Máquinas de lo sensible: Andrés Denegri en Rolf
Por Jesu Antuña
En su primera muestra individual en Rolf, el artista Andrés Denegri propone un recorrido por alguna de sus obras más importantes. A partir de múltiples soportes como el video, la instalación y la fotografía, genera un relato en torno a la conformación del Estado a partir de la problemática de archivo y las imágenes técnicas.
Alguna vez la técnica desveló a artistas y teóricos, se la cuestionó desde aspectos más bien románticos, señalando la pérdida que esto traería para el gran arte, propio de unos pocos espíritus creativos con un gran dominio del oficio (y por paradójico que suene, de una gran técnica). La técnica no comenzaba ni terminaba, sin embargo, en el arte. El crecimiento de las ciudades con sus novedosos bulevares, la construcción en hierro y la producción en serie de las fábricas, transformaron la cotidianeidad humana. El siglo XIX marcó, quizá tanto como el XX (este más por sus atrocidades que por sus invenciones), un antes y un después en la historia de la humanidad.
Más allá de la técnica, en América Latina el siglo XIX está marcado, en primer lugar, por la independencia de sus países con respecto a Europa y luego por la fundación de los Estados nacionales, con las consiguientes disputas entre diferentes facciones que todo proceso revolucionario suele traer consigo. En América Latina, técnica y fundación del Estado Nación fueron de la mano, y se necesitaban mutuamente, en el pasaje del siglo XIX al XX.
Máquinas de los sensible, la muestra de Andrés Denegri en la galería Rolf, pareciera trabajar sobre esos dos procesos. Como ya es habitual en el artista, retoma materiales fílmicos en super8 y 16 mm para desarrollar una serie de máquinas escultóricas que ponen en escena las problemáticas ligadas a las imágenes técnicas. La pregunta por la técnica y la materialidad de la imagen pone en escena la fundación del Estado argentino, así como también la actualidad de ciertos movimientos sociales.
La muestra tiene un sonido maquínico, que por momentos la hace ruidosa. En el ingreso a la galería nos encontramos con una gran instalación, construida a partir de andamios, un proyector y película 16 mm, donde el artista crea un sistema para que la cinta corra de un lado a otro y en ese paso haga también de pantalla. La obra, titulada Plomo y Palo, perteneciente a la serie Éramos esperados, remite en su sonido a la construcción fabril, como si el mecanismo llevase inscripto su mismo contexto de producción. Una estrategia similar sigue Denegri en Hierro y Tierra, de la misma serie, donde desarrolla un sistema con tres proyectores y películas Super8 que giran en loop. También en este caso se trata de una puesta que le debe mucho a la escultura ya que los proyectores que están colocados sobre una mesa proyectan imágenes sobre una tela traslucida que, por momentos, recuerda a la vela de un barco.
Volvamos al sonido. Si algo caracteriza a los proyectores que utiliza Denegri es que ninguno de ellos es silencioso. Los proyectores super8 y 16 mm, a diferencia de los contemporáneos, se caracterizan en parte por su sonido, que otorga una particularidad a la liturgia del cine. Pero, además, hay otro componente que se hace presente en la muestra: el olor. Este es uno de los componentes más interesantes de la serie Mecanismos del olvido, donde Denegri retoma la película de Eugenio Py titulada La bandera argentina (1897) una de las primeras películas del cine nacional, que lleva inscripta en el nombre y en la filmación de la bandera argentina un relato fundacional tanto para el Estado argentino como para el cine nacional. En una de sus obras más importantes, Denegri crea un dispositivo mediante el cual el proyector hace correr la película de Py hasta que en determinado momento el proyector se detiene y la lámpara quema el film, por lo que la imagen de la bandera argentina se derrite, generando también algo de humo y olor que proviene del film quemado. La película de Eugenio Py es uno de los ejes centrales de la muestra, que se hace presente además en el díptico A: bandera/B: argentina, dos cajas de luz que contienen el film con muchos de sus fotogramas quemados. Una lógica similar sigue en Bandera quemada, un políptico de cinco piezas con fotografías de la bandera argentina quemada.
Tomar las calles, dos de las tres películas que forman parte de la serie Cuadro a cuadro, cierra la muestra. En este caso, se trata de obras compuestas por video, texto y el carrete con el film original, donde Denegri se infiltra entre la multitud en distintas manifestaciones. Denegri elije manifestaciones populares – el acampe por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito y una marcha de trabajadores en reclamo de la apertura de paritarias – para realizar un registro íntimo y cuerpo a cuerpo del acontecimiento mediante una cámara de super8. En el texto que acompaña el video mudo Denegri se encarga de trascribir el relato de un integrante de cada una de esas manifestaciones. Este es, a mi entender, uno de los puntos débiles de la muestra, ya que podríamos pensar como algo sesgada la elección de un relato entre miles posibles. Pero, además, los relatos que el artista selecciona se caracterizan por su violencia. Es cierto, por un lado, que la violencia se hace presente en muchas manifestaciones y, por el otro, que la misma dinámica social, siempre y cuando sea transformadora, parece exigirla. Sin embargo, quizá la elección no haga justicia al contenido discursivo de esas manifestaciones, aun cuando sea posible encontrar ese tipo de relatos. Si algo nos ha legado el pasaje del siglo XIX al XX es que las manifestaciones populares no son reductibles a unas pocas consignas.