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La violencia ilustrada: misoginia, gordofobia y heteronorma en el humor gráfico

Por Rafael Giménez

La violencia ilustrada: misoginia, gordofobia y heteronorma en el humor gráfico

Raquel Manchado pasa varias horas al día en su departamento de Madrid buscando postales en páginas de coleccionistas, en sitios de humor gráfico y en los rincones más oscuros de la web. Pero no le interesa cualquier tipo de contenido. Es una cazadora de la representación gráfica, a través del humor, de cuestiones como la misoginia, la gordofobia y la heteronorma. Mezcla rara de coleccionista y activista, Raquel libra en soledad una batalla contra todo un universo de representaciones simbólicas y culturales desde su pequeño, pero poderoso, espacio editorial, Antorcha Ediciones. En entrevista con El Gran Otro, nos cuenta de qué se trata esta cruzada tan particular y tan necesaria.

 

Raquel Manchado tiene varias pasiones, pero hay una que en los últimos años se ha convertido casi en una obsesión: la representación misógina en el arte gráfico. Comenzó a coleccionar postales (la mayoría de ellas de comienzos del siglo XX) en su cuenta de Tumblr donde compartía las ilustraciones que iba encontrando, imágenes fuertes, de mujeres con bozales, con la boca cosida o con la lengua clavada a un palo. Pero algunos usuarios, intuyendo que se trataba (por el contrario) de una cuenta que efectivamente reproducía la misoginia, fueron denunciándola hasta que la red social terminó por censurarla.

De todos modos, para ese entonces Raquel ya había autoeditado su primer fanzine: «Cómo reírse de una mujer gorda. Manual de gordofobia y misoginia en el humor gráfico». Era el comienzo de la editorial independiente más disruptiva de España: Antorcha Ediciones.

Antorcha Ediciones lleva publicados tres fanzines y un libro, pero el archivo material con el que cuenta Raquel da para una enciclopedia de varios tomos. Y es esta la cuestión clave: la abrumadora cantidad de material disponible.

 

 

Si uno ve una imagen de una mujer con un bozal y una nota al pie que dice «suegra» es probable que piense, «sí, esto es misógino», pero creerá que es algo puntual. Ahora bien, quien pase por el departamento de Raquel en Lavapiés y tenga la oportunidad de ojear su inmenso archivo, notará con horror cómo lo que en principio pareciera algo no muy grave es, en realidad, una violencia simbólica sistemática, bastísima y espantosa.

Muchas de las postales misóginas que Raquel ha conseguido las obtuvo, según nos cuenta, en rastros (ferias) y almonedas (subastas), pero la gran mayoría las adquiere a través de webs de coleccionismo. Algunos (los menos) suben versiones escaneadas de manera gratuita, pero lo cierto es que Raquel se gasta el salario (y gran parte del día y la noche) comprando estas postales.

Por una cuestión de costos, suele comprarlas a coleccionistas europeos, aunque cuando una le parece particularmente violenta, ingeniosa y/o «terroríficamente bella», hace el esfuerzo y las hace traer desde lugares lejanos, como Argentina o Canadá. Se necesita experiencia, un buen ojo y también bastante estómago para recorrer webs de arte misógino en busca de una postal para comprar.

 

 

Víboras, gordas, borrachas y enemigas

En el inmenso archivo de Antorcha hay piezas de humor de una violencia explícita alarmante que están bellamente ilustradas, que son de una calidad fácilmente reconocible. «¡La quiero!», exclama Raquel.

Los temas son recurrentes. Hasta el hartazgo. Abundan las que rondan en torno al silencio, a las mujeres con bozales, con lenguas de serpiente o escupiendo veneno. Pero también hay muchas sobre la normativa de belleza femenina y especialmente sobre el cuerpo.

La gordofobia, por ejemplo, es un tema que se repite. Pero también está la norma cómo debe comportarse una mujer, qué se espera de ella y qué no. Siempre desde la mirada del varón, siempre bajo la ley del agrado.

«Cómo reírse de una mujer gorda. Manual práctico de gordofobia y misoginia en el humor gráfico» fue el primer fanzine editado por Antorcha. En cada página hay cuerpos que escapan a la norma y que, por lo tanto, sufren todo tipo de situaciones ridículas y humillantes. Por lo general, las escenas se dan en la playa, lugar por excelencia de exhibición de la mujer-objeto.

Pero también hay muchas piezas de humor en las que se retrata a un varón empequeñecido junto a una mujer más alta, más corpulenta. Aquí entra en juego también la heteronorma, donde la ridiculez del varón queda evidenciada en su hombría, que se ve disminuida frente al tamaño mayor de la mujer que lo acompaña. Porque la mujer, por norma, es más pequeña que el hombre, no debe ocupar más espacio que él, sobresalir.

