La tecnología permite hoy recorrer las obras de los museos más prestigiosos del mundo sin moverse del living de casa. Qué nos da y qué nos quita el entorno virtual.
Por Barbara Roesler
En todos los viajes imaginarios que hice por Europa, siempre los museos estuvieron presentes. «Cómo voy a ir hasta allá y no visitar ninguno», me decía. En cada recorrido que planeaba hacer a futuro —muy lejano, al fin y al cabo— no faltaban las visitas al Louvre, al Reina Sofía o al Prado. Algo parecido sucedía en mis soñados viajes a los Estados Unidos, donde las caminatas porla Quinta Avenidaterminaban siempre en el Guggenheim. Pero, al poner los pies sobre la tierra —la de acá, de Buenos Aires— solo me quedaban los paseos por las librerías en busca de compendios de arte que reprodujeran lo que mis ojos, en vivo y en directo, parecía que nunca iban a ver.
La llegada del siglo XXI, con toda su parafernalia a cuestas, permitió que la computación, disciplina antes circunscripta a unos pocos estudiosos y científicos, sea hoy parte esencial de la vida de cualquier mortal, con todo lo que eso implica, desde ir al supermercado sin moverme de la silla hasta encontrar ese dato estadístico que se me escapó por años, solo con mover un poco la muñeca en algún buscador. Claro está, el arte no dejó pasar esta oportunidad. No podía tampoco.
Actualmente, las técnicas digitales cada vez más avanzadas permiten que las obras de eximios artistas de todos los tiempos puedan ser vistas, compartidas y analizadas, tanto por expertos como por docentes primarios, estudiantes, comerciantes u operarios. En eso radica parte de la magia de la Internet: los contenidos hasta hace algunas décadas exclusivos están al alcance de cualquier persona que sepa cómo usar una computadora. La línea entre lo público y lo privado y la que separa lo culto y lo popular —si cabe hablar de una división tan tajante— son ahora simples límites imaginarios, mentalizados, casi invisibles.
Frente a este panorama, los museos sintieron estar «casi obligados» a tomar cartas en el asunto: sin querer vencer a la tecnología, se unieron a ella. Así nació lo que se conoce como museo virtual, con todas sus aristas.
La web, casa del arte
Tener una página web con información de ubicación, horarios, valor de la entrada, muestras y exposiciones temporarias fue el primer paso. Pero, como todo, la vorágine posmoderna llevó a que esta idea, rápidamente, quedara demodée. Así, los sitios web de los museos se fueron aggiornando: comenzaron a incluir noticias, alguna que otra imagen de su fachada o interior, biografías de los artistas expuestos y agendas completas de actividades.
Si bien en principio se entendió esta incursión ciberespacial como museo virtual, simplemente se trató de la puesta web de lo que un museo es y ofrece: mera información en otro formato, y nada más. Claro está que también esta modalidad exenta del feedback requerido o necesario para que un sitio de Internet funcione condujo a que el éxito inicial de la novedad dejara paso a un simple portal informativo sin ningún atractivo, al que los posibles visitantes solo ingresaban para conocer los horarios y la ubicación del lugar. No había nada que capturara su interés, por lo que cualquier obstáculo —léase transporte, tiempo o ganas— hacía que el tal vez seguro paseo físico quedara en solo una intención.
Así se fueron incorporando nuevas ideas, como la inclusión en la web de los planos del edificio, detalles de las muestras que se ofrecen en cada sala e incluso, con el tiempo, piezas del museo con breves explicaciones y datos de autor. Estábamos a un paso del verdadero museo virtual.
Navegar por el arte: Google Art Project
A principios de 2011, el megabuscador más famoso del mundo lanzó Google Art Project. Los ideólogos, todos ellos trabajadores al servicio de lo último en tecnología, vieron que «no todo estaba al alcance de todos» vía Google, como el imaginario mundial concibía. Aún había lugares oscuros, espacios vetados, niveles donde la apropiación simbólica todavía respetaba antiguas divisiones de clase o academia. No lo iban a permitir, por eso se lanzaron a la caza del arte. Las obras tendrían que poder verse por cualquiera que se interesara, más allá de su educación o su bolsillo, como era entendido hasta el momento. Así surgió este proyecto, que cuenta con la participación de varios de los más prestigiosos museos de todo el mundo: 156 colecciones de arte, formadas por más de 30.000 obras de 400 artistas diferentes, así como también pinturas, esculturas, fotografías y litografías de colecciones privadas, están ahora a un solo clic. Algunos de los museos más importantes presentes en este portal son el Museo de Versalles, el Reina Sofía y el Tate británico. Entre los latinoamericanos, pueden visitarse el Museo Frida Kahlo, el Museo de Arte Moderno de San Pablo y el Museo de Botero.
