Afecto y causación del sujeto en la clínica
Libro I:
Afecto, fantasma y síntoma en la operación analítica
“…lateralmente a cada enunciado, se oyen voces en off: son los códigos. Al
trenzarse estos códigos cuyo origen “se pierde” en la masa perspectiva de
lo ya-escrito desoriginan la enunciación: la concurrencia de las voces (de
los códigos) deviene escritura, espacio estereográfico, donde se cruzan los
cinco códigos, las cinco voces: Voz de la Empiria (los proairetismos[1]), Voz
de la Persona (los semas), Voz de la Ciencia (los códigos culturales), Voz de
la verdad (los hermeneutismos), Voz del símbolo”.
S/Z, Roland Barthes
Lacan llama operación analítica, al nudo mental en transferencia. En él, surgen distintos cortocircuitos originales que descubren el drama humano del deseo[2].
En este libro nos interesa el del goce y el afecto, tal como éste lo hace aparecer en la clínica. Lo habíamos titulado: Afecto y causación del sujeto.
Mas este cortocircuito fundante que descubre el deseo, tiene múltiples aristas en el análisis de la transferencia. Lo trabajamos tanto en sus modalidades, en sus trastornos como en su estructura.
Por consiguiente, nuestro editor Leandro Salgado con conocimiento de causa, nos sugirió desglosarlo en Libro I y Libro II a fin de facilitar su lectura.
De este modo, se puso en acto lo que trabajamos en estos Libros: estos cortocircuitos originales dan cuenta del deseo, desde de la falla estructural del ser hablante y sexuado –por ejemplo, quien escribe.
La falla o castración, reside en el lenguaje que avería nuestra vida. Al punto de diversificarla en semas… y necesitar de una separación, de un corte. La que, de hecho, ocurrió.
Así es que una vez repensado el afecto, que resultó de nuestras voces en off, y aceptada nuestra propia castración iniciamos el trabajo de desglose. Este ha sido de gran beneficio para nosotros y, esperamos, que les ocurra lo mismo a nuestros lectores.
Durante ese transcurrir, advertimos cómo el lenguaje no sólo se interpone entre lo que se dice y lo que se quiere decir. Sino que, a la vez que incide, afecta el cuerpo con sus efectos desde lo que se lee en lo ya escrito.
Inmersos en esas circunstancias, nos dejamos tomar por esta magia de los afectos para que hiciera su efecto y este libro no fuera sólo teoría.
De ello resultó el Afecto y la causación del sujeto en el Libro I –Afecto, fantasma y síntoma en la operación analítica.
El objetivo: dar razón de lo acontecido en la clínica que nos preocupa. Nos referimos a las que hoy llaman “nuevas patologías” y síndromes compilados por los DSM u otras tipologías.
Así fue que reelaboramos el Libro I y produjimos el Libro II –Cliniquear lo Real del goce y el nuevo destino pulsional-.
Sin que nos lo propusiéramos, la intervención del deseo de nuestro editor hizo acontecimiento. Como, felizmente, ocurre en casi todos los humanos.
Del mismo modo que en la cura, muestra que es un deseo lo que afecta, lo que hace fallar o corta y desborda el circuito pulsional. Un deseo que interroga el propio deseo como a. Es decir, como causa de dicho deseo y no como objeto.
El afecto, es siempre señal del deseo. Surge ante algo y así llega a un cuerpo cuya peculiaridad consiste en habitar el lenguaje[3].
Este algo, puede ser la pérdida de un objeto estimado –el que nunca se perdió porque no existió más que en un habrá sido. O tal vez la ex –sistencia, lo Real, del goce al que nos encadenamos para desear o aquél que lo desencadena.
Para el afecto, no hay remedio. Sólo queda ventilarlo para que entre en función. La que consiste en mostrar, la “malaventura del deseo en los setos del goce, que acecha un dios maligno” porque debe ser dicho.
