Al diván con los artistas, hoy: Entrevista a Claudia Aboaf Petit de Murat
Por Margarita Gómez Carrasco
Fotografía, Clara Elia
Esta nueva presentación emula una entrevista psicoanalítica, es una ficción. Y en tanto ficción trataremos de encontrar un punto de verdad. Escuchar por dónde circula la pulsión y pesquisar el punto de angustia por el cual atraviesa un artista es la noble tarea a la que fui convocada. Como dice el maestro Lacan: «El arte y la palabra suelen estar para velar la falta». Así fue como decidimos con Claudia publicar en la sección de Al Diván con los artistas, que inauguramos el año pasado en El Gran Otro, esta entrevista de corte psicoanalítico.
En este espacio podés decir todo lo que se te ocurra, lo que venga a tu mente. Te escucho.
Lo que ahora me preocupa es la legitimación de la identidad. Me preocupa, porque estoy por sacar una novela. Haciendo un poco de historia, yo fui quince años astróloga, quince años gastrónoma, y ahora quiero ser quince años escritora. Si bien esto no tiene cortes temporales, en realidad, escribo desde hace muchos años, pero es ahora cuando empiezo a ocuparme del tema de publicar. Entonces, empecé a preguntarme a cerca de una nueva identidad y a dejar que me sucedan todos los sentimientos que tenían que suceder. Mi preocupación es qué pasa con este nuevo ropaje, esta nueva investidura, que digan de mí: ella es escritora. No sabía si era algo que me venía desde afuera o desde adentro, y dónde yo me podía ubicar a esta altura y a esta edad. Es una sensación de una tercera profesión, de una tercera etapa. ¿Cómo me ubicaba con todo esto? Vengo pensando con indagar esto de la identidad, porque hace tiempo que vengo preguntándome qué hay aquí adentro. Y la respuesta que a veces me aparece es que no hay nadie aquí adentro. Y en esta especie de sensación de que no hay nadie aquí adentro, empecé a jugar con lo que esto me provocaba, y pude sentir miedo y hasta libertad. Fue pasando el tiempo y me fui acercando al momento de publicar, tuve la suerte de que lo acepten y lo quieran publicar. Aunque ya tengo otra novela publicada hace cinco o seis años y con la actividad gastronómica no me podía dedicar mucho al arte de escribir, entonces, es ahora que encuentro el desafío de salir al exterior.
Y ¿cuál sería ese nuevo ropaje?
Y, sería algo externo. Sería todo significado impuesto y preexistente, tanto en nuestra sociedad como en otras sociedades. Tengo esta sensación de como cuando uno conoce a alguien y le pregunta: ¿vos que haces? Es como si le estuviera preguntando: ¿vos quién sos? Yo no sé si es igual lo
que hacés a quién sos. Por eso lo llamo ropaje, es algo que se pone y se saca, y no sé a quién viste. Sin embargo, en estos días, estaba pensando en algo que no sé si le va a servir a mi editor, es muy poco glamoroso, pero pensaba en mí misma como en un sujeto promedio. Digo que es muy poco glamoroso, porque uno busca la diferencia, lo que marca la distancia entre el ser común y el ser diferente. Eso es lo que se aplaude y eso es lo que se busca, una legitimación o corroboración del afuera en la imagen, en el aplauso o una buena crítica, una mirada positiva hacia la creación de uno. Sin embargo, cuando me empieza a aparecer esta especie de vacío, una especie de pasaje donde aparece este sujeto común, como alguien que se caracteriza con su humanidad en todo caso, y lo demás estará por verse.
Así que necesitas parecer un sujeto promedio, ¿por qué?
Porque me parece una gran sensación humana, de pertenecer a la raza humana.
Por ejemplo, si pongo el acento en pensarme a mí misma en un lugar promedio, es porque antes creí estar más arriba marcando la diferencia o más abajo. ¿Cuál es tu caso?
Yo he hecho un culto a la originalidad durante mucho tiempo, de la excepcionalidad. En ese culto, podríamos decir que hay algo histórico, y en ese sentido, acá adentro hay un álbum de fotos.
Un álbum de fotos… y ¿quiénes aparecen?
Mi abuelo, Ulyses Petit de Murat, que es mayormente conocido como un hombre de la cultura, una persona que inició el cine épico argentino, en la década del cuarenta, realmente un iniciador, un creador de la leyes de autoría. Se lo conoce como alguien tradicional de la cultura, pero ha sido un gran iniciador. Yo me críe con él, yo viví con él en la misma casa, hasta mi marido lo conoció. Me case a los dieciocho años, lo conoció y de esa casa me fui. En esa casona vivimos cinco generaciones, con un bisabuelo escocés, que festejaba sus propias fiestas, tenía sus propios kilt y se ponía sus escudos. Cuando uno vive con la familia siempre hay una loca, una loca que se tira por la ventana y que dormía conmigo. En esa galería de fotos yo me remonto hacia el ser admirado, reemplazo a mi papá, mi papá, no porque no vivía, sino porque era la relación elegida dentro de esa casa y creo que lo artístico y lo originalidad era algo importante.
