Como el caracol, los seres humanos llevamos siempre nuestra casa a cuestas. No podemos evadirlo, es una condición de lo humano; la cuestión es, entonces, cuán pesada será nuestra casa, cuánto peso estamos dispuestos a cargar y cuánta distancia queramos caminar. Alejandro Somaschini presenta un conjunto instalacionista compuestos por cuatro núcleos que podrían llamarse des- y re-estructuración, depuración y purificación.
Por: María Gnecco
Un eslabonado juego de ideas recorre la sala y se instala como hilo conductor de sentido, poniendo en tensión la razón y la emoción: la deconstrucción como ejercicio para saber qué y cuánto se está cargando, el alivianamiento, la selección y el filtrado, y la purificación como necesidad humana de búsqueda esencial.
La idea de ambigüedad sobrevuela toda la muestra; las construcciones de Somaschini pueden ser esto, pero también pueden ser lo otro. No podemos ponerles nombres precisos, ni designarles funciones permanentes. Nada más acertado, ya que posiblemente no haya nombres concretos que den cuenta con exactitud del universo que cada uno de nosotros construye, ni de la manera que elegimos para hacerlo.
El recorrido comienza ante una mesa de trabajo, en donde una teja de arcilla, paradigma del hogar y la protección, es sometida a un ejercicio analítico y deconstructivo; a partir de esta operación puramente racional, aquel elemento proveniente de la tierra pierde parte de su carga (peso) y consigue elevarse en el aire, se vuelve flotante, liviano. Ha dejado su materialidad original y, si bien conserva parte de su esencia, se ha transformado en una nueva realidad, ilimitada e imposible de definir con exactitud.
La idea de depuración marca presencia; las zarandas, una sobre otra, depuran pero a la vez seleccionan. Y esto no es un dato menor, si tenemos presente que en toda selección algo se deja atrás. Las zarandas conforman una instalación formalmente minimalista y metafóricamente sanadora, que dan la entrada al espacio alquímico de la muestra.
La luz ha bajado de manera ostensible; la idea de depuración, adosada a un acto mecánico, se transforma, en este espacio, en purificación, y de esta manera lo vuelve místico.
Objetos inclasificables realizados en cerámica fría actúan como filtrantes suspendidos; en su interior, los elementos se depuran y se transforman, decantando en un pequeño lecho de sal.
Y, por último, una construcción híbrida, nuevamente la imposibilidad de una denominación cerrada. Templo, pagoda, hogar, refugio.
En su interior, objetos y dibujos que se alinean con el misterio y la alquimia.
Alejandro Somaschini nos ha sumergido en un viaje. Hemos salido de nuestra casa, con nuestra carga al hombro. Racionalmente, nos hemos quitado peso de encima. En el camino, hemos sopesado, seleccionado y elegido, y finalmente, en el contacto con el misterio y la magia, encontramos un nuevo lugar, sin nombre preciso pero más íntimo, más liviano y, posiblemente, más seguro. Como el caracol, hemos reconstruido nuestra casa, esta vez con el peso justo.
Caracol
Muestra de Alejandro Somaschini
Sala de Proyectos Especiales, 1.º piso, del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Avda. San Juan 350.
Hasta el 30 de marzo.
Martes a viernes: 11 a 19. Sábados, domingos y feriados: 11 a 20. Lunes cerrado (excepto feriados).
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