Schiaparelli & Prada, Impossible Conversations: una exhibición inteligente y reflexiva que cautivó durante los primeros meses de este año a los visitantes del Metropolitan de Nueva York.
Por Andrea Castro
Terminó agosto y, con él, llegó a su fin la ya tradicional exhibición de primavera que todos los años presenta el Costume Institute del Museo Metropolitano de Nueva York. Este año, luego de la emotiva retrospectiva dedicada al desaparecido Alexander McQueen, que fue un éxito en el 2011, los curadores del Museo prefirieron presentar una muestra más compleja, y hasta algo tramposa, que obligó a sus visitantes no solo a mirar, sino también a oír y fundamentalmente a pensar.
Los despreocupados concurrentes que recorrieron relajadamente las espaciosas salas, plagadas de prendas y accesorios, se quedaron solo con un relato visual confeccionado, muy tendenciosamente, a partir de las sorprendentes similitudes estéticas y formales que mostraban las creaciones de las dos diseñadoras italianas. Los acostumbrados a leer entre líneas, en cambio, empezaron a percatarse de que las convergencias, en realidad, develaban diferentes maneras de pensar.
Una de las claves del enigma se encontraba a la vista de todos, en la primera sala. En ella se reunieron las famosas chaquetas de Elsa con las codiciadas faldas de Miuccia, para dejar planteada desde el vamos una diferencia fundamental entre ambas creadoras: el contexto temporal, histórico y social en el cual desarrollaron sus respectivas carreras. Mientras Schiaparelli diseñaba prendas para mujeres que todavía pasaban la mayor parte de su tiempo con las piernas cubiertas, Prada asistía, con solo 10 años, a la llegada de la minifalda y la liberación femenina.
La otra pista que fue determinante para captar el verdadero sentido de esta compleja exhibición estuvo centrada en los ocho videos dirigidos por Baz Luhrmann, en los cuales la real Miuccia Prada mantiene las «no tan imposibles» conversaciones con una Elsa Schiaparelli encarnada por la actriz Judy Davis. En esas charlas —con una enorme mesa de estilo de por medio, que parece simbolizar las distancias existentes entre ambas—, ante temas similares (justamente los que dieron título a cada una de las secciones en las que se dividió la muestra), las dos mujeres revelan opiniones muy divergentes.
Las palabras de cada una de las protagonistas unen el pasado con el presente gracias a las diferencias culturales que relatan, y prueban los abrumadores y veloces cambios que atravesaron el siglo XX. Las charlas, creadas por los curadores en base a entrevistas que mantuvieron con Prada y la autobiografía que escribió Schiaparelli en 1954, son un milagro del montaje digital, ya que, según comentó el propio Luhrmann, Miuccia y Judy Davis no filmaron juntas nunca.
Gracias a la ya cotidiana magia de Internet, los interesados que no tuvieron la fortuna de ver la muestra personalmente pueden encontrar los ocho videos en el sitio Web del Metropolitan de Nueva York, o en el más popular YouTube.
Para coronar el impecable montaje, que incluyó gigantografías de fotos de época y pulcras vitrinas transparentes que albergaron varios de los 90 trajes y 40 accesorios expuestos, se editó un catálogo tan dual como el mensaje del guión curatorial de la exhibición. Desde su misma tapa, el libro principal, que contiene el cuerpo de la muestra, integrado por textos referenciales y fotos, lleva encastrado un libro más pequeño que, de forma intercalada, va desarrollando el texto completo de las conversaciones.
Con un cortante bien filoso y mucha paciencia, ambas publicaciones podrían separarse y reducirse a dos entidades completamente independientes, al igual que la mirada de los visitantes despreocupados y la de los acostumbrados a leer entre líneas.
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