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8 enero, 2019

La cultura mediática es un laberinto de espejos

La cultura mediática es un laberinto de espejos
La responsabilidad de la prensa en la cobertura sobre temáticas ambientales
Por Ayelen Dichdji

 

Los medios de comunicación evitan hablar de las causas económicas y políticas de los conflictos ambientales.

Estos medios de comunicación masivos desempeñan una función central en la configuración de la sociedad moderna, se colocan como mediadores necesarios del acontecer social entre el suceso y los individuos. Además, son vehículos de transmisión tanto de información como de opiniones. Son responsables de la construcción social de la realidad circundante, por ello no pueden considerarse neutrales. Por el contrario, construyen representaciones sociales particulares que permiten elaborar una determinada concepción del mundo a través de la selección que realizan sobre qué se muestra, qué se omite y qué actores sociales e instituciones se (re)presentan.

También establecen agenda, entre otras razones, gracias a la autoridad relativa que la comunidad les ha otorgado; asimismo, producen discursos con características y estructuras particulares. Si aceptamos que el contenido que brindan los medios no es neutral, tampoco puede serlo el uso que se hace de las formas lingüísticas como diseño, diagramación, redacción, etc. En este punto, hay autores que sostienen que los medios son soportes institucionales que incorporan los conceptos información y comunicación a sus lógicas económicas, tecnológicas y simbólicas. En otras palabras, constituyen el poder simbólico encargado de producir y difundir formas simbólicas.

Tradicionalmente la prensa cumple con la función de mediadora entre los hechos y su público, realizando una selección de los temas que presentarán. De ese modo, se construyen los sistemas de valores que regulan el sentido social de las comunidades. Cabe destacar que, además, imponen una visión de los hechos, por lo tanto, construyen una realidad posible y un sentido particular del mundo para las sociedades. Es decir que elaboran una visión determinada semejante a sus objetivos, pero alejada de un reflejo fiel.

En general, han construido sus discursos sobre el mundo y sobre las problemáticas ambientales partiendo de crisis locales o regionales; seleccionando y jerarquizando aquella información que según su criterio periodístico es más pertinente. Aunque eso no implicó que la cobertura mediática, en sus inicios, dejara de ser esporádica.

Sin embargo, uno de los hechos más destacables de los tratamientos en materia ambiental es el enfoque catastrófico o sensacionalista que se le brinda a la información. De esta manera, se propicia la espectacularización del suceso noticiable en detrimento del análisis y la concientización. Esto provoca en la audiencia estados de estupor o perplejidad frente a los hechos narrados. Eso significa que los medios no sólo cumplen con la función de informar sino, también, elaboran un espectáculo para sus receptores. Este concepto alude, en primer lugar, a la utilización de imágenes del medio y de la naturaleza como objetos de consumo visual con alto contenido simbólico. En segundo lugar, los conceptos, imágenes y valores que las sociedades contemporáneas asignan al medio y al espacio natural no tienen que ver con un conocimiento profundo y experimentado de la realidad circundante. Es decir que es una construcción social, un producto para el consumidor. El espectáculo, entonces, se presenta como una necesidad dentro de la lógica simbólica que encierran los mecanismos mediáticos.

La sociedad moderna, así, es caracterizada por el riesgo que nos mantiene en constante alerta sobre los cambios que pueden producirse. En ese marco los medios juegan un rol protagónico, puesto que la información que transmiten incrementa la conciencia del riesgo. Para algunos académicos los mass media no deben perder de vista tanto la racionalidad técnica (precisión informativa, datos estadísticos concretos, criterios científicos, etc.), como la cultural (sensibilidad de la población, disminución del pánico, descripción sobria de los hechos, etc.) en el abordaje de las comunicaciones sobre riesgos ambientales.

En la mayoría de las coberturas mediáticas sobre problemáticas ambientales se pondera el riesgo por sobre la prevención, y la catástrofe antes que la información. Lo antedicho aumenta la preocupación de la población en lugar de promover la concientización. Por consiguiente, los riesgos de catástrofes pueden ser variados y de diversa complejidad, pero los medios de comunicación colaboran para que sean percibidos como algo único y generalizable. De esta forma, nadie está exento del peligro de sufrir un evento destructivo por improbable que pudiera parecer.

Por lo que refiere a la percepción social sobre la problemática ambiental ésta, atraviesa tres etapas diferenciadas: la preocupación por el perjuicio hacia la naturaleza; la puesta en acto en búsqueda de soluciones posibles para sanear el problema; y la significación, es decir, la imbricación de la problemática con otros valores culturales. En este contexto, el estudio de los medios de comunicación es de capital importancia porque a través de ellos la sociedad adquiere información y construye, además, su cultura ambiental. Son espacios donde se disputan no sólo significados, sino también la hegemonía sobre esos significados.