No sorprende que las exposiciones y publicaciones de Raquel Manchado atraigan más a mujeres que a varones. Se trata de temas que incomodan y que evidencian la vigencia de la violencia misógina en el humor gráfico, incluso entre las nuevas generaciones.

«En una charla con proyección de imágenes que di a estudiantes de primero de periodismo – nos cuenta – observé cómo las estudiantes estaban muy entusiasmadas y participativas, mientras que la mayoría de chicos permanecían callados y con una postura corporal reacia, cruzados de brazos y mirando a otro lado. ¡Y eso que solo mostraba humor gráfico antiguo! Pero la incomodidad de los chavales fue manifiesta».

Es que cuando Raquel habla, hay que escucharla. Pero no todos están dispuestos a abrir esa puerta, porque interpela directamente a nuestras propias miradas y pone en juego nuestras propias identidades.

«Víbora» es un fanzine que tiene 28 páginas, pero que bien podría tener mil. Son tantas las piezas de humor gráfico que hacen foco en el habla de las mujeres que podría afirmarse sin miedo a errar que la mujer callada ocupa un lugar central en la representación simbólica del género en el siglo XX.

El habla está reservada a los hombres. El discurso de las mujeres, venenoso, es censurable, peligroso. Esta parece ser la idea central que recorre este fanzine y que provoca inmediatas referencias a miles de libros, canciones, poemas y refranes que forman parte de nuestra identidad colectiva.

Por otro lado, «Borrachas» es una compilación de representaciones gráficas humorísticas donde el alcohol está en el centro. Por lo general, el borracho es el varón y la mujer es la que lo espera en casa, en actitud represiva, para darle una reprimenda.

Pero en otras ocasiones es la mujer la que bebe. En estos casos la ilustración cambia por completo. El varón borracho viene sonriendo, con aire bonachón e inocente, desprevenido. Por el contrario, la mujer borracha tiene siempre una expresión lamentable, sucia, decadente. La mujer que bebe pareciera ser menos mujer. Sus rasgos se masculinizan y se la ilustra, generalmente, como una persona de clase social baja.

El primer libro de Antorcha Ediciones juega con uno de los mitos más persistentes de nuestra cultura: la enemistad entre las mujeres. Se trata de una ardua recopilación de postales del siglo XX en las que el elemento humorístico gira en torno a las relaciones entre mujeres. Acompañan a las imágenes fragmentos de textos de la cultura popular: canciones, refranes, poemas y citas.

Son varios los temas que se agolpan en el tintero de Raquel Manchado y que esperan la oportunidad de salir a la calle, ya sea en formato fanzine o como un libro. Pero muchos de ellos son expuestos en las diversas presentaciones que ella hace en ciertos reductos culturales madrileños como librerías y espacios editoriales.

En esas exposiciones Raquel se presenta con una selección de sus postales y un proyector. A medida que se suceden las imágenes, ella habla y su discurso es poderosísimo. Es evidente que sabe de lo que habla y que está muy al tanto de los debates en torno a la misoginia, la heteronorma y la violencia simbólica en el arte. Pero hay también en estas exposiciones una ineludible cuota de humor y de ironía. Raquel es rapidísima y divertida, pero también ácida. Interpela todo el tiempo y sabe cómo incomodar.

 

 

Cuando la Antorcha quema

Cuando le preguntamos por la recepción que tienen sus publicaciones y presentaciones nos dice que estos tienen, por lo general, una buena acogida por parte del público, aunque reconoce que se trata de un micromundo de personas políticamente afines. Nos dice:

«Sería lo que llaman «predicar a conversos». Gracias al boca a boca y a las redes sociales ha llegado a más gente. Pero creo que todavía estoy muy lejos de llegar a eso que llaman «público objetivo». Y es que la autoedición tiene sus limitaciones en cuanto a difusión y distribución. No pagamos publicidad ni reseñas en semanarios culturales y me niego a regalar ejemplares a influencers. Cosa que, por cierto, me recomiendan a menudo. Así que solo puedo contar con que me recomienden quienes me leen. Y por suerte así ha sido».

En un sentido más amplio, le preguntamos si cree que hay cabida en la sociedad española para discutir estos asuntos en foros más amplios. Y nos responde:

«Quiero pensar que la sociedad española está dispuesta a pensar sobre estas cosas, pero aún existe mucho rechazo. Mi trabajo expone ciertas evidencias e invita a repensar asuntos tan naturalizados que mucha gente se pone a la defensiva y se cierra en banda. La reacción es fuerte. Mis redes sociales han sido denunciadas varias veces».

