Ruptura de la realidad
Por María Fernanda Noble
La obra de Cecilia Petasne no pasa inadvertida, invita al espectador a recorrer –con ojos muy atentos– un mundo pletórico de fantasía. Con la ruptura del orden conocido como la realidad, construye su relato artístico de seres imaginarios; con ellos irrumpe lo inesperado, lo sobrenatural. Siguiendo el concepto de Todorov, la obra pictórica de Cecilia se caracteriza por lo extraño y maravilloso. Lo desconocido se presenta como un universo de criaturas interconectadas, en una original propuesta futurista de alguien que se atrevió a pensar algo diferente. En la serie Relieves no existe la perspectiva, se presenta caótica, con una paleta compuesta por tonos pasteles, formando un abanico armónico de colores. Las obras están enmarcadas sin aire en pequeño formato. Misteriosas, narran tal vez la historia de los comienzos de la humanidad, o un singular devenir. Entre la exuberante materialidad aparecen hilos que, en cierta forma, son los conductores de la narración. En los dibujos realizados en mayor dimensión, sobresale una profusión rítmica de líneas monocromáticas. Con estos trazos, la artista construye distintas escenas entrelazadas. La rememoración juega un rol protagónico, sin llegar al drama.
El Gran Otro se acercó hasta la galería Liliana Rodríguez, donde estuvo exhibida la obra de Cecilia, y dialogó con la artista.
¿Hace cuánto te dedicás al arte?
Desde los 3 años, toda mi vida. Estudié en todas las escuelas de Bellas Artes. En la escuela Manuel Belgrano, Prilidiano Pueyrredón, en la Cárcova, hice el Profesorado Superior de Grabado y después me recibí de escenógrafa. También estudié en el Instituto Superior del Teatro Colón, maquillaje teatral. Lo mío siempre fue lo figurativo. Nunca fui abstracta. Ahora tengo obra que es de estilo surrealista expresionista.
¿Con qué tipo de materiales trabajás?
Trabajo con tinta china, mi gran pasión. Y con plumín, porque la punta es más finita. También con acuarelas y lápices acuarelables, con collage y combinación de técnicas mixtas. No hago bocetos, voy directo a trabajar con mi lapicera y lo que sale, sale. Y así trabajo por series, tengo muchas: la de mis bisabuelos, mis abuelos, y todo eso brota de mis recuerdos.
¿Cuántas obras abarcan tus series?
Alrededor de diez obras por cada serie.
En la serie de acuarelas parecen mundos imaginarios…
Los tengo también en dibujos. Acá, particularmente, expuse algo más relacionado a la serie de los árboles, construcciones antiguas o lugares donde viví. Pero mi obra en general es bastante imaginaria, como te decía antes, nunca sé a dónde voy a terminar.
Son muy interesantes los de la serie Relieves.
Es una manera diferente de expresar y de volcar el color. Generalmente, me siento más cómoda trabajando en blanco y negro. Pero también me gusta mucho el color, y lo trabajo con alto y bajo relieve. También tengo tallas en maderas, son imágenes muy surrealistas que me llevan mucho trabajo.
¿Tienes obras más grandes?
Sí, la obra más grande es de 70 x 90 cm aproximadamente. Pero también tengo obras muy pequeñas, hechas en cuadernitos que llevo de viaje. Yo dibujo todo el tiempo. Trabajo con lápiz negro, lápices de colores, acuarelables… Voy trabajando con lo que tenga a mano.
No sé si tenga una búsqueda estética acabada o no. Lo mío es más que nada trabajar constantemente, es la pasión de toda mi vida, mi manera de expresarme. Trabajo con varias obras al mismo tiempo. Me inspiran las vivencias personales. Cuando estaba haciendo la serie de mis abuelos, en un momento determinado salió el rostro de mi abuela y no lo pude seguir, simplemente salió ella en el papel, no lo planeé. Cada vez que termino un trabajo, noto que son imágenes muy fuertes, algunos me han comentado que parece mentira que haya salido con esa magnitud, pero es mi modo de trabajar. Yo creo que se refleja la gran pasión que uno tiene en esto.
Si tuvieras que elegir alguna de tus obras para que te represente, ¿cuál elegirías y por qué?
Hay una en particular que encierra montones de sufrimientos y padecimientos, me recuerda a mi niñez que fue muy feliz, pero uno siempre ansía tener algo más, y éramos muy humildes. Al ver plasmados todos estos lugares donde viví, veo el progreso de la vida. Y me siento muy bien por haber conseguido todo lo que conseguí, con gran esfuerzo. Durante largo tiempo fui maestra y muchos de mis alumnos han seguido esta misma profesión.
¿El arte cura las heridas?
No sé si cura, pero no lo puedo dejar. Veo reflejadas algunas cosas que nadie más que yo las puede interpretar. Es como colgar pedazos tuyos, cada cuadro es un pedazo. Y cuando las mirás, siempre ves algo que te pertenece.
Es interesante tu obra con relieve…
Sí, es bajo relieve lo que hago. Yo fui grabadora, hice la carrera, pero por determinados inconvenientes no seguí. Pero me interesa seguir tallando, el grabado en sí demanda mucho esfuerzo físico. Por eso me dediqué al dibujo… En realidad siempre dibujé, desde chiquita. Era muy traviesa y el dibujo me calmaba, así que siempre me tiraban hojas para que me tranquilizara, mi mamá, mis hermanos…
De alguna manera se podría decir que ellos te marcaron el camino.
Pero yo siempre, desde chiquita, sabía que iba a ser dibujante. Me preguntaban qué iba a ser de grande y siempre contestaba lo mismo. Nunca cambié mi vocación. A los 5 años la maestra de primer grado citó a mi mamá porque decía que mis hermanos me dibujaban la tarea, y tuve que dibujar delante de ella para que comprobara que era yo la que lo hacía.
¿Cuáles son los referentes más fuertes que influyen en tu producción artística?
Admiro mucho a Escher, a profesores míos como Aída Carballo y Antonio Pujía… Rembrandt me fascina.
¿Qué opinas del camino que está tomando el arte hoy?
Hay momentos en los que me desconcierta, uno no sabe si eso es arte o no.
El desconcierto es una de las características del arte contemporáneo, y la obra de Cecilia también está teñida por ese rasgo. No hay silencios, sino relato lúdico y poesía, criaturas coloridas que nos sumergen en un mundo fantástico y en el placer de la experiencia estética.