En un mundo globalizado como el actual, cada vez es más necesario conectarnos con nuestros espacios cotidianos. El muralismo urbano nos brinda esa posibilidad, al mismo tiempo que recupera espacios degradados.
Por: Gustavo Borda
El arte, además de un maravilloso canal de expresión, es también una magnifica herramienta de recuperación de espacios públicos degradados. Una muestra de ello (además de los cientos de ejemplos con los que cotidianamente solemos toparnos al transitar cualquier pueblo o ciudad) es la presentación del libro Murales urbanos que, a mediados del año pasado, hizo la empresa Weber en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
Murales urbanos compila las intervenciones urbanas realizadas por diversos artistas en espacios públicos o compartidos, de más de una decena de ciudades argentinas; lo cual da cuenta del buen momento y hasta del resurgimiento de una modalidad artística que en nuestro país tiene una rica historia.
«Yo creo que esta cosa de recuperar espacios públicos a través del arte está como en auge, no solo con la técnica que yo utilizo, el mosaico, sino también con otras como el grafiti, donde ahora se ven trabajos verdaderamente grosos; el muralismo urbano no solo es un excelente canal de expresión, sino también una herramienta más que interesante de recuperación de espacios compartidos deteriorados», dice Florencia Delucchi, muralista, pintora, escultora y docente.
El grupo de artistas que integra Florencia ha realizado murales en la ciudad de Buenos Aires; en el conurbano bonaerense (Berazategui, Castelar, Florencio Varela, Hurlingham, Ituzaingó, Isidro Casanova, Morón, San Justo, San Martín y Villa Ballester); en la provincia de Buenos Aires (La Plata, Ensenada, Chascomús, San Bernardo, Mar de Ajó, Olavarría y Los Toldos). Y también ha realizado intervenciones urbanas de este tipo en Córdoba, Mendoza, Tucumán, Salta, Chaco y Misiones.
Florencia afirma que el muralismo urbano no solo permite la transformación de un muro en estado de abandono en soporte de una obra de arte, sino que tiene un plus: «Le brinda al artista la posibilidad de que todo el mundo vea su obra, y eso, en definitiva, hay que decirlo, también es lo que lo seduce en el momento de realizar un trabajo».
Más allá del aporte estético que los artistas hacen a nuestra realidad cotidiana, el muralismo urbano resurgió, también, por ser un espacio accesible y a la vista de todos, donde los artistas pueden expresarse, por fuera de los circuitos tradicionales. Mucho más, ante la dificultad que dicen encontrar muchos de ellos para desarrollar su oficio y su interpretación de la plástica en ámbitos «tradicionales».
«Ante esto hay una generación que opta por armar un circuito alternativo, una generación que opta por ser mucho más agresiva, si se quiere, desde el punto de vista de la convicción, o sea salir a la vía publica a manifestarse como artistas plásticos usando un canal que por momentos es muy genuino, como lo es restaurar espacios en desuso o deteriorados, y por momento invasivo, sobre todo cuando utiliza como soporte propiedades privadas que no estaban pensadas para ello», dice Emiliano Flores, muralista y diseñador gráfico.
Hace unas semanas, varios colectivos de muralistas se manifestaron frente a la sede del gobierno porteño, por el veto parcial de la ley 2991, aprobada por la Legislatura, que disponía un registro de muralistas de la ciudad y asignaba una cantidad de paredes para la actividad.
Los muralistas compararon esta situación con la vivida después del golpe militar de 1976, cuando la dictadura militar censuró, al declararla en extinción, la cátedra de Pintura Mural de la Universidadde la Plata, que convocaba a estudiantes que cuestionaban el elitismo de las galerías y se manifestaban a favor de los dispositivos creativos de participación colectiva.
Para varios colectivos de muralistas, entre ellos la Red Sudacas, el reciente veto del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, de la llamada ley de registro de muralistas, también «es un hecho de censura que imposibilita al artista manifestarse y mostrar su postura ideológica», ya que, según afirman, «el muralismo, en un punto, denuncia».
Hay quienes, como Dame, quien se autodefine como grafitero artístico, dicen que el resurgimiento del muralismo urbano se debe también a que «hoy la gente se permite cosas que antes eran poco menos que impensables, como puede ser el hecho de pintar sus paredes o adornar los muros de su casa de una manera no tradicional».
Sin lugar a dudas, la crisis institucional y social ocurrida en Argentina en 2001 tuvo mucho que ver con la actualidad de este movimiento artístico. Para muchos, fue la matriz cultural y política para el resurgimiento y el desarrollo del muralismo urbano como un eficaz medio de comunicación de un hecho social, político o cultural, y como herramienta de transformación de un espacio publico degradado o en desuso.
Para Luciana Iasil, artista, muralista, docente, y miembro de la Comisión Provincial por la Memoria, quien elige esta forma de expresión por ser más popular y tener un alto nivel de visibilidad, «el resurgimiento del muralismo urbano tiene que ver con una mirada más social del momento en que vivimos; en lo que respecta a mí, la elijo porque tiene que ver con un compromiso social, y tal vez también con una denuncia desde lo positivo».
Para el muralista Matías Di Biasi, el desafio ahora está en tratar de que el arte urbano, si bien hoy es una buena herramienta para la recuperación de espacios públicos degradados, no se transforme solo en un tema meramente decorativo o estético.
«El muralismo urbano es el arte en la calle y para todos. Yo adhiero al arte mural porque saca las obras de las galerías y los circuitos tradicionales para llevarlo a la calle. Adhiero al arte mural, pero mucho más a la idea del arte mural con contenido que moviliza», dice Di Biasi.
Recuperar un espacio para el disfrute es mejorar la calidad de vida de la gente, ya que se trata de la puesta en valor mediante una acción en la que, en la gran mayoría de los casos, intervienen muchas manos, y ese trabajo colectivo, tanto como la obra resultante, seguramente habrá de trascender en el tiempo.
Por último, según algunas notas aparecidas en los últimos días en varios matutinos, el muralismo urbano no solo es una excelente herramienta para recuperar espacios degradados o para que el artista pueda dejar plasmada su visión del mundo actual. También se ha transformado en un valorado atractivo para los turistas extranjeros, que suelen dejarse algunas horas de su estadía en la ciudad para recorrer esas verdaderas galerías de arte a cielo abierto que son actualmente muchos de los barrios porteños.
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