¿De qué se trata este nuevo servicio? Podría dividírselo en dos partes. Por un lado se encuentran las obras, magníficas reproducciones digitales de más de 7 mil millones de pixeles que permiten que ningún detalle se pierda bajo la mano del zoom. Están al alcance de la mano: desde las colecciones de la Acrópolis de Atenas hasta las del Museo Smithsoniano de Washington; desde artistas como Botticelli hasta Da Vinci (una de las grandes ausencias es la colección completa de obras de Pablo Picasso, protegida por férreos derechos de autor hasta mitad de este siglo). Por otra parte, también el megabuscador ofrece lo que llama Street View, una caminata virtual por los pasillos de cada museo, con vistas de 360° y libertad para moverse, subir escaleras y cambiar de sala.
En la Argentina, el Museo Nacional de Bellas Artes se sumó a esta iniciativa. Forman parte del Google Art Project 234 obras de 90 artistas. Pinturas como Asalto a la segunda columna brasileña a Curupaytí, de Cándido López, El rodeo y Retrato de Manuelita Rosas, de Prilidiano Pueyrredón y esculturas de la talla de Creced y multiplicaos, de Pedro Zonza Briazo y Abel, deLucio Correa Morales, se encuentran en este recorrido virtual con la posibilidad que ofrece el sitio de conocer el año de creación, el tipo de obra y sus dimensiones, como así también la de escudriñar cada detalle de ella.
La experiencia oficial
El portal del Gobierno de la Ciudadde Buenos Aires ofrece una alternativa a la propuesta del megabuscador. A través de la Subsecretaríade Patrimonio Cultural porteña ideó el Centro Virtual de Arte Argentino, a cargo de la curadora y crítica de arte Adriana Lauría y del artista plástico Enrique Llambías. Con el objetivo de impulsar la investigación y la difusión del arte argentino en 2003 se creó este espacio que contiene imágenes, estudios estéticos, críticas, biografías y bibliografía específica. El micrositio está dividido en «Doscientos años de arte», con una breve mirada de lo que ofrecieron los siglos XIX y XX mediante imágenes, una cronología artística y un esquema de desarrollo histórico; «Estudios Especiales» o simplemente Dossiers en los que se analizan diversos artistas individuales, corrientes, movimientos o agrupaciones con los detalles que ofrecen los documentos y bibliografía acerca de cada uno de ellos; y «Breves Biografías» sobre la vida de los principales exponentes a nivel nacional.
Si bien no se trata estrictamente de un museo virtual, es valorable que a través del Estado se intente acercar el arte al gran público por medio de las nuevas tecnologías. Ubicar a los más reconocidos pintores y escultores en su contexto histórico-artístico es una experiencia que deberían repetir los museos reales en su entorno en línea para enriquecer la experiencia de navegación.
Qué se gana y qué se pierde
Recorrer un museo vía Internet tiene sus ventajas. En principio, la noción de distancia se desdibuja. Ya no es aplicable ni geográfica ni académicamente. No se viaja en avión, ni en auto, sino por fibra óptica. Las restricciones de erudición ya no están vigentes: no solo cualquier persona con mínimos conocimientos de Internet tiene el arte al alcance de su mano, sino que también puede chatear, hablar con expertos sobre lo que se ve, cómo se lo ve, qué se dice, qué se entiende, qué se interpreta.
