoanálisis: el signo de lo irrepetible (Letra Viva, 2013), y, junto a Flor Codagnone, de la novela La voz en off (Letra Viva, 2012).