Al diván con Max Masri
Por Dra. Raquel Tesone
Fotos: Nano Jiménez
Max Masri es uno de los creadores primordiales del electrotango. Fundador y líder de Tanghetto, es compositor, productor, cantante, tecladista, programador, e ingeniero de mezclas y mastering. Además, se desarrolla como fotógrafo, director de videos y artista digital. Nos recibe en la intimidad de su casa mostrando durante toda la entrevista su interés por aprovechar esta experiencia para seguir profundizando en él.
Te escucho.
Vengo a consultar porque estoy tratando de sintetizar la experiencia de estos diez años de Tanghetto y reflejarla sobre algo nuevo. A fines de los noventa, yo tenía ganas de experimentar con la música de Buenos Aires. De adolescente había estudiado con Virgilio Expósito, un compositor conocidísimo de tango que escribió, entre otros, Naranjo en Flor. No había estudiado tango, si no composición ‒que incluía tango‒, eso fue a los 17 o 18 años. Venía del palo de la música popular del momento: el rock y el pop. Quería aprender composición porque me gustaba componer, también me gustaba escribir poemas, quería aprender la parte de la música más que la poesía, porque sentía que lo otro lo podía hacer. Llegué a Expósito y le llevé una grabación. Él tenía una enfermedad que hacía que de repente se quedara dormido, le puse el primer tema y pensé: «¡Dios, tan aburrido es mi tema!» (Risas). Increíblemente se despertó y me lo tarareó, le había quedado la melodía principal, y si bien él tomaba alumnos más avanzados, que hacían arreglos o que estaban hace mucho en el conservatorio, me dijo que lo que yo hacía estaba bastante interesante.
Así fue como me tomó de alumno, sin que fuera pianista ni instrumentista. Toco teclados en Tanghetto, que es la parte electrónica, es decir, no soy el típico instrumentista de tango y tal vez eso es lo que hizo la diferencia. Y a pesar de eso, él me veía con posibilidades de tocar algo. Estudié dos años, aprendí mucho y gran parte de las clases consistían en hablar con él. Yo no conocía casi nada de su repertorio, para mí todo era nuevo y él quería hablar de eso, la mayoría que se acercaba a él, se acercaba al maestro. Me acuerdo que un día me tocó Vete de mí, que era un bolero que compuso y tuvo mucho éxito, y también temas pop, porque era muy versátil y hacia un poco de todo. El tango era complicado para mí, porque el tango tradicional no me gustaba, necesitaba hacer algo diferente. Nunca pensé que Tanghetto iba a estar tan ligado al tango, por más que su nombre lo diga, pero fue la misma gente del tango la que lo adoptó, empezaron a bailarlo y a llevarlo por todas las milongas, y nos incorporamos rápidamente al mundo del tango. Tocamos en el mundial de tango en el año 2004, al poco tiempo del primer disco, y aquí estoy tratando de juntar toda esta experiencia. En diez años grabamos siete discos de estudio.
Muchísima producción.
Sí, sacamos muy rápido los dos primeros discos, Emigrante e Hybrid Tango. Hybrid Tango salió antes que Emigrante tuviera éxito, los dos fueron nominados al Grammy Latino. Así viajamos a Los Ángeles, Estados Unidos, y bueno, después hubo muchos viajes.
Parece que todo fue muy vertiginoso y no hubo tiempo de macerar esta experiencia en la vorágine del éxito.
(Silencio) Sí, es que nos pasaron cosas muy locas en este tiempo. Había una cadena de disquerías en Buenos Aires que se llamaba Tower Records y nuestros discos estaban primeros en el ranking de ellos, vendían más que artistas como Cher o Aerosmith. Se nos daban cosas que sólo a estrellas importantes que ganaron los Grammys les ocurrían, como estar junto a Santana, Shakira…, pero de repente no tener plata para todo eso (risas). Un día estábamos en Los Ángeles parando en la casa de unos amigos hablando con la gente que organizaba el Grammy que nos preguntaban dónde íbamos a estacionar la limusina, y la realidad es que la primera vez que nosotros fuimos al Grammy fuimos en colectivo (risas), vestidos de Grammy ahí con todos los mexicanos, y con todos los de Hollywood, algo muy loco, inesperado. Ya en la segunda nominación fuimos en taxi, pero nunca en limusina (risas). Te ves de pronto en esos hoteles, los mejores del lugar, con toda la parafernalia, que es muy real, es muy fuerte ver eso y después volver a Buenos Aires… Nadie tenía idea de esa experiencia, porque en aquel momento no se transmitía el Grammy Latino en los canales de aire; al otro día volvíamos y estábamos tocando de vuelta en los circuitos del off. Subíamos y bajábamos todo el tiempo (risas). Allá conocimos a León Gieco, Charly García, y ahí nos dimos cuenta de que los argentinos en sí no tienen un rol protagónico en la música latina en Estados Unidos. Ahí éramos todos iguales porque llegar ahí, para los norteamericanos, ya es todo un privilegio. Entonces para ellos todos éramos importantes, y te tratan de esa forma porque quedan muchos en el camino. Fueron años muy zigzagueantes, de mucha intensidad, lograr cosas fuera de lo común y después estar de vuelta en la tierra.