Dijimos, al comienzo de este artículo, que Raquel libra esta batalla en soledad, pero quizás no hemos sido del todo justos. En este sentido, Manchado nos invita a ampliar nuestros horizontes con el libro «Estereotipos y roles de género en el refranero popular», de Anna María Fernandez Poncela:

«Es una delicia, lo recomiendo con fuerza y lo he comprado varias veces para regalar. Los refranes, al igual que las postales de humor antiguas, eran los virales, los memes de antes de Internet. Eran masivos, transmitían, fijaban y naturalizaban la cultura dominante y su orden simbólico, aunque de vez en cuando se colaba algún caballito de Troya».

A fines de 2019 Raquel viajó a México, donde presentó sus publicaciones. Le preguntamos sobre la recepción del público latinoamericano y si tenía intenciones de venir a la Argentina. Esto nos dijo:

«Fue muy bien, ¡el 80% de quienes me compraron libros y fanzines era mujeres! Aunque también es cierto que las mujeres son siempre las que compran y leen más libros. Me muero de ganas de ir a Argentina y estoy interesada en contactar con otra editorial afín para publicar allí. Y en cuanto el fin del mundo pase y pueda comprarme un billete de avión me encantaría presentar allí Solteronas y Calzonazos, los libros que estoy preparando ahora. Creo que Calzonazos en Argentina sería «Pollerudos». También me gustaría que el archivo de misoginia en el humor gráfico y la cultura popular sea itinerante. No se puede quedar en casa. Es una herramienta infalible para desmontar muchas falsas certezas y para desaprender lo que la violencia simbólica ha naturalizado».

En tiempos de pandemias y confinamientos, vemos de manera alarmante el crecimiento exponencial de las ya de por sí altísimas cifras de femicidios en América Latina, pero también se evidencia un incremento de la violencia hacia las mujeres en Europa. Ante esto, y sin perder de referencia al humor gráfico, interrogamos a Raquel sobre la conexión entre arte y violencia machista:

«El humor suaviza la dureza del mensaje y así ayuda a normalizarlo. Es un perfecto vehículo de transmisión de violencia simbólica, hace que parezca inocente, normal, incuestionable. Actúa como la vaselina para facilitar la introducción de las ideas hegemónicas y va creando el caldo de cultivo inconsciente que luego permiten tolerar o naturalizar las desigualdades y violencias. Los chistes de estrangular suegras, esposas, castigar maricas, negros, pobres, solteronas, etc. Señala claramente lo normal y lo anormal, lo correcto y lo incorrecto, lo que merece escarnio y lo que no. La cultura patriarcal justifica la violencia hacia las mujeres: ella se lo ha buscado, qué hacía a esas horas, seguro que miente, algo habrá hecho. Así que un chiste de una mujer estrangulada solo muestra y confirma lo que ya está en la sociedad al mismo tiempo que lo retroalimenta».

 

 

Postales, memes y violencia simbólica

Sería un error creer que la violencia simbólica patriarcal se reduce a las postales del siglo XX que componen el archivo de Antorcha Ediciones. La vemos diariamente en los medios de comunicación y en las redes sociales, pero también, como nos recuerda Raquel, en los tribunales de justicia.

El humor, entonces, no hace más que justificar esa violencia estructura:

«Una mujer con bozal muestra gráficamente y con una excusa lúdica algo que gran parte de la sociedad ha aprendido a desear y a esperar. Es una confirmación del orden misógino, un ¡cállate, zorra! que reconforta a mucha gente. A lo largo de la historia siempre se ha silenciado a las mujeres y el adiestramiento cultural convirtió ese mandato de silencio en virtud: calladitas estamos más bonitas. El ideal patriarcal de mujer virtuosa es un ser silencioso, abnegado y sumiso que trata de agradar, un ser subalterno. El refranero popular es muy claro: La mujer callada de todos es alabada; La mujer habladora duelos tiene donde mora; Aquella es buena que no suena, etc… Y claro, cuando las mujeres hablan desmontan el relato patriarcal. Pero el mandato de silencio es implícito para todos los grupos subalternizados. El lugar de enunciación legítimo es el lugar del poder. Los sujetos subalternos hablan, pero no se les escucha ni tienen en absoluto la misma credibilidad que la clase dominante, y por eso sus voces suele ser ridiculizadas. Y aplaudido su amordazamiento simbólico».

Por eso una postal publicada hace cien años sigue causando gracia hoy. Porque la mujer que habla, el varón que no entra en la heteronorma, el puto, la gorda, la suegra, el pobre y el negro siguen siendo El Gran Otro.

 

 

Las publicaciones de Antorcha Ediciones están disponibles en: antorchita.bigcartel.com
También podés seguir a Antorcha Ediciones en Instagram: @antorchantorcha

Fuente
Entrevista del autor con Raquel Manchado, marzo de 2020.