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26 mayo, 2016

Desafiando los límites de lo posible

Desafiando los límites de lo posible

Gyula Kosice

Por Rodrigo Alonso 

Con más de setenta años de carrera artística, Gyula Kosice continúa siendo un experimentador incansable. Día tras día, su imaginación da vida a nuevas obras y proyectos que pueblan su taller-museo de la calle Humahuaca, un verdadero compendio de su espíritu curioso y audaz. Desde sus primeras piezas cinéticas—que incorporan tempranamente el agua, los dispositivos mecánicos y los motores— hasta las actuales —con luces, movimientos y sonidos cambiantes—, Kosice ha sabido articular, como pocos se han atrevido a hacerlo,las complejas relaciones entre creación artística, desarrollo científico e investigación estética. Esta actitud le ha valido el reconocimiento como pionero indiscutible de la historia del arte tecnológico en la Argentina.

En uno de sus primeros escritos, el artista asegura que «el hombre no ha de terminar en la Tierra». Desde entonces su trabajo parece orientarse hacia la superación de algunos de los límites que conforman nuestra experiencia de seres terrestres. Con sus hidroesculturas —estructuras de acrílico que orientan la circulación de volúmenes acuosos mediante impulsión mecánica— asume el desafío de modelar una sustancia completamente inaprensible como el agua, una tarea que otros habrían considerado imposible. Sin embargo él la afronta, convencido de que el ser humano posee siempre la capacidad para transformar su entorno, con estudio, trabajo y decisión.

Una de sus primeras piezas con agua y movimiento ve la luz en 1948, con el título Una gota de agua acunada a toda velocidad. En ella, un mecanismo rudimentario desplaza de manera pendular a un pequeño prisma rectangular que posee un reducido volumen de agua con una burbuja de aire. El aire es, de hecho, el elemento que permite la movilidad del líquido; agua y aire son aquí materias complementarias. A partir de esta primera incursión surge el formato que Kosice bautiza como hidroescultura, y que se desarrolla a lo largo de las décadas del cincuenta y sesenta según un programa específico. Este queda plasmado en el manifiesto La arquitectura del agua en la escultura, en el que asegura: Progresivamente, habrá que ahondar en las posibilidades y el comportamiento que ofrece la medida cúbica, el volumen líquido. Habrá que permutar su conducta poética y su exacta naturaleza interior, cambiante y móvil. Su pulsación con cada cambio de posición y sus aproximaciones de nivel y refracción. Habrá que emplazar sus límites precisos de manera que su órbita espaciotemporal funcione dentro de un orden compositivo, no sólo para disolver la antinomia contenido/continente, sino para superarla.

Hacer esculturas con agua parece una ocurrencia de la locura o del sueño. Pero para Kosice, los sueños no son manifestaciones irreales, sino el punto de partida para vislumbrar una realidad diferente en la que muchas de nuestras restricciones pierden fuerza. Visión, invención, anticipación y utopía son palabras de su vocabulario corriente, vocablos-fuerza que dirigen sus anhelos e intenciones, y que le ofrecen una plataforma para proyectarse al futuro, al tiempo que señalan caminos abiertos a la creación. Esa voluntad  inventiva, ese impulso instaurador, lontiva, ese impulso instaurador, lo lleva a entrever la posibilidad de construir una ciudad alimentada mediante energía extraída del agua. Así,durante largos años trabaja en el desarrollo de la Ciudad hidroespacial, un proyecto ambicioso compuesto por numerosas unidades habitacionales destinadas a flotar en el aire gracias a la fuerza provista por la fisión atómica de moléculas hídricas. Para llevar adelante este proyecto, Kosice recurre a la ciencia y la tecnología, que le permiten postular como probabilidad lo que de otro modo hubiera sido pura fantasía. Sin embargo, Kosice entiende que no puede haber una ciudad en verdad nueva si no se diseña en función de formas de vida igualmente inéditas. Por tal motivo, dota a sus recintos de objetivos poco convencionales. Uno de ellos está destinado a «canjear la oportunidad por el control del azar»; otro, a «vacaciones intermitentes»; otro, a «disolver el estupor del por qué y para qué: vivir con una vida multiopcional»; otro más, a «establecer coordenadas sentimentales, corporales, copulativas,sexuales y eróticas en levitación sublimada». Incluso hay en esta mega urbe una «plataforma argentina de la amistad y la gauchada».Las descripciones de estos lugares mezclan la prospección con la poesía, la necesidad con el anhelo, el plan con la imaginación. En ellos no existen las contradicciones,ni las imprecisiones, ni la sinrazón, porque están fuera de todos los parámetros que encorsetan la cotidianidad mundana transformándola en una sucesión de acciones rutinarias y vacías. Su imposibilidad es, de hecho, su realidad máxima, porque nos obliga a repensar la categoría de lo posible, y a decidir, en definitiva, en qué  mundo queremos vivir.

Esta puesta a prueba de la realidad, esta seducción de lo imposible, lleva al artista a producir un acontecimiento insólito: hacer llover sobre los transeúntes del centro porteño. Coincidiendo con su muestra antológica en el Instituto Torcuato Di Tella, Kosice realiza 150 metros de lluvia en la calle Florida, una intervención urbana que sorprende a la gente que transita por la arteria peatonal más concurrida de Buenos Aires, al tiempo que vuelve a desestimar las limitaciones humanas, esta vez, sobre los fenómenos meteorológicos.

En simultáneo con su experimentación sobre la fluidez del agua, Kosice aborda el trabajo con otro elemento inasible: la luz. En 1946 realiza sus primeras obras con tubos de neón, piezas que han sido reconocidas internacionalmente como precursoras en el uso de este material. Su inspiración proviene directamente de las calles. Los gigantescos carteles luminosos que comienzan a poblar las avenidas llaman su atención de inmediato. Su carácter tecnológico abre además una línea de investigación que se muestra promisoria y fructífera.

Agua, luz y movimiento caracterizan a su obra desde entonces, el acrílico es el soporte preferido para canalizar las energías implicadas. El material plástico da forma a este universo dinámico y vibrante, que se desarrolla en concordancia con la creciente inestabilidad y movilidad del mundo urbano y social. Con esos mismos elementos, Kosice interviene también en el espacio público. Un gran número de sus esculturas monumentales ocupan sitios destacados en importantes ciudades de todo el planeta. Una de las más bellas es, quizás, el Faro de la cultura, emplazada en la ciudad de La Plata.

Por otra parte, su perseverante curiosidad tecnológica lo lleva a incluir secuenciadores, luces de LEDs y sonidos en sus trabajos recientes. Así, las obras de Kosice poseen ahora una iluminación basada en ritmos visuales y colores variables, con una atmósfera sonora que agrega una nueva dimensión a la escultura. Este nuevo paso lo proyecta hacia otro terreno por explorar, hacia otro campo en el que pueda poner a prueba las fronteras de lo posible.