Donde hemos estado
Por Carlos Andrés Puerto Vallejo
Lugares donde nunca estuve de Alejandro Almaraz. Curadora: Elda Harrington. Lugar: Alianza Francesa de Buenos Aires. Desde el 5 junio hasta el 4 de julio. Horarios: de lunes a viernes de 9:00 a 20:00, sábados de 9:00 a 13:00.
En un film, catalogado por algunos críticos como un film-ensayo, F for Fake de Orson Welles (1972), el actor y director expone una mezcla de casos verídicos y conjeturas en torno al tema de la autoría y la autenticidad, del predominio de la figura del artista en el mercado contemporáneo del arte, plagado de personalidades veleidosas en una carrera por la fama y el éxito comercial. Poco después de la primera hora, aparece Welles frente a la Catedral de Chartres, alabándola como una celebración a la gloria de Dios y a la dignidad humana y también como una obra de arte anónima en oposición a la obra de arte moderna ligada a la figura de autor. Chartres, dice Welles, es una construcción que «ha estado aquí por siglos. Quizá la mayor obra del hombre en el mundo occidental y no tiene firma alguna».
Varias de estas construcciones monumentales, algunas de ellas con siglos de antigüedad, son parte de la muestra fotográfica Lugares donde nunca estuve, del artista y filósofo Alejandro Almaraz, expuesta en la Alianza Francesa. La obra, catalogada por el propio autor como un foto-ensayo, reconstruye el interior de estos símbolos arquitectónicos a partir del ensamblaje de cientos de fotografías descargadas de Internet, superpuestas en capas casi transparentes, para configurar un objeto a partir de las miradas de otros. El resultado, producto de esta desdibujada polifonía visual, es una suma de sobreimpresiones, borrosa e imperfecta, aunque reconocible, de cada uno de esos lugares no visitados por el artista.
Estos monumentos arquitectónicos anónimos (no todos lo son, hay que decirlo), que sirven como referente fotográfico de las piezas, se recomponen en la obra de Almaraz por fotografías igualmente anónimas extraídas de la web y condensadas, sin embargo, bajo la visión, el montaje, la interpretación y, por qué no, la veleidad del autor, quien, ya desde el título de la obra, habla en primera persona. Cada una de las nueve piezas que conforman la muestra se caracterizan por su simetría y por una sutil iluminación irradiada desde el centro de la imagen, que se extingue paulatinamente hacia los bordes del cuadro, con lo que le da a este un aspecto fantasmal, irreal e indefinido.
La exposición, sin embargo, tiene una no muy eficaz puesta en escena: la abundante luz que entra en el hall del costado norte de la Alianza Francesa resta visibilidad a la mayor parte de las imágenes durante el día, lo que hace pensar que esta locación es, tal vez, un lugar en el que la obra nunca debió estar. El formato, que se aleja del carácter monumental de los lugares representados, hace del recorrido una experiencia menos perdurable de lo que tendría que haber sido. Un tamaño más generoso y una iluminación más controlada daría a estas imágenes otra importancia y al espectador otra experiencia, probablemente, casi tan sobrecogedora como la que experimenta Welles frente a Chartres, en cuya visión encuentra una gloria anónima de todas las cosas, un canto épico.
En suma, la muestra ofrece una experiencia fugaz al espectador, no muy distinta a la que ofrecen los nuevos medios electrónicos. El visitante se desplaza por estos cuadros como lo haría por la versión digital de estos en el muro de Facebook del artista, o en su página oficial (www.alejandroalmaraz.com), a lo mejor, reparando de vez en cuando en la minuciosidad de detalles, en las sutiles luces, o preguntándose por el intrincado proceso mediante el cual el artista logra unificar de manera lírica la multiplicidad de miradas.
Las imágenes de estas basílicas, catedrales y mausoleos son, para Almaraz, un vínculo entre la antigüedad y el presente, entre las construcciones medievales de piedra y los nuevos fenómenos tecnológicos. El afán de establecer este vínculo es también una forma de fascinación con la idea de eternidad que siempre ha inquietado al género humano. Elegir estos monumentos para los Lugares donde nunca estuve obedece, parafraseando a Welles, a que son estas las obras que el hombre escogerá cuando todas las ciudades estén convertidas en polvo, para que queden intactas, para testificar lo que puede llevar a cabo, para marcar «donde hemos estado».
Imagen de portada:
Catedral de Notre Dame. 110 cm x 130 cm. 2010