Image Image Image Image Image Image Image Image Image Image
Menu +

Arriba

Top

12 abril, 2013

( Primera parte )

Por: Ilda Rodríguez (*)

«… una partícula de mí, recobrada, perdida, fallada, palabras, soy todas esas palabras, todas esas extrañas palabras, este polvo de verbo, sin suelo en el que posarse, sin cielo en el que disiparse, reuniéndose para decir, huyéndose para decir…»

S. Beckett, El innombrable

«El que tenga oídos para oír que abra los ojos, u ojorejas. Paradoja para la hoja y el ojo, para pararse a leer: parad, hoja».

J. Ríos, Ulises Ilustrado

«Pues bien, el oxímoron propuesto en la ocasión es aludir o trabajar respecto de lo Real del lenguaje, de modo tal que la nominación en sí misma dé cuenta de aquello a lo que se refiere, o sea, que ella misma trasunte aquello a lo que alude, en esta manera de decirlo: Realenguaje».

R. Harari, ¿Qué dice del cuerpo nuestro psicoanálisis?

I. Del psicoanálisis postjoyceano, caótico e in-mundo

Una de las tesis básicas que nos ha legado Roberto Harari respecto de nuestro psicoanálisis radica en la enseñanza desprendible del fundamento de la pulsión de muerte, proclive y afín con lo nominado por él como Realenguaje, puesto que este exige «como prerrequisito, la postulación en acto de la existencia de aquella». (¿Qué dice del cuerpo nuestro psicoanálisis?). En ese contexto, es menester aseverar que será su incoercible afán por la producción de significantes nuevos que hagan posible nombrar la experiencia psicoanalítica de otros modos el que brinde la apoyatura en la decisiva conceptualización de la pulsión de muerte —la pulsión por excelencia—, como piedra nodular para todo avance en el psicoanálisis de raigambre lacaniana. Es claro que de ello se desglosa que hay un psicoanálisis que es efectivamente el que propendemos, y otro que no; como lo que sigue intentará mostrar, según lo espero.
Ahora bien, a los efectos de desplegar algunas líneas de la temática propuesta, es necesario considerar que, desde 1994, su tenaz búsqueda investigativa —la cual no será posible agotar en el marco del presente decurso— ha ido procesando el maridaje entre el psicoanálisis de raíz lacaniana y las ciencias caológicas, esencialmente sostenido de manera confluente en los avances —ahondados con propiedad epistemológica— del así llamado «último Lacan», merced al concurso de su aporte adicional —inventivo— en la materia. De ahí en más, esa ha sido la impronta dominante que, de una forma u otra, ha pregnado su obra, a la que no hesitamos en poner bajo una advocación un poco más genérica y que ha nominado como psicoanálisis caótico, postjoyceano e in-mundo, en distintos momentos de su diseño conceptual y clínico.
En orden a lo apuntado, la complejidad creciente de sus desarrollos en nuestro psicoanálisis han estado orientados hacia el insoslayable trabajo cotidiano del analista en la dirección de las curas a su cargo, tanto como a sus efectos en la detección de «los rostros actuales, multifacéticos y proteiformes» (Psicoanálisis in-mundo) de las renovadas resistencias —para empezar, la de los propios analistas— al psicoanálisis, en lo in-mundo.
Desde luego que también del psicoanalista se pretende, de tal forma, que dé un paso más allá de la interpretación de lo Simbólico extendido y generalizado, para retomar, por su parte, el Realenguaje, ese punto donde, por medio de lo sónico —ejemplarmente—, pudiese llegar a tocarse alguna punta de lo Real, a través de su atención flotante. ¿No será allí donde Lacan muestra cómo Joyce, en particular su Finnegans Wake, constituye uno de los fundamentos insoslayables del psicoanálisis, avanzando donde no nos alcanzan ya tan solo los freudianos? (Volveremos sobre esta cuestión).
En todo caso, somos seres de lenguaje, divididos, malentendidos, atravesados y constituidos como tales, por sus efectos. Por ende, este es nuestro hábitat, y en esta condición diremos que aquel constituye un fundamento del psicoanálisis. Quiero decir que en nuestro quehacer —en tanto psicoanalistas— estamos maniobrando sobre este punto, que es nuestro campo operatorio y constitutivo: el lenguaje. De nuevo, cabe decir que hay un discurso analítico y un lazo inédito que nunca nadie, antes de Freud, había considerado y al que ha llamado situación analítica, con su artificio comandado por la regla fundamental, que es simplemente, hable. Se trata de algo absolutamente novedoso —una invención— y, aunque haya habido posibles intuiciones al respecto, no se deben, indudablemente, sino al hecho que acabamos de situar: que somos hablantes seres; más aun, seres del balbuceo. Por eso mismo, al introducir el Realenguaje, se pone en acto cada vez ese hallazgo lacaniano, el hablaje —palabra-valija que mezcla habla y lenguaje— en su virtualidad y potencialidad. Para decirlo de otra manera, es un modo privilegiado que permite iluminar lo Real a la luz del Realenguaje, una singular experiencia a la que nos confronta un psicoanálisis.
En esa dirección, y a la luz de lo expuesto, se deja trasuntar la convicción metodológica, manifiesta en Harari, de procesar de manera programática aquello abrevado en sitios —cuya lectura escriptible hace «virginales»— de la obra de Freud y de Lacan. Vale decir, se autoriza en su andadura inventiva, sosteniéndose en cierta indicación mínima de estos maestros del psicoanálisis, pescada, apresada, en eso dicho al pasar, y luego rastreada. También, en tan solo enunciados en sus líneas fundamentales.
Ahora bien, ¿basta con decir que los psicoanalistas trabajamos con la palabra? A mi entender, es un punto equívoco si quedamos allí. Lacan nos ha dicho que tratamos de deshacer con la palabra lo que fue hecho con la palabra; el síntoma, por ejemplo. Sabemos que con ella —así dicha, sin discriminar sus registros— podemos dar consejos, órdenes, indicaciones para el hogar… En cambio, se precisa avanzar en las operatorias del equívoco y de la palabra-valija, las agudezas, la puesta en obra de la crisis del sentido, realzando la incidencia de las reiteraciones de los sonidos, las coincidencias superpuestas entre ellos, la musicalidad de sus registros (lalación, lalangue), etc. O sea, haciendo hincapié en que el texto ofertado en la sesión analítica para su re-escritura está ya allí, y sin que sea necesaria remisión alguna, el audicionar psicoanalítico maniobra en el espacio del fraseo (I. Rodríguez, «Incidencias del analista, ¿cómo transmitirlas en la presentación clínica?») analizante en transferencia: siguiendo el énfasis en lo sónico, privilegiando el ritmo, la euritmia, la rima, la asonancia, la consonancia, la cadencia; en fin, la musicalidad.

