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8 noviembre, 2018

Derrame en Vaca Muerta

Derrame en Vaca Muerta
Alerta ambiental por un nuevo derrame de petróleo en el sur patagónico
Por Ayelen Dichdji

 

El pasado 19 de octubre se conoció la noticia sobre un nuevo derrame de crudo, en el pozo Bandurria Sur de Vaca Muerta, en la provincia patagónica de Neuquén. La formación, que supera los 30 mil kilómetros cuadrados de superficie, es explotada por Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) y por la empresa estadounidense Schlumberger.

El derrame ocurrió a menos de 12 kilómetros de distancia de la localidad de Añelo y del río Neuquén afectando, además, alrededor de 77 hectáreas. Frente a la desinformación, e intento de ocultamiento de la situación por parte del gobierno provincial, organizaciones ambientalistas como Greenpeace y Vida Silvestre presentaron un reclamo por escrito donde solicitaron conocer las causas y dimensión del impacto. También exigieron saber cuáles serán las medidas que se tomarán para subsanar la situación y las sanciones que les corresponderán a las empresas responsables del hecho.

No es la primera vez que la empresa argentina YPF, en sociedad con compañías internacionales, es protagonista en la historia de desastres ecológicos. Alcanza con recordar la denuncia que Greenpeace realizó a la Empresa Nacional de Petróleo-Magallanes (ENAP) de Chile -asociada a YPF- por el derrame de más de 720 mil litros de crudo en Tierra del Fuego, el pasado octubre, que afectó sustancialmente la biodiversidad de la zona.

Podríamos seguir enumerando los casos de contaminación y desastres ambientales en manos de empresas privadas que lucran con el deterioro del medioambiente en Argentina. Pero resultan notorias las similitudes entre los diversos ejemplos y, en algunas ocasiones, las consecuencias irreversibles. En nuestro país, en las últimas décadas, las compañías de petróleo y gas buscaron la manera de incrementar las reservas de combustibles fósiles sin reparar en los costos ambientales de sus acciones. Mientras que la matriz energética nacional continúe siendo altamente dependiente de los combustibles fósiles, tanto el Estado como las industrias extractivas, seguirán desplegando estrategias que fuercen los límites de su explotación.

Cabe destacar que la provincia de Neuquén es una zona por excelencia donde se pueden encontrar hidrocarburos no convencionales (como es el caso de las formaciones de shale gas o shale oil) cuyo proceso de extracción requiere el empleo de técnicas de estimulación hidráulica o fraking. Este proceso genera la fractura de las rocas donde se encuentran alojados los hidrocarburos, formados a lo largo de millones de años. En síntesis, se trata de reabrir las minúsculas fisuras presentes en la piedra, originadas por la naturaleza durante la formación de estos recursos y bloqueadas por el peso sobre ella.

En este contexto, los elementos extraídos por esta técnica acaparan el foco de atención de industrias nacionales e internacionales y del Estado. Sin ir más lejos, Vaca Muerta alberga una de las mayores reservas de petróleo y gas no convencionales de América Latina y el mundo. Este parece ser motivo suficiente para la explotación de los recursos que contiene. Además, al estar formada por rocas de baja permeabilidad, se requiere el uso de tecnologías que faciliten la extracción de los hidrocarburos no convencionales. En este sentido, la zona cuenta con una infraestructura construida con el objetivo de facilitar la expansión, exploración, perforación y explotación del área. YPF tiene la concesión de más de 12 mil kilómetros cuadrados de la superficie del yacimiento.

En el caso puntual de Bandurria Sur las causas del derrame todavía se desconocen y, según informa la propia empresa, aún se están investigando. Asimismo, aseguran que se proponen desplegar un equipo de más de 100 personas que estarán a cargo de las tareas de remediación: la mitad abocadas a trabajos de limpieza manual, mientras que el resto se dedicarán a trabajos de recolección de los fluidos. También se informó la colocación de piletones adicionales para la acumulación de líquidos resultante de estas tareas. Se calcula que el plan de saneamiento demorará -como mínimo- ocho meses en culminar.