Por otra parte, los debates públicos que se plantean en los medios en Argentina sobre conflictos socioambientales suelen evitar, por lo menos, dos esferas: las raíces económicas del conflicto y los intereses políticos que se encuentran imbricados en cada problema ambiental. En este aspecto, es común encontrar coberturas mediáticas sobre celebraciones organizadas por movimientos ambientalistas, campañas de reciclaje, actividades propuestas por ONG´s verdes. Pero cuando se trata de acontecimientos de riesgo el acento frecuentemente se encuentra en las inclemencias del tiempo, los desastres, amenazas y catástrofes «naturales», entre otros términos comúnmente utilizados.

Es decir que, existe una deformación en la manera de entender y presentar los conflictos ambientales. En consecuencia, nosotros como ciudadanos nos acostumbramos a identificar fenómenos catastróficos y no a entenderlos. En principio, porque esas calificaciones suponen invertir la responsabilidad del hecho ocurrido a «fuerzas naturales» o «sobrenaturales» que atentan irremediablemente en contra del ser humano. Otra malinterpretación de los fenómenos ambientales consiste en atribuir la carga negativa sobre la naturaleza, considerando su «acción maléfica» por encima de otras causas, como las condiciones políticas y los intereses económicos que se esconden detrás de estos acontecimientos. En muchos casos estas representaciones son reforzadas y difundidas por los medios de comunicación.

En las coberturas mediáticas los problemas ambientales se convierten en una construcción social hecha por nosotros mismos, en un vehículo de nuestra subjetividad. Si tenemos en cuenta que en la mayoría de los casos los ciudadanos no tienen una experiencia directa con estas problemáticas ambientales los medios de comunicación se tornan indispensables.

En paralelo, las actitudes ambientales de las personas no pueden entenderse sin comprender el grado de información ambiental al que están expuestas, por lo tanto, los medios de comunicación brindan la materia prima informativa para la construcción social de las representaciones del ambiente. Al mismo tiempo, connotan y otorgan significados particulares a aquellos acontecimientos vinculados a problemas ambientales, puesto que actúan como intermediarios entre la realidad de la que informan e interpretan y la sociedad a la que se dirigen. Asimismo, la mención de cuestiones ambientales en la prensa, son relativas y se perciben de acuerdo con factores aleatorios, eventuales y al lugar que ocupa la problemática en los medios.

Conforme a esta visión, el desarrollo que tuvo el interés por los problemas ambientales desde la década de los sesenta es semejante al proceso que aconteció en el tratamiento mediático sobre el tema. Consideremos ahora que el interés por las cuestiones ambientales surge en la década de los sesenta a causa de la crisis ambiental, producto de la alteración y destrucción de los recursos naturales; se acentuó en la década siguiente gracias a la emergencia de los movimientos ambientalistas que enarbolaron la bandera de la conciencia ambiental; diez años después se atenuó producto de la poca difusión que recibían los reclamos; hasta inicios de los noventa cuando renace el interés por la protección del ambiente. En la actualidad el auge de los conflictos socioambientales puso en el centro de la discusión, nuevamente, la interacción de cada cultura con tu entorno natural.

Esta evolución también se vio reflejada en desarrollo de en los medios. Más aún, para que éstos centren su atención en las cuestiones ambientales éstas deben contar con ciertas características. Existe al menos cinco pautas para tener en cuenta: la información debe adaptarse a los criterios noticiosos; además se tienen que localizar en una sección periodística; también se deben conciliar los posicionamientos del medio como de los ambientalistas; y disponer de profesionales de la comunicación comprometidos con la problemática; finalmente, la cobertura no debe atentar contra los intereses económicos del medio, de lo contrario la información es suprimida. En consecuencia, estas manifestaciones estarán en mayor o menor medida presentes en cada sociedad de acuerdo con el grado de información al que esté expuesto, a la presencia del tema en la prensa, a la incidencia directa o indirecta que tenga en la vida cotidiana de los ciudadanos, al grado de incertidumbre, entre otros factores para tener en cuenta.

Indudablemente tanto las emergencias, los desastres, los problemas y conflictos ambientales son novedosas y, por lo tanto, deben ocupar un espacio en los medios. Puesto que, éstos poseen una responsabilidad de informar con seriedad, de forma ética y científica con el fin de trascender la sensación de alarma y con profundidad teniendo en cuenta el contexto junto con los antecedentes de cada caso particular, sin eludir las obligaciones que cada actor social presente posea.