Los cortocircuitos fundantes que descubren el deseo
Ellos provienen de la falla en ser. Esta falla estructural, es lo Real de la castración en sus distintas expresiones. Dado que estas expresiones nos importan para dar cuenta de nuestra preocupación, señalaremos las que consideramos más importantes:
– el goce imposible del “cuerpo”, más que en partes fragmentadas por el deseo
– el goce del cuerpo que da razón a estas significancias corp’orales
– la imposible plena satisfacción de cualquier goce
– los goces diversos que resultan del trastorno del afecto que regula el pensar
– el deseo imposible de decir y de decidir que oculta lo inefable
– la imposible satisfacción de la pulsión en su objeto
– la falla estructural de significantización del deseo en la demanda
– el movimiento de la significancia en la causación de un sujeto
– la imposibilidad de alcanzar la sustancia real que afectó al cuerpo, es pathema del fantasma
Estas son las voces en off o códigos -como los llama Barthes- que inciden en cómo el afecto engendra el síntoma. Esa tarea, ha comenzado antes que el principio de placer inicie su imperio –dice Freud en Inhibición, síntoma y angustia.
Es así, como el afecto puntúa las impresiones que el lenguaje inscribe objeto a. Desde ellas esta inscripción del lenguaje, ‘inventa/hace invenir” la escritura del objeto letra a minúscula que causará un sujeto.
Las voces y códigos, se trenzan y pierden su origen en la masa de lo ya escrito por el habla y lalengua materna. Desoriginan la enunciación, para que ocurra la concurrencia de las voces que instilaron el lenguaje.
Lateralmente a los enunciados, esto es lo que inviene de la inscripción de la letra cada vez que la enunciación audible se hace oír. Se trata de la escritura del objeto a, calzado por ese nudo que es el decir.
Estas expresiones de lo Real de la castración, se articulan y producen en la operación analítica los cortocircuitos originales que descubren el deseo.
Por ello, el análisis de tal transferencia puede propiciar distintas posiciones de enunciación. Desde la concurrencia de las voces el objeto a, es eso Real de la castración que el lenguaje inscribe: la causa del deseo. Mas si y sólo sí… el analista audiciona la escena proairética.
Bajo esta condición necesaria y suficiente, aparece el afecto en el discurso analítico. Desoriginar la enunciación de proairetismos, semas, códigos culturales y hermeneutismos, nos conduce a la tan buscada voz del símbolo que significantizó el deseo en la demanda.
Esta voz sin sonido que destacara Agamben, aparece en las torsiones de lo dicho. En el dicho hablado o en aquél decir que aparece en actos de habla, en hechos o en efectos de lenguaje acontecidos en transferencia.
El analista, audiciona esa otra lengua que se elonga en lalengua hablada en sesión. Esta elongación, muestra lalengua aprendida según la ética de un deseo.
Pero esa lalengua y su balbucear, también muestran en lo inefable. Eso que afecta, se sintomatiza en los espacios transferenciales vacíos de palabras o en esos silencios auspiciosos de una ética de bien decir la parte maldita. Sin la intervención del analista, lo maldito es maldicho no porque no se pueda sino por imposible de decir.
Sin embargo, durante esa translingüisticidad aparece en las escenas audibles que montan aquellos otros momentos de cháchara. Sin posibilidad de implicación subjetiva, el paciente impedido exhibe “trastornos graves” hasta lo orgánico. Y son pacientes, porque se hallan en tren de analizantes.
Esta ha sido nuestra preocupación y motivación: la escritura causada por estos cortocircuitos fundantes del deseo en análisis. Acuciados por la clínica, hace poco más de veinte años, nos introdujimos en ellos a través de la articulación cuerpo-síntoma-goce. Intentábamos dar cuenta del llamado ‘cuerpo enfermo’, desde el psicoanálisis.
Luego, iniciamos una investigación sobre la articulación de cuerpo-lenguaje-palabra/habla, en el fantasma que mantenía incólume el malestar. Los primeros años la describimos en las patologías orgánicas. Lo que produjo múltiples interrogantes, en otro libro que nunca hicimos circular.
Un tiempo después, advertimos que dicho nudo mental no era una especificidad sino el núcleo a desenlazar en cualquier psicoanálisis.
Razón por la cual, trabajamos el fantasma desde el psicoanálisis con infans. Lo observamos, en el análisis de aquellos incapaces de hablar como todos los demás. El fantasma, no aparecía según la condición etaria o el ‘cuadro’ clínico –como decía la verba popular.
