El arte de doler
Por María Nieves Gorosito
La vida nos enseña, a fuerza de alegrías y golpes, a amar y a perder. De querer y doler se reduce la existencia de todo ser humano; somos nuestros amores y nuestras pérdidas. Como dice S. Freud, quien ama sufre, pero quien no ama enferma. La misma lógica de la frase anterior podría aplicarse a la experiencia de perder. Todo en esta vida tiene fecha de caducidad, el mismo hombre la tiene, por lo tanto, es necesario aprender a dejar ir lo que la vida nos arrebata. Desocupar los brazos de lo que ya no existe para recibir lo nuevo. Llegará un día en el que también nos iremos y, a modo de confesión, cuando eso suceda, espero mirar hacia atrás y ver que caminé hacia adelante regalándome oportunidades, y no corriendo fantasmas del pasado.
¿Se puede decir que haya un arte de doler? Tal vez, no. Pero lo que quiero remarcar con este título es precisamente que el duelo es un proceso y requiere de esfuerzo y trabajo. A perder se aprende. De niños se nos desfiguraba el rostro de bronca y frustración cuando, luego de haber perdido en algún juego, un adulto nos decía «lo importante es jugar». Un adulto que, es probable, salvando las diferencias, podría encontrarse atado a la sombra de un amor que lo ha abandonado, de una juventud que ya no tiene o de un ser querido que ya se ha ido. Es que, en el fondo, niño y adulto atraviesan el mismo aprendizaje: «quedarse con los recuerdos que valieron la pena y dejar ir lo que ya no está y no se puede cambiar, para poder vivir».
Dice S. Freud: «no hay nada más difícil para el hombre que renunciar a algo que deseó». Pero hay que intentarlo, debemos aprender a doler para no vivir en el pasado.
- W. Winnicott marca un camino que resulta muy interesante y sano para transitar la vida: el camino de la creación.
«Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora. Frente a esto existe una relación con la realidad exterior que es relación de acatamiento; se reconoce el mundo y sus detalles, pero sólo como algo en que preciso encajar (…). El acatamiento implica un sentimiento de inutilidad en el individuo, y se vincula con la idea de que nada importa y que la vida no es digna de ser vivida. (…) muchos individuos han experimentado una proporción suficiente de vida creadora como para reconocer que la mayor parte del tiempo viven de manera no creadora, como atrapados en la creatividad de algún otro (…).» (Winnicott, pág. 115)
El destacado pediatra, psiquiatra y psicoanalista hace referencia aquí al arte como estilo de vida, que excede a la profesión del artista. El grito y el llanto del bebé son las caras más arcaicas de la expresión del dolor, en cambio podemos considerar al «arte de doler» como lo que el sujeto debe aprender, para que, además de expresar su dolor, pueda, también, tramitarlo.
No sólo la muerte implica un duelo, todo cambio desata este proceso. Es decir, sucede en lo cotidiano (duelo a la niñez, a la pérdida de la juventud, a un trabajo, por una separación, etc.) cada vez que la realidad se pone en conflicto con el deseo. Además, cada situación de duelo varía en intensidad tanto en relación al objeto como al sujeto que adolece.
Frente a la pérdida, lo primero que notamos es la ausencia, la falta de sostén externo y real en la que circulaba una especie de vaivén de energía libidinal entre el sujeto que ama y el objeto amado. Ante el vacío que ha dejado el objeto real, el sujeto se aferra a la imagen interna que ha construido de él. Se produce una sobrecarga, es decir, una sobreinvestidura libidinal dentro del sujeto. Esto hace que el otro (el objeto) esté más presente que nunca y cause ese dolor emocional inmenso del duelo. Esa omnipresencia es lo que el trabajo de duelo debe aliviar.
«Mucho tiene el arte para darnos, no debemos quedarnos con su ligera y liviana concepción como actividad meramente recreativa, y seguir avanzando en su investigación como herramienta propicia y necesaria a la salud mental.» (Gorosito, pág. 67)
El arte nos brinda una herramienta en este difícil proceso de afrontar una realidad dolorosa, que puede variar, como ya mencionamos, en sus razones, pero que para todas ellas se requiere que el sujeto ahonde en su riqueza emocional y relacional. Que no evada, mediante la negación o alguna otra defensa, sino más bien que afronte el vacío que ha dejado la pérdida y la resignifique. Sólo así recuperará el equilibrio integral para sentirse nuevamente vivo.
«Esa es la maravilla del arte; encontramos que el psicoanálisis se pregunta por el sufrimiento, ¿por qué el sufrimiento? Sin embargo, la evidencia de la experiencia, no sólo de la clínica psicoanalítica, sino de la vida cotidiana, nos muestra que todos los humanos sufrimos. Nadie está exento del dolor, del sufrimiento, de ese padecer que implica el vivir. Podemos pesquisar que el dolor (pulsión de muerte) también nos une, el arte nos brinda una herramienta para hacer algo con este dolor transformándolo en pulsión de vida.» (Gorosito, pág. 66)
El lenguaje del arte traspasa el lenguaje cotidiano, permite dar nombre a lo innombrable. Con sus diferentes modos y metáforas alcanza aquella zona desconocida y vedada del inconsciente que el lenguaje cotidiano tiene vedado. De ese modo, los significantes del arte le prestarán al individuo la posibilidad de significar su dolor. Punto de partida del proceso que lo devolverá al mundo de los vivos y las nuevas oportunidades. Sólo encontrando el modo de cargar en el corazón aquel dolor tibio, producto de que algo o alguien que una vez amó ya no está, asimilará una experiencia más que se sumará a previas y formará parte de ese colchón que amortiguará a venideras, porque la vida transcurre en ese amar y dejar ir, para volver a abrazar.
BIBLIOGRAFÍA:
- Winnicott D.W (1971). Realidad y Juego. España. Editorial Gedisa S.A.
- Freud, S. (1915). Duelo y Melancolía en Obras Completas. Tomo XIV. Buenos Aires. Amorrortu Editores.
- Rolón, Gabriel (2020). El Duelo. Buenos Aires. Editorial Planeta.
- Gorosito, M. Nieves (2019). El fenómeno Queen desde la mirada del psicoanálisis vincular. Córdoba. Alción Editora.