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9 abril, 2012

 

Entrevista a Camilo Blajaquis

 

Por: Gustavo Borda

 

Tiene dos libros publicados, un blog, una revista hace cinco años en la calle, y una vida corta pero difícil. Su nombre es Camilo Blajaquis, y en mayo será uno de los expositores de TED Joven Río de la Plata.

«Yo siento que escribo y describo, con mi lenguaje y con mi criterio, lo que mi cuerpo quiere decir.»

 

Su nombre real es César González, y a los 16 fue condenado a siete años de prisión por su participación en el secuestro extorsivo de un turista brasileño. A los cinco, y luego de pasar por cuatro institutos de menores y dos penales para adultos, obtuvo la libertad condicional por buena conducta. Una vez en la calle, Camilo Blajaquis, ya no César González, juró que «la poesía le salvo la vida».

Hace unas semanas, fue confirmado por TED como uno de los oradores de la edición 2012 de Ted Joven Río dela Plata. La intención de la organización es que Camilo comparta en este ámbito su experiencia de vida con el arte. Esto será el 19 de mayo, en Ciudad Cultural Konex.

TED es una organización sin fines de lucro que difunde ideas que considera valiosas y que apoya a aquellos que con sus iniciativas intentan cambiar el mundo. Por su escenario han pasado, entre otros, personajes como Bill Gates, Al Gore, Bono, Isabel Allende,y el primer ministro británico, Gordon Brown.

La presentación de Camilo en TED tendrá una particularidad: ocurrirá unos días antes de que sea «libre como cualquier otra persona», ya que el 4 de abril vence su actual estado de libertad condicional.

 

Debe ser por lo menos raro hablar de poesía, escribirla, en un lugar tan oscuro y tan antipoético como un penal…

Si, era como una flor en medio del musgo, pero cada vez que me sentaba a escribir un poema dentro de la celda experimentaba una sensación de liberación única. No voy a decir que era fácil; al contrario, era duro. Me decían: «Vos qué sos, chorro o escritor, porque acá mandan los chorros, eh…». Ese era el momento en que me tenía que ir de ese pabellón. Debo reconocer que el tener 16 años y haber participado en un secuestro extorsivo, sumado a haber llegado en muletas, por los tiros que me había pegado la policía, me daba cierta chapa adentro, pero una chapa que después tenía que defender en peleas que ya no tenía ganas de tener.

 

¿Qué es lo que te llevó a salir a robar?

Debería tomarme un rato para pensar la respuesta. Tal vez tendríamos que remontarnos a las primeras civilizaciones. Al inicio, con ellas, de la desigualdad entre los seres humanos. Hoy, miles de años después, vivimos en una sociedad digitalizada, maquinizada, sincronizada, en donde lo único que importa es ser exitoso y tener. Uno quiere tener, lo quiere porque se lo imponen, se lo meten en la cabeza desde los primeros días de vida. Uno vale por lo que tiene: si no tiene, no vale. En este contexto, ¿puede no existir el robo? Con un agravante: si vivis en la villa, tenes menos posibilidades de acceder a un trabajo, y si te lo dan, es uno precario. Por eso en la villa uno crece con odio, marginado. La vida de los habitantes de la villa no es la misma que la que tiene cualquier otra persona afuera.

 

¿Cómo estaba o está compuesta tu familia?

Mi familia es mi vieja no más. Mi mamá madre soltera… Ah, y mi abuela, empleada de limpieza en una fábrica y sostén de familia toda su vida; además tengo siete hermanos. En ese contexto me crié: casa chica, muchas personas, incomodidad. Existir era juntarse con los otros pibes. La calle es el único lugar que aparece como contención. El único espacio donde uno se siente contenido es la banda, con los otros pibes, sobre todo porque ellos también viven en casas chicas habitadas por mucha gente, y también son hijos de madre soltera.

 

Tengo entendido que tuviste la oportunidad de estudiar… ¿Es así?

La mayoría cree que la felicidad es estudiar una carrera como Derecho, por ejemplo. Yo opino que el Derecho solo sirve para mantener las cosas como están, y «las cosas como están» están mal. La gente no está bien. Si hay un afano en la calle, todos salen a querer linchar al chorro, sin preguntarse por qué está donde está. Existencialmente, pienso que estamos rotos, no hay afecto, a nadie le interesa el otro, el otro solo importa si es de la familia… Yo hice la primaria porque algo había que hacer, y porque mi abuela me mandaba.