En todos los casos, el mathema del fantasma sostiene el deseo del hablante. Sean niños, adultos, adolescentes, gerontes con patologías graves u otras capacidades, psicosis o locuras.
Tanto en nuestra práctica como en la de nuestros colegas, observamos que dicho sostén consistía en la suposición de un sujeto deseante. Desde la entrevista preliminar, hasta el final del análisis.
Este sujeto es nesciente de su deseo, mas no ignorante de su implicación subjetiva cuando lo dice. La acepte o la rehúse, sin saberlo, está comprometido en la apuesta por su deseo.
Es tomado por un deseo en su “quiero”, porque hay de lo inconsciente. Hay de lo escrito, estructurado como un lenguaje, que hace escritura aunque el deseo sea imposible de decir. Hay de lo que escapa al que ser que habla, tanto en su estructura como en sus efectos, cuando realiza su interpretación. De esta prôton pseudos, se ocupa el psicoanálisis.
Para tratar de acercarnos a la causa de tales actos de habla, hechos y efectos de lenguaje en transferencia, comenzamos tratando de cercar la función del deseo. Nos ubicamos en el “cuerpo” donde se incrusta el logos. El objeto incorporal emerge de la mutilación, de lo corporal afectado por la pulsión.
Así arribamos al cuerpo implicado en el pathos de corte. Lo corporal es la libra de carne cedida debido a la pasión, el camino, el sentimiento y/o el afecto de corte que produce su caída. Esta cesión corporal, por este suceso cayente adviene objeto a.
En un primer libro lejano, lo tomamos desde el placer de órgano, Organlust, freudiano. En el último desde el pathema del fantasma.
Nos referimos, a la pasión que deja rastros del perfume de lo Real, que nos pone al tanto del mismo. Pues, en ese pathos de corte se instaura el fantasma estructural o ‘relación de deseo’.
Sin embargo, la experiencia con el psicoanálisis en otros ámbitos impulsó la consideración de otros cortocircuitos originales freudianos. Sin determinar un goce fundante, Freud afirma que “…la vida es el conjunto de las fuerzas que resisten a la muerte». Lo que no es casual, ni filosofar.
Puesto que así lo muestra el análisis de quienes han padecido abuso infantil, violencia familiar o de género. La criminalidad o la muerte en vida, es ofrendada en las adicciones, la reclusión o la acidia.
En cada caso la clínica con quienes se hallan en tren de analizantes, muestra nada más que la irrupción del afecto. Por lo tanto, es con eso que el analista tendrá que saber-allí: en transferencia-hacer. ¿Cliniquear el afecto?.
Les proponemos empezar a pensarlo. Puesto que, el camino hacia la muerte no es otra cosa que lo que se llama el goce[4]. Entonces, ¿qué causará a ese sujeto en el deseo afectado?. ¿Qué fuerza su causación, desde lo Real de ese goce con que las fuerzas de la vida fallan al resistir la muerte?.
En la clínica encontramos, que esta falla ex –siste a cualquier habla-ser. Advertir esta nimiedad, nos condujo a escribir sobre el momento en que la transferencia lleva la voz al logos. El movimiento de la significancia, con que el goce de la carne macerada por el deseo se hace verbo -hemos escrito.
Esta verb’al’ización de la falla, precipitó esos deslizamientos en De lo inconsciente a la una-equivocación. Hace unos pocos años, su publicación inauguraba -sin que lo supiéramos- la serie encaminada Hacia una praxis de lo Real.
En el mismo camino hemos investigado La pulsión y La clínica de la pulsión, en el Seminario 2008 y 2009 de los martes en Mayeútica–Institución Psicoanálitica. Pero aún no lo hemos escrito, porque aún continúa hirviendo en el caldo de ese sitio propicio para el pensamiento y el intercambio de ideas que es nuestra Institución.
Es necesario, poner a prueba las hipótesis de trabajo ante otros y con otros. Hacer la correspondiente autocrítica de lo planteado, integrar los aportes y luego seguir pensando… Si se puede.
