Alejandro Santiago Ramírez y los 2501 migrantes
Por Pablo Paniagua
El 22 de abril se cumplieron cincuenta y cinco años del natalicio del artista mexicano, Alejandro Santiago. Motivo por el cual, a modo de homenaje, decidimos realizar una relectura de 2501 migrantes, su obra escultórica más importante.
Nacido en 1964, Alejandro Santiago Ramírez fue un artista mexicano oriundo de Teococuilco, un pueblo rural de Oaxaca, México. Luego de estudiar con Rufino Tamayo, continuó su formación y producción en distintos lugares de Europa y Estados Unidos.
Al volver a su pueblo, después de varios años, encontró con que más de la mitad de la población había emigrado principalmente a Estados Unidos, en busca de mejores oportunidades laborales y de subsistencia.
Atravesado por esta problemática es cómo surgió el proyecto 2501 migrantes. Para principios de los dos mil, Santiago decidió crear una escultura por cada persona que había abandonado su pueblo, por los que llegaron al otro lado y por los que murieron intentándolo, generando así, un homenaje o monumento por cada persona que se fue y al mismo tiempo, repoblar simbólicamente Teococuilco, su lugar natal.
2501 migrantes es una instalación compuesta por dos mil quinientas una, figuras antropomórficas de cerámica. Cuerpos desnudos, erguidos y de características indigenistas.
Desde un comienzo la instalación fue pensada para la frontera entre México y Estados Unidos. La idea era alinear las esculturas sobre este límite geográfico-político. Posteriormente esta idea fue reemplazada; el objetivo era repoblar simbólicamente Teococuilco, disponer las esculturas en la plaza, en los caminos y en las calles.
La instalación completa fue presentada por primera vez en el Parque Fundidora de Monterrey en septiembre de dos mil siete, en el contexto del Fórum Internacional de las Culturas, donde los dos mil quinientos un migrantes de cerámica fueron colocados en los jardines del predio.
Para llevar a cabo este trabajo a gran escala, Santiago trabajó junto a un equipo de aproximadamente, treinta personas.
Cada uno de los migrantes de cerámica que componen la instalación lleva una firma o identificación: el aspecto de los pies. Esas firmas son la de cada uno de los treinta y dos jóvenes que trabajaron junto a Santiago y que dan cuenta de qué pieza produjo o en cuál participó cada uno.
En estos modos de identificación el objeto producido deja de serle ajeno al trabajador comprometido en su producción. Para los ayudantes de Santiago, trabajar y producir arte se volvieron el mismo proceso. Desde esta perspectiva en la producción de las esculturas se puso en jaque no sólo el concepto de autoría, sino también el de obra de arte y el de artista como individuo.
Santiago no realizó la producción sobre la población de Teococuilco que aún quedaba en su territorio, sino que la llevó a cabo con esta misma población y con gente de sectores rurales cercanos. Marcó claramente un compromiso y una diferencia en los modos y los medios de producir y al mismo tiempo estableció una respuesta de orden simbólico en relación a la problemática de las diásporas de mexicanos que entienden que no les queda más remedio que ir a Estados Unidos arriesgando su vida por mejores condiciones o mayor redito monetario, muchas veces sin importar cuál es el trabajo que deben realizar, problemática que continúo más de diez años después, hasta nuestros días.
2501 migrantes más allá de ser una producción artística encarna un claro posicionamiento político. Denota cómo, parte de un país que tiene un culto muy cercano y familiar con la muerte (las primeras piezas de la obra fueron presentadas el Día de los Muertos en torno a un altar), puede generar una forma otra de subsistencia orbitando alrededor de cuerpos ausentes, de familiares muertos que al caer en ese entre de la frontera se le esgrime un monumento y, de alguna manera, se los inmortaliza, pero sin identidad, sin individualizarlo. Nadie es parecido a nadie en las esculturas, no hay un individuo, son un solo cuerpo múltiple y simbólico.
Este proyecto a gran escala es un espacio de resistencia donde los trabajadores y habitantes de Teococuilco y de zonas rurales cercanas no solo aprendían de cerámica y de escultura como otras formas de poder subsistir, sino que además resistían en su lugar de origen. Fueron un doble movimiento: al tiempo que encuentraban una manera de permanecer, una forma de estancia en su propio territorio, le rendían culto a sus seres queridos, a los que no llegaron a cruzar y que ahora están más lejos incluso, que ellos mismos, de cumplir el American dream. El proyecto 2501 migrantes conjuga un compromiso histórico, político y ético propio de las producciones comunitarias.
