Las redes sociales se han transformado en las trincheras ideológicas que, desde la seguridad del anonimato, expulsan enunciados virulentos sin medir el efecto en cadena que pueden producir ni la bronca generada en sus lectores. Si las ideas debaten entre sí con razón, no tendría por qué existir esa violencia innecesaria.
Por Ulises Oliva
No puedo dormirme, tengo la cabeza llena de dudas y la verdad me dieron ganas de compartirlas con ustedes. Me parece que estamos en una época donde se ven a las claras nuestros posicionamientos ideológicos, más por este medio que nos ofrece atajos culturales para participar de la vida política.
No es algo ajeno, aún cuando intentemos parecer despreocupados, sueltos de mente. Por más empeño que dediquemos a no meternos en este asunto escabroso, terminamos inmersos en él por motivos sociales y cotidianos. Vivimos en sociedad, vivimos intercalados, intercomunicados y sentimos una necesidad inexorable de mostrarnos, de revelar nuestras ideas al mundo, como una pulsión inalterable que escapa de nuestra esfera, y entra en la esfera de los demás. Porque así como vivimos en sociedad, en un plano común, así también coexisten nuestras ideas, nuestras formas de pensar.
Y quiero atacar un tema que creo es un punto inexorable de todas nuestras discusiones políticas (si quieren, también es más medular: es sociocultural y económico a la vez) como lo son los subsidios. Entiendo que no todos tienen ni tiempo ni ganas, y a lo mejor tampoco se encuentran cómodos escribiendo como para articular con palabras propias pensamientos e ideas.
Pero lo que veo también es que esos atajos que antes mencioné, como todo atajo, tienen un precio, un costo para quien lo copia y pega, tanto como para quien lo lee. Es una simplificación. Es el camino llano, el fácil, el simple. Voy a poner un ejemplo, para poder seguir:
“SI QUERES TENER MUCHOS HIJOS BUENISIMO… PORQUE EL GOBIERNO Te regala $180 por chico. HUYY.. NO TENES EN DONDE VIVIR?? NO HAY DRAMA.. EL GOBIERNO TE REGALA UN LOTE.. Y CON LA CASITA YA LISTA PA VIVIR.. NO TE GUSTA TRABAJAR? NO HAY NINGUN PROBLEMA…Te dan algún plan de subsistencia a cambio de un voto. AHORA SI QUERÉS PROBAR CON ESTUDIAR, TRABAJAR, PRODUCIR, EL GOBIERNO TE SUBE LOS IMPUESTOS PARA PAGAR LO ANTERIOR! Ponelo en tu muro si estás cansado de todo esto. DEJEMOS DE CRIAR VAGOS!!!!”
Esto resume más o menos lo dicho con anterioridad, porque es un atajo. Un atajo para simplificar y volver masiva una idea de bronca, pero por sobre todo, una ideología. Creo que quienes manejan esta ideología la piensan y la creen positiva. Por la seguidilla de charlas en distintos ámbitos donde se reproduce y es prolifero este pensar, ya sea la universidad o en los comercios, la idea se resume en que una persona tiene que ser productiva y la mejor manera de serlo es dedicarse al trabajo y volverse a uno mismo un ser útil, funcional a la sociedad. Ganarse el pan sin ayuda, valiéndose en el esfuerzo personal y dándose validez a uno mismo, a su honorabilidad, a su laburo.
Pero hay un punto que se pasa por alto: todos dependemos de los demás. Todos somos ayudados por los demás y el lugar que hoy ocupamos, la realidad en la que hoy vivimos, es parte de las personas que nos afectaron y ayudaron para llegar hasta aquí.
Un conjunto de entusiastas consumidores de whisky Jack Daniel´s reunidos en facebook. Los clientes de la telefonía móvil de Movistar. Un colectivo de indígenas de la etnia Otomí que viven en el estado mexicano de Hidalgo. Los residentes del “alternativo” y “multicultural” barrio de Sternschanze, en Hamburgo. Los padres, alumnos, docentes de la escuela n° 2 del distrito escolar n° 7 de la ciudad de Buenos Aires. Los beneficiarios del programa “Familia Emprendedora” del Ministerio de Desarrollo Social de la provincia argentina de Jujuy. Los floggers del abasto. Un conjunto de personas que se reúnen periódicamente a comer bizcochos de marihuana en un pueblo cercano a Albacete, la agrupación “Putos Peronistas del Partido de la Matanza” o la gente de “Un Techo para mi País”, de la ciudad de Rosario. Todos estos colectivos de personas, tan disímiles a primera vista, tienen en común el hecho central de la nota: Todos dependen, dependieron, dependemos de alguien más; todos estamos afectados por los demás, relacionados, confinados, atraídos, hermanados. Esta afirmación es mía en este momento, pero no es nueva.
