Una comedia inquietante… ¿sobre el intercambio de parejas o sobre «lo mío» y «lo tuyo»?
Por Roberto A
A veces hay comedias que resultan incómodas. En este caso, me ocasionó más preguntas que respuestas. Confieso que ésta me puso muy nervioso en mi asiento. ¿Sería que me sentía identificado con este cirujano que tenía su vida resuelta y una familia feliz? ¿Cómo puede ser, si yo no estudié medicina?…
La historia comienza cuando la mujer de nuestro cirujano se obsesiona con la libertad «swinger» que percibe en su amiga, la mujer del socio de su marido en la clínica, la que está «de vuelta de todo». Ella quiere gozar de eso, se le despiertan «ratones» que estaban dormidos; pero su marido es muy estructurado y prejuicioso. Obsesionada con la idea fija de participar en el fabuloso mundo de los swingers, donde «está todo bien» entre adultos que consienten, taladra y taladra la cabeza de su marido, hasta que éste acepta, con mil reparos. Primero ingresan a una fiesta, una bacanal, donde conocen a un personaje disruptivo y deliciosamente amoral; ella se divierte a mares, pero el marido sale despavorido.
Finalmente, y venciendo los reparos del esposo, se juntan para una cena en casa del socio, donde sucede lo tan temido. (Temido por él, pero parece que también por mí: ¡terrible lo incómoda que se puso mi butaca!) Al día siguiente, ambos están más felices que perro con dos colas. Están más enamorados que nunca, tocan el cielo con las manos.
Lentamente, el conflicto latente surge. El socio le reprocha a nuestro personaje el sentir la clínica como de su exclusiva propiedad. Parece que los socios tienen una sociedad algo menos que perfecta.
El intercambio consensuado de parejas se transforma, de una travesura sensual y divertida, en una relación clandestina y culposa entre dos de los vértices de este cuadrado romántico. No sabremos si el socio lo hizo sólo porque «está caliente» con esta mujer, o si inconscientemente se está vengando de su amigo. Tampoco sabremos si la traidora está enamorada del tipo, o busca una muleta en un matrimonio estancado.
La esposa engañada le hace una confidencia a la traidora: ella sospecha que su marido se está acostando con otra mujer. ¿Y por qué esto le parece tan terrible, si ella se ufana de tener un matrimonio abierto? Pues, porque, cuando ella lo confrontó, él negó todo. No le molesta la intimidad de su marido con otra mujer, sino el engaño.
La reaparición de aquel conocido de la primera fiesta produce una nueva disrupción. Todo se descubre, ocurre la catástrofe. Los socios se separan, las parejas también.
En la crisis, se devela el carácter de cada uno. La esposa relajada, «no-pasa-nada» y «open-minded», se transforma en Megera, aquella de las Furias mitológicas que castigaba los delitos de infidelidad; desatada, incontenible.
El esposo estructurado no pierde el autodominio: elige una separación, en principio temporal. Se despide de su avergonzada mujer y su hijo (que sufre somatizando), y serenamente se va. La esposa engañada ve a su marido pidiendo perdón bajo la lluvia con un gran ramo de flores, y le da la espalda llena de rencor.
Epílogo de la historia, tiempo después: las parejas se reencontraron; la sociedad de los dos viejos amigos nunca se recompuso. Comenzaron siendo cuatro; terminaron dos y dos.
¿Es que podemos compartir con otro el cuerpo de nuestra pareja, pero no su corazón? ¿No será que a los únicos que podemos pedir fidelidad es a los estéreos…? ¿Es éste un cuento sobre el significado de lo mío y lo nuestro, más que sobre sexo?
¿O podrá ser la moraleja de esta historia que, a veces, podrás perdonar la infidelidad de tu pareja, pero nunca podrás perdonar el engaño de tu socio?
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Ficha técnica
Dos más dos
(Argentina, 2012)
Dirección: Diego Kaplan
Guión: Juan Vera & Daniel Cúparo
Duración: 103 minutos
Estreno: 16 de agosto de 2012
Con Adrán Suar, Carla Peterson, Julieta Díaz, Juan Minujín, Alfredo Casero.