Recorriendo la producción artística de Fernando Goin se hace presente una articulación psicoanalítica, de la cual me resulta difícil sustraerme. Este artista ha transitado, desde sus comienzos por el mundo del arte, un complejo cometido, la reconstrucción mnémica, develando jirones de historia y dejando al descubierto el síntoma de nuestra sociedad. Y, si de memoria se trata, nadie mejor que los padres del psicoanálisis para dar cuenta de ello.
Por: Margarita Gómez Carrasco
Cabe mencionar a Lacan que, en la conferencia 17 de Ginebra, habla sobre el sentido de los síntomas; en esa oportunidad, desmenuza el aporte de Freud. Luego, Slavoj Zizek tomará la conferencia 31 para decir: «El sujeto se ha identificar con el lugar en el síntoma […] para reconocer el elemento que da congruencia a su ser». Me llama la atención que a través de tus obras hayas reconstruido huellas mnémicas, muy al estilo freudiano. Lo que tiene de interesante es que, para hacerlo, me juntaba dos veces por semana con un historiador, y teníamos charlas con un feedback interesantísimo. A él le interesaban mis puntos de vistas o cómo me metía a investigar en una pregunta sobre la historia. De esa forma, fui proyectando a partir de la historia en las artes visuales. Lo primero que hice fue dirigirme al Archivo General de la Nación. Allí busqué el expediente donde se encontraban las imágenes del 55 y empecé a trabajar en el tema. Quedé asombrado cuando vi cómo era la Casa Rosada; entonces comencé a indagar y desarrollar la obra.
¿Hace cuánto tiempo venís trabajando el tema de la memoria?
Todo comenzó de casualidad. Empecé mi carrera de artista tarde; primero, hice cinco años de diseño industrial, me estaba por recibir. Ahí tuve una suerte de crisis; entonces me metí en talleres particulares de figuras humanas. Luego caí en el neuropsiquiátrico Borda; allí hice unos dibujos que expuse por primera vez en el San Martín. Después me metí en la Pueyrredón, hice los cinco años, me recibí, fui docente en la misma escuela. Pero las primeras imágenes en las que empecé a trabajar con la memoria, y que fueron determinantes, son las imágenes de un archivo de mi padre: 800 diapositivas de cuando él documentaba toda la situación familiar, veraneo, bautismo, cualquier cosa que se te ocurra de índole familiar. Entonces, la primera línea, los temas fueron de historia familiar. Y lo loco es que después empecé a deformar la imagen, y fue el comienzo de un juego más plástico. Se puede decir que trabajo con imágenes del pasado, resignificando imágenes. Por ejemplo, las imágenes del Archivo General de la Nación son fotos que sacaron otros, el resto de las imágenes son del archivo fílmico; entonces, lo que hago es ver la película y, cuando me interesa una imagen, la capturo. Armo mi propio archivo de imágenes. Por otro lado, hay algo muy importante que me está sucediendo en este último tiempo: lo que no puedo decir con imágenes también lo digo con sonidos; se podría decir que hago una fusión, en la cual utilizo discos de vinilo a través de presentaciones performáticas sonoras. El año pasado, cerré el ciclo del Limbo, el concierto de música electroacústica en el Museo de Arte Moderno. Consistía en armar una línea de tiempo sonora: radioaficionados del 55 que grabaron a Perón en Madrid para las unidades básicas.
Háblame de la construcción de la línea del tiempo
Cuando construí mi propia línea del tiempo, tuve un gran impacto; ahí se me abrieron algunas preguntas: ¿cuándo y cómo fueron los golpes de Estado?, ¿qué tiempo de democracia se ubicó en el siglo xx? Me quedé helado cuando comprendí cómo nuestros padres y nuestros abuelos siempre tuvieron una bota encima, o lo que quiere decir un golpe de Estado. Me di cuenta de que las ideas desarrollistas siempre fueron truncas en el marco de lo que supuestamente es la democracia. Entendí la «década infame» o el peronismo proscripto; advertí que de democracia no nos quedaba nada, es patético. Este descubrimiento lo viví como algo tremendo, porque tiene que ver con todo, con cómo fuimos criados, cómo fueron nuestros políticos. Y la historia es una historia truncada permanentemente; las primeras dictaduras eran moderadas, ponían un poco de «orden», pero la última fue un desastre, y es tremendo darse cuenta de que hubo 30.000 desaparecidos y una guerra. Entonces me encontré con todo ese material para plasmar en mis dibujos.
¿Te das cuenta de que te metés, sin querer o queriendo, en una cuestión que sobrepasa la estética?
Pero por supuesto, claro que la estética tiene que ver con la ética. Mi ética es meter el dedo en eso que me interesa investigar. Yo te digo que quedé muy sacudido cuando vi, desde las artes visuales, las huellas del tiempo, y pude representarlas con franjas de colores, una geometría construida con la censura. Uno de los puntos principales es la intolerancia, y es lo que vengo trabajando; la intolerancia es un gran tema y es una cuestión de educación.
Reconstruir una huella mnémica es una forma de atacar un síntoma, tal vez haya esperanza…
Te diría que la humanidad falló. Nada más con ver el presupuesto de armas que tienen los Estados Unidos, y te das cuenta de la barbarie, de lo que es el planeta y el hombre. Cuando ves cómo hay gente que vive para la mierda, y otra en superabundancia, no podés ignorar esa brecha, y esa desigualdad tremenda hiere. A partir de eso, hice algunas imágenes. Son imágenes que me permito repetir; son como símbolos, íconos o sellos. Una es La caída, otra es Un muelle, y está El parlante objeto. Ahora estoy pintando una obra que llamo Emisor mudo. No me preguntes la razón, pero hay algo que me lleva a repetirlo todo el tiempo. La repetición es todo un tema, tiene que ver con lo traumático, desde el psicoanálisis. He observado que estás todo el tiempo problematizando un tema… Yo tengo un lema: «Si no hay problema, no hay obra». Puedo problematizar porque me considero un artista, y para mí un artista es sinónimo de investigador; y, si no me meto en problemas, no hay obra. Entonces, muchas veces hago juego dicotómico con los materiales o los conceptos: los enfrento a propósito, me interesa experimentar, enriquecer la obra e ir viendo lo que pasa.