Por lo que agradecemos, muy especialmente, a quienes siguen participando del Seminario. Los interrogantes, la intervención esclarecedora y/o la desestimación neguentrópica, nos alientan a seguir investigando y escribiendo.
Así fue como encontramos varios de los secretos que la irrupción del afecto ilumina, en nuestro último Seminario 2011: Afecto, fantasma y síntoma.
En las llamadas nuevas patologías el impacto de la irrupción del afecto, la inaprensibilidad de la causa, la hiperdeclaración de síntomas, condicionan la posibilidad de un psicoanálisis. Es necesario que el psicoanalista no retroceda. Que de razón, de lo que pasa en la cura.
Se necesita del deseo del analista para que haya de la operación analítica. Pues cuando el afecto entra en función, muchas palabras traen la articulación del deseo y sus fallas. Tales malaventuras, en muchos casos, acontecen en una ajenidad radical a lo dicho motivando su encasillamiento.
Por otra parte, su dispersión en los setos del goce reúne la angustia del analista en un diagnóstico. Esta ubicación diagnóstica, perturba al analista y orienta la dirección del paciente y no de la cura.
Mas si sostiene la espera, en esos casos aparece la egosintonía del fantasma –como la llama Harari- con un mítico sujeto del goce. Ése que ex –siste a lo Real y es señalado por el afecto. Lo que revela que, en esa cura, la estructura del afecto no es la misma que la del fantasma –como lo indicara Lacan en La angustia. ¿Dónde la buscamos, entonces?.
La lógica y topología del espacio-tiempo transferencial lacaniano, retrabajada por Harari, nos permitió pensar el pathema del cuerpo. Éste, en su pasión por el lenguaje incide de modo clinaménico sobre la idea de un sujeto que es pathema del falo. Tenue pero de modo persistente, la clínica se inclina hacia esa praxis de lo Real que hemos empezado a interrogar.
Freud, Lacan y Harari con sus reflexiones y enseñanzas, nos permitieron encontrar un modo de teorizar lo que acontece en esa operatoria de las llamadas nuevas patologías o patología de bordes. Atentos en especial, a la dirección en que se encamina la cura una vez incluida otra estrategia y táctica.
Por eso, esta vez, nos interrogó el proceso de transformación eficiente que ocurre cuando el afecto irrumpe.
Sobre todo cuando lo hace con esos vocablos que hacen falta: en el acting-out, en el pasaje al acto o en la Reacción Terapéutica Negativa. Entonces el mismo afecto, o alguna de sus modalidades alcanzan para interrumpir el análisis de la transferencia y/o el mismo análisis.
Si el analista no retrocede ante esta vicisitud y analiza lo excluido en transferencia, observamos cómo el psicoanálisis o clínica del afecto interviene en la causación de un sujeto. La novación, es ver aparecer un sujeto. Uno que asume la castración y sabe hacer otra cosa con el síntoma que anudó su deseo.
Así lo indicaba Freud, desde el caso de Emmy von N. en Estudios sobre la histeria. O lo sostuvo Harari: la operación analítica transcurre por los carriles turbulentos de la pulsión y del lenguaje. Esta turbulencia afecta ese cuerpo, que se ha aficionado a ella por acción y efecto de lenguaje. No hay más demonios ni Dios maligno que apaciguar con pastillas. Sólo lo que se dice en un psicoanálisis.
De tal modo, que nos obliga a ir paso a paso desde ese algo que des-encadena el afecto. Lo Real del goce, nos permite investigar ese otro saber que es un hacer. Es un hacer, con ese algo ante lo que acontece el afecto.
Apuntamos, a ese “nuevo” destino pulsional porque permite la escritura del objeto letra a. Este destino, es la trasposición de las energías psíquicas pulsionales expresadas en afecto -en efectos de lalengua.
Por consiguiente, será asunto del Libro II el afecto que se presenta desenlazado del fantasma: sin consuelo simbólico e imaginario. Así cómo lo que observamos del afecto en función: que acuerda cuerpo y lenguaje para la causación de un sujeto.
Con un pequeño recorte, ilustraremos qué ocurre cuando el analizante se hace responsable del afecto que engendró el síntoma. Lo demás queda para v/lectura.