II. Importa la caología para nuestro psicoanálisis

Abordaremos, a continuación, algunas mínimas puntuaciones acerca de la teoría del caos (R. Harari ha sido Miembro de la International Federation for Psychoanalytic Education y de la Society for Chaos Theory in Psychology and Life Sciences), suelo sobre el que se apoyan los desarrollos hararianos y que, importada para el psicoanálisis precisado caótico y postjoyceano, recurre a la puesta en obra de un cimbronazo del hipotético equilibrio de los sistemas (crac, boom), que en nuestro caso importa al lenguaje y la lengua.
Por supuesto que, en primerísimo término, es necesario atisbar por los andariveles básicos de lo que implica la Teoría del caos —llevando agua para nuestro molino psicoanalítico— en tanto denominación popular de la rama de las matemáticas, la física y otras ciencias, que trata ciertos tipos de sistemas dinámicos muy sensibles a las variaciones en las condiciones iniciales. Pequeñas variaciones en dichas condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, complicando la predicción a largo plazo. Esto sucede aunque estos sistemas son deterministas, es decir: su comportamiento está completamente determinado por sus condiciones iniciales. La mayoría de los tipos de movimientos mencionados sucede alrededor de atractores muy simples, tales como puntos y curvas circulares llamadas ciclos límite. En cambio, el movimiento caótico está ligado a lo que se conoce como atractores extraños, que pueden llegar a tener una enorme complejidad como, por ejemplo, el famoso atractor de Lorenz. Este es, quizá, uno de los diagramas de sistemas caóticos más conocidos, no solo porque fue uno de los primeros, sino también porque es uno de los más complejos y peculiares, pues desenvuelve una forma parecida a las alas de una mariposa. Los atractores extraños son curvas del espacio de las fases que describen la trayectoria elíptica de un sistema en movimiento caótico. Un sistema de estas características es plenamente impredecible, ya que saber la configuración del sistema en un momento dado no permite predecir con veracidad su configuración en un momento posterior. De todos modos, el movimiento no es completamente aleatorio. En la mayoría de los sistemas dinámicos, se encuentran elementos que permiten un tipo de movimiento repetitivo y, a veces, geométricamente establecido. Los atractores son los encargados de que las variables que inician en un punto de partida mantengan una trayectoria establecida, y lo que no se puede establecer de una manera precisa son las oscilaciones que las variables puedan tener al recorrer las órbitas que puedan llegar a establecerlos.
Desde tal perspectiva, cabe destacar de lo predicho que, respecto de las disciplinas con las cuales el psicoanálisis propugna intersectarse, es menester postular una doble vertiente. Por un lado, cómo nuestra disciplina procesa, por importación, conceptos de otras; pero, por otra parte, cómo fecunda —por exportación— a estas, lo cual, a nuestro juicio, es la tesitura desplegada y enseñada por Freud en su notable artículo «El interés del psicoanálisis». Allí demuestra que, a partir de sus trabajos, se plantean cuestiones que implican cabales desafíos teóricos, ante los que las disciplinas conexas no pueden permanecer impasibles. Por ende, se puede apreciar cómo, requiriendo para ello del hallazgo, del concurso cruzado por nociones y epistemes propias de disciplinas afines, Harari se inscribe, al proceder de este modo, en la más rica tradición psicoanalítica.

[showtime]

(*) Psicoanalista. Miembro Analista (MA) y presidente de Mayéutica-Institución Psicoanalítica. Representante de esta en la Comisión de Enlace General de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano. Integrante del Comité Editorial de LaPsus Calami. Revista de Psicoanálisis (ildaarodriguez@gmail.com; ildarodriguez@arnet.com.ar).