Huertas comunitarias como alternativa agroecológica en Brasil
Por Anabella Almonacid Fernández
Una experiencia que busca replicarse en toda la región.
Brasil es hace 10 años el país con mayor consumo de agrotóxicos. Sin embargo, un proyecto en Bahía propone una alternativa para mitigar los efectos sociales y ambientales de los químicos.
Vivimos polarizados entre un modelo invasivo, destructivo, de apropiación privada de los recursos naturales que deberían ser colectivos, sin intención de minimizar los impactos provocados con el proceso de utilización de los recursos naturales; y otro que busca garantizar la biodiversidad del planeta, la convivencia recíproca entre ser humano y naturaleza, la sostenibilidad a través de la preservación, conservación y uso sano, equilibrado y no destructivo de materias primas renovables y no renovables, teniendo como horizonte el cuidado permanente con la vida. Es desde esta última percepción del mundo que profesionales brasileños se plantearon la posibilidad de realizar un curso de agroecología, con la creación de huertos comunitarios orgánicos, capacitación de las comunidades en promoción de la salud y prevención de enfermedades, como así también educación alimentaria y ambiental. Se trata de una tarea casi heroica en Brasil, país que en 2009 alcanzó la posición de ser el mayor consumidor de agrotóxicos del mundo, superando la marca de 1 millón de toneladas, lo que equivale a un consumo medio de 5,2 kg de veneno agrícola por habitante. «La venta de agrotóxicos saltó de US $ 2 mil millones a más de US $ 7 mil millones entre 2001 y 2008, alcanzando valores récord de US $ 8,5 mil millones en 2011», según relevó el Instituto Nacional de Cáncer José Alencar Gomes da Silva (INCA). Es decir, que en las dos últimas décadas, el gigante latinoamericano aumentó el uso, principalmente, del glifosato para aumentar los cultivos transgénicos a gran escala y aumentar, de esa manera, su rentabilidad.
Alertados por esa situación, profesionales de la salud, entre otros especialistas y científicos, realizan diferentes experiencias por todo el mundo para comprobar que es urgente y necesario sustituir el modelo de desarrollo actual por otro alternativo y sostenible. A partir de estas prácticas, fue propuesto e implementado en el municipio de Jequié, de la comunidad de Baja del Bonfim, en Bahía, el curso de Agroecología y Biodinámica Permacultural. En ese contexto, la comunidad está compuesta por familias de bajos recursos. Según el archivo de antecedentes del proyecto, la realidad social de la población se agrava por las condiciones de vivienda inadecuadas, falta de saneamiento básico satisfactorio y la situación de salud, que incluso en proceso de mejora, presenta problemas que deben ser considerados como prioridades. La comunidad creció de forma acelerada y desorganizada, con alto grado de natalidad, alto índice de desnutrición, problemas de salud como hipertensión arterial, diabetes mellitus, varios tipos de cáncer, enfermedades degenerativas, entre otras complicaciones que pueden ser asociadas a hábitos nutricionales inadecuados, así como el consumo de alimentos que poseen residuos de agrotóxicos.
Los agrotóxicos son productos químicos sintéticos usados para matar insectos o plantas. En la mayoría de los países de América Latina, su polémico uso está autorizado por las reglamentaciones gubernamentales en ambientes rurales o urbanos, como es el caso de Argentina, y sin demasiadas restricciones. Algunas enfermedades relacionadas con el uso de estos productos son: efecto neurotóxico retardado, arritmias cardíacas, lesiones renales, alergias respiratorias, cánceres, efectos teratógenos, lesiones hepáticas, fibrosis pulmonar, asma bronquial, hipersensibilidad e irritación en las mucosas nasales.
Manos a la obra
La propuesta inició en 2017 con actividades formativas por medio de módulos teóricos y prácticos, destinadas a toda la comunidad, principalmente a estudiantes de las escuelas de la región. La idea era promover el cultivo sostenible de alimentos y plantas medicinales a través del desarrollo de huertos comunitarios orgánicos y desarrollar la producción y distribución de esos alimentos. El resultado fue materializándose cuando la comunidad comenzó a incorporar hábitos alimentarios saludables y sostenibles. Hasta ese momento, en aquella zona de Bahía, no existían espacios de intercambio de saberes o prácticas entre las comunidades locales y los trabajadores de la salud. Fue a partir de este proyecto que lograron crear esos vínculos, ampliar la participación activa, creativa y crítica para, nada menos que, recuperar la soberanía agraria saludable y sostenible.
En el desarrollo del proyecto participó el doctor Leandro Nascimiento Bertoldi, un profesional graduado en la ELAM que en 2017 recibió el Premio INOVASUS de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A modo de aprovechar los recursos económicos que otorga el premio, se pensó en la creación de 6 huertas comunitarias orgánicas, con materiales y profesionales incluidos, pero en el proceso de inicio hubo tres entidades que por diversos motivos desistieron de participar de esta acción, por lo que se inició un proceso de búsqueda de otros espacios que terminó con algunas adaptaciones. Finalmente, las huertas se implementaron en 14 lugares: las Escuelas Boa Vista, Anita Rabelo y el Centro de Apoyo Pedagógico (CAP), el Centro de acogida a la Población de Calle (Centro POP), la Casa de Pasaje, Centro de Equoterapia, Núcleo Regional de Salud Sul Jequié y las USFs Giserlando Biondi , Aurelio Sciarretta, Antonio Carlos Martins, João Caricchio, Hosaná Mikele, todas estas situadas en Jequié y la USF URBIZ V en Vitória da Conquista, ambas ciudades en Bahía, además de la Unidad Sanitaria San Alberto, situada en el municipio de Ituzaingo, provincia de Buenos Aires, Argentina.
La propuesta se concretó por medio de construcción de una red, que se llamó Proyecto Calanguinho. A partir de ese espacio, se buscó diseminar las buenas prácticas y crear un ambiente constante de intercambio de semillas, mudas, alimentos y mucho conocimiento, y es la estructura que debe crear las condiciones para buscar financiamiento para crear muchas otras huertas, y desarrollar cursos, simposios, talleres entre otros.
Según relató el doctor Nascimiento Bertoldi, el proyecto fue «extremadamente exitoso, consiguió más de lo que se propuso. Inició 14 huertas comunitarias orgánicas y dará inició a otras cuatro, con la perspectiva de seguir difundiéndose por el mundo. Se realizaron diversos cursos, conferencias, talleres y un gran simposio que llevaron los conocimientos de la producción de alimentos saludables a través de la agroecología, preservación ambiental, educación alimentaria, promoción de bienestar y prevención de enfermedades y la difusión de valores aptos para la construcción de una la sociedad más prospera y que viva en armonía social y ambiental».
La agricultura se considera una de las principales bases de la economía mundial y brasileña. No obstante, los ataques sistemáticos con químicos al medio ambiente llevarán a la infertilidad de la tierra y al envenenamiento de las personas. En sólo cuatro meses, la ministra de Agricultura del Gobierno de Jair Bolsonaro, Tereza Cristina Correa, concedió 152 licencias para el registro de nuevos agrotóxicos en el territorio, algunos de ellos considerados dañinos por la comunidad científica internacional y prohibidos en mercados consumidores como el europeo y el norteamericano. Los especialistas indican que, bajo el argumento de aumentar la producción, el ejecutivo patrocina el envenenamiento de los productos dirigidos al pueblo brasileño.
Fotos: Archivo Proyecto Calanguinho