 

Decís que la gente esta rota… ¿En qué momento creés que comenzó a «romperse»?

Creo que un poco nacemos rotos, después crecemos en una sociedad en donde lo natural y lo espiritual no importan, donde el ser humano se considera superior a la naturaleza.

 

¿Cuál fue el clic en tu cabeza? ¿Qué fue lo que te hizo parar la pelota y replantearte el rumbo que estaba tomando tu vida?

Fue fundamental un libro que leí, Úselo y tírelo de (Eduardo) Galeano. Ahí el tipo plantea que la invitación al consumo que propone la sociedad es, en definitiva, una invitación a cometer un delito. Ese libro me abrió la cabeza. Me hizo repreguntarme qué es tener, para qué sirve tener, y adónde te lleva, porque si hay un lugar donde seguro te lleva es a la ceguera de no importarte el otro. Pensé: «Loco, hay pibes que por unas Nike terminan 10 años en cana…». Eso me genero tal escalofrío que fue como un electroshock…, eso es ser inteligente, no hacer una prueba bien en la escuela.

 

¿Compartiste dentro de la cárcel este pensamiento con los otros pibes que estaban en una situación muy parecida a la tuya?

No soy tan gil como para hacerme el Che Guevara dentro de un pabellón. Lo intenté un poco con los que tenía más afinidad, pero eso me costó que el servicio penitenciario me tomara de punto. No me mataron de pedo. Hace poco, un pibe que denunció al servicio penitenciario apareció ahorcado en su celda; a mí lo más grave que me pasó es que me rompieran un diente o me quisieran ahogar en un balde. Hoy lo que me mantiene es no retroceder, lo lamento por las personas que lastimé, pero que no se crea nadie que los pibes salen a robar porque les da placer, eso es una mentira. Yo he perdido muchos amigos muy cercanos, eso me pone muy triste, no quiero que falten más pibes en el barrio, tranquilamente yo podría estar en este momento en su mismo lugar, un cementerio.

 

¿Me equivoco si digo que tus textos y poesías son «violentamente poéticos»?

Soy violento porque desde la escritura tiendo a querer derribar el castillito que todos tienen armado, y porque no conozco mucho de estilos literarios. No sé escribir sobre otra cosa que no sea sobre la injusticia, me cuesta mucho escribir poemas de amor. Yo siento que escribo y describo, con mi lenguaje y con mi criterio, lo que mi cuerpo quiere decir.

 

¿Cómo recibís el hecho de que muchas veces te presenten como «el pibe chorro que escribe poesía»?

En un mundo en donde ser impostor es recibido con aplausos, eso no me sorprende. Tampoco me desagrada porque pibe chorro fui. Les molesta más a los progresistas que a mí. Es parte de mi identidad. Al fin y al cabo, yo salí a robar.

 

¿Cómo ves el futuro? Sobre todo, ahora que tenes una hija, ¿te preocupa?

Yo quiero que mi hija tenga sus propias inquietudes, producto de su encuentro diario con ella misma. Yo le voy a garantizar un contexto de preguntas, una casa, libros…, cosas que yo no tuve. En lo personal, quiero seguir teniendo inquietudes, seguir cuestionando y cuestionándome. También me interesa que la revista crezca, mi apuesta es a lo colectivo, a sumar otros pibes a esta iniciativa.

 

La última: ¿por qué Camilo Blajaquis?

Camilo por Camilo Cienfuegos (figura emblemática de la Revolución Cubana) y Blajaquis por Domingo Blajaquis (militante de la resistencia peronista del que da cuenta Rodolfo Walsh en su libro ¿Quién mató a Rosendo?). Cuando uno nace, le ponen un nombre; dentro de mí nació otra persona, y yo quise ponerle ese nombre a mi nueva identidad.

 

Camilo Blajaquis tiene editados dos libros: La venganza del cordero atado y Crónica de una libertad condicional. Además tiene su propio blog (camiloblajaquis.blogspot.com.ar) y, desde hace cinco años, forma parte del colectivo que edita la revista de cultura marginal ¿Todo Piola? (www.revistatodopiola.com.ar).

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