Un paseo por la literatura veraniega mundial
Por Magali Díaz Moreno
Hay mucha literatura al respecto pero solo un corpus que hable de la estación en cuestión.
La comedia canónica y más antigua al respecto es Sueño de una noche de Verano de William Shakespeare escrita en 1595, en el que unida el mundo de los hombres con el de las hadas a través del amor.
Dos siglos después, su compatriota el conocido escritor Alexander Pope termina su poema «Verano» en la obra Segunda Pastoral en 1735, fuente de la cual se basa el compositor y músico alemán Georg Friedrich Händel como acompañamiento de la marcha nupcial.
Casi cien años más tarde, el célebre escritor ruso Fiódor Dostoyevski publicó Noches blancas al comienzo de su carrera, haciendo alusión al fenómeno que sucede en Rusia durante el solsticio de verano, donde los atardeceres duran más que los amaneceres.
Lo vuelve a nombrar en su otra posterior creación, El idiota de 1869.
Más o menos en la misma época, su camarada Ivan Sergevich Turgénev edita su novela Primer amor basada en la historia de un joven de Moscú llamado Vladímir Petróvich que pasa su verano en una finca adonde llegan nuevos vecinos y uno de ellos es la princesa Zinaida Aleksándrovna de la cual se enamora el protagonista, quien tendrá que resolver el dilema entre mente y corazón.
Un par de años antes en 1846, la escritora inglesa Emily Brönte había publicado su refrescante y dulce poema veraniego «Luz de luna, Luz de luna de verano», que termina como si fuera una novela criminal. Y, seguramente cerca de esa época, otra autora estadounidense la famosa Emily Dickinson escribe otro poema llamado «Será verano, eventualmente» pero la fecha exacta se desconoce.
Cerrando el siglo está otro norteamericano, en donde Mark Twain describe las adorables Aventuras de Huckleberry Finn en 1884 inaugurando así la literatura moderna de su país, cuenta cómo transcurre el personaje principal un día típico en el caluroso verano del sur dentro del río Mississippi, apelando a la visión idealizada de un verano sin preocupaciones.
La exquisita novela corta del escritor alemán Thomas Mann, Muerte en Venecia, publicada en 1912 está rodeada del calor casi nauseabundo y mortífero del verano italiano. El protagonista, un artista decente llamado Gustav Aschenbach, se va para retomar su inspiración pero termina viajando hacia las profundidades de sí mismo donde se muestra el juego de lo dionisíaco y lo apolíneo y lo homoerótico en la figura del efebo, Tadzio un joven polaco que Aschenbach toma como objeto de su fascinación y obsesión.
Otro clásico literario con esta temática es El Gran Gatsby de 1925 del norteamericano F. Scott Fitzgerald. El argumento se da durante el verano de 1922 en una zona inventada de la acaudalada Long Island donde se narra la pasión desbocada que el joven y rico Jay Gatsby tiene por Daisy Buchanan. Se hace referencia al sueño americano y a la enseñanza moral a vivir un estilo de vida por demás hedonista.
Un año después, Ernest Hemingway lanza El sol también sale una novela que es tomada como su primer gran obra. Está basada en hechos reales en el que se retrata a un grupo de amigos (la llamada generación perdida) durante el verano de 1925 que deja los cafés de París para sumergirse en el estimulante festival de San Fermín donde van a ver la corrida de toros y de todo el frenesí y la libertad que se vive durante el estío.
La escritora inglesa Virginia Woolf lanza El Faro en 1927, una novela o más bien un relato autobiográfico y el fantástico uso temporal como recurso narrativo.
Su compatriota William Faulkner saca en 1932 Luz de agosto.
El relato se divide en dos y habla delo complejo que es el sur norteamericano durante el periodo entre guerras en el que transcurre tras el verano.
Frankie y la boda obra de 1946 de la escritora norteamericana Carson McCullers, cuenta acerca del verano en el que Frankie Addams cumple doce años y se siente como una paria del mundo. Su madre había muerto tras haberla traído al mundo y sus únicos compañeros eran Berenice Sadie Brown, la sirvienta afroamericana y su pequeño primo de seis años, John Henry West. La trama se sitúa en un pueblo del sur de Estados Unidos, en el contexto de la boda de su hermano quien parte a Alaska de luna de miel. Frankie desea escapar de ese lugar tras un episodio con un soldado. Pero no puede hacerlo y su personalidad cambia.
Casi diez años en 1954, se publica una novela con puntos en común con esta última: Buenos días tristeza, escrita por la francesa Françoise Sagan. En ella se cuenta la historia de Cécile, una adolescente que vivía plácidamente con su padre a orillas del Mar Mediterráneo durante el caluroso verano hasta que reciben la visita de una amiga de su fallecida madre, Anne. Esto no le sienta bien a la chica y empiezan a tener conflicto entre ellas hasta llegar al sentimiento que da título a la obra.
El francés Albert Camus publica en 1954 El verano, un libro de cuentos que tiene impregnada esa temática por haber vivido cerca del Mediterráneo.
La autora estadounidense Patricia Highsmith, publica en 1955 El Talentoso Mr. Ripley (que se hizo conocido gracias a la película que estelerizó Matt Damon que cuenta la historia de un estafador y como se relaciona con un playboy Dickie Greenleaf y con su novia en glamorosos hoteles europeos.
También ese año ve la luz la inolvidable Lolita del escritor ruso Vladimir Nabokov. Lolita (Dolores) una preadolescente de doce años debe irse a un campamento de verano pero por causa del destino, termina quedándose con su padrastro quien la desea y cuyo accionar es encubierto por su esposa, la madre de Dolores.
En 1960 aparece Cómo matar a un ruiseñor de Harper Lee, otro libro que habla sobre la temática del sur y el racismo pero esta vez durante La Depresión y las amistades que se armaron durante el verano entre Jem, Scout y Dill.
Ya en nuestro lado del mundo, nuestro orgullo nacional y literario, Julio Cortázar tiene dentro de su libro de 1974 Octaedro el relato «Verano».
Allí se cuenta la historia de una pareja que aparenta una cosa para el afuera y puertas adentro es muy diferente. La monotonía de un vínculo queda plasmada y puesta de manifiesto.
En la década de los 90’s más exactamente en 1996 el escritor norteamericano Alex Garland publica La Playa, que luego llegaría a la fama con el film que tiene de protagonista a Leonardo DiCaprio. La trama se ubica en la exótica localidad de Tailandia dando ese tinte de verano eterno. Esta resultó ser una novela de culto, especialmente porque lo que aparenta ser idílico luego se vuelve sombrío.
Una obra póstuma del virtuoso escritor norteamericano Truman Capote se publicó en 2005, a veinte años de su fallecimiento. Siendo fiel a su estilo, la novela habla de un romance de verano situado en la ciudad de Nueva York entre una chica de 17 años perteneciente a la clase alta y un empleado de un estacionamiento.
Cinco años después sale Némesis del genial estadounidense Philip Roth en donde se narran los efectos de la epidemia de polio en una comunidad privada de Newark durante 1944 en donde el autor oscurece la luminosidad de la alegría que trae el verano para plagarlo de muerte y depresión.
Por lo que se puede concluir así y luego de este recorrido histórico por la literatura de verano que esta estación tiene sus matices, contrastes y variedades para distender nuestras mentes inquietas por el agobiante y, a veces bienvenido, calor.