Las autoridades nacionales y provinciales argumentan como crucial la extracción de estos recursos naturales mediante la técnica de fracking, para evitar una crisis energética nacional. Sin embargo, la resistencia de los movimientos socioambientales, con apoyo de sectores científicos y académicos es sólida y consecuente con la defensa del medioambiente y de la calidad de vida de los pobladores locales. La oposición social se sostiene en la necesidad de transformar la matriz energética actual y preservar los recursos naturales no renovables de la Patagonia. Las actividades extractivas en Vaca Muerta tienen consecuencias ambientales ineludibles, adicionalmente, las empresas emplean variables económicas para disminuir sus costos y acelerar los tiempos para obtener los hidrocarburos restringiendo al mínimo posible la prevención del daño ambiental que ocasiona esta práctica en la zona.

Frente a este contexto, los reclamos sociales también buscan establecer estrategias que permitan reestructurar los vínculos que entabla la sociedad argentina con su entorno natural escapando a la lógica instrumental capitalista; así entienden que los problemas ambientales no son únicamente ecológicos, sino que encierran en su núcleo dimensiones políticas, sociales, culturales y económicas.

De modo que comprender la magnitud de este problema exige ampliar nuestra mirada más allá de la noticia sensacionalista y abocarnos al análisis histórico-ambiental de la situación. Estamos frente a un ejemplo más de los tantos que -por desgracia- estamos acostumbrados a ver en los medios de comunicación sobre «accidentes» que afectan al entorno natural de nuestro país. En este aspecto, luego de que la noticia sobre el derrame llegara a la opinión pública, los funcionarios provinciales comunicaron que van a sancionar a la empresa con una multa denominada por las propias autoridades neuquinas como «ejemplar». De esta manera, se está equiparando la falta de previsiones y controles con costos económicos y reprimendas millonarias. No existe intercambio económico capaz de subsanar el daño ambiental ocasionado para la flora y fauna del lugar, no obstante, la visión de los funcionarios de turno sobre la contaminación no deja de deslumbrar por la incapacidad que denotan en abordar estas temáticas.

El caso de Bandurria Sur nos brinda la pauta sobre cómo se entienden los conflictos ambientales en Argentina y qué lugar se les brinda a los recursos naturales no renovables. En este punto el deterioro de la naturaleza parece inevitable, y la creciente capacidad de destrucción que tiene la sociedad nos obliga a pensar hasta dónde somos capaces de llegar por el afán de lucro bajo la nómina del avance tecnológico y la modernización. Definitivamente el derrame en Bandurria Sur quedará en la memoria de los neuquinos y será una sombra difícil de ocultar en el desarrollo del proyecto de Vaca Muerta.

Al catalogarlo como «accidente» no sólo se incurre en un error, sino que es una manera de eludir las responsabilidades políticas y ecológicas que acarrea la situación. Las problemáticas ambientales presentan en sus raíces un carácter social y emerge debido a los vínculos que las sociedades establecen con su hábitat en el proceso productivo, tecnológico, cultural y reproductivo. Ignorar eso implica poner en tensión un espacio hegemónico de saber donde las posturas tradicionales de entender lo social y lo natural entran en conflicto.

En consecuencia, frente a la mirada economicista, que considera a la naturaleza como un ente estático que existe en medio de procesos sociales variables, debemos rehabilitar al ambiente como agente histórico activo; en donde las sociedades no pueden desarrollarse desatendiendo los vínculos que comparten con el mundo natural. Por esta razón todas las prácticas productivas dependen, de una forma u otra, de los recursos que brinda la naturaleza para desarrollarse. En virtud de ello, en cuanto el mundo natural se encuentra determinado por las relaciones sociales de producción: se convierte en un proceso histórico susceptible de ser intervenido, analizado y explicado. Finalmente, la conflictividad socioambiental continúa siendo un tema de debate en la actualidad. Es claro entonces que las condiciones ambientales de un país determinan, en parte, sus modos de producción y desarrollo al utilizar sus recursos naturales de maneras diversas dando prioridad a unos, depredando otros y manteniendo algunos sin utilizar.