Antología Cromática
Nota por Marifé Marcó
La obra de Adriana Olguín, me recuerda a un cuento de los hermanos Grimm que a continuación transcribo:
«Una huerfanita hilaba, sentada sobre el muro de la ciudad, cuando vio salir un sapito de una hendidura. Rápidamente extendió junto a ella su pañuelo de seda azul, que los sapos aman con tanta pasión y solo a ellos se dirigen. En cuanto el sapo lo vio, dio media vuelta, volvió con una pequeña corona de oro, la colocó sobre el pañuelo y se fue de nuevo. La niña tomó la corona; centellaba, y la formaban los más delicados hilos de oro. Al poco rato, el sapo volvió y, al no ver la corona, se deslizó por el muro y golpeó contra él su cabecita, lleno de dolor hasta que sus fuerzas se agotaron y cayó muerto. Si la niña no hubiese tocado la corona, el sapo habría sacado más tesoros de la hendidura.»
Este cuento, es una metáfora de sus obras, de la magia de un instante que Adriana logra plasmar, el lienzo es el diario del artista, allí se encuentran expresados sus emociones y sentimientos.
Respecto a la técnica, podemos observar reminiscencias de dripping o choreado, sin llegar a ser action painting que marcaba el inconfundible estilo de Pollok, sin embargo, ambos artistas confluyen en un punto y es en el caos de sensaciones que surgen de sus mundos interiores.
Antología cromática es un recorte de la extensa producción de Adriana Olguín, está compuesta por tres periodos que van desde 2013, 2015 y 2017, se caracterizan por el gesto y el color, al modo de cuerdas que vibraran como el alma de la artista. Pero este soplo de viento se transforma en algo corpóreo cuando en el 2015 incursiona en la creación de objetos, las Cajas Serie Bijox que podría leerse como cuerpos transparentes que contiene sentimientos preciosos.
Otro aspecto que resalta en esta artista multifacética, es la producción de joyería artística, su estilo es eclético, oscila entre el barroco y el minimalismo.
La joyería en la historia de la humanidad tiene gran importancia, los productos de embellecimiento personal por un lado marcaban la clase social y por otro lado servían de ornamentos para realizar objetos sagrados para los sacerdotes. Hoy ese sentido mutó, Adriana Olguín incorpora conceptos y contenidos a las piezas y les imprime un sello personal, como si su creación se dirigiera a un sujeto nuevo, inmerso en un contexto difuso, efímero y transitorio. Crea piezas únicas, a diferencia de las reproducciones en series, sus joyas nos invitan a introducirnos en la realidad de su propio mundo, con una condición: tener cuidado al tocarlas, para que así ella pueda seguir sacando más tesoros de su hendidura.