Liliana Porter: “El arte es un lente a través del cual percibimos la realidad”
Por Verónica Glassmann
Liliana Porter es una artista reconocida y multipremiada internacionalmente. Entrar en su universo personal y único es disfrutar de fascinantes propuestas que desafían lo estandarizado. Tiene un amplio y asombroso uso de distintos soportes creativos: grabados, dibujos, instalaciones, objetos, fotografía y video. Desde hace décadas aparece en su obra el tema del tiempo y su representación. Ideas lúdicas, algo de magia y poéticas escenas.
Su obra está representada en las más importantes colecciones públicas y privadas, entre las que se encuentran: el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), el Museo de Arte Moderno y el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires; la Fundación Daros en Suiza, la Tate Modern en Londres, la Biblioteca Nacional de París; el Museo Reina Sofía de España; y el Museo Tamayo de México. En Argentina está representada por la galería Ruth Benzacar.
Comenzó su carrera artística con el grabado y más tarde eligió el arte conceptual. ¿Cómo fue ese recorrido?
De los dieciséis a los diecinueve años viví con mis padres y mi hermano en la ciudad de México. Allí asistí al taller de grabado de la Universidad Iberoamericana y me concentré en estudiar esa técnica. En 1964, a los veintidós años de edad, viajé a Nueva York y al año siguiente, fundamos con José Guillermo Castillo y Luis Camnitzer el New York Graphic Workshop, un taller en donde dábamos clases. Hacíamos trabajos de impresión profesional para otros artistas, pero principalmente experimentábamos con nuestra propia obra, tratando de superarnos y afinar nuestras ideas individuales. En ese momento entendí que en el grabado la parte artesanal resulta ser demasiado predominante. A partir de entonces traté de poner más énfasis en las ideas que la generan y menos en su aspecto formal. Eso me fue llevando a una síntesis, la cual, sin proponérmelo, desembocó en lo que luego se denominó arte conceptual.
¿Cómo fue la evolución que la llevó a transitar distintas disciplinas como la fotografía, el video, el teatro, el dibujo…?
Cada idea pide una diferente solución formal o, dicho de otra manera, puede tener una solución formal más adecuada a su propósito. El dibujo, por ejemplo, es ideal para pensar, pues a través de rápidas anotaciones uno puede ir visualizando lo que intuye. La fotografía, con su ilusión de objetividad, es un medio muy atractivo que se ha ido enriqueciendo y sofisticando con los avances tecnológicos y, por lo tanto, nos da posibilidades de infinitas manipulaciones aptas para llevar a cabo una gran variedad de propuestas. El video, agrega movimiento a las imágenes y permite la manipulación de los tiempos que se quieran asignar. En mi caso, la necesidad de mostrar ciertos movimientos en mis personajes, me llevó a trabajar con esa técnica. El teatro, agrega el elemento presencial de los actores y de las cosas. Es maravilloso tener un público cautivo y contar con un espacio, el escenario, para armar situaciones o narrativas.
En 1964, pasó por Nueva York y se quedó a vivir ahí hasta el día de hoy. ¿Cómo fue esa experiencia, cómo vive ser una argentina / latinoamericana en Estados Unidos y cómo influye en su obra?
Yo diría que pisar Nueva York en ese momento, como joven artista de 22 años, era poco menos que ideal. Ese año era el mismo en que llegaron los Beatles, en que se gestaba el minimalismo y el Pop. Nueva York pasaba a ocupar el lugar de París como Centro del Arte contemporáneo. Cuando percibí la energía y dinamismo de la ciudad, las maravillas de museos e Instituciones abiertas para ser exploradas, la cantidad de artistas de todas partes del mundo que estaban en ese momento convergiendo en Manhattan, atraídos por esas especiales circunstancias, decidí quedarme a vivir esa experiencia. Poco después, comencé a asistir al Pratt Graphic Art Center, un taller libre de grabado en Manhattan. Allí conocí a Camnitzer, que en ese momento compartía su departamento con el artista Luis Felipe Noé, quien era miembro fundador del grupo de la Nueva Figuración; artistas que habían llamado mi atención en Buenos Aires. Fue muy enriquecedor recorrer galerías y museos los tres juntos y compartir así impresiones e ideas. Respecto a tu pregunta de cómo vivo el ser argentina en Nueva York, te diré que cuando llegué aquí, todavía no estaban catalogadas como ahora lo están las diferentes etnias. Recién en la época de Nixon surgió la categoría de “hispano”, como se nos designa desde entonces en EEUU a los latinoamericanos. Por lo tanto, no es algo que experimenté de manera tan consciente cuando llegué. La característica fundamental en la ciudad de Nueva York era la multiculturalidad como hecho natural. Con el tiempo me doy cuenta que la mayoría de mis amigos son latinoamericanos. Se hicieron más visibles los temas identitarios, tanto desde el punto de vista político como social. La riqueza de estímulos que la ciudad brindaba a los artistas era muy grande y por lo tanto la obra se beneficiaba en ese dinámico, sofisticado y muy exigente contexto.