Un profesional, un comerciante, un burócrata, un camionero, una empleada administrativa, todos hay recorrido un camino diferente, siempre ayudados por alguien más. Sus padres, abuelos, amigos, nietos, primos, extraños. No tengo forma de resumir las historias, porque serían una a una, las de todos nosotros. Y esto, en una sobremesa de un asado, me llevo a decir que todos, de alguna manera, somos, fuimos y seremos subsidiados.
Subsidiar es una palabra maldita. Es una palabra malnacida o por lo menos mal utilizada, porque paso de ser un sinónimo de ayuda a ser su antinomia. Pasó a asociarse con clientelismo y fue una forma de sacarle validez, a inducirle esa repulsión que sienten los que se expresan a través de esos atajos, porque también esta palabra lo es. Darle esa entidad a la palabra, cargarla con tamaña significación es una herramienta más para fomentar esta época de política dogmatica.
Siempre la política constó de ideologías y por suerte lo sigue haciendo, pero se nota un cambio. Este momento de política dogmatica al que me refiero implica una forma visceral de sentir la política, de vivirla en cada cruce verbal, de palparla en las redes sociales. Es una forma de hacerla una entidad viva, capaz de generar en sus receptores sentimientos que escapen de una idea, que se vuelvan carne, a tal punto de enfrentar personas en vez de ideas, de ideales.
Es así como un nacimiento se termina transformando en: “SI QUERES TENER MUCHOS HIJOS BUENISIMO… PORQUE EL GOBIERNO Te regala $180 por chico. “ esta frase es seria, porque no simplifica una idea, simplifica una vida a un número. Esa persona respira, vive y siente como cualquiera de nosotros, esa persona necesita comer, vivir, tener derecho a ser más que el contexto en el cual se desenvuelve. Esa persona tuvo la desgracia, simplemente, de contar con ayudas distintas a las del resto. Porque esa persona no es sólo sus padres, o sus abuelos. No es sólo el lugar donde nació o los recursos escasos con los que cuenta. Esa persona no existe meramente en su voluntad o en su capacidad, porque desde esa primer ayuda que fue su nacimiento, hasta este momento, se volvió parte de este ser vivo e indivisible que es la sociedad. No tuvo la suerte de nacer en un hogar donde pudiese educarse, no tuvo la gracia de poder disfrutar la infancia y educar su mente para algo más que lo real, para permitirse obtener fuerza de sus sueños.
Es sencillo juzgar desde un ámbito seguro, desde un razonamiento teórico. Eso es lo que hacen los que copian y pegan, eso es lo que se logra con los atajos. Copiar y pegar mensajes de ese tipo, sin la menor responsabilidad por las palabras (porque escribir pensando es un riesgo, poner en juego las ideas propias es ponerse a uno mismo en juego) lo único que hace es acrecentar la levedad de nuestra esencia. Porque, después de leer eso, es fácil ver injusticia en la ayuda social. Es fácil afirmar que quienes no trabajan son vagos y quienes los ayudan hacen clientelismo. Es fácil decir que uno puede solo, viviendo o habiendo vivido de y con los propios padres, trabajando por la educación adquirida o estudiando de la forma que sea. Me podrán decir que el esfuerzo del trabajo o del estudio es personal, pero la opción, el llegar hasta ese lugar es un conjunto de factores. El nacimiento de esa voluntad también es parte de ese contexto en el cual uno empieza a recibir ayuda al nacer y desde ahí, es común esa ayuda para todos los seres humanos. Y esos vagos, que no quieren trabajar, terminan siendo parte del contexto de nuestras posiciones sociales, de nuestras coyunturas culturales y de todo movimiento económico y sociopolítico.
Esto debería ser claro para cualquier dogma, no ver en el otro a uno que podría y podrá ser cualquiera de nosotros es negarnos a nosotros mismos, es no respetar u honrar nuestras posibilidades, es no ver la naturaleza de nuestra propia vida, que es nuestro más grande regalo, la ayuda máxima, el mayor de los subsidios.
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