Liliana Maresca: El ojo avizor
El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, tiene el honor de anunciar la inauguración de Liliana Maresca: El ojo avizor. Obras 1982 – 1994, que tendrá lugar el próximo jueves 17 de agosto a las 19:00 en Av. San Juan 350.
Esta gran retrospectiva de la obra de Liliana Maresca recorre doce años de su producción artística, desde 1982 hasta 1994, año de su fallecimiento. La exposición curada por Javier Villa –curador senior del Moderno– parte de un trabajo de investigación que comenzó hace cuatro años, con el cual el Museo se propuso rendirle homenaje y recuperar la potencia de una artista sumamente necesaria para entender el presente, y así mantenerla vigente y accesible para todos.
Victoria Noorthoorn, directora del Museo, explica la relevancia de esta exposición en el catálogo que acompaña la muestra: “Hoy en día, cuando el rol social del artista se encuentra tan desvalorizado, es de particular importancia para el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires llamar la atención sobre una figura de quiebre en la historia del arte argentino, cuya práctica continúa interpelando directamente a nuestra sociedad con una obra sincera y a todas luces provocativa y desafiante”.
Liliana Maresca fue una figura emblemática para la escena de las artes visuales de los años 80 y 90, una de las constructoras más activas de esa comunidad artística interdisciplinaria gestada hacia el final de la última dictadura militar. Fue una artista cuya obra confrontó de manera crítica problemas centrales para la sociedad, como lo fueron la situación política del país en los años 90 y el VIH, que la afectó personalmente. En palabras del curador, “Maresca puso su propio cuerpo ante todo y, expandiéndose desde ese cuerpo a su entorno íntimo, a la escena artística y a la sociedad, tuvo la capacidad de captar y retransmitir como si fuese una poderosa antena aquello que era central y acuciante en un contexto agitado”.
A través de esta exposición y de su investigación previa, el Moderno busca profundizar el importante trabajo realizado para la muestra Transmutaciones –primera retrospectiva de Liliana Maresca–, exhibida en 2008 en el Museo Castagnino+macro, de Rosario, y en el Centro Cultural Recoleta, de la Ciudad de Buenos Aires. Por ello, en esta ocasión, se reconstruyen por primera vez cinco instalaciones para acercar al público la sólida práctica de la artista.
Liliana Maresca nació en 1951 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. A principios de los años 80, comenzó a producir esculturas a partir del ensamblaje de basura que recogía de la calle, entre ellas, obras como Torso (1982), No camina (1982) o Madre con niño (1984). Son piezas en las que reflexiona sobre la tortura que pocos años antes padeció toda una generación, sobre el cuerpo de la mujer, la sexualidad y sobre el rol que debía ocupar el artista en la sociedad. Esto puede verse en la serie de fotografías que realizó en colaboración con Marcos López: “Liliana Maresca con su obra” (1983). Junto al mismo fotógrafo, la artista llevó a cabo otras tres series: “Liliana Maresca frente al Museo Nacional de Bellas Artes” (1984), “Liliana Maresca frente a la Casa de Gobierno” (1984) y “Liliana Maresca en el edificio Marconetti” (1984), en las que presenta un cuerpo liberado que se ofrece para confrontar con las instituciones artísticas y políticas o para comulgar con espacios de la comunidad under, de la que ella fue una participante muy activa. Como afirma Villa: “El cuerpo de Maresca nunca será restringido o disciplinado, del mismo modo que los objetos que produjo en esos años no fueron estáticos o autónomos. Siempre pondrá el cuerpo para embestir su contexto en forma vital y vehemente; su cuerpo siempre estará presente y siempre mutará, como el cuerpo social muta, como la escena del arte muta, como sus objetos mutan”.
Durante esos años, Maresca amplió su trabajo: pasó del cuerpo individual a un pensamiento sobre el cuerpo social. Lideró una serie de proyectos colectivos que tuvieron como finalidad “poner el cuerpo en democracia” y volver a conectar el arte con la sociedad y la sociedad consigo misma. Estos fueron Una bufanda para la ciudad (1985), en la Galería Adriana Indik; Lavarte (1985), organizada en una lavandería del barrio de Monserrat, y La Kermesse (1986), que representó el desembarco de artistas del under, en un espacio público de gran visibilidad como lo fue el Centro Cultural Recoleta. En cada uno de estos proyectos, Maresca apostó por un sistema de trabajo y autoría colectivo, y jerarquizó la participación del espectador.