La fotografía llega a usted en New York, ¿Qué sucedió en ese momento, cómo la incorpora en su obra?
La primera obra donde utilicé como medio la fotografía fue la serie llamada Wrinkle, una serie de fotograbados que mostraban en diez imágenes el desarrollo de un papel arrugándose. Esa obra la hice en Filadelfia, donde fui becada por un año entero como artista en residencia en la Universidad de Pensilvania. Me interesaba que las imágenes en esa obra fueran lo más objetivas posibles y, por eso, elegí la fotografía como medio. Utilicé también imágenes fotográficas impresas en offset, para armar la instalación de las arrugas en 1969 en el Museo de Bellas Artes en Santiago de Chile. Desde entonces, la fotografía fue y sigue siendo un medio central en mi obra, un medio que en un principio traduje a foto-serigrafía y a fotograbado. La serigrafía me permitió, entre otras ventajas, imprimir imágenes directamente sobre el muro y, así, armar instalaciones como la que presenté en el Museo de Arte Moderno en Nueva York, en 1973, en la serie de exposiciones llamadas Projects. El fotograbado fue crucial para llevar a cabo la serie basada en pinturas de Magritte, que produje entre los años 1975 a 1977, como también las obras basadas en las figuras geométricas.
¿Cuándo empezó a trabajar en situaciones teatrales? ¿Por qué?¿Cómo llega a concretarse la publicación de «El paquete azul” editado por Editorial Libretto?
En el 2013, la Fundación Cisneros, publica un libro que consiste en una conversación entre la curadora Inés Katzenstein y yo. Al final del libro, ella me preguntó qué me gustaría hacer en un futuro y yo le contesté “una obra de teatro”. Fue la misma Inés quien, ese mismo año, siendo directora del programa de Arte de la Universidad Di Tella, me propone llevar ese proyecto a cabo en Buenos Aires, pues ella contaba con el necesario apoyo financiero. Enseguida me puse a trabajar en esa idea con la valiosa ayuda de Ana Tiscornia quien fue co-directora de la obra. Fue una experiencia muy feliz en todo sentido. Inés nos proporcionó inteligentes conocedores del oficio quienes nos ayudaron a encontrar y definir el elenco, conseguir el teatro propicio para la obra y todo lo necesario para llevarla a cabo. Se estrenó en el Teatro Sarmiento y se concretaron seis representaciones. Todas ellas, ante nuestro asombro y felicidad, a público completo. El paquete azul es un objeto que estuvo presente en esa representación y en todas las siguientes obras, siempre en un rol diverso pero constante. Fue una feliz iniciativa de la Editorial Libretto publicar en un solo libro las cuatro obras presentadas a través de los años. Iniciativa por la cual le estoy sumamente agradecida.
Presentó una obra de teatro virtual filmada durante la cuarentena, ¿Cómo fue esa experiencia?
Como a tantos otros artistas, los límites que nos marcaba la situación de la cuarentena, fue inspiradora de ideas. Una de ellas fue la de producir una obra filmada por cada participante con su teléfono celular para luego ser editada. Ana Tiscornia y yo escribimos juntas el libreto y le mandamos a cada actor el fragmento que le correspondía. El grupo respondió entusiasta y quedamos todos satisfechos con el resultado.
¿De qué trata su libro Diálogos, escrito con Ana Tiscornia?
Este libro, publicado en el 2019 por la Editorial Excursiones (Buenos Aires), reúne una serie de diálogos o entrevistas que sostuvimos Ana y yo a lo largo de veinte años. Algunos de esos diálogos fueron publicados con anterioridad en revistas de arte o en catálogos de exposiciones. En esas conversaciones analizamos diferentes aspectos de mi obra y también hablamos sobre arte en general.
¿Cómo llega a las figuras en su obra?
En un principio, las imágenes y objetos que elegí incluir en mi obra fueron las figuras arquetípicas del círculo, el cuadrado y el triángulo; ya sea dibujadas o tridimensionales (esfera, cubo, pirámide). Poco a poco, se fueron agregando en las composiciones otros objetos, quizás a manera de metáforas, como por ejemplo el barco el personaje del viajero. Casi sin darme cuenta fui armando un elenco de figurines y objetos que fueron apareciendo en composiciones diversas, tanto en obras sobre tela, en grabados o incluso, en situaciones tridimensionales.
¿Cuál es la mirada que determina la elección de las figuras de cada obra?
Así como al pintar un cuadro, uno instintivamente va eligiendo las tonalidades y los gestos de las pinceladas, también al armar una situación, (así llamo a esas composiciones donde aparecen figurines u objetos) voy intuyendo qué personaje conviene presentar en cada instancia y cómo debe ser el espacio donde sucederán esas situaciones. Trato que cada elemento formal sea claro y “necesario” para crear sentido.
Todos sus personajes hacen tareas que parecen agotadoras. ¿Por qué? “Trabajos forzados”, ¿Qué idea nos quiere transmitir?