[showtime]
Libro II:
Cliniquear lo Real del goce y el nuevo destino pulsional
“…Todo el logos consiste en una superposición de tres metaphora
distintas: la que transporta el significado (sema) en el significante
(psophos), la que hace que los sonidos (psophos) emitidos por la voz
humana (phoné) se transporten como símbolos (symbola) en las
pasiones del alma (pathos), y por último la que transporta hacia una
cosa una palabra que designa otra cosa”.
Retórica Especulativa, Pascal Quignard
En el Libro I, hemos trabajado el goce y el afecto en su función de llave. Este cortocircuito fundante –como lo llamara Freud- junto a los otros allí laborados, engendra el síntoma, constituye el deseo e interviene en la causación del sujeto.
De este modo, hemos buscado dar cuenta de lo que hoy muestra la clínica. En lo que allí analizamos, no hay casualidad incidental o aquello propio de una experiencia personal. Lo que observamos, es que el sujeto resta desenlazado del fantasma. Apresado en lo Real del cuerpo y sin saber, se encuentra a la deriva del goce.
Sin embargo, si el analista cliniquea el afecto –lo airea en el logos- de ese análisis precipita la escritura del objeto a. La aphilicción de lo Real fálico, ese algo emerge en el decir de quien habla turbado por el golpe clinaménico.
En consecuencia, cuando analice la traducción subjetiva del objeto a llegará a interpelar lo Real del goce al que el afecto lo ha encadenado.
En esta contemporaneidad, es común encontrar la imposible traducción de dicho objeto en un sujeto. Mas si hemos sido suficientemente cautos para que el análisis continúe, la letra a editada como causa y no como objeto del deseo en-causará la deriva de goce. Lo nuevo, entonces, será ver aparecer un sujeto.
El afecto amor entrará en función. Así ubicado por Freud, Lacan lee que así permite condescender el goce al deseo. “Así” quiere decir, que el amor/afecto de transferencia facilita la escritura de la letra a calzada por el nudo. Esa operación analítica, provoca el decir que el objeto a comporta.
En esta síntesis, es evidente que este otro destino pulsional se ha puesto en juego desabonado de lo inconsciente. Por ello es que, en la clínica que nos preocupa, no-todo afecto tiene la misma estructura que el fantasma.
Nos fue necesario, analizar lo Real del goce ante el que se des-encadena este “nuevo” destino pulsional freudiano que escapa a la represión. Investigamos y tratamos de transmitir lo que fuimos encontrando. Desde nuestra clínica, desde los análisis de control o en los distintos ámbitos de ocurrencia de la clínica psicoanalítica en que nos tocó intervenir, no hay última palabra sino investigación.
Continuamos, ubicando El afecto, en el viento del decir en análisis. Por eso, hemos hecho hincapié en cómo acontece el afecto entramado a lo que se dice en un psicoanálisis.
Con cautela, desde 1987, seguimos trabajando e investigando los obstáculos que presenta la clínica de los afectos propuesta por Freud y estudiada por Lacan. Siempre tratando de no comprar espejitos de colores, sino de escuchar y audicionar las distintas metaphora.
En ese transcurrir, la indicación y el trabajo que Harari nos legara nos condujeron a esas voces y códigos que desoriginan la enunciación en esta clínica. Por eso no hay sustitución en ellas sino metonimia. Aparecen, cuando cliniqueamos el afecto en su aspecto económico y Real.
De manera usual, en cuanto nos dejamos atravesar por el empuje de ésas transferencias, observamos la desnudez del objeto a. Esto es, la falta de envoltura que implique un sujeto –tal como la significación en el fantasma o aquél hacer-se siendo montaje de las pulsiones parciales.
Anoticiarnos de esta ocurrencia, nos ha permitido no caer en la angustia que anega la transferencia. Puesto que, tal como lo adelantara Freud en Análisis de la fobia de un niño…, bajo determinadas condiciones todos los afectos pueden mudarse en angustia.
El afecto surgido de la identifijación al goce, aparece en esta situación Real. Es Real, porque lo imposible no ha cesado de no escribirse durante el proceso de instauración del orden simbólico y vuelve.