En 1987, Maresca recibió la noticia de que era portadora de VIH. Si bien desaceleró su producción durante dos años, al volver a la escena en 1989, lo hizo en forma enérgica. Proyectos como No todo lo que brilla es oro, La Cochambre. Lo que el viento se llevó y Recolecta muestran un giro material en su obra, a partir del que trabajará con materiales orgánicos, como ramas de árboles, y otros tradicionales como el bronce. A su vez, en estos proyectos y los siguientes su búsqueda será más depurada, en comparación con la visceralidad de su trabajo durante la década del 80, y más precisa y directa en sus alusiones a la violencia material y simbólica vinculada con el advenimiento de un nuevo contexto político. Durante este período, la nueva coyuntura neoliberal y el SIDA constituyen el trasfondo de varios de sus proyectos, aunque Maresca nunca se referirá de manera directa a la enfermedad. Comenzará a elaborar imágenes arquetípicas, como la esfera y el cubo (vinculadas, respectivamente, a lo celestial y lo terrenal), pero también incorporará el color dorado, relacionado tanto con la alquimia, la transformación y la trascendencia espiritual, como con el dinero y la violencia capitalista, referencia que abarca desde la creciente pobreza en la Argentina (Recolecta) y la guerra por el petróleo iniciada en el Golfo Pérsico (Wotan Vulcano), hasta los genocidios aborígenes por el oro colonial (El Dorado). Esta última obra es presentada en la exposición La Conquista (1991), organizada y curada por ella misma junto con Elba Bairon y Marcia Schvartz, en un nuevo empuje colectivo de gran envergadura cuyo objetivo fue reunir a artistas históricos de las escenas de los años 80 y 90.
En sus últimos tres proyectos volverá a aparecer con fuerza el ofrecimiento de su cuerpo vinculado a la comunicación con el otro. Estas obras abordan desde la conexión amorosa más íntima (Ella y yo, 1994) hasta el vínculo con desconocidos a partir de un aviso que coloca en una revista erótica para que la gente la llamara por teléfono y pudiera hablarles de su obra (Maresca se entrega a todo destino, 1993). A su vez, poner el cuerpo puede referir también al rol del artista frente a la escena cultural y a la sociedad, al intentar establecer un vínculo con sus colegas y con la comunidad artística (Espacio disponible, 1992) o al incluir su cuerpo desnudo como una figura pública más, dentro de un collage con políticos, militares, deportistas y personajes de la farándula (Imagen pública – Altas esferas, 1993).
En sus últimos años de vida, Maresca dibujó Mascaritas, que pueden entenderse como una reconstrucción simbólica de la comunidad que la acompañó durante su carrera y a lo largo de su enfermedad. Son obras surgidas de la tenacidad y la fragilidad de un cuerpo cansado; dibujos realizados con materiales simples, livianos y fáciles de manipular, canalizados por trazos rápidos, lineales, y colores estridentes. Son rostros cuyo principal destino es formar todos juntos una multitud.
Javier Villa señala sobre la figura de Maresca: “Nos lega una forma de trabajo que expresa firmemente cómo pararse frente al arte, frente a la vida y a los otros, frente al tiempo y al contexto tanto político como personal”. Y continúa: “Una artista consciente de la importancia de su rol en la sociedad, que se entrega a ella, que denuncia, que evita la comodidad, la indiferencia y el egoísmo. Una obra que perdura tanto a través de los objetos y documentos que fueron preservados, como de su potencia y determinación sobre la necesidad de cambiar el mundo”.
La exposición está acompañada por un libro monográfico titulado Liliana Maresca, con textos de Javier Villa, María Gainza y una cronología biográfica realizada por Laura Hakel. La publicación fue diseñada por Gastón Pérsico y Cecilia Szalkowicz e incluye todo el material exhibido en el Museo, además de obras inéditas, tales como fotografías de Alejandro Kuropatwa.
Durante esta segunda mitad del año, el Moderno presentará, además, las exposiciones dedicadas a Sergio Avello y Elba Bairon, en las que también se pondrán en discusión las problemáticas vinculadas a la prácticas de estos artistas y, a su vez, a las escenas artísticas de los años 80 y 90 y el contexto cultural y político del cual formaron parte. Asimismo, los ciclos El cine es otra cosa y Escuchar [sonidos visuales] presentan una programación que aborda las exposiciones y sus contextos desde el cine y la música experimental. Uno de los ejes centrales de este bloque es el under porteño de los años 80 y 90 como hábitat natural de los artistas y como medio para la vinculación y regeneración del vínculo social.
Esta exposición y su catálogo cuentan con el importante apoyo del Consejo de Promoción Cultural de la Ciudad de Buenos Aires.
Programación actual en el Museo
Aquellos que visiten la exposición Liliana Maresca: El ojo avizor. Obras 1982 – 1994 también podrán recorrer el resto de las salas del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, donde se exhiben actualmente:
Episodios Colección Pirovano III: “El camino de la abstracción. Diálogos sobre arte moderno entre Ignacio Pirovano y Tomás Maldonado”. Hasta el 10/06/2018.
Tomás Saraceno: Cómo atrapar el universo en una telaraña. Hasta el 27/08/2017.
La paradoja en el centro. Colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires:
Ritmos de la materia en el arte argentino de los años 60. Hasta el 20/08/2017.
La exposición se podrá visitar en Avenida San Juan 350, de martes a viernes de 11 a 19. Sábados, domingos y feriados de 11 a 20.
Entrada general: $30. Martes: gratis.