Desde el punto de vista educativo, la idea del arte vía web pasó a ser una herramienta de consulta casi obligatoria. Tanto docentes del nivel primario como del universitario utilizan esta interfaz en sus clases de arte. Por supuesto, la mera inclusión de pinturas y esculturas en Internet no se corresponde con un aprendizaje adecuado por parte de los alumnos. La forma en la que los maestros y profesores trazan sus discursos en el aula y las estrategias mediante las cuales permiten a los chicos, adolescentes y jóvenes relacionarse con los museos y obras es fundamental. En este punto, también puede hablarse de victoria por parte de las exhibiciones en línea: la mayoría de las instituciones establecieron foros especiales para docentes y alumnos, charlas con expertos vía chat, actividades exclusivas y recorridos virtuales especialmente diseñados.
No obstante, no todo es color de rosa. Como sucede con parte importante de los contenidos de todo tipo que se pueden encontrar en el ciberespacio, el hecho de que no haya que moverse de la silla para acceder a obras de los más famosos artistas de todos los tiempos nunca va a reemplazar lo que se experimenta en un recorrido real por un museo.
El verdadero museo virtual
Hablar de museos virtuales sin nunca haber recorrido alguno podría generar falsas expectativas. El creer que vía computadora recrearemos una visita a uno de ellos, con la posibilidad de caminar sus pasillos y detenernos a examinar sus obras cuando lo queramos no es lo que hoy ofrece Internet. Aún no llegó el día en que esto ocurra. Lo que se ve es una suerte de fractura: pinturas y esculturas por un lado, paseo 360° por el otro. Solo pocos establecimientos intentaron, hasta ahora, salvar esta ruptura. Uno de ellos es el Museo del Prado, el cual eligió la sala destinada a Rubens para poner en marcha un proyecto interactivo pocas veces visto. Su página web ofrece un recorrido virtual por este sector mediante un video. Si bien en principio no se distinguiría de cualquier otro que muestre un museo por dentro, la diferencia radica en que el internauta puede detenerse en cualquier obra que le interese para maximizarla y obtener información adicional, incluso auditiva. ¿La contra? El camino está prefijado, no hay libertad de movimientos.
Curiosamente, hoy sólo se puede pasear en línea en museos que no existen en la vida real. Es el caso del MUVA, Museo Virtual de Artes de Uruguay, una experiencia llevada adelante por el periódico local El País. Gracias a los avances de la tecnología crearon un espacio ficticio que cuenta incluso con fachada, recepción y división en salas, en las que el visitante puede caminar a su gusto y detenerse cuando así le parezca frente a alguna de las obras de los más famosos artistas uruguayos. La primera versión fue lanzada hace más de diez años, y hoy ya se puede acceder a MUVA II. Con diseño del licenciado Rafael Gallareto y elección de obras por parte de la curadora, docente e historiadora del arte Alicia Haber, pueden apreciarse pinturas que hasta hace poco tiempo solo se encontraban en el ámbito privado, en colecciones personales o en los talleres de sus creadores.
Otro caso para destacar es la pionera argentina RedGalería, nacida en 2007. Se trata de una iniciativa de Santiago Bengolea, la primera en su tipo a nivel mundial, que tuvo como interés primero modernizar la venta de obras de arte a partir de la utilización del entorno virtual. La novedad radica en que no solo las ofrece, sino que las ubica en el ámbito en el que, ciertamente, deben estar: en salas de museos, al alcance de todos. Cuando uno ingresa a RedGalería se topa con una recepción, y puede elegir por dónde comenzar con el paseo: cuenta con cuatro salas y un auditorio. Cada uno de estos espacios ofrece, apenas se entra en contacto con ellos, una breve descripción de las obras y datos del autor que albergan. Luego están las fotografías, esculturas o imágenes en general del artista en cuestión, con la posibilidad de maximizarlas. También se puede acceder a los archivos dela galería. Laintención de Bengolea es acercar el público y el autor; si interesa algo de lo que se ve, se puede contactar al creador para su compra.
Así, hoy Internet permite que el arte esté cerca, muy cerca. Ya no es más privilegio de unos pocos ni asunto de claustro. Está ahí, al alcance de la mano y con cada vez mayor interés por capturar al hombre todo, en general, en esencia. Y sólo a un click de distancia.
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Museo del Prado, colección Rubens 360°
Colección Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires
HYPERLINK «http://www.arteargentino.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/arteargentino/?menu_id=15602»
Centro Virtual de Arte Argentino