Dado que este proceso continua mientras vivamos, hemos discernido al afecto como una pasión del cuerpo. En este punto, fue necesario diferenciarlo de las pasiones del ser que sostienen la necesaria transferencia Imaginaria, narcísica, libidinal en los análisis.
Nos referimos, al amor, odio e ignorancia presentados por Lacan para sentar los precedentes de otro psicoanálisis en 1953/54. Tengamos en cuenta que si son pasiones del ser, no son afectos. Puesto que sólo hay ser en el hecho de dicho, al que el afecto es contingente.
El afecto, es pasión del cuerpo. Una vez desvanecida la constitución subjetiva en el A, con que la forclusión del ser consiguió retornar en el objeto a, la pasión o estructura del afecto resulta del pathema del cuerpo.
Es pues el afecto, quien amarra la pasión del cuerpo por el lenguaje. Sea que haya envoltura fantasmática a atravesar, objeto de deseo, o sólo causa, pulsión –deriva de goce.
El encuentro con este hecho en la cura, nos hizo volver a detenernos en el afecto como nuevo destino de la pulsión. Según lo propuesto por Freud a partir de 1920. Especialmente, en 1925 y 1932 –desde Más allá del principio de placer a Inhibición, síntoma y angustia y, después, en la Conferencia 32.
Así pudimos pensar la expresión del afecto en análisis, a que hace referencia. Esto nos abrió otros caminos en la dirección de la cura.
Dado que así, en su expresión fónica, es como llega al diván (dire-vent o viento del decir) el modo en que el hombre modula su deseo. ¿Este es otro modo en que el afecto lo mediatiza?.
Así es. El afecto media entre goce y deseo. Emerge cuando juega con la polifonía o altera la homonimia con la homofonía. Ese viento del decir en transferencia, hace acontecimiento sonoro más allá del contenido de las palabras.
Con la homofonía y otros tropos retóricos, se modula en el decir esa voz sin sonido que lanza al abismo, a lo Real. De tal modo, que hace emerger lo que en el afecto parece inexpugnable.
Como lo indicara el maestro francés, en el afecto que violenta, inhibe o paraliza: “hay decir para demostrar y para promover lo R.S.I.” del deseo. Sólo porque quien lo padece, habla desde lo Real de la no relación sexual.
Observamos como en diferencia, pero con el mismo lenguaje del deseo, el objeto a es ese topos temporal del decir. Para el analista que dirige la cura, esto es de gran importancia. Pues sabemos que la escritura de ese objeto letra a minúscula, produce la causación del sujeto.
El sujeto no está en el origen. lalengua es acéfala de sujeto cuando se escribe. Es el lenguaje quien obra sobre el cuerpo las trazas que lo pulsionalizan.
El sujeto así causado por la escritura del objeto a, proferirá la emisión o torsión de voz –así define al significante el 17 de febrero de 1976. Ya no lo hará desde su división sino desde su posición de enunciación.
En suma, hemos tratado de aportar nuestro granito de arena a la necesidad clínica de ‘abreaccionar’ los afectos buscada por Freud desde 1893. Esa que lo conduce a inventar el psicoanálisis.
De acuerdo con lo que Freud, Lacan y Harari nos enseñasen, propusimos algunas respuestas. Dado que coincidimos con ellos, en no lidiar con cualquier catálogo diagnóstico o nomenclatura de mercado.
Por eso nos planteamos: “…¿Tomará el psicoanálisis el relevo, no de una escatología sino de los derechos de un fin primero?[5]”.
Porque estamos trabajando en ello, los invitamos a compartir v/propuestas.
M. Borgatello de Musolino
Buenos Aires, noviembre de 2012
[1] Proairetismo: conocimiento de la historia en la significancia del texto con que se relata
[2] J. Lacan, El acto psicoanalítico, seminario del 21 de febrero de 1968, Inédito
[3] J. Lacan, Radiofonía, Barcelona, Anagrama, 1977
[4] J. Lacan, El envés del psicoanálisis, seminario del 26 de noviembre de 1969, Bs. As. Paidós, 1992
[5] J. Lacan, Del Trieb de Freud al deseo del psicoanalista, Seis, Escritos I, Bs. As. Siglo veintiuno ed. 1988