Creo que, de alguna manera, está bien lo que vos decís, sí. Yo ahora encuentro una gran riqueza, incluso una originalidad, de todo lo de humano he acumulado, como excepcional y como sujeto común. En esa memoria donde todos salimos del mismo lugar, encuentro una riqueza enorme y es como si fuera una vuelta a la originalidad, pero por otro lado. Antes era de la lucha de un individuo propio y ahora lo siento en la riqueza de pertenecer a la humanidad.
Tal vez, llegó el momento de no quedarte mirando el álbum de fotos y diciendo soy la nieta de…
Me cuesta más identificarme con el pasado que mirar hacia el futuro o indagar el presente. Aunque, absolutamente, soy la nieta porque está en mi ADN. Hay algo que todavía es un misterio, cuánto en mí es del ADN y cuánto es aprendido. Hasta el que más se esfuerza en negar su pasado encuentra que su ADN delata marcas de herencia. Mi abuelo solo me aporta el bien, y ahora de nuevo me pregunto por esta especie de absurdo esfuerzo por construir algo que lo podemos ver como existente. Justamente, porque me he preguntado mucho acerca de lo que es la identidad y ahí pienso en muchos Ulyses. Yo tengo mi Ulyses, que ha hecho su viaje. Ahora que te escucho, me resuena, porque claro yo tengo mi Ulyses.
El proceso creativo tiene sus fases y cuando llega el momento de compartir, de exponer, ¿que se expone? Yo no he elegido temas fáciles en mis novelas, no son historias que buscan ser especialmente entretenidas, aunque el suspenso me encanta y trato de que se sostenga, pero siempre tiene que haber algo que me anime a escribir. Algo que esté huyendo, algo que no me abandone en ningún momento, a la mejor durante un año o unos meses. Eso es lo que está empujando, y como decíamos, llega el momento de la exposición y entran los miedos y las dudas.
Y ahí es donde se juega la ética. El artista que es ético primero crea para sí mismo.
Eso es algo con lo cual me estoy debatiendo, con la ética, aunque no tenía ese nombre para esto.
No a todo el mundo le puede gustar lo que uno hace. Por supuesto, es mejor para el narcisismo si son muchos a los que les gusta.
En mi caso, no creo que sea el narcisismo, sino que es el deseo de compartir, de tener llegada, porque uno quiere compartir lo que uno ha creado, porque es un hecho solitario en tanto se produce, pero no es solitario en cuanto al destino.
Creo que el destino es
compartir. Entonces, por un lado, está el deseo del ego, y, por otro, está el deseo de decir esto que uno ha acunado, que ahora deseo compartir. Esto es algo que quiero contar. Yo tengo una fascinación por la materialización de las cosas, casi desde un punto de vista químico. Creo que es uno de los hechos más fascinantes del mundo material: como se pasa de la virtualidad de lo abstracto, de una idea, de una imagen o de un pensamiento, a un objeto libro. Es un relato mecánico, pero es un hecho fascinante que eso suceda.
Cada vez que eso sucede lo aplaudo. En una época de mi vida, hacía quesos y daba clases acerca de cómo amasar quesos. Hay un momento en que se forma lo que se llama la masa. Uno empieza con la leche que se transforma en un suero, y a través de los procesos de cocción y de temperatura, hay un momento en que uno pone las manos en un tacho muy alto y con una tela busca la masa. La masa ya sale con cierta forma. Cuando sale la masa, mis alumnos, que estaban mirando, aplauden. Me pregunto sobre ese aplauso al queso (risas), ese aplauso espontáneo es ante el hecho absolutamente fascinante de la materialización, de la transformación desde un punto al otro. Me gusta mucho ver ese proceso.
Es parir algo. Entregarlo es hacerlo universal.
La novela que voy a lanzar en mayo se llama Pichonas Estoy en la última etapa de corrección, ya tiene editorial, es un nuevo proyecto de la Boutique del Libro, que lanza una nueva editorial. Es una novela que trata de lo ominoso, lo siniestro. El pichón es un pichón y tirar a un pichón ya es bastante. Trata un poco como Freud trata lo ominoso, lo terrorífico, lo amenazante, ¿no?
Dejamos aquí, por hoy.
Con el fantasma de Ulises, abuelo de Claudia y el de la Odisea, ese gran poema centrado en la vida y las posibilidades del hombre, encontramos un punto de semejanza, ambos no son siempre iguales a así mismos, se transforman atravesando la múltiple experiencia de sus vicisitudes. De ahí el arrebato y la fascinación por esta apuesta a la vida.
Claudia, al parir Pichonas, se lanza en un acto que se juega en lo inconsciente y que conduce a la libertad. Un horizonte de posibilidades se abre a sus pies.