El trabajo de producción con gran parte de la comunidad joven que quedó en Teococuilco estableció, una polaridad en relación a ésta. Por un lado, estaban los que se quedaron trabajando en el Zopilote e intentan permanecer en su lugar de origen con todo lo que eso implica: modos y medios de subsistencia, costumbres y creencias. Por el otro, estaban los que, respondiendo a la necesidad de capital norteamericano, provocaron estas diásporas en distintos puntos del territorio mexicano que dejaron detrás pueblos abandonados.
Estos procesos dan cuenta de lo que Rodolfo Kusch postulaba en relación a la cultura, esa búsqueda del ser y la resignación del estar.
Santiago y su equipo fueron el canal de una totalidad y a su vez el motor que los mueve. El artista dejó de lado su individualidad gestando sentido desde lo colectivo dentro de un horizonte simbólico que les era cercano. Las esculturas fueron realizadas en, para y por el pueblo, donde la problemática del emigrante les fue y continúa siendo común a todos.
Este sentido de pueblo no se agota en los cuerpos que quedaron en Teococuilco, o en los que llegaron al otro lado. Exceden lo físico y rememoran a los que cayeron en la frontera.
2501 Migrantes es un ejemplo de arte latinoamericano que trasciende lo artístico (entendido desde la perspectiva occidental) y se proyecta en lo social, a través de su contenido político frente a los modelos occidentales y hegemónicos impuestos históricamente. Aquí la comunidad no contempla las esculturas hechas por un individuo-artista, es esa misma comunidad la que participó de la producción de manera activa.
Son estos modos de operar los que permiten la gestación de una identidad diferenciada del hombre latinoamericano. En tanto símbolo, las piezas que forman la instalación escultórica resuelven una tensión mediando entre esa estancia del pueblo de Teococuilco y lo divino en torno al culto a la muerte.
Juan Acha, analizando las preocupaciones de la década de mil novecientos veinte por las culturas nacionales en Latinoamérica, clasificó tres posibles alternativas: Centrarse en las realidades de cada país (la indígena, dentro de éstas), participar en las problemáticas internacionales y por último, buscar la superación dialéctica de los avances de la cultura occidental en favor de las realidades nacionales y así generar los mestizajes o síntesis correspondientes.
Si bien 2501 migrantes tiene características del primero, se inscribe fuertemente en el tercero. Generando un mestizaje entre los modos de producir, difundir y financiar. Es que, como bien menciona J. Acha, lo malo no está en adoptar lo foráneo, sino en que lo foráneo sea una imposición y que además no pueda ser asimilado. O construimos o nos expresamos, la idea es encontrar los equilibrios entre uno y otro.
En su tiempo, el muralismo mexicano optó por imágenes públicas y pictóricas para responder a la idea de mestizaje, dado que sus imágenes eran de características precolombinas y a su vez tenían un explícito compromiso revolucionario, la instalación 2501 migrantes puede entenderse como una especie de continuación de estas prácticas desde las perspectivas de lo político y la utilización del espacio público. No hay que olvidar que Santiago estudió con Rufino Tamayo. La influencia de Tamayo en las producciones de Santiago puede verse claramente en las formas y la utilización de color, dando como resultado una imaginería primitivista ligada directamente a las comunidades nativas mexicanas.
El emplazamiento final y culminación de la totalidad del proyecto se vio interrumpido con el fallecimiento del Alejandro Santiago el veintidós de julio de dos mil trece a causa de un infarto. De todos modos, en 2501 migrantes quedan evidenciados esos modos otros de hacer Latinoamericanos, vinculados directamente con las necesidades de una comunidad y es que esta producción no surge a priori del sentido. Es la problemática de las migraciones y todo lo que genera en Teococuilco y zonas aledañas, sumado al culto a los familiares muertos, el motivo de esta poiesis, en tanto hacer, creación del hombre. Es una vinculación dialéctica entre lo divino, lo natural y lo humano. Una manera de superar el yo cartesiano y producir (llevar hacia adelante) desde un nosotros enraizado en sus propios orígenes.