En la serie “Trabajos forzados” un personaje diminuto está enfrentado a alguna tarea que, evidentemente, lo supera en escala y en posibilidades. Pienso que se trata de una metáfora que nos representa a nosotros como seres humanos tratando de llevar a cabo desafíos cotidianos. Estos retos incluyen, por ejemplo, tratar de entender el sentido de la vida, del tiempo y de las cosas.
¿Por qué los espacios son muy importantes en sus obras?
El espacio vacío o monocromo trata de eludir todo contexto. Al estar vacío se vuelve intemporal y por lo tanto más apto para que las situaciones que presento sean más directas y claras.
¿Hay una influencia de Borges en su trabajo? Una vez dijo que le gustaría “hacer artes plásticas como Borges escribía”…
Tengo claro que sería una ambición fuera de escala la de proponerme hacer obra visual con la inteligencia de un Borges. Podríamos decir que sería una propuesta apta para la serie de los “Trabajos Forzados”…No sé si hay influencia, lo que si hay definitivamente, es una coincidencia en algunos temas que nos atraen a ambos como por ejemplo el tiempo, el lenguaje, el humor.
“Viajero sobre el papel” es una obra con una idea repetida, ¿podemos hablar de la obra y la idea? ¿Cuál es el eje temático de su trabajo, cuáles son esas ideas que definen sus obras? ¿El tiempo es un tema que llegó en esas obras del ’74, en las que una línea une sus manos, y continúa presente en la actualidad?
Hay varios temas que se repiten constantemente en mi obra. Uno de ellos, especialmente en obras recientes, es el tema del viaje. Es quizás una manera de referirme al tiempo que transcurre y también a nuestro papel en esa travesía. Hay un espacio que siempre me interesó: el lugar donde se confunden la realidad y su representación y donde pueden coexistir tiempos diversos.
La primera obra pública tuvo que ver con Alicia en el País de las Maravillas y es un panel de mosaicos, ¿Cómo fue esa experiencia?
Recibí una invitación para presentar una propuesta y así lo hice. Toda la experiencia fue muy positiva. Aprendí muchísimo sobre los diferentes mecanismos y protocolos que se necesitan para llevar a cabo una obra pública y también sobre la técnica de trabajar con mosaicos. Tuve un equipo de trabajo excelente. El técnico que hizo e instaló los murales es un artista muy talentoso, eficiente y una magnífica persona. De hecho, desde aquella ocasión, hemos seguido trabajando juntos en varias otras propuestas.
¿Cómo vive su participación en ferias de arte y bienales?
Hay varias galerías en este momento que me representan internacionalmente, por lo tanto es natural que en muchas ocasiones éstas galerías incluyan mi obra en Ferias de Arte. Por otra parte, ocasionalmente, he sido invitada a participar en bienales. Siento que es muy positivo tener oportunidad de mostrar y de compartir mis ideas tanto en Ferias como en exposiciones y en Bienales.
¿Qué es el arte para usted? ¿Qué es ser artista?
Para mí, el arte es un lente a través del cual percibimos la realidad. Es una forma de ver que nos induce a cuestionar, a desestabilizar cualquier definición previa de las cosas. Ser una artista es tener la capacidad, metafóricamente, de quitarle el nombre a las cosas para poder percibirlas antes de su definición y así poder inventar o armar la realidad. Es una manera de ver tratando de evitar preconceptos.
¿Cuál de sus obras considera más icónica o representativa de su trabajo?
Necesitaría tener la objetividad de no ser yo misma quien lo defina. Pero si trato de contestar a esa pregunta, diría que hay un grabado que me parece muy representativo de mis ideas. Se titula The Line, y es un fotograbado hecho en 1973 que muestra la imagen de mi mano con el dedo índice extendido. Sobre este dedo y continuando en la superficie donde la mano está apoyada, hay una línea dibujada en tinta negra. Una vez impresa esta imagen, esa línea continuará dibujada en lápiz negro y terminará más allá de la marca de la plancha. La línea se percibe como una línea continua y coherente pero, en realidad (y ese es el tema de la obra), pasa del espacio virtual de la imagen representada al espacio real del papel.
¿Qué artistas le gustan?
Hay muchos artistas que me gustan. Richard Tuttle, Doris Salcedo, Fernanda Laguna, Amadeo Azar, Rachel Whiteread, Janet Cardiff, Martin Puryear, Sigmar Polke, Roy Lichtenstein, y muchos más.
¿Quiénes fueron sus maestros?
Mis maestros más memorables fueron Ana María Moncalvo y Fernando López Anaya en la Escuela de Bellas Artes en Buenos Aires, y Guillermo Silva Santamaría y Mathías Goeritz en la Universidad Iberoamericana en México.
En varias entrevistas usted habló del humor y dijo que “ser feliz es la forma más alta de la rebeldía, ¿Qué importancia tiene en su vida el humor?
Siento que el humor es una tabla de salvación que nos ayuda a sobrellevar una realidad que, a veces, nos resulta difícil o incomprensible. Es una salida inteligente o, mejor aún, podríamos decir, una salida sana para circunstancias que nos toca confrontar permanentemente.
Foto de portada: Liliana Porter por Ana Tiscornia