Parecería que ahora necesitás tomar una distancia y ver a Tanghetto desde afuera.
En algunos momentos puedo. El primer año era muy loco escuchar nuestra música en la calle y que, a nivel internacional, fuéramos como estrellas, que haya gente que nos conozca desde distintos lugares del mundo… Y con todo hecho medio de entre casa, sin el aparato de una multinacional. Verlo de afuera es como recobrar la sensación de aquel momento, porque era algo tan nuevo que te sentís como un turista, es como estar en Disney World mirando cosas inesperadas; lo que uno sabe es ser músico, estar en el under y no tener el reconocimiento, y de repente todo el mundo estaba interesado.
Parece que habla un padre que recuerda a su bebé y se da cuenta de que ya tiene 10 años, y que dice: «Al principio me babeaba por él, ahora que creció este hijo es una responsabilidad cada vez mayor, ya que lo tengo que formar para que sea más grande todavía».
No recuerdo el momento en que Tanghetto dejó de ser nuevo, porque pasaron los años y seguía siendo nuevo, todavía hoy nos preguntan sobre el porqué del tango electrónico y cómo reaccionan los tangueros tradicionales. Yo creo que al cuarto o quinto año ya sentí que era una parte de mi vida, y sí, es una sensación así, como una familia. El tema de encajar a Tanghetto dentro de la música popular argentina fue complicado, si bien representamos a la música argentina alrededor del mundo.
¿Y por qué encajar? Si lo interesante de Tanghetto es que desencaja…
(Silencio) Sí, es cierto, en algún momento me molestaba desencajar.
¿Sería por miedo a la libertad, como el título de uno de tus discos?
(Risas) Exacto, me daba una sensación de estar contento, el desencajar, pero en el fondo había un anhelo de encaje, no dentro de la estructura convencional de tango, pero sí al nivel de la música popular argentina. Los periodistas veían esto como parte de una moda internacional, iban pasando los años, cosechábamos premios y montones de logros, pero los periodistas seguían con esa onda prejuiciosa. Quizás de ahí vino mi anhelo propio de aceptación.
¿Siempre te sentiste desencajado como persona?
¡Totalmente! Siempre me sentí desencajado, desde chico. Por parte materna, tuve una familia católica muy estructurada, y la parte de mi padre es de familia judía y árabe. Unos extremadamente católicos y otros extremadamente judíos. Era muy loco ir a la casa de la abuela, de un lado y del otro, y ver que nada encajaba con nada. Hablando de ver desde afuera, esto que viví me hizo ver todo desde afuera y nunca pertenecer. Quizás pueda haber algún anhelo de pertenencia inconsciente, pero a la vez es pertenecer siendo diferente. (Silencio) Y eso es más o menos lo que es Tanghetto.
Entonces Tanghetto tiene que ver con tu historia y con quien sos vos.
Sí… En el momento en que grabamos Emigrante, era el momento de la crisis, del fracaso generalizado de todo, y eso nos daba cierta libertad para no sentir el juicio de los demás evaluándonos. Eso nos permitió hacer el delirio de ese primer disco que rompía con lo convencional. Después con El miedo a la libertad ‒yo había leído primero El arte de amar y después quise saber más de Erich Fromm y leí El miedo a la libertad‒ empecé a asociar con ese miedo el hecho de que el tango se fusionara con lo electrónico e invadiese todas las esferas del tango. Era ya tan exagerado que lo llegué a asociar con la época del fascismo, y con cómo la gente prefería delegar en los dictadores sus decisiones, así no tomaban más decisiones por sí mismos. Entonces me di cuenta de que perder el miedo a la libertad es hacer lo que uno quiere, y eso es ser distinto.
Para ser libre hay que aceptar ser distinto.
Sí, y eso lo veía reflejado en el hecho de que ni el mundo tanguero ni las discográficas apoyaban esa diferencia. En sus orígenes el tango se gestó como algo espontáneo, no premeditado. Vivimos en un país que no aprovecha mucho sus recursos y en este tema es lo mismo, fue todo independiente y hay que sortear varios obstáculos hasta el día de hoy.
Pero acá veo que hay dos Gardeles.
A partir del 2009 llegó el reconocimiento, tuvimos cinco nominaciones consecutivas y ganamos dos premios Gardel.
Pero, ¿te sentís más reconocido afuera que en tu país?
En la historia de Tanghetto hubo más reconocimiento afuera, a nivel show. Tocamos en lugares como México en 25 ciudades de todo el país, en Alemania también veintipico, países como Holanda e Italia los hemos recorrido enteros, y en Argentina tocamos sólo en seis ciudades, como Salta, Rosario, Paraná, pero podrían ser muchas más. Es nuestro anhelo estar un poco más en nuestro país… Igual vamos a tener el problema de la pertenencia.
Tal vez Tanghetto es eso, la no pertenencia, ¿y Max?
(Risas) Fijate que mido casi dos metros, cuando viajo nunca piensan que soy argentino. No encajo ni físicamente, piensan que soy alemán, holandés, ruso y hasta griego, cualquier cosa menos argentino (risas). Me acostumbré y disfruto de eso, me deja entrar a diferentes lugares; como en la música, puedo adaptarme a cualquier estilo, e influenciarme sin prejuicio.
Entonces, ¿por qué ese anhelo de pertenencia?
Vos ves Buenos Aires y está mucho más multicultural, y tal vez quiero pertenecer sin tener que estar dentro de una tribu determinada.
Entonces, ¿tan-ghetto?
¡Sin ghetto! (Risas). El nombre tiene una historia: visitaba Alemania y tenía unos amigos que vivían con estudiantes de música porque era barato. Ellos no eran músicos, eran argentinos que se la pasaban escuchando música argentina, folklore y tango, mucho más que cuando estaban acá; y los alemanes escuchaban música electrónica. Ellos estaban como aislados en el mundo del tango. Tenían su propio ghetto, eran un tango ghetto.
Y vos te dijiste: «¡Fusionemos todo!» Como con tus familias…
Sí, por qué tenerlo separado, si se puede mezclar (risas). El año pasado viajé por primera vez a Israel y me encantó, y a Italia viajé como 18 veces, yo me siento en casa en Italia… Es verdad, Tanghetto unió todas esas variantes de mi yo.
Por eso sos muy multifacético.
Muy, inclusive los videos y las fotografías los hago yo, tuve la suerte de que muchos salieron en MTv. La idea es que generen alguna suerte de reflexión, mis shows con mis videos. Ya desde el primer disco quisimos que fuera conceptual y mandara un mensaje. En Emigrante, el concepto era como decir «te están echando del país», lo que se vivía en el 2001. Casi todas las fotos de los discos las saqué yo, es mi otra pasión, lo mismo que el video. Estudié también astrología, tengo Géminis en la casa 10, y 10 es la casa del trabajo y Géminis las múltiples personalidades. Además soy de Escorpio. Será por eso que me siento muy confiado para tomar muchos roles en el trabajo. En Tanghetto soy ingeniero de mezcla, productor, compositor, hago las letras, los poemas, soy cantante, hago la fotografía y los videos.
Y todo este trabajo de fusionar tus personalidades, ¿fue un trabajo de análisis?
En algún momento creí que podía auto-analizarme porque la psicología siempre me interesó. Desconfiaba de la gente que iba a terapia, no cambiaba mucho su ser, si no que se sentía bien consigo misma. Y tenía una idea de que uno tenía que evolucionar: en vez de ir a terapia, era mejor leer muchos libros de psicología. Sentía empatía con lo que leía. Me psicoanalizaba solo hasta que necesité ir a terapia de verdad. Cambié mucho, no en la esencia multifacética, eso lo agrandé más. Consulté en el año 2007, Tanghetto estaba crecidito pero Diego se casaba con una italiana y yo tenía que enfrentar muchas cosas solo; como eran varias responsabilidades, me ayudó a mantener el eje y enfrentar todo eso. A su vez, estaba también mi hermano en esto, que tuvo una crisis matrimonial y se alejó, entonces todo estuvo sobre mí. Fue fuerte.
Pudiste pedir ayuda y darte cuenta de que no podías todo solo.
Es que no podía, eran demasiadas variables y cambios. Con Diego nos conocimos por un amigo en común, yo buscaba guitarrista, nos hicimos amigos, y fue una de las pocas personas que creyó en mis delirios y todavía cree (risas). Entonces no fue fácil ese tiempo que él estaba tomado. Volví a hacer terapia con distintos terapeutas, no sé si es bueno para mi psiquis, pero necesito cambiar y es coherente con mi existencia.
Parece que tu vida está signada por los cambios.
Mis padres se separaron apenas nací. Luego mi madre se casó con otra persona que también tenía hijos, y tuvieron dos más. Mi padre también se casó y tuvo hijos, yo me adaptaba a esas personas diferentes. Al final todo esto se los tengo que agradecer, porque era entretenido y lo convencional era aburrido para mí (risas). Por eso cambio de terapeutas. Como soy muy divagante, loco y creativo, el análisis me conecta con la tierra, con la visión de los demás. El terapeuta sería como el traductor de los hechos de cómo viviría alguien que yo no puedo comprender.
O sea, vos. Es una buena definición de un analista.
(Risas) Claro, eso es lo que hacen los psicólogos. A mí me ayuda mucho la visión de los otros. En este momento creo que Tanghetto puede dar otro paso hacia Tangocrisis para fusionar con el rock. Ahora sacamos la segunda versión de Hybrid Tango y tiene el mismo concepto del 2004: cómo sería un conventillo hoy con todas las influencias de los emigrantes haciendo tango. El tango era una fusión de candombe, milonga, payada, y surgió como algo nuevo. Por eso lo que hacemos nosotros es tango, porque tenemos ese espíritu, estamos como reinventando algo y ahora con años de experiencia. Hay dos temas cantados con Tabaré Leyton, un cantante uruguayo que estoy produciendo. Hay un tema que canto yo y lo demás es instrumental. Hago de todo y me gusta todo.
Sos una fusión.
Sí, y con cada nuevo terapeuta ya no soy el mismo aunque le cuente que nací en esta familia delirante y hable de mi identidad. Para los terapeutas es difícil porque cuando cuento mi historia, no se ve dónde está mi identidad.
Tu identidad parece estar en esa fusión y en seguir delirando.
Parece que sí. Me pregunto qué más me gustaría hacer, es raro; este último disco tiene invitados conocidos como León Gieco, Adriana Varela y Rada, que canta una letra mía, tengo el placer de que haya gente del tango y del rock, una gran fusión (risas). Quiero ‒aún no lo logré pero estoy ahí‒ que canten juntos alguien del tango y alguien del rock. Hay una búsqueda de la satisfacción. Existió la posibilidad de tocar en los escenarios más importantes de Londres, donde Michael Jackson iba a hacer los últimos shows, pero se murió antes. Estaba la posibilidad de llevar una banda argentina a un partido de polo de la selección argentina con la selección de Inglaterra. Cuando escuché tocar en ese escenario, yo quería estar ahí, el primer año no pudo ser, pero en el 2013, sí. Trabajé en ese show meses, pero una vez que pasó, ya paso a otra cosa. La alegría de lograrlo no dura tanto como el esfuerzo por hacerlo.
Pienso que tu motivo de consulta va más allá de Tanghetto, porque está muy bien perfilado lo que deseás hacer. Las preguntas están relacionadas con tu identidad y con tu búsqueda.
Me pregunto cuál es el motor de ese anhelo de siempre estar buscando… Si el motor es una satisfacción o una insatisfacción.
Encontraste la pregunta de tu consulta. Cerramos con esto.
Del otro lado del diván
Hay una búsqueda y una indagación constante en Max. Una hipótesis es que la separación de sus padres, luego de su nacimiento, lo signó en su deseo de unir (¿fusionar?) a esas dos familias que eran tan diferentes. Siguiendo esta cuestión como hilo que se teje en el entramado de la entrevista, se puede pensar que su identidad se ha modelado tratando de integrar en él aspectos muy distintos. De ahí el multifascetismo de su personalidad y de su talento artístico. Con Tanghetto, Max logra formar otra familia, una familia nueva, una familia-fusión: tango-electrónica-rock, y puede haber más sorpresas desde esa suerte de paternidad engendrada por su deseo de hacer crecer a la banda. Escuchar a Max conlleva seguir un camino asociativo muy creativo, donde lo imposible (unir a sus padres) se hace posible en su interior. Su pregunta acerca de la satisfacción o insatisfacción como motor de su deseo, puede ser pensada desde la construcción de esa identidad amasada con tantas vetas distintas que lo llevan a incorporar nuevos elementos (ahora el tango con el rock, por ejemplo). Es a partir de la insatisfacción primaria, posterior a su nacimiento, que nace y se nutre la búsqueda de satisfacción de su deseo: hacer que lo que está separado se fusione gestando algo nuevo. En esta etapa de su vida, el trabajo consigo mismo consistiría en completar su integración y